Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Adios

Adios, 2020:

Seguramente no habrá año más denostado que tú,

pero me niego a repudiarte.

Para bien o para mal,

formas parte de nuestra vida.

Digamos que has sido un año de crecimiento.

Sin rencor, me has enseñado:

que el que no te quiere, no te querrá;

que el que no te quiere escuchar, no te escuchará;

que la gente que quiere seguir a tu lado, seguirá;

que el miedo mata a los cobardes;

que no pasa nada por perder -o ganar-

unos meses en la clandestinidad;

que las desilusiones te hacen más fuerte;

que siempre hay un presente y un futuro;

que nadie pierde por amar;

que la ilusión sigue en los ojos de un niño...

y en los de muchos adultos;

que siempre nos quedará un lugar entre las montañas;

y que si te pones a escribir en el metro

seguramente te pasarás de parada.

Adios, 2020,

no te echaremos de menos,

pero seguro que no te olvidaremos.

jueves, 19 de noviembre de 2020

El misterio de la administración fantasma


Hace unos días me propuse escribir solo sobre cosas luminosas. ¿Cómo me voy a asomar al balcón a hablar de grises? No me apetece ejercer de indignada, ni de defraudada, ay, no me apetece. Y desde hace tres días, me asomo, introduzco mi clave, escribo tres, cuatro líneas y borro. Intento hablar de otras cosas, pero no me sale. Y es que creo que hay algo que tengo que soltar.

Ya estoy harta de blablabla alrededor del Covid, que si Covid por aquí, que si Covid por allá, que si la vacuna, que si confinamientos sí, que si confinamientos no; que si presupuestos por arriba, presupuestos por abajo, que también tendrá su importancia, vale; que si este pacto sí, que si ese no, que viene el coco, que digo yo que si hay un partido legalizado será legal o ¿de qué va esto? Que bueno, mira, que para mí eso es ruido blablablaba. Que sí, que tenemos una pandemia encima, que hay que atajarla, pero tampoco se pueden dejar desatendidos muchos asuntos derivados de esta situación, que son los que atañen directamente al día a día de los ciudadanos. 

Porque a lo mejor, como me pasaba a mí hace unos meses, tu vida no ha cambiado demasiado este último año. Teletrabajas, ves a menos gente, llevas mascarilla, etc. Pero quizás, en este tiempo no has tenido que hacer uso de los servicios públicos. ¡Qué afortunado eres!

Ahora, si por casualidad, y por poner un ejemplo ficticio que se me ocurre ahora, dejaste un trabajo fijo para cubrir una baja de profesora en la educación pública, pero ay, que se equivocaron, y supertere, la funcionaria sheriff, que vela porque a los periodistas delincuentes como tú no se les ocurra enseñar lengua a los alumnos de secundaria, que están mejor sin profesora que contigo, ¿periodista dices?, ¡quita bicho! Bueno, que digo que si por casualidad te ha pasado eso y quieres poner una reclamación, o escribir al ministerio para pedir que por favor enmienden la cagada de 2010, o más urgente aún, necesitas que te reconozcan la prestación por desempleo. Entonces échate a temblar, o a esperar en la incertidumbre de saber si pulsaste o no la opción correcta, o a decirte que cada vez estás más convencida de que la gestión en este país -no sé en el resto, a mi me ha tocado este- es muy, pero que muy poco resolutiva.

Por mucho que las redes nos estén salvando, por mucho que se pueda recurrir al teletrabajo, hace falta que el que está detrás del terminal sea más accesible. La administración se ha refugiado en citas previas, en solicitudes telemáticas (si no tienes certificado y firma electrónica, date por desaparecido), alguien ha debido cortar las líneas telefónicas tradicionales, los formularios de información vía web se pierden en la nada, y el ciudadano se ha quedado huérfano. Del vuelva usted mañana, que os prometo que ya estaba erradicado, porque antes de todo esto la comunicación con la administración era bastante ágil -hablo desde mi experiencia- se ha pasado al ¿hay alguien ahí

Y sí, hay muchos frentes que cubrir y muchos fuegos que apagar, pero hacen falta más recursos, más agilidad, más trato humano para los trámites del día a día, porque el atasco administrativa se irá haciendo más y más grande cuando más falta hace que todo fluya. Cuando votamos, delegamos, confiamos en que elegimos gestores que nos facilitarán la vida, no estamos sacando una entrada para un espectáculo circense, ni para un partido de fútbol. Para algunos de nosotros esperar a que la administración fantasma se manifieste quizás no se convierta en una cuestión de urgencia vital inmediata, pero yo pienso en todas aquellas familias que están en situación de verdadera emergencia y me llevo las manos, no a la cabeza, sino al corazón y tiemblo.

Y que me perdonen todos los funcionarios de buena voluntad y trabajo ágil, que seguro que son mayoría, que no es a ellos a quien pido responsabilidades, sino a esos señores y señoras que se pasan horas tirándose los trastos a la cabeza en los diferentes hemiciclos de este país, ay, qué penita, mare.

Y para la próxima, prometo ser luminosa, supervitaminarme y supermineralizarme.



jueves, 5 de noviembre de 2020

Sin sentido

Una vez fui a una bruja: "tienes energía de otoño, pero tú eres más de primavera", me dijo. Esta mañana paseaba pisando hojas urbanas, hace un par de días pisaba hojas rurales, me encanta el otoño, no creo que su energía desmerezca frente a la de la primavera. "El otoño es la primavera del invierno" leí el otro día ya no sé ni dónde. "Se está mejor en casa que en ningún sitio" decía Dorothy, allí mi casa es una chimenea, aquí se me cae la casa encima. No es cuestión de energía estacional, es cuestión de energía interna, de si se mueve en flujo centrípeto o expansivo. Un día es un día, pero puede ser más largo o más corto, en un mes se te vuelca y revuelca la vida, de la tranquilidad a la emoción a la resignación... 

Resignación, no creo que comprenda el significado de esa lexía. 

De brujas a burbujas, terrazas, redes sociales, contactos virtuales, distancia, vive el presente, quizás el futuro nos traiga un algo de pasado, esperemos. Esperemos no acabar europeizados en lo menos adecuado, europeicemos todo, menos el saludo, guardadlos, algún día podremos explotar en besos y en abrazos, ojalá también en palabras. Palabras saltarinas, vivas, directas, unívocas, que desenladrillen los nudos de la garganta, como trabalenguas, llamemos a los desenladrilladores, a los tres tristes tigres, al bueno de Pablito con su clavito y a quién haga falta. Mientras tanto danzaremos digitalmente sobre el teclado, en aquelarre absurdo y descerebrado; relaja las neuronas.

Significante, significado, sentido. Esto no tiene mucho sentido, al menos aparentemente, como muchas otras cosas. C'est la vie.

Más de un mes de silencio. El sentido tal vez sea extrínseco, acabamos de igualar el número de post de 2014 y subiendo.

 

jueves, 24 de septiembre de 2020

¡Ya vale!

Después de esta semanita que llevamos en Madrid, colofón -por el momento, claro- a la gestión política nacional, no ya del último año, sino de las últimas décadas, no queda más remedio que decir ¡basta! y exponer mi teoría política actual. Señores políticos, salgan de la campaña electoral y hagan su trabajo: procurar el bien de la mayoría... y de las minorías, el de todos los ciudadanos. Y cuando digo señores políticos hablo de todas las tendencias y todos los partidos, hablo de todos los escaños y demás asientos institucionales.

Esto no funciona. Lo siento, hace falta un total cambio de paradigma social y político. ¿Y cómo hacemos? ¿Cómo hacemos llegar a la clase política nuestro total desacuerdo con su forma de actuar? ¿Cómo paramos los pies a sus excesos y a su impunidad? Pues no lo sé, porque la violencia no entra en mis planes, la violencia no me va y además me parece incómoda. Os parecerá que ya me ando yo con mis disquisiciones happyflower. Pues sí, hace falta mucho happyflower para sacar adelante una sociedad con mimo y cuidado.

Y he dicho cuidado, y de eso se trata, porque la sociedad -ya lo decía Rousseau, y ya sé que es cita manida- es un contrato social destinado a facilitar la vida al individuo, a protegernos unos a otros. Que la unión hace la fuerza no lo duda nadie y que para poder sobrevivir necesitamos vivir en sociedad creo que tampoco (a no ser que vivas en una maravillosa isla desierta con tu perro y las consabidas diez cosas que te llevarías a una isla desierta).

Por eso, se me remueven las entrañas cuando se aprovecha esta situación que nos hace tan vulnerables para dividirnos aún más. El lunes, el nuevo confinamiento por barrios -que no voy a entrar a valorar- se aprovechó para fomentar, de nuevo, esa bipolaridad que parece que no somos capaces de sanar en ese país. Por un lado, parecía que se señalaba a los imprudentes, esos que no se han sabido mantener alejados del virus (¿en serio hubo alguien que se atrevió a hablar de las "costumbres" de nuestros inmigrantes? ¡qué diplomacia, madre!, por no decir que estupidez, carallo); por otro, ya se está gritando que si es un castigo a los barrios del sur, que si se les obliga a vivir solo para servir a la élite, etc. Bla bla bla bla, diría yo.

Fomentar el enfrentamiento y el odio social ("sí, yo sufro odio social", me espetó un amigo de un amigo hace ya bastantes años, y yo me quedé muda y desarmada, porque nunca se me había podido ocurrir que se pudiera sufrir tal dolencia. Y lo que debe doler eso, Dios mío) es una irresponsabilidad que se practica en este país con mucha ligereza. Y estoy harta de tanto odio -¡me lean ustedes a Caroline Emcke, puñetas!- y tanta mala leche.

Fomentar el odio, dividir a la gente, desviar la atención, desviar fondos, hacer campaña electoral permanentemente, creer que los problemas desaparecerán con el tiempo o por intercesión divina, escudarse en "el que llegue detrás que arree", cerrar filas como si existiera el pensamiento único... son cositas que se me ocurre, así de pronto, que caracterizan la gestión política actual, coreada por los medios (qué penita, mare).

Y hace falta un cambio, y no sé como hacerlo. Es cierto que creo en el poder individual de cada uno para intentar que tu entorno sea lo más armónico posible y tú ser la mejor persona posible, pero así vamos a tardar en cambiar eso. Demasiado happyflower hasta para mí.

Hace falta unión, imaginación, buena voluntad y políticos que agarren el toro por los cuernos y desde dentro -sí, yo todavía confío en que hay gente decente en las altas esferas- den un toque de atención y paren esto. Dejando los partidismos aparte, en serio, reivindiquen ustedes la integridad y la honestidad diciendo ¡ya vale! Dejen de estar en segundo plano, dejen de consentir esta basura, encabecen ese ¡ya esta bien! y tomen las cosas en serio.

Una acción social, mediática, intelectual y política que reivindique la solidaridad, la buena gestión y la honradez y que exija acción y tansparencia, pero con energía y con ánimo de obtener resultados, claro, postureos fuera. De momento es todo lo que se me ocurre. Yo sigo dándole vueltas, pero igual alguno de vosotros tiene mejores propuestas. ¡Ay, que dolorcito, mare!

