Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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jueves, 17 de septiembre de 2020

Plazas desiertas

Estos días sobrevivo en la impotencia, me regodeo comprobando los llamamientos de la Consejería y buscando noticias relativas al tema. 

El lunes me presenté a un llamamiento extraordinario para profesores de lengua en la Comunidad de Madrid. Noventa y cinco vacantes a cubrir; todas ellas puestos, de los llamados "voluntarios", de media jornada (no creo que en la sala se llegara a cincuenta personas). Un llamamiento extraordinario consiste en que se puede presentar cualquier profesor que esté en alguna de las listas de interinos (sea de la especialidad que sea) y cumpla los requisitos para impartir la especialidad que se oferta (por ejemplo: un titulado en Historia que se presentó a la oposición por esa especialidad, pero que además es titulado en Filología, por poner un caso). Me presenté, pero en cuanto metieron el número de mi DNI en el ordenador me guiñaron un ojo y me despidieron, qué se le va a hacer...

Creo que ya conté, pero lo repito, que los titulados en Periodismo (mi caso) fuimos deshabilitados para dar clases de Lengua y Literatura por un Real Decreto que data de 2010. El fundamento de dicho veto se basa simplemente en esa manía humana (necesaria, por una parte, para organizar nuestro conocimiento, pero limitante y obtusa en determinadas circunstancias, como esta a la que me refiero) de catalogarlo todo. Y en ese catálogo, la carrera de periodismo se ha colocado en el área de las Ciencias Sociales. 

No me voy a poner ahora a discutir esa decisión; ni a pedir explicaciones de por qué una universidad pública me permitió realizar el Máster del Profesorado en la especialidad de Lengua y Literatura con mi titulación; ni voy a clamar a la diosa del azar por ser tan voluble y cambiante como yo y permitir, que tras una venturosa conjunción de astros gracias a la cual di clases como interina de lengua durante un curso completo, la rueda de la fortuna me pusiera al curso siguiente ante una funcionaria implacable capaