Todo empezó en julio, después de los exámenes me dura la fiebre estudiantil un par de semanas. Así que, según acabé, me cogí La lengua de ayer
de Lola Pons y empecé a disfrutar en modo friki (Lola Pons, profesora
de historia de la lengua de la Universidad de Sevilla, es otra de las
mujeres actuales a seguir, si te interesa la lengua).
Al tiempo, compaginaba La hoja roja de Delibes y Retahílas
de Martín Gaite. 1959 y 1974, respectivamente; interesantes, pero
densas. Se lo dije a Pat: necesito una lectura moderna, diferente, que
me envuelva. Y a los dos días, cuando llegué a casa, me encontré con la
sorpresa.
El verano sin hombres, de Siri Hustvedt. Confieso que no la
conocía (estoy muy pez en autores contemporáneos, vergüenza da decirlo).
El libro me atrapó, desde el inicio. Os animo a leerla. Seguramente el
título os haga pensar que esta es la típica novela paródica sobre las
frívolas peripecias de una mujer pendiente de conseguir el amor de un
hombre. Ja, ni de lejos. El verano sin hombres es simplemente
eso, un verano sin hombres. El libro me gustó, por muchas razones, en su
día comencé un post, que ahora recupero, en el cual intentaba exponer
las mismas. La primera era su inicial Me volví loca, sin traumas
ni complejos. Sí, a veces las mujeres nos volvemos locas. Una
desilusión, un desengaño, nos hace sacar, en torbellino, todo lo que
sentimos, lloramos, nos autocompadecemos, distorsionamos o no somos
capaces de calibrar la realidad, es decir nos dejamos llevar... y
después de la tempestad llega la calma. Y surgimos nosotras, más
nosotras que nunca.
Esa era la primera razón, mi
intención era buscar hasta diez, que ahora no creo que recuerde. Pero
entre ellas seguramente pensaba aludir al reflejo intergeneracional.
Adolescentes, jóvenes, maduras, ancianas se entremezclan, y tienen voz,
en esta novela reflexiva sobre la vida corriente; las alusiones
intertextuales; las referencias metaliterarias; los incisos filosóficos.
Se lo dije a C.: No es el libro que quisiera haber escrito, pero sí el
tipo de libro que me gustaría escribir (el día que me decida a superar
la extensión postiana).
No sé si
influida por el título, por la inteligencia de su autora, o por mi
sesuda C., el caso es que continué con mi verano sin hombres,
literariamente hablando, acercándome a dos pensadoras actuales. Una
francesa, Virginie Despentes, y una alemana, Caroline Emcke. No os voy a
resumir sus respectivos ensayos, pero si destacaré una idea de cada una
de ellas.
Despentes, en su Teoría de King Kong,
trata temas polémicos como la prostitución, la violación o el porno.
Podrás estar de acuerdo o no con ella, pero su punto de vista no deja de
ser interesante y plantea otra forma de ver las cosas. Pero lo que más
me atrapa de ella -además de su lenguaje directo y malsonante, me
encanta aumentar el argot de mi francés- es su reflexión final,
en la que se sorprende de que muchas veces el feminismo se vea como un
ataque a los hombres, nada más lejos de la realidad. El patriarcado en
realidad es una tradición que moldea y dirige a ambos sexos, por eso,
Despentes se plantea por qué en lugar de rechazo ante el feminismo o la
reflexión sobre el papel de la mujer en la sociedad, los hombres no han
llegado a plantearse nunca una revisión de la masculinidad. Igual que yo
me pregunto (y esto ya es mío) ¿por qué me infantilizo cuando me
encuentro ante un hombre que me gusta, por qué asumo unos roles que me
hacen salirme de mi verdadero yo? ¿Por qué vosotros -o ellos- no os
preguntáis: por qué tengo que ocultar mis sentimientos, por qué tengo
que mantener mi pose de controlarlo todo, por qué no puedo dejarme
llevar, por qué veo a las mujeres como arteras cow-women lazo en mano?
Por poner un ejemplo en el que la educación diferenciada nos aboca a la
incomunicación con la mitad de las personas; unas personas que nos
fascinan, precisamente por ser personas, pero con las que por alguna
extraña razón y en determinados escenarios parecemos condenadas/os/es a
no entendernos.
Por su parte, Caroline Emcke, en Contra el odio,
analiza las causas del avance de los movimientos xenófobos, homófonos
y, en general, de cualquier fobia hacia el otro. Como principal causa
señala la homogeneidad defendida por los movimientos radicales. Estos
esgrimen una identidad rígida, que anula al individuo y crea un nosotros que se opone al otro. Un otro que no deja de ser una masa, también homogénea, a la que se le atribuyen todos los defectos o crímenes posibles. Frente a ese otro se siembra el miedo, el otro
se presenta como un enemigo que amenaza con destruir esa identidad, esa
tradición, que no deja de ser un constructo ilógico y artificial. Ante
esta manipulación, la idea es luchar contra la homogenización, mirar a
los individuos (precisamente como lo que son: individuos) que integran
esa masa informe y amenazante que dibujan ante nuestros ojos. Por eso,
Emcke termina con un capítulo en el que defiende la necesidad de un
"alegato en defensa de lo impuro y lo diferente" porque: "La democracia
no es la dictadura de la mayoría, (...). Es un orden en el que todo lo
que no sea lo bastante justo o inclusivo puede y debe reajustarse. Esto
también precisa de una cultura del error, de una cultura de debate
público que no se caracterice únicamente por el desprecio mutuo, sino
también por la curiosidad mutua".
Cuando C., mi
sesuda filósofa, me recomendó estas lecturas, pensé que quizás me
encontrase con farragosos libros de pensamiento filosófico. Cuando
terminé se lo comenté: "Maru, me dijo, otra cosa que tienen las mujeres
es que escriben como mujeres, haciéndose entender, no es necesario
enrevesar un párrafo para exponer grandes ideas". Ya sé que juego en los
límites de la contradicción, pero llevamos muchos años escuchando solo
la visión masculina de las cosas, afortunadamente cada vez hay más voces
femeninas que exponen sus ideas. Quizás lo ideal es que llegue un
tiempo en que todos y todas leamos a todas y todos sin preocuparnos del
sexo del autor, igual para entonces hablemos todos el mismo lenguaje o,
al menos, estemos más abiertos a todas las prespectivas o hayamos
aprendido a entendernos mejor.
De momento ahora tengo entre manos la biografía de Simone de Beauvoir y espero hacerme dentro de poco con Le deuxième Sexe, así que preparaos.