 

jueves, 17 de septiembre de 2020

Plazas desiertas

Estos días sobrevivo en la impotencia, me regodeo comprobando los llamamientos de la Consejería y buscando noticias relativas al tema. 

El lunes me presenté a un llamamiento extraordinario para profesores de lengua en la Comunidad de Madrid. Noventa y cinco vacantes a cubrir; todas ellas puestos, de los llamados "voluntarios", de media jornada (no creo que en la sala se llegara a cincuenta personas). Un llamamiento extraordinario consiste en que se puede presentar cualquier profesor que esté en alguna de las listas de interinos (sea de la especialidad que sea) y cumpla los requisitos para impartir la especialidad que se oferta (por ejemplo: un titulado en Historia que se presentó a la oposición por esa especialidad, pero que además es titulado en Filología, por poner un caso). Me presenté, pero en cuanto metieron el número de mi DNI en el ordenador me guiñaron un ojo y me despidieron, qué se le va a hacer...

Creo que ya conté, pero lo repito, que los titulados en Periodismo (mi caso) fuimos deshabilitados para dar clases de Lengua y Literatura por un Real Decreto que data de 2010. El fundamento de dicho veto se basa simplemente en esa manía humana (necesaria, por una parte, para organizar nuestro conocimiento, pero limitante y obtusa en determinadas circunstancias, como esta a la que me refiero) de catalogarlo todo. Y en ese catálogo, la carrera de periodismo se ha colocado en el área de las Ciencias Sociales. 

No me voy a poner ahora a discutir esa decisión; ni a pedir explicaciones de por qué una universidad pública me permitió realizar el Máster del Profesorado en la especialidad de Lengua y Literatura con mi titulación; ni voy a clamar a la diosa del azar por ser tan voluble y cambiante como yo y permitir, que tras una venturosa conjunción de astros gracias a la cual di clases como interina de lengua durante un curso completo, la rueda de la fortuna me pusiera al curso siguiente ante una funcionaria implacable capaz de mandarme a casa, al paro y al destierro con menos miramientos que el rey Alfonso (polvo, sudor y hierro... y apretar la mandíbulas y no perder el norte); ni alegaré que durante estos dos años de destierro he batallado en los campos de la Uned a brazo partido y que espero alcanzar ya en este curso el título necesario para que ninguna funcionaria puntillosa me pueda volver a mandar a casa y ningún filólogo susceptible me pueda acusar de intrusa.

No, no me marcaré un post exponiendo las múltiples razones por las que un periodista puede ser un gran profesor de lengua; tampoco arremeteré contra las mentes pacatas que se sienten amenazados contra aquello que llaman "intrusismo"; y dejaré de lado las taras del "titulismo" llevado al extremo.

Solo quiero dejar claro que cuando la prensa dice "las listas están agotadas"; me acuerdo de la lupa que encabeza cada volumen de Asterix y me imagino una respuesta a lo Uderzo y lo Goscinny: 

 -¿Todas las listas? 

- No, no todas, a lo largo de las mismas un no pequeño grupo de ilusos de titulación incorrecta  duermen en el limbo de las listas y sueñan...

con que la imaginación penetre en los despachos de la Consejería e ilumine a algún funcionario y se pongan a revisar esas listas que NO están agotadas, para ir enviando refuerzos a esos institutos que aún tendrán que esperar, al menos, un mes (y eso es decir poco tiempo) hasta que se resuelva y pueda funcionar la bolsa extraordinaria que se convocó hace tres días.

Por que no son solo esas 95 plazas de media jornada de las que os hablaba unos párrafos más arriba, es que desde hace tres días, en los llamamientos ordinarios se convoca a una sola persona para cubrir más de 60 plazas de jornada completa aún vacantes. Es decir, puestos que aún no se han cubierto. Y eso sin que el curso haya ni siquiera arrancado y hayan empezado las bajas médicas, que todos los años hay, pero que este año COVID serán aún mayores. (Y estoy hablando solo de la especialidad de Lengua y Literatura).

Cada vez que hablo de este tema me siento un poco Penélope con su bolso de piel marrón, intentando contar una historia que supongo que sin ser "periodista vetado" (hay un grupo con ese nombre, que con el apoyo de las asociaciones de la prensa lucha por hacer valer nuestros derechos) sea difícil de entender o que, simplemente, no interese. Pero una tiene que soltar e intentar explicar el absurdo que nos rodea a estos "periodistas vetados". Os prometo que cuesta mucho reinventarse en este país, yo inicié este camino de "reconversión" personal hace ya más de ocho años, sigo avanzando con mis ilusiones a cuestas y no tiro la toalla, pero a veces el camino se hace duro. Saber que has encontrado el lugar en el que quieres estar, donde puedes aportar a la sociedad lo poquito que puedas dar, estar preparada para ello y que no te dejen, unas veces duele pero la mayoría del tiempo te carga de energía... y de cabezonería. ¡Volveré!, no sé cuando, pero volveré.

jueves, 10 de septiembre de 2020

Un verano sin hombres

Todo empezó en julio, después de los exámenes me dura la fiebre estudiantil un par de semanas. Así que, según acabé, me cogí La lengua de ayer de Lola Pons y empecé a disfrutar en modo friki (Lola Pons, profesora de historia de la lengua de la Universidad de Sevilla, es otra de las mujeres actuales a seguir, si te interesa la lengua).

Al tiempo, compaginaba La hoja roja de Delibes y Retahílas de Martín Gaite. 1959 y 1974, respectivamente; interesantes, pero densas. Se lo dije a Pat: necesito una lectura moderna, diferente, que me envuelva. Y a los dos días, cuando llegué a casa, me encontré con la sorpresa.

El verano sin hombres, de Siri Hustvedt. Confieso que no la conocía (estoy muy pez en autores contemporáneos, vergüenza da decirlo). El libro me atrapó, desde el inicio. Os animo a leerla. Seguramente el título os haga pensar que esta es la típica novela paródica sobre las frívolas peripecias de una mujer pendiente de conseguir el amor de un hombre. Ja, ni de lejos. El verano sin hombres es simplemente eso, un verano sin hombres. El libro me gustó, por muchas razones, en su día comencé un post, que ahora recupero, en el cual intentaba exponer las mismas. La primera era su inicial Me volví loca, sin traumas ni complejos. Sí, a veces las mujeres nos volvemos locas. Una desilusión, un desengaño, nos hace sacar, en torbellino, todo lo que sentimos, lloramos, nos autocompadecemos, distorsionamos o no somos capaces de calibrar la realidad, es decir nos dejamos llevar... y después de la tempestad llega la calma. Y surgimos nosotras, más nosotras que nunca. 
 
Esa era la primera razón, mi intención era buscar hasta diez, que ahora no creo que recuerde. Pero entre ellas seguramente pensaba aludir al reflejo intergeneracional. Adolescentes, jóvenes, maduras, ancianas se entremezclan, y tienen voz, en esta novela reflexiva sobre la vida corriente; las alusiones intertextuales; las referencias metaliterarias; los incisos filosóficos. Se lo dije a C.: No es el libro que quisiera haber escrito, pero sí el tipo de libro que me gustaría escribir (el día que me decida a superar la extensión postiana).

No sé si influida por el título, por la inteligencia de su autora, o por mi sesuda C., el caso es que continué con mi verano sin hombres, literariamente hablando, acercándome a dos pensadoras actuales. Una francesa, Virginie Despentes, y una alemana, Caroline Emcke. No os voy a resumir sus respectivos ensayos, pero si destacaré una idea de cada una de ellas.

Despentes, en su Teoría de King Kong, trata temas polémicos como la prostitución, la violación o el porno. Podrás estar de acuerdo o no con ella, pero su punto de vista no deja de ser interesante y plantea otra forma de ver las cosas. Pero lo que más me atrapa de ella -además de su lenguaje directo y malsonante, me encanta aumentar el argot de mi francés- es su reflexión final, en la que se sorprende de que muchas veces el feminismo se vea como un ataque a los hombres, nada más lejos de la realidad. El patriarcado en realidad es una tradición que moldea y dirige a ambos sexos, por eso, Despentes se plantea por qué en lugar de rechazo ante el feminismo o la reflexión sobre el papel de la mujer en la sociedad, los hombres no han llegado a plantearse nunca una revisión de la masculinidad. Igual que yo me pregunto (y esto ya es mío) ¿por qué me infantilizo cuando me encuentro ante un hombre que me gusta, por qué asumo unos roles que me hacen salirme de mi verdadero yo? ¿Por qué vosotros -o ellos- no os preguntáis: por qué tengo que ocultar mis sentimientos, por qué tengo que mantener mi pose de controlarlo todo, por qué no puedo dejarme llevar, por qué veo a las mujeres como arteras cow-women lazo en mano? Por poner un ejemplo en el que la educación diferenciada nos aboca a la incomunicación con la mitad de las personas; unas personas que nos fascinan, precisamente por ser personas, pero con las que por alguna extraña razón y en determinados escenarios parecemos condenadas/os/es a no entendernos.

Por su parte, Caroline Emcke, en Contra el odio, analiza las causas del avance de los movimientos xenófobos, homófonos y, en general, de cualquier fobia hacia el otro. Como principal causa señala la homogeneidad defendida por los movimientos radicales. Estos esgrimen una identidad rígida, que anula al individuo y crea un nosotros que se opone al otro. Un otro que no deja de ser una masa, también homogénea, a la que se le atribuyen todos los defectos o crímenes posibles. Frente a ese otro se siembra el miedo, el otro se presenta como un enemigo que amenaza con destruir esa identidad, esa tradición, que no deja de ser un constructo ilógico y artificial. Ante esta manipulación, la idea es luchar contra la homogenización, mirar a los individuos (precisamente como lo que son: individuos) que integran esa masa informe y amenazante que dibujan ante nuestros ojos. Por eso, Emcke termina con un capítulo en el que defiende la necesidad de un "alegato en defensa de lo impuro y lo diferente" porque: "La democracia no es la dictadura de la mayoría, (...). Es un orden en el que todo lo que no sea lo bastante justo o inclusivo puede y debe reajustarse. Esto también precisa de una cultura del error, de una cultura de debate público que no se caracterice únicamente por el desprecio mutuo, sino también por la curiosidad mutua".

Cuando C., mi sesuda filósofa, me recomendó estas lecturas, pensé que quizás me encontrase con farragosos libros de pensamiento filosófico. Cuando terminé se lo comenté: "Maru, me dijo, otra cosa que tienen las mujeres es que escriben como mujeres, haciéndose entender, no es necesario enrevesar un párrafo para exponer grandes ideas". Ya sé que juego en los límites de la contradicción, pero llevamos muchos años escuchando solo la visión masculina de las cosas, afortunadamente cada vez hay más voces femeninas que exponen sus ideas. Quizás lo ideal es que llegue un tiempo en que todos y todas leamos a todas y todos sin preocuparnos del sexo del autor, igual para entonces hablemos todos el mismo lenguaje o, al menos, estemos más abiertos a todas las prespectivas o hayamos aprendido a entendernos mejor. 

De momento ahora tengo entre manos la biografía de Simone de Beauvoir y espero hacerme dentro de poco con Le deuxième Sexe, así que preparaos.


martes, 8 de septiembre de 2020

Palabras

 

Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras... así empieza Neruda una reflexión que intercala en sus memorias y que no tiene desperdicio (os recomiendo que lo busquéis en google, lo he comprobado y lo encontrais seguro). Solo por ese texto me doy la enhorabuena por haberme sumergido en la lectura de su Confieso que he vivido hace ya muchos años.

Cada vez que hablo de la magia de las palabras, del amor que le tengo a este idioma en el que pienso, siento, respiro y vivo, me viene a la memoria el texto de Neruda. Estos días he estado sumergida en palabras. Por una mala gestión de mis estudios en el primer cuatrimestre se me quedó de aperitivo veraniego la fonética histórica. Una asignatura tan intrincada como apasionante. ¡Qué lindo, ver nacer las palabras de esta lengua nuestra! e intentar abarcar todos los procesos que se mezclan y entremezcan para que AQUAEDUCTO se convierta en aguaducho, CICONIA en cigüeña o PUTEO en pozo, por poner unos ejemplos. Leer palabras en latín y ver como, poco a poco, descubres esas YOD juguetonas que desfiguraron la pronunciación inicial de esos vocablos para hacer nacer, con el tiempo, los sonidos que hoy representamos con la j, la ch, la z, la ñ o la y

Si algo mágico hay en este mundo, sin duda es el lenguaje, la lengua en que nos expresamos cada uno. Por eso disfruto cada vez que me embarco en alguna nueva asignatura de este grado que hago a contrarreloj pero con pasión, loquita por volver a las aulas en posición invertida. Por eso me sorprende que la gente no se pare maravillada, al menos una vez al día, y se diga: ¡milagro del lenguaje! Por eso me siento impotente cuando algún adolescente conocido me confiesa que la asignatura de lengua le repele y le doy vueltas y vueltas, y le seguiré dando vueltas y vueltas, a como contagiar este enamoramiento mío ante cualquier grupito de letras que se juntan para formar una palabra. Por eso, cada vez que leo algún libro de contenido literario o ensayístico que me llena, se me enciende el cerebro y celebro y gozo y sí, lo confieso, tengo orgasmos intelectuales. Porque el cerebro humano es sorprendente y ejercitarlo produce placer, pero todo eso es posible gracias a las palabras, porque somos palabras y somos lenguaje y eso hay que celebrarlo. Y sí, se me ha ido la pinza, pero es que intelectualizarme me pone a mil... soy así de rarita, qué le voy a hacer.

martes, 11 de agosto de 2020

Música y silencios

 

Dicen que el calla otorga. A veces el que calla sencillamente calla y flota, mientras el tiempo pasa, cual barco a la deriva. Hasta que un día se harta, agarra el timón y desaparece.

Marco se fue de casa tres días antes de que terminara el confinamiento. Se fue de madrugada, mientras Eli aún dormía. Tal vez para ahorrarse uno de sus silencios o para evitar que la policía le parase y le pidiera explicaciones de a dónde iba.

Con un simple vistazo, Eli supo que se había llevado la mochila roja con un par de vaqueros, algunas camisetas, varios calzoncillos, el libro que estaba leyendo, el cepillo de dientes y la maquinilla eléctrica. ¿Dónde se fue? A casa de sus padres, a casa de Rodri o vete tú a saber, qué más daba. Eli ya no quería hacer más preguntas, ni dar más explicaciones, ni tener que imaginarlas.

Silencio, silencio, silencio. Ella, tan amante del silencio, carecía de herramientas para sobrellevar los silencios de su amante. A lo largo de esos años de convivencia había tenido que aprender a intuir, había fabricado -se decía, recordando aquel juego de construcción de coloridas piezas de madera con que había jugado de niña- complicadas, pero inestables, torres. Pieza tras pieza, encajaba las ambigüas respuestas de Marco a sus preguntas, en difícil equilibrio, no queriendo reconocer que aquello no se sostenía.

No le extrañó, pero sí le dolió ese último silencio, tan traidor. Aunque tal vez era mejor eso que la respuesta sin verdadera respuesta que sin duda encontraría marcando el número de Marco. Le dolió, la encendió, la puso al borde de las lágrimas, la desbordó, la enloqueció y, finalmente... la cabreó como ya no recordaba que podía cabrearse. Estuvo a punto de agarrar SU colección de vinilos y hacerla trizas contra la pared, o grabar en ellos preciosos dibujitos que atravesaran los surcos en diagonal.

Estaba decidida. Pero algo la detuvo, ¿una señal?, ¿un pensamiento? El caso es que le salió su lado más friki, o su lado más zen, nunca se sabe. De forma aleatoria, sin mirar las portadas, fue poniendo los discos, dejando que las canciones le hablaran, le dijeran todas aquellas palabras que Marco no le había dicho a lo largo de todos esos años. Letras cuyo significado ni siquiera se paró a intentar entender. Aquellas canciones eran Marco, tal vez si a lo largo de aquellos años les hubiera prestado más atención habría podido penetrar un poco en Marco, o tal vez no. 

Daba igual, Eli solo necesitaba una despedida sincera y valiente, algo que Marco no le iba a dar en persona, pero sí en música, en energía o en conexión cósmica. Llámadlo como queráis.

domingo, 26 de julio de 2020

Soy mágica


Estoy leyendo Ordesa, de Manuel Vilas. Es un libro distinto. Esta lleno de nostalgia, de relaciones padres-hijo, de trocitos de vida, de reflexiones, de vuelta a los años de una infancia de finales de los sesenta y principios de los setenta, de desgaste, de amor y desamor, de muerte, de ausencias, de cosas no dichas y preguntas que ya no encontrarán respuesta. Es un libro hermoso, valiente, casi surgido al hilo de los pensamientos y lleno de una profunda tristeza. La melancolía que desprende se me mete en los huesos a ratos.

Esta tarde, sin ir más lejos, después de mi bañito en la piscina, con el bikini todavía mojado, envuelta en la toalla y sumergida en la lectura, me ha dado por pensar que soy la rara avis de una familia sin tradición de elementos solteros, (divorciados a porrón, eso sí, y también alguna viuda temprana) y escasez de mujeres sin descendencia. En términos lingüísticos se supone que, en comparación, yo sería el elemento marcado. Y, digo yo, eso marca.

No sé si es por mi última o mis últimas lecturas, reflexiono últimamente sobre la soledad del impar. A veces es duro ser sola y hacer esta confesión te deja un poco desnuda. Parece que lo políticamente correcto es destilar orgullo, autosuficiencia y québienqueestoymadremíaparaquélios y viva la liberté. Pues bueno, igual que la vida en pareja no siempre es idílica, os diré que la vida de non tampoco es siempre fetén.

Pues estas cosillas me asaltan estos días, sin ser algo que no me deje vivir. Aunque convencida de que ser sola es duro a veces, en unas épocas más que en otras, también os diré que ser mal acompañada es un carcoma incómoda que roe y roe. Así que, ni tan mal.

Sincronismos, casualidades, llámalo como quieras, esta tarde me he marcado un paseo vespertino tía sobrina y así, porque sí, he escuchado algo parecido a: "Es que tú no te mereces tener marido ni hijos, porque tú eres especial. Tú eres mágica y si tuvieras marido o hijos no pasaríamos tanto tiempo juntas ni haríamos cosas especiales".

Sí, habéis leído bien, resulta que soy mágica y mola mil pasar tiempo conmigo. Y alguien mágico se merece estar solo mientras no encuentre alguien capaz de mirar más allá de convencionalismos, ligazones ficticias e ideas preconcebidas. Mientras no encuentre alguien que lo tenga tan claro como la adolescente que me ha piropeado esta tarde.

Esto me digo yo, tan chula, que no tengo abuela, pero tengo sobrina.

jueves, 16 de julio de 2020

Carmen, que hoy es el día, y otras cosas



En mi trayecto mañanero del Paraíso a la ofitonía, me marco un paseo majo de Sol a Atocha. Si este post lo hubiera escrito ayer os habría hablado de la desgana que va penetrando en los trayectos que forman parte de la rutina; pero este post lo escribo hoy, tras el paseo en que me desdecía del pensamiento de ayer. ¡Cómo me gusta la calle de Atocha! Hoy, sin duda, me he puesto mis ojos de mirarlo todo, en lugar del piloto automático.

No sé si quería contar algo o si hay algo que quería contar desde hace días, pero se me resistía y el teclado y mis manos han permanecido mudas. En mi proceso escribidor, unas veces tengo el tema muy claro y todo fluye desde el cerebro a las manos. Otras veces algo se cuece en esta azotea, que poco a poco va convirtiéndose en idea. Y hay ocasiones, como ahora, en que la cojo a medio formar y que sea lo que Sangabo quiera.

Mujeres en la literatura, perspectiva femenina, la Laforet (que tengo una promesa incumplida desde hace varios post). Me ronda, me ronda desde hace semanas, pero no aflora. Muchas veces me pregunto cómo las mujeres hemos sido capaces durante siglos de asumir nuestro papel secundario, no siempre de manera resignada, claro. Siempre ha habido voces empeñadas en mostrar también nuestra versión de las cosas. Te sorprendes leyendo a las escritoras de todas las épocas, unas pocas reconocidas, otras muchas -¡por fin!- reivindicadas poco a poco.

¡Qué modernas¡, piensas.

No, ¡mujeres!, así, simplemente. Mujeres que han podido acceder a la cultura, a otra realidad alternativa a aquella mentira de inferioridad en que se las educó.

Yo hace unos post os quería hablar de la Laforet, esa escritora que con 22 años y en la inmediata posguerra -entre censura y literatura oficialista modeladora del "nuevo pensamiento"- se marcó un pedazo de libro que se llama Nada y que debería tenerse como la novela española de aprendizaje por excelencia, igual que los norteamericanos dan a leer su El guardian entre el centeno a todas sus generaciones.

No me voy a marcar un post dándomelas de entendida (no lo soy), mejor os recomiendo que no os perdáis el capítulo que Imprescindibles le dedicó, pero sí voy a destacar tres datos:

- Que una mujer de 23 años ganara el Nadal con una novela tan atrevida para la época. No solo por el ambiente que refleja o por tratar temas como la violencia doméstica o el suicidio, sino porque la protagonista es una chica de 18 años que aspira a estudiar, a ser libre e independiente. Gran transgresión en los años cuarenta, aunque pueda parecer raro.

- Tras Nada, publicó otras cuatro novelas más (una de forma póstuma) y diversos relatos. Los críticos suelen destacar la lucha personal que era para ella cada nueva novela; escribir una primera obra tan reconocida como Nada pone el listón muy alto. Además, las escritoras lo tenían difícil en aquella época en que había que cumplir con el papel de esposa y madre modelo y compaginarlo -y anteponerlo- con la actividad profesional (tener una actividad profesional no dejaba de verse como algo que te impedía realizar al cien por cien tu verdadera ocupación: la de esposa y madre modelo). En muchas críticas y entrevistas a escritoras de aquella época no faltaban alusiones a su condición de mujer o preguntas sobre sus quehaceres domésticos y deberes conyugales y familiares.

- La última novela que publicó en vida fue en 1963. Al separarse en 1970 su marido le hizo prometer que jamás escribiría sobre su relación, seguramente esto influyó en ese silencio o interrupción de su carrera literaria en sus últimos años. Es triste que alguien te prohíba que puedas hacer uso de tu propia experiencia para inspirarte, es una forma de cercenarte. A partir de tu propia experiencia construyes una realidad paralela, que ya no es la realidad. Por mucho que inspires un relato el que está ahí plasmado no eres tú, es ya otra cosa.

Literatura, perspectiva femenina, escritoras... seguiremos con el tema.




viernes, 3 de julio de 2020

El cómo nos lo cuentan


Ayer volvía al paraíso escuchando una tertulia radiofónica. Se comentaban los pactos, entre gobierno y Ciudadanos, alcanzados en los grupos de trabajo de la comisión para la reconstrucción. De los cuatro grupos de trabajo, solo en el de educación quedaba pendiente llegar a un acuerdo y esto era debido a la decisión del Gobierno de reservar las ayudas de reconstrucción para la escuela pública y dejar fuera a la escuela concertada.

Sin entrar a valorar esto, que al final voy a acabar haciéndolo, lo que me sorprendió sobre todo fue el empeño de uno de los tertulianos en transmitir la idea de que el Gobierno lo que quería era retirar las ayudas a la escuela concertada, así en general, y acabar con ella. Es entonces cuando te llevas las manos a la cabeza y te dices: pero ¿por qué nos cuentan las cosas de esta manera?

Así ocurre con casi todo. Sale un tema y de uno de sus puntos, una anécdota, se generaliza, se radicaliza, se polariza y se monta el guirigay. Cuando te interesa el tema y puedes vislumbrar un poco de qué va -y que conste que sigo hablando como mirona de a pie que soy, no como entendida- te das cuenta de las barbaridades tertulianas, periodísticas o políticas que se sueltan de cara a la galería, con una finalidad totalmente tendenciosa en que cada uno aprovecha lo que sea para llevar el agua a su molino.

Como mirona de a pie y desde mi molino, mi visión del asunto, equivocada o no, es la siguiente: la escuela concertada -seguramente necesaria a día de hoy por falta de plazas en la pública, otra cosa podría ser plantearse por qué treinta años después se sigue haciendo necesario que el sistema se complete con la infraestructura de la concertada- está integrada en el sistema público. Desde él le llega la aportación económica, parte a través del pago de los salarios de sus profesores, que recibe del Estado. Por eso, parece lógico que la ayuda se distribuya a través del sistema público, pues imagino que ante una necesidad mayor de recursos el curso que viene, también la concertada recibiría (aunque solo sea en pago de salarios) la ayuda por vía administrativa.

El tertuliano indignado, además, esgrimía la libertad de elección de los padres a la hora de decantarse por un centro escolar para sus hijos. Y está muy bien que exista esa libertad, pero no olvidemos que no todos los padres tienen acceso a esa libertad, porque esa libertad de elección depende de los ingresos de esos señores padres.

La libertad de elección es muy respetable, pero veo más urgente garantizar el derecho a una educación de calidad para todos los chavales. Y qué queréis que os diga, a mí me parece que a día de hoy esto no está garantizado. Esa libertad de elección lo que ha conseguido es que muchos ciudadanos se despreocupen del estado de la pública, porque en el fondo no les interesa, porque ellos ya han decidido que esa educación pública no tiene la calidad que quieren para sus hijos. Y es una pena, porque vayan o no vayan tus hijos a la escuela pública, a lo que deberíamos aspirar todos es a que nuestros niños y adolescentes, nuestros ciudadanos de hoy y del futuro, tengan el mejor nivel educativo posible.

Y los recursos, en muchas zonas poco privilegiadas, se quedan cortos. Y los recortes han sido muchos. Y los profes se enfrentan a inabordables clases repletas de alumnos que viven en una realidad cotidiana compleja y carecen de conciencia para valorar la importancia que la educación tiene en su futuro. Por eso, y veo que repito, consideró más lógico que las ayudas que haya se repartan desde el sistema público de educación, valorando las necesidades educativas de cada centro.

Si todos defendiéramos la pública, esa tan reclamada libertad de elección sería más real. Diríamos: la pública me asegura una educación de calidad pero yo opto por pagar un plus, por lo que sea, cada uno tendrá sus razones. Pero el argumento no puede ser "no confío en la pública".

Y por encima de todo, que no nos cuenten milongas.

Por cierto: Ole, ole y ole la labor del profesorado (de la pública, la concertada y la privada) en esta pandemia.

martes, 16 de junio de 2020

¿Poema? urbano


Hace trescientos sesenta y seis días
un borracho se colgó de mi cuello
y dijo,
Te quiero.
Los borrachos no dicen las verdades,
los niños tampoco,
hay cosas que mejor
se guardan bajo llave en el olvido.
Nadie pudo imaginar que trescientos
sesenta y seis días
más tarde
caminaríamos enmascarados
o que los versos de un libro lograsen
ponerte melancólica a las cinco
y treinta y cinco del día trescientos
y sesenta y seis.
Hilos y colores se desvanecen
como arcoiris que se tiende al sol.

martes, 2 de junio de 2020

Mitología moderna


Las noches empezaban a ser calurosas. A pesar de su costumbre de dormir sin pijama, se hacía ya necesario abrir la ventana, aunque fuera con la persiana casi bajada, para que el airecillo que pudiera llegar desde el patio interior de aquel tercer piso se colara por las rendijas interlaminares de la misma.

Se medio desveló en plena madrugada. Aquel ruido. ¿Qué era aquello? No le dió tiempo a pensar más, de nuevo se le cerraron los ojos entre bostezos y se quedó dormida. Era el mar, sí, ¡qué gusto! Las olas, el color verdiazul cambiante, la brisa marina. Despertó como nueva. Miró el reloj, no era mucho más tarde de las seis, tenía la hora cogida y ya no había manera de abrir el ojo mucho después. Se acordó del ruido ¿como era posible que hubiera estado escuchando el mar toda la noche si allí no había playa, vaya, vaya?

Esa misma noche repitió la operación. Se acostó, leyó un rato, pensó que hacía calor, y después de cerrar el libro y antes de apagar la luz se levantó a abrir la ventana y las rendijas de la persiana. Era el ruido de nuevo, no podía ser el mar, estaba despierta. Se asomó al pasillo, no venía de dentro de casa, desde luego era algo que había ahí fuera. Se quedó dormida, si una virtud tenía es que era capaz de dormir profundamente en casi cualquier situación.

Volvió a soñar con olas, baños de sol y de agua, bañistas, gaviotas... A las cinco de la mañana despertó, ¡qué idiota!, era el aire acondicionado del vecino, se quedó de nuevo dormida y siguió paseando por la arena cálida.

El inicio de verano fue verdaderamente caluroso, ya no encendía el aire solamente el vecino del quinto, poco a poco se fueron sumando otros. Los relajantes paseos por la orilla del mar de los primeros días se convirtieron en tardes ventosas sobre una tabla de surf que oscilaba sobre olas cada vez más grandes, para acabar transformados en noches de galernas que hacían bambolearse el galeón que capitaneaba.

Aquella noche la tempestad arreciaba, el viento golpeaba la cristalera de su camarote de capitana corsaria. La ventana se abrió de par en par y con más fuerza aún que el viento se precipitó Zeus, ansioso, perdiendo sus rayos, su manto y su elegancia. Ella lo esperó desafiante, ummm, lo rodeó con sus piernas, aaahhh, lo volteó, auuuuuuu, lo cabalgó, aaaaaaarrfff, lo sació, iiiiiiiiiiii, lo dejó ahito, oooooouuuuu, y vengó a las Danae, a las Europas y a las Ledas...


jueves, 28 de mayo de 2020

Hablar por hablar


Raro, no se me ocurren más palabras para esta nueva fase. Me siento bien, no hay grandes preocupaciones que me agiten, pero algo bulle en mí. Me siento social, me digo. Hace unos días vi Parásitos, no me meteré a destriparla, porque como dice todo el mundo, es mejor no adelantar nada y que cada uno la vea y juzgue. Cuando acaba te quedas un poco decepcionada, "pues tampoco era para tanto", pero es de esas películas que después te das cuenta que se van colando en ti... como un parásito.

He vuelto al trabajo. Me meto en el metro y miro a mi alrededor, aquí estamos los que por falta de medios o por otras circunstancias (vale, autolimitaciones, lo confieso), no podemos viajar protegidos en nuestra burbuja automovilística. Pienso en Parásitos. Y mientras, los cacerolos, cada vez en grupos más reducidos, cada vez menos ruidosos, protestan porque sienten coartada su libertad. Me pregunto si con el tiempo lo que era una pandemia contra todos, no se convertirá también en algo selectivo. Mientras unos pueden seguir refugiados y protegidos gracias al teletrabajo, otros cruzan diariamente la ciudad jugando a la lotería. Mientras para algunos esto será un bache más o menos malo, pero nada más que un bache; para otros será un abismo, lleno de incertidumbre y penurias.

Pasarse siete horas tras una mascarilla es algo asqueroso, sientes la cara abotargada y sucia. Viajas con el gel hidroalcoholico en el bolsillo y si rozas un botón, un pasamanos o cualquier cosa te sientes obligada a verter un poquito entre tus manos. Llegas a casa y te duchas, pelo incluído, y tiras todo a lavar. ¿Exagerado?, no lo sé. Desde luego, ni parecido a lo que han vivido nuestros sanitarios durante estos meses, ni los trabajadores de los supermercados, ni los que han estado acudiendo a su puesto de trabajo sin interrupción pandémica.

Empiezas a encontrarte con familia y amigos, parece que no han pasado ni tres días desde que os visteis. Es una alegría, pero es raro también no poder dar abrazos y tener que saludarte con el codo. Te los comes con los ojos, desde la distancia, cercanía y lejanía en discordante antítesis simbiótica. Puf, difícil de definir la sensación. ¿Y esto, hasta cuando?

El primer día que te sientas en una terraza a tomarte el café de las 11 te da la sensación de que estás fuera de lugar, que haces algo impropio. Poco a poco, y como a todo, te vas acostumbrando y al tercer día te tomas ya tu café tranquilamente, pensando en tus cosas.

Leo y releo este post y, sí, tenéis razón, no tiene mucho sentido. Volver al blog es una de las cositas buenas que me ha traído el confinamiento y me apetecía teclear un rato. Por ausencia de inspiración, o quizás porque simplemente solo necesite fluir en este avanzar que iniciamos ahora, me he limitado a dejar salir algunas de las impresiones que me han acompañado esta semana. Quizás mañana donde dije diego diga digo, quí lo sá. Si has llegado hasta aquí, gracias, me gusta sentirme acompañada. ¿Os dije raro? Tal vez no sea raro, tal vez solo sea un "bueno, bueno, ya iremos viendo" (parafraseando a un sabio). Que ustedes fluyan bien.

domingo, 17 de mayo de 2020

Sin palabras


En la casa de Herrén de R pasamos largas sobremesas, casi a diario, durante muchos veranos. En invierno, aquello se podía convertir en pensión completa. El número de personas podía ir in crescendo, a medida que llegabamos los amigos de alguno de esos cuatro hermanos de nombres bíblicos, para acabar todos muchas veces revueltos compartiendo mesa, cafés, aperitivos y juegos. Allí echamos largas partidas de cartas, sostuvimos encendidas conversaciones, nos reímos a carcajadas, discutimos a grito pelado, se iniciaron flirteos que culminaron o no, nos tomamos algunas copitas e incluso acabamos cantando más de una noche.  

A veces estábamos solos y ocupábamos la casa por entero, sobre todo en invierno, pero la mayoría de las veces N y MP, los patriarcas, estaban allí y nos cedían el jardín o el porche para nosotros solos o se apuntaban a la tertulia o a uno de los equipos y jugaban a las cartas, al taboo o a lo que se terciase.

La casa de Herrén de R era una de esas casas de familia numerosa donde entras un día por primera vez y al cabo de dos semanas te sientes tan cómodo como en la tuya propia, la clave está en la bienvenida calurosa que notas nada más entrar. Y una de las claves de esa bienvenida era la mirada chispeante y llena de cariño de N, la misma que me ha regalado a lo largo de estos años cada vez que me encontraba con él por el pueblo. Su mirada y el inefable "¿María, un pacharán?", porque N sabía que yo no me negaba nunca a probar su pacharán casero.

Hay miradas de la generación anterior -de esa generación que un día resulta que vamos suplantando poco a poco y a la que también poco a poco vamos diciendo adiós- que hablan por sí solas. Las recibes y notas el cariño, te hacen sentir bien y hasta un poco especial. Son miradas que no se olvidan y cuando las piensas te hacen sonreír. Creo que es una especie de ligazón intergeneracional, que se da dentro de las familias, pero también fuera de ellas. Hay un cariño especial que emana de la propia amistad, y así sientes cariño por los amigos de tus padres y por los padres de tus amigos, adoras a los hijos de tus amigos e, intuyo, aprecias a los amigos de tus hijos a los que además vas viendo crecer a lo largo de los años; al fin y al cabo es gente que quiere a la gente que tú quieres y la hace feliz. Magnes armoris amor, que dijo aquél.

Pues eso, que gracias N.

jueves, 7 de mayo de 2020

Desescalada


No recuerda qué día exacto de la fase cero era. Debía llevar tres o cuatro días incorporada a su puesto de trabajo. El primer día viajó con un nudo en el estómago y tuvo que releer la página del libro tres o cuatro veces para enterarse de algo, el trayecto de ese día lo recuerda casi en nebulosa. El día dos fue diferente, poco a poco se fue relajando y acostumbrando, como a todo, así que la lectura avanzó bastante en aquellas casi dos horas de ida y vuelta.

Sí, fue el cuarto día. Levantó la mirada y sorprendió al hombre de enfrente mirándola fijamente. Se sintió incómoda. Pero entoncés él hizo un pequeño levantamiento de cabeza y de cejas y le enseño la portada del libro que llevaba en sus manos. Coincidencia. Se sonrieron. Ella se dió cuenta de que él sonreía porque se le marcaron unas pequeñas arrugas que surgían de las comisuras de sus ojos; a ella se le levantaron los pómulos. Divertida bajó la cabeza y siguió leyendo, aunque enseguida se puso a reflexionar en lo absurdo de ese alerta ante el otro que provocaba la nube de miedo al bicho.

Se volvieron a encontrar al día siguiente y sostuvieron una pequeña conversación sobre la novela. La lectura no avanzó demasiado en el transporte en días sucesivos. Intercambiaron nombres, datos sobre sus vidas, impresiones sobre el confinamiento. Empezaron a bajarse unas cuantas paradas antes, para recorrer juntos, a metro y pico el uno del otro, la distancia hasta el punto en que debían separarse para volver a sus respectivas casas.

En la fase uno sus paseos se hicieron más largos, el día que abrieron los parques tuvieron la suerte de llegar a tiempo de colarse en el aforo permitido en el botánico. Y hoy, después de intentarlo durante casi una semana, han conseguido una mesa libre en una terraza. El camarero se acerca ya con dos copas de vino en la bandeja y ellos se miran expectantes. ¡Ha llegado el momento! Por absurdo que pueda parecer todavía no se han quitado la mascarilla.

miércoles, 29 de abril de 2020

¿Nada?


Dicen que cuando todo esto acabe no seremos los mismos. Yo me miro y me remiro, y la verdad, no veo grandes cambios, sigo siendo igual de desorganizada con mis horarios estudiantiles, y veo que al final llegaré a todas mis PEC y exámenes en el último minuto. No he tenido grandes revelaciones, y aunque medito, aún no he alcanzado el nirvana.

Es cierto que hay muchas cosas positivas en este aislamiento: me encanta ir descalza todo el día, no sé como volveré a meter los pies en las últimas botas que me compré y que parecía que ya tenía domadas, tampoco me preocupa, me adaptaré, como nos hemos ido adaptando a esto; he retomado el yoga, una de las cosas más enriquecedoras que llegaron un día a mi vida y que tenía bastante abandonado, nos juntábamos y abandonábamos cada cierto tiempo, espero ser capaz de levantarme a las seis de la mañana todos los días cuando vuelva a trabajar, porque es algo que merece mucho, mucho la pena; gracias al yoga, además, me he reconciliado con mi cuerpo, que va recuperando algunas curvas y hasta me palpo la mayoría de los huesines sin problemas, tampoco os hagáis ilusiones, volver a mis medidas de los veinte o treintaytantos a estas alturas lo veo muy difícil y hay zonas que no sé si algún día volverán a su ser, debería dejar algunos caprichos dulces, eso sí; puede ser que este aislamiento me haya hecho superar alguna cosa que tenía que superar, de una manera más calmada, más racional y más adulta, aunque aún escueza hay que aceptar las cosas como son y no merece la pena empeñarse en algo que no va a ser perfecto, siempre dentro de la imperfección claro, no creo en la perfección; y os confieso que no tengo ninguna gana de volver a trabajar, no me gusta mi trabajo, es un "ave de paso" y no lo echo de menos, pero también sé que cuando vuelva a incorporarme lo haré con el sentido de responsabilidad con el que siempre he afrontado aquello con lo que me comprometo, por otro lado, pequeños encarguillos y este blog recuperado me alertan sobre lo fácil y lúdico que me resulta escribir, tengo que reconvertirme antes de volver a pisar un aula y ahí hay trabajo que hacer o un punto donde enfocar energías; tengo la suerte de pasar más tiempo con mis progenitores y quizás algún día recuerde estos días y dé gracias por ellos, a día de hoy me siento incluso culpable por no dedicarles más tiempo y andar la mayor parte del día metida en mis estudios, mi yoga, mis videovinoconferencias y mis historias, de todos sus hijos quizás sea la más hosca en la relación paternofilial, y la menos parlanchina, pero tampoco estoy tan mal, digo yo; y otra cosa, me reafirmo en mi amor incondicional por todas aquellas personas que ya sabía que quería, quizás el confinamiento no hacía falta para ello, pero está bien pararte a pensar de vez en cuando en lo importantes que son en tu vida.

Está claro que también hay cosas negativas en el aislamiento ¿para qué hablar de ellas? Ya os dije en el último post que estos días también es nuestra vida -me niego a verlos como un paréntesis- y de la vida siempre hay que procurar quedarse con lo positivo.

Enlazando ideas, os diré que ahora mismo me viene a la cabeza una de las últimas frases de Nada (y os prometo que para la próxima os hablaré de Carmen Laforet, con la que he coincidido este año en un par de asignaturas y de la que el otro día vi un documental maravilloso, pero esto ya os digo, lo contaré en el próximo): De la casa de la calle de Aribau no me llevaba nada. Al menos, así creía yo entonces.

Dicen que cuando salgamos de aquí seremos diferentes, yo ahora quizás os podría decir que creo que de aquí no me llevo nada, pero después de escribir esto tal vez no esté ya tan segura.


viernes, 24 de abril de 2020

Distopía


En una realidad distópica, yo sé de alguien que a estas horas miraría el reloj con impaciencia esperando que dieran las cinco. Minutos antes de esa hora se colgaría la mochila (poca ropa, algunos libros, varios apuntes) del hombro, apagaría las luces, conectaría la alarma y saldría por la puerta de la claustrofóbica oficina para iniciar el trayecto (tren, metro, bus) hacia el paraíso.

Después de dos horas de lectura, levantaría la mirada del libro coincidiendo con la entrada en el pueblo de los "raros" y se prepararía para pulsar el timbre de stop tres paradas más allá. Subiría por la cuesta de la calle Molinera y giraría en la del Camino de la Poza para desembocar en la del Valle respirando hondo el aire puro de la sierra. Por el camino, cuesta arriba y Peñota al fondo, aspiraría el olor de los setos de cedro y se fijaría en como ha cambiado desde la última vez el follaje que rodea el poste de madera del viejo tendido eléctrico. Abriría la puerta de su hogar, dulce hogar, y después sus persianas, ventanas y contraventanas y tras comprobar el vacío de la nevera se daría un paseíto hasta el super más cercano para comprar cualquier cosa que cenar.

Volvería a casa sin prisas, calcularía si era necesario encender la chimenea, leería, estudiaría, pasearía o vaguearía, después vería algo en la tele y se metería en la cama. Quizás estuviera un poco angustiada por la proximidad de esas oposiciones cuyo estudio quedó aparcado por las asignaturas del grado, nada que unas cuantas respiraciones relajantes no lograran calmar.

Al día siguiente, abriría la ventana para ver amanecer y luego se volvería a meter otro ratito en la cama, un par de horas después se levantaría, desayunaría y se organizaría para subir al pueblo caminando y hacer una compra ya más completa. Lanzaría un par de WhatsApps insinuándose para un desayuno o un aperitivo, o cualquier actividad que incluyera un bar y una consumición, y se alegraría enormemente de encontrar respuesta. Encontraría un pueblo animadísimo, un día luminoso y muchas ganas de vivir el finde.

Pero claro, todo esto es hoy una distopía. ¿Creeis que hemos caído en alguna realidad paralela y que en otra dimensión todo sigue su curso?, espero que mi otro yo dimensional esté aprovechando bien su tiempo.


jueves, 23 de abril de 2020

Toi, mon ami, mon amour


Querido libro, en mi pensamiento y al alcance de mis manos desde siempre. Ilustraciones setenteras en un libro de cuentos de tapas blancas; más ilustraciones, estas firmadas por María Pascual; un librillo de animales con que premiaron mi paso de la cartilla Palau a tus páginas, qué ganas de lograrlo; los poemas aprendidos en esos tomos de la antología para niños o recopilados por Carmen Bravo-Villasante, que aún puedo recitar, Gloria; Celia, los cinco, los siete secretos, los internados de Tores de Malory y Santa Clara, Kásperle...; cuentos diminutos comprados en el kiosko, me asalta un título Los tres pelos del diablo; una adolescencia marcada por Gabo y el boom; escritoras, en especial Montero; clásicos escogidos al azar; picoteo moderno; épocas de vacío lector, épocas de reencuentro y atracones; lectura profunda, lectura casual, lectura banal, lectura parcial, lecturas compartidas, lecturas en otros idiomas; novela, teatro, poemas, ensayos, libros ilustrados, tebeos, comics; empachos atrapada entre tus páginas, sensación de vacío al acabar; refugio, escape, estudio, reflexión, psicoanálisis...

Tanto por leer, tanto por delante, librerías embrujadoras que te atrapan en el tiempo y de las que no puedes salir sin un tomo en tus manos... Cadena humana de pensamientos, de ideas, de teorías, de sentimientos, que nacen, crecen, se reproducen, mueren y renacen, como el Ave Fenix; lo que somos, lo que fuimos y lo que seremos.

Papel y tinta, letras, palabras, frases, grabados, ilustraciones, tapa dura, tapa blanda, páginas de tono blanco, o amarillento por el paso del tiempo, lugares de tus estanterías a los que avanzas decidida porque sabes que allí está el que buscas, recuerdos asociados a un título, huecos de aquellos que prestaste y nunca volvieron, deudas pendientes de los que no devolviste.

Hoy, Día del Libro, me doy cuenta de que estos días ando buceando en páginas más académicas que lúdicas, ni siquiera consigo engancharme con las lecturas recomendadas de mis asignaturas. Hay que poner remedio, creo que necesito un buen título que me envuelva en sus brazos a ratitos.

Querido libro, de pronto me asalta el pensamiento de que contigo mantengo la relación amorosa más larga, libre, sana y detallista que he tenido en mi vida (qué cosas). Y como además no eres posesivo, celoso, ni rencoroso, te puedo decir tranquilamente que si en otras épocas me has acompañado en mis desplazamientos en transporte público o me has ayudado a descansar en momentos de ocio, estos días estoy deseando dejarte en casa y salir a vivir mi propia historia sin nada en la mochila.

Confieso que antes de ponerme ante el teclado tenía pensado hablar de esa imagen tan recurrente en la que se equipara nuestra vida a una novela, y hacer alusión a las ganas que tenemos todos los que seguimos en casa de continuar escribiéndola cuando salgamos. Pero luego pensé, no, no hay que esperar a poder salir de casa para continuar con nuestra propia historia, nuestra historia personal son también estos días aunque se vea un poco limitada en ciertos aspectos, o quizás no, quizás los límites solo nos los estamos poniendo nosotros, ¿qué pensais?

lunes, 20 de abril de 2020

Bajoncillo


Más de un mes ya. No es raro a estas alturas sufrir un altibajo, ¿no? Y sentirte tremendamente egoísta e infantil, porque comparado con lo que están pasado muchas personas, algunas muy queridas, lo tuyo no es nada.
Te callas. Lo rumias. Lloras. Y te sientes sola, muy sola. Y te pones a escribir poemas rápidos, absurdos y poco artísticos.

Chica montaña,
ferruginosa por fuera,
moldeable magma interno.
El blindaje de pensamientos positivos
se cae.
Sin darte cuenta,
te rodean las ganas de que P
sea E y no solo F,
o de que C o A, o las demás
letras del abecedario,
averigüen lo que pasa por tu cabeza
y aparezcan por arte de birlibirloque
cada vez que flaqueas.
Niñerías, egoísmo,
sentimiento de culpa
por centripear
mientras la ciudad llora.
Yo, ego, vértigo emocional,
maremagnun de encierro.


Pues nada, resulta que no he sido yo sola. Creo que la tormenta del fin de semana llegó con tanta carga eléctrica que nos desconfiguró el ánimo a buena parte de la población. No pasa nada, seguimos, nos levantamos, sonreímos y confiamos, confiamos...

lunes, 13 de abril de 2020

De la retórica a la gimnasia


Me he pasado estos días de Semana Santa, dentro del confinamiento general, confinada individualmente en la Retórica. Un trabajo pendiente con fecha de entrega; no sé como lo hago, siempre apuro casi hasta última hora, pero es que estos días cuesta un poco más concentrarse (esto no es más que la típica y socorrida excusa de una escapista habitual, la verdad).

Mientras buscaba, en veinticinco siglos de historia de la Retórica, inspiración para rellenar mi PEC (prueba de evaluación continua) o PED (lo mismo pero a distancia), me llamó la atención una de las aplicaciones platónicas de este arte político: dos al cuerpo (medicina y gimnástica), dos al alma (legislación y justicia). ¿Retórica en el gimnasio? Me pregunté yo y me propuse enmendar un poco mi ignorancia.

Mis primeras incursiones por Internet, me revelaron que la palabra gimnasia procede del adjetivo gymnós (o gumnós), que quiere decir desnudo. De esta guisa, como tributo a los dioses y para celebrar la belleza de los cuerpos, se realizaban los juegos gimnásticos. Eran estos pruebas físicas y espirituales recompensados con honor y reconocimiento, no con bienes materiales.

En cuanto a la Retórica, los gimnasios pasaron de ser centros deportivos a convertirse en centros de reunión para literatos, filósofos y retóricos.

No contenta con las primeras impresiones cibernéticas, una vez finiquitada mi PEC en plazo, esta mañana la he invertido en ampliar esta información con un artículo más científico, que daría para otros muchos temas que no vienen al caso (entre otros, el del amor como fuerza creadora, un tema que podría haber sido interesante en el Día Internacional del Beso, en el que estamos, pero que de momento dejaremos almacenado en el cuaderno de notas).

Solo añadiré que los gimnasios fueron también centros educativos y que los juegos, en su origen asociados a ritos funerarios de homenaje al finado, eran una especie de sacrificio en los que se ofrecía la energía natural que el hombre lleva en su interior, lo que se materializaba en realidades palpables (sudor, saliva, semen). Razón por la cual, cuestión de ahorro, los primitivos gimnastas "pasaban treinta días de preparación para las pruebas observando una rigurosa dieta vegetariana a base de higos y queso, y alejados de las relaciones sexuales". Como era previsible, también he confirmado que la entrada de las mujeres estaba rigurosamente prohibida en el gimnasio, como en la mayoría de las esferas de la vida pública (otro tema que de momento dejaremos en el tintero).

Pero me disperso y no concreto, que diréis que por qué os hablo de pronto de retórica y gimnasia; pues, primero, porque sigo el hilo de mis pensamientos, pero, además, porque esto es lo que muchos hacemos estos días. El confinamiento nos ha llevado a poner en práctica, a algunos más que nunca, el "mens sana in corpore sano", porque ahora ya no sirve argumentar que no hay tiempo y la gran mayoría podemos encontrar algún momento del día para ocuparlo en algo de ejercicio, algo de lectura, algo de música, algo de dibujo, algo de escritura, o cualquier otro algo cultural.

Es tiempo de contemplarse, cuidadarse y mimarse. De mantener activos cuerpo y mente. Yo estoy encantada con mi vuelta al yoga, que me hace más consciente de este cuerpo que me ha tocado, todavía capaz de hacer cosas increíbles si lo mantienes engrasado y estirado; con la paz que me proporciona la meditación diaria; con la recuperación de mi balcón, que es otra especie de meditación; y con esos hilos que saco de mis estudios y lecturas, desde los que ovillo y ovillo, ejercitando la mente, sea de forma más o menos acertada. El caso es moverse, incluso en el confinamiento.

Y os dejo, que aún me esperan las lenguas románicas, la paleografía, el reto pictórico diario (by K. y M.), la sesión de yoga de por la tarde y algunas cositas más. Por cierto, no olvidéis que es el Día Internacional del Beso y si podéis besar, hacedlo, a primera consulta de Internet (y sin verificar fuentes) encuentro que con un beso se mueven 34 músculos faciales y, para adoptar la postura adecuada, otros 134; además de la cascada química que llega al cerebro. ¡La pasada!




lunes, 6 de abril de 2020

Un día tonto


Levantarte pronto, subir las persianas, hacer yoga y asomarte luego a la ventana. Esta noche ha llovido, respiras, respiras, respiras y el olor a humedad que te llega te hace pensar en Asturias. Qué cosas ¿Será que el nivel de contaminación ha bajado tanto en Madrid que hasta se respira de otra manera?

Me paso la mañana encerrada en el último cuartito de la casa, estudiando, siempre con la impresión de que cunde menos de lo que debería. Después de comer me vuelvo a encerrar, pero me despisto y en lugar de seguir con el estudio, me escucho El quinto de la tarde, edición revival (gracias, A.). Mientras, hago dibujitos. Dibujitos, o más bien garabatos, es la única cosa que soy capaz de hacer a la vez que pienso, o escucho, me ayuda a concentrarme... y a perder el tiempo.

Unas semanas después da la impresión que nos hemos acostumbrado a estar entre cuatro paredes. Me parece que hace siglos que nos reunimos a comer en casa de D. (Te quiero D., verás que abrazo te ganas en cuanto te vea). Pienso en el primer día que salgamos, ese del que aún no sabemos muy bien cómo será. ¿Iremos solo de casa al trabajo y del trabajo a casa? ¿No podremos salir de Madrid en meses? ¿Cuándo veré de nuevo amanecer en el pueblo? ¡Por favor, que alguien me despierte un día de estos con un bonito amanecer parrao!

Agarro el ordenador y me traslado a la "terraza" acristalada, el lugar más luminoso de la casa. Por su orientación, solo recoge un rayito de sol diario entre las tres y las cuatro, pero tiene luz desde la salida de sol hasta el ocaso. Hoy esta nublado y no hay rayito, pero se ve el más allá. El más allá son las casas de enfrente y dos o tres manzanas hacia la derecha y lo mismo hacia la izquierda.

Abro la ventana, de vez en cuando, y me asomo a respirar aire puro o no tan puro, aire de Madrid, más limpio que antes, más silencioso que antes. Los árboles se han llenado de hojas y de palomos y palomas enormes y gordotes que parece que van a tronchar las ramas. Hace unos días unas cotorras gigantes venían a robar ramitas para hacer su nido, ya han debido de terminarlo, la vida sigue detrás de los balcones.

Me extraña que la gente no asome las cabezas de vez en cuando por las ventanas a respirar y me pregunto si es desaconsejable asomar la cabeza por la ventana. No creo, ¿no?

Aquí cada día, a las ocho, se llenan más ventanas y balcones de gente que se une a los aplausos, tenemos un vecino muy patriota en el edificio de enfrente que pone luego el himno, no son muy de Resistiré en este barrio, ni de fiestas discotequeras, ni de talent shows. Es lo que hay, escuchamos el himno sin prejuicios políticos y luego aplaudimos de nuevo. Ayer saludé a la viejita de enfrente y me devolvió el saludo.

Ahora tengo cita todos los días a las 18:30, yoga online en directo, otra ventana al más allá.

Unas semanas después parece que nos hemos acostumbrado a estar entre cuatro paredes. Lo llevo bien, pero creo que he tenido un arrebato de aburrimiento hace un rato, supongo que este post tan desbaratado y deslucido es simplemente un antídoto para no sucumbir. Escribo con mi ordenador, otra ventana al más allá, sobre mi cojín de meditación, que a su vez descansa sobre mis piernas estiradas y apoyadas en la pared de enfrente. La pared que soporta la línea de ventanas que me asoma al más allá.

Os dejo, queridos habitantes del más allá. Gracias por escucharme un rato, me voy a vestir de yogini para mi segunda práctica diaria. Os quiero, cuidaos y si os entra el aburrimiento sacudioslo o disfrutadlo, que todo tiene su aquel.

miércoles, 1 de abril de 2020

Tocar a alguien


Hace unos meses, de la manera más tonta, o más académica, en una página de análisis sintáctico me topé con esta frase: Tocar a alguien supone abrir un sendero que no existía.

Busqué el autor y, según internet, es de Dolores Redondo, así que esperando no equivocarme, os doy el nombre de la autora, para no apropiarme de nada ajeno.

Los libros, las palabras, la comunicación en general, tienen siempre por encima de lo denotativo, ese poder connotativo y pragmático (¿véis qué postureo filológico me marco?) que nos hace adueñarnos de ellas e interpretarlas a nuestra manera.

En estos días de confinamiento y distancias de seguridad ese tocar a alguien, por lo menos para mí y supongo que para muchos tiene un poder bastante evocador.

Tocar a alguien es pensar en los abrazos de C., que son como las olas del Cantábrico, me ponen las pilas y me quitan las penas; tocar a alguien es ir recibiendo a la familia y añadir más platos a la mesa; tocar a alguien es dejarte envolver por los armarios roperos en que se han convertido tus sobrinos y volverte tú niña rodeadita de amor; tocar a alguien es peinar a tus sobrinas, abrazarlas o darles un masaje en los pies (hay sobrinas ahijadas muy, muy tiranas); tocar a alguien es saber de antemano qué vas a sentir entre los brazos de cada miembro de tu enorme familia; tocar a alguien es dejarte acariciar por las risas sonoras de tus primos; tocar a alguien es juntarte los jueves con las ursus y darte dos besos y un abrazo más o menos grande y verte reflejada en los ojos de esa segunda tanda de hermanas que te acompañan casi desde que tienes uso de razón; tocar a alguien es la sonrisa desde lejos, los dos besos al encontrarse y algún abrazo para rematar el saludo, bailar en las fiestas y lanzarte a los brazos de alguno de tus amigos o amigas de toda la vida y dejarlos desconcertados, sobre todo a los primeros; tocar a alguien son los besos de abuela que nos dimos mi bestfriendforever y yo hace apenas mes y medio; tocar a alguien es la exaltación de la amistad de la penúltima; tocar a alguien son los abrazos de los tropecientos que hicimos aquel curso; tocar a alguien es reunirte con tus grupos de amigas y hablar de lo humano y lo divino; tocar a alguien es rozarlo, acariciar su mejilla o mirarle a los ojos a lo largo del tiempo preguntándote muchas cosas, aunque no tengas respuestas; tocar a alguien es llenarle la camisa de lágrimas; tocar a alguien es querer prolongar el momento, o darle más intensidad o fundirte un poquito con la otra persona. Tocar a alguien es desde luego un sendero, un camino, una carretera o un jardín privado para ti y el otro.

Tocar a alguien es muchísimas cosas. Estos días procuro ir tocandoos y que me toquéis con la voz, poquito a poco, a veces os veo por videoconferencia, que es el tocar a alguien de estos días. Vuestras voces y vuestra imagen al otro lado de la pantalla me levantan el ánimo, pero al colgar confieso que a veces me da un pequeño bajoncillo, pequeño, transitorio, en que pienso en las ganas que tengo de veros en vivo y en directo y tocaros y que me toquéis y seguir abriendo senderos.


domingo, 29 de marzo de 2020

De veneno y antídotos


Si hay algo que no entiendo de estos días, bueno, lo entiendo pero no lo comparto, es que las dos Españas sigan a la gresca, aprovechando la mínima para desprestigiar al contrario.

Es un poco paradójico que por un lado proclamemos que nuestra unión nos hace invencibles y que por otra estemos haciendo rular declaraciones sobre lo mal que lo hacen unos y otros. Claro que ha habido fallos y que la situación nos supera, pero tampoco veo medidas muy distintas de las de otros países.

En serio, no creo que si la oposición estuviera en el gobierno nuestra situación sería hoy distinta, solo hay que mirar los países vecinos y no tan vecinos. Tampoco creo que las cosas se hayan hecho de mala fe, se habrán hecho con torpeza o con errores, como todo lo que necesita improvisación, pero no a mala idea. Y si se han hecho las cosas mal tampoco pienso que sea ocasión de mantener una ola de indignación y rabia.

Veneno patrio, qué se le va a hacer, ni por estas somos capaces de dejar el forofismo político y darnos cuenta de que esto es una cuestión en que más nos valdría intentar caminar codo con codo; aquí, incluso, puede que sin guardar distancias de seguridad. No solo durante estos días de confinamiento, sino más a la larga, es decir, cuando haya que ponerse a trabajar para levantar la economía, con el mismo sentido de la responsabilidad con que ahora nos confinamos, nuestros héroes anónimos siguen en sus puestos de trabajo y muchos teletrabajan.

Como soy mujer de medias tintas, que ni fú, ni fá, no me caso con nadie y siempre me quedo en la mitad; pero con ideas propias, eso sí, quizás disparatadas, llevo años rezando para que nuestros políticos dejen diferencias al margen para dar soluciones útiles a los ciudadanos en los problemas más importantes. Ahora lo GRITO: se me abracen, coño.

Y sorprendentemente, hasta me sale "la comprensión, la compasión y la empatía" (entre comillas, para que se note el pudor que da hacer declaraciones de este tipo) por los políticos que de verdad estén trabajando estos días con la honestidad de querer hacer lo mejor por la mayoría. Como no tengo el don de ver la conciencia ni el interior del alma humana no puedo dar nombres ni poner la mano en el fuego por nadie (qué desconfiados somos con nuestra clase política, madre mía). Pero por mucho que os extrañe, yo les doy un aplauso a los políticos de buena voluntad que estos días se estén dejando la piel y la salud para aportar soluciones. Porque digo yo -o espero desde mi candidez y confianza en el ser humano- que hoy día serán la mayoría. ¡Ainsss!

miércoles, 25 de marzo de 2020

De cognomen y enlaces mentales


Os dije que hoy cambiaría de tema y os hablaría de los nombres romanos, una de esas cositas curiosas que van apareciendo a medida que estudias, o intentas estudiar. Igual la gran mayoría lo sabéis, pero a mí me hizo mucha gracia descubrir (o recordar, vaya usted a saber) que los nombres romanos se componían de tres partes: el PRAENOMEN, lo que nosotros llamamos nombre y los franceses prénom (mira tú de dónde viene); el NOMEN GENTILE, que procede del linaje, de la familia (nuestros apellidos de hoy); y un tercer elemento llamado COGNOMEN, que es lo que nosotros llamaríamos mote. Es genial, mola esto del no te acostarás... 

Así, NASO quiere decir narizotas; VARRO es palurdo; SENECA, viejo; FLACCUS, flacucho; y un ejemplo que me encanta del libro en el que lo leo (Las lenguas románicas de J.M. Fradejas) es CAIUS SUETONIUS TRANQUILLUS SILENTIUS, mote por partida doble: tranquilo y silencioso. (Muy Asterix, ¿verdad?; por cierto, gracias, Uderzo)

Y de ahí enlazo con nuestros pueblos, donde todavía se mantiene viva esa costumbre milenaria de motear a los convecinos, motes que perviven y se pasan muchas veces de padres a hijos. Y sigo enlazando, esta vez con mi pueblo de adopción.

Te echo de menos, echo de menos tus montañas y tus caminos. Mi balcón hacia los siete picos, mis paseos hasta el pueblo, un desayuno en El colonial o un vino en La venta vieja. Tu aire puro, el vientecillo fresco y la luz de los días luminosos; o la lluvia, a modo chirimiri o a todo meter. Mi chimenea. El orgullo de veraneantonta que ama tus rincones, conoce las caras de sus habitantes y esos motes que resuenan, pero que es incapaz de relacionar correctamente, lo mismo que los parentescos inmensos con los cuales te intentan explicar quién es una persona concreta, "pero si la has visto mil veces y sabes quién es", "pues seguro, pero no caigo". No es desinterés, es sensación de libertad, de independencia, de abandono de fardos.

Volveré pronto a pisar tus caminos, en cuanto se pueda, volveremos para soltar y sonreír, tras estos días extraños en que seguimos sonriendo sobre un poso de tristeza. Nos volvernos a juntar y lloraremos y reiremos y seguiremos caminando.

domingo, 22 de marzo de 2020

Miedo no, porfa


Que sí, lo entiendo, que la situación se nos escapa de las manos y no sabemos por donde puede saltar el bicho. (Así lo llama mi C., que lo tiene metido en el cuerpo desde hace unos días y ni pensando en el Padre Merrin crucifijo en mano se acaba de ir).

Estamos enganchadísimos al WhatsApp, a través de él nos llegan miles de cosas, muchas son bulos que luego se desmienten y se redesmienten y ya no sabes qué creerte. Esquivas los vídeos pesimistas y airados que a veces se cuelan, supongo que la gente los manda con buena intención, pero no hacen ningún  bien.

Mil indicaciones que ya no sabes como cumplir, si bajo a compra, al subir ¿me desnudo en la puerta? ¿me lavo las manos primero antes de desabrocharme el pantalón? ¿me meto en la lavadora directamente? 

Tenemos los grupos saturados, pero seguimos mirándolos cada dos por tres, necesitamos esa cercanía humana. Al menos yo la necesito, necesito noticias de mi gente, saber que seguís ahí, si llega un audio o un vídeo con una voz y una imagen conocida y querida no me lo pierdo, me ponen las pilas.

Irradio amor por todos vosostros, que sois un amor: exaltación de la amistad sin estar pedo, como ha dicho hoy V. No lo puedo evitar, me sale así.

No soy una inconsciente, sé lo que hay, también sé que algunos, cada vez más, de vosotros lo tenéis cerca, muy cerca y que habéis pasado o estáis pasando días duros, mucho más duros que el resto. Estamos preocupados, normal, también creo que la mayoría estamos concienciados e intentamos hacer todo lo mejor posible, pero, ¿qué más podemos hacer?, preocupación sí, prudencia también, pero miedo, ay, miedo no, porfa.

Porfa, no me digáis que estáis acojonados, decidme que estáis preocupados, que hacéis todo lo posible para cuidaros, cuidar a los vuestros y procurar que esto pase lo antes posible. Pero no os dejéis llevar por el miedo. Y ya sé que es una cuestión terminológica y que el miedo es una reacción natural que en el fondo es una defensa, etc, etc.

Pero, me da miedo la palabra miedo, me suena a angustia. Echemos a patadas a la angustia, vivamos esto con preocupación, con consciencia, con compasión, con prudencia, con buena voluntad y con mucho amor.

Me da que me repito mucho ultimamente, mañana a ver si os hablo de los nombres romanos, que son la monda, ya veréis, ya...

viernes, 20 de marzo de 2020

Don Juanma


Don Juan Manuel, infante de Castilla y sobrino de Alfonso X, es uno de esos autores de la literatura que a pocos se nos escapa. Sí, es el autor del Libro del Conde Lucanor, del que todos hemos leído al menos un exemplo a lo largo de nuestra vida académica.

Me diréis que a santo de qué os hablo de este personaje tan antiguo, que por su fama de soberbio y elitista despierta tantas antipatías, pues si os digo la verdad, porque era uno de esos temas que voy apuntando en mi libreta por si un día me asomo al balcón; y hoy lo tomo de cabo para tirar del ovillo y teclear un rato.

Se dice de don Juan Manuel que es el primer autor con conciencia de autor, es decir, sabedor del valor del propio estilo, orgulloso de su obra y defensor de la misma. El bueno de don Juan, para asegurarse de que nadie corrompía su obra -recordad que en el siglo XIV todavía no existía la imprenta y los escritos se difundían a golpe de pluma, tinta y muñeca-, se tomó el trabajo de corregir toda su producción, inventariarla y recopilarla en un tomo, seguramente lujoso y bien encuadernado, para depositarlo en el monasterio de dominicos de Peñafiel. Imaginad la ilusión y petulancia del intelectual pagado de su obra que cree de ese modo asegurada la pureza de sus escritos y su paso a la posteridad.

Tanto mimo y cuidado no pudieron evitar que unos siglos más tarde el volumen se perdiera en el incendio que sufrió el monasterio y con él algunas de las obras que contenía. Afortunadamente, el resto permanece en las paginas de diferentes copias de las que ya no podemos asegurar la completa fidelidad a la idea de perfección de su autor.

A pesar de todo, don Juan Manuel cumplió su objetivo: se ganó un puesto en mayúsculas en nuestra historia de la literatura, se reconoce la originalidad de su estilo, ha influido en la formación e inspiración de autores posteriores y forma parte de esa cadena ininterrumpida de influencias que es la producción literaria y la producción cultural y artística en general.

Y todo esto para deciros que a veces las cosas no salen como las planeamos, porque no podemos controlarlo todo, pero que eso no impide que los resultados se tengan que alejar mucho de nuestras expectativas o que si lo hacen tampoco han de ser por eso negativos.

Da un poco de pudor en estos días hablar de optimismo happy flower, pero en la medida de lo posible lo deseable es agarrarse al lado luminoso de la vida y pensar que el incendio no podrá arrasarlo todo. Lo dicho, cuidaos, intentad sonreir, y mucho, mucho, amor cósmico y terrenal para todos.

P.D.: Pido perdón por cualquier posible error cultureta, no olvidéis que no dejo de ser una mirona de a pie.

miércoles, 18 de marzo de 2020

En casa

Qué os voy a contar que no sepáis ya. Poco tengo que aportar a todo lo que se ha dicho, se dice en estos mismos momentos y se seguirá diciendo durante estos días; pero ausente de ninguna responsabilidad y sabiendo que mi audiencia será mínima, os diré que cojo el teclado por egoísmo puro, porque me relaja y porque me apetece.

Imagino que como os pasará a muchos de vosostros, en la rutina diaria que nos estamos marcando estaréis innovando, recuperando o improvisando. Desde luego es el momento ideal para tachar puntos de la eterna lista de propósitos nunca cumplidos.

Mi sempiterno mañana retomo el yoga se ha hecho realidad, necesito energía y alegría desde primera hora de la mañana; así que salto de la cama a la esterilla, unas veces con más pereza que otras, pero siempre con buenos resultados.

También he recuperado la música, obsesa del estudio en mis últimos tiempos e incapaz de estudiar y escuchar música a la vez, soy más dada a agradecer un entorno de silencio que uno musical. Ahora necesito música, también a primera hora de la mañana y a alguna de la tarde. Bailo yo sola, con los ojos cerrados o abiertos, sin hacer nada más o mientras me doy a las "labores del hogar" o a cualquier otra tarea.

Estudio, siempre menos de lo que quisiera y qué poquito que me cunde me digo; pero es que sufro de ansiedad de conocimiento y mientras leo algo me gustaría tener ya toda esa información almacenada, ordenada e interiorizada en mi materia gris para pasar a otra cosa. Bueno, sufro de ansiedad de conocimiento y de mente dispersa y volátil, para ser sincera.

Necesito oir una voz amiga, al menos una o dos veces al día, así que he vuelto a las llamadas de voz. Reconozco que sigo enganchada al Whatsapp, aunque ya no leo todo: de las noticias alarmistas y bulos varios paso; de los memes sigo viendo la mayoría y riéndome bastante, la gente es la caña, aunque dadas las diferentes versiones del mismo chiste me da a mí que hay mucho plagio circulando; y sí, yo también renvio alguno de vez en cuando.

Y pienso, pienso que sí, que los que estamos encerrados en casa y en compañía, tenemos que agradecer pasar estos días con alguien que sin duda es importante en nuestra vida, sean familiares, pareja o compañeros de piso, que a estos de una forma u otra los habréis elegido por algún motivo.

Pero a ratos no puedo dejar de pensar, ya me lo dice mi C. que soy una romántica empedernida, que tenéis verdadera suerte los que compartis estos días con esa persona especial a la que un día le dijisteis te quiero, quiero cuidarte y quiero que me quieras y quiero que me cuides y que os respondió ¡venga, yo quiero eso mismo!, es chulo, cuidadla, cuidaos; o con esos enanos que a ratos os enloquecen pero que en el fondo os alegran el día, mi imagen de la semana es el vídeo musical, de difusión estrictamente familiar, que han grabado en casa de mi hermana, ella y su hijo a la guitarra, mi sobrina al cajón y mi cuñado al micro.

También sé que algunos no podéis estar ahora con esa persona, porque os ha pillado la cosa en otra ciudad o en otro país: paciencia, y cuidaos, el reencuentro será impresionante. Y los que estéis solos, cuidaos también, dicen que siempre hay un roto para un descosido; alguien, con o sin coronavirus rondándole en estos momentos, se puede cruzar en vuestro camino cualquier día, cuando podamos bajar a la calle, claro; o igual no se tiene que cruzar nadie, que ni falta que hace. Lo que sea, que os cuidéis y que riaís o lo intentéis, al menos un ratito cada día.

En fin, que al coronavirus buena cara, que a saber dónde estaremos en unos meses, solo tenéis que pensar lo que estabais haciendo el año pasado y lo que hacéis ahora; la vida, ya lo decía Forrest, es una caja de bombones y a saber cual es el sabor del siguiente... esperemos que de licor o caramelo.

viernes, 31 de enero de 2020

Panphila de Atenas y la teoría del mínimo

Panphila de Atenas, siglo V. a. C, hetaira, maestra inspiropatética amadísima por sus discípulas, admirada por sus discípulos e inventora del columpio.

Encaramada en este ingenio de sencillo funcionamiento biomecánico, Panphila filosofaba, en soledad o compartiendo sus pensamientos con sus alumnas. Algunas de sus grandes teorías surgieron en altura creciente y cristalizaron al tiempo que su persona efectuaba perfecto looping columpístico.

Dicen que en esta posición esbozó su prestigiosa Teoría del mínimo y que, tras aterrizar de un salto que la depositó perfectamente erguida en el centro del corro formado por sus alumnas, articuló un simple: "¡Equilicuá!" Así era ella de modesta.

La teoría del mínimo es muy simple: "En toda relación hay un mínimo exigible para que sea recíproca y, por tanto, valiosa: la otra persona se preocupa sin darse cuenta y sin esfuerzo por tu felicidad, es decir, por que tú estés bien."

De lo que se deriva una concatenación de axiomas:
1.- Todo lo que supera el mínimo es un regalo, como tal es bienvenido.
2.- Todo lo que queda por debajo, es un absurdo, una Skatá (Σκατά), es decir, una merde (según google translator).
3.- Nadie quiere una Σκατά
4.- No, imposible, no quieres a alguien que no cumple con la teoría del mínimo.

- ¿Ergo? Le pregunto a Mel que me acaba de dar una de sus maravillosas clases de historia postiza (está todo en wikifalsia, me dice, lo puedes comprobar).

- Ergo, caminemos.

Me encanta Mel, es tan peripatética.

domingo, 26 de enero de 2020

Pandora


Llámame Pandora, me dice Mel.

¿Estás furibunda?

No, jajaja, le entra la risa floja, mi yo Pandora no es exactamente así. El baulillo de mi Pandora es diferente, no guarda allí tormentas, ni huracanes destructores.

Mi baulillo suele permanecer con llave, no se abre a menudo, pero en ocasiones, llega alguien, me descuido y ¡bum! con solo rozar la llave se escapan y ya no los puedo controlar, me envuelven, hacen espiral de tornado a mi alrededor y me elevan; se me escapan los te quiero, las caricias, las sonrisas, la empatía desbordante, el optimismo y la esperanza y el ahora sí, por fin, qué liberación.

Y luego, ¡pum! me estampo y toca recoger esas chispas de cuore luminosas y brillantes y luchar para meterlas de nuevo en el baúl. ¡Qué lástima!, ¡qué dolor!, ¡son tan monas!

Ya las tengo, me siento sobre el baúl, qué tranquilidad. ¿Qué ocurre? Se agitan, saltan, empujan, pugnan por abrir. No sé si podré contener la tapa mientras me esfuerzo por echar la llave. A ver, casi la tengo, intento girar... ¡nooooo!, se han vuelto a escapar, flotan, me rodean y ahí estoy, en el suelo, sentada con las piernas abiertas y estiradas, llorando como una niña.

Dejadme, dejadme un rato llorar, en un momento me levanto y empiezo de nuevo a recoger, una por una. En unos días, un par de semanas, quizás un mes lo lograré, volveré a cerrar el baúl, me pondré de nuevo la coraza y entonces podréis decir de nuevo: mira, allá va Pandora, la impasible, la exigente, esa tía rara que siempre camina sola.

¿Y tan a gusto?

Bueno, pues tan a gusto...

domingo, 12 de enero de 2020

Madrid me da la vida


Es curioso que en plena alarma de contaminación Madrid tenga este cielo tan luminoso en los días de sol. Es un misterio, ¡ay!, el cielo de Madrid.

Y yo me pierdo, o me reencuentro, mientras recorro las calles del centro. Mis pasos se aceleran al tiempo que se hacen más ligeros. Mis zapatillas aladas se ponen en modo muelle y mi cuerpo camina ligero, ritmoso, animado. Se me eleva el espíritu, desaparecen las sombras y toco el cielo con las manos, con la sonrisa, con los ojos, con todo mi cuerpo.

2020 ha llegado entre luces y sombras y yo elijo las primeras. Un solo propósitos de nuevo año que sé que sí cumpliré: ser consciente, al menos un minuto al día, de la maravilla de estar en el aquí y ahora de ese momento, levantar los ojos al cielo y dar gracias, dar gracias por ese momento intrascendente lleno de trascendencia. Quizás suene a tópico, o infantil, pero pienso que la felicidad se encierra en esos pequeños momentos de "elevación" espiritual, anímica, vital, que te ofrece de pronto una lectura, una idea, una conversación, un cafetito al sol, mirar mis montañas, caminar por ellas, abrazar a alguien que no has visto hace tiempo, o que viste ayer... y pasear por Madrid sintiéndote parte de ella. A mí Madrid no me mata, me revive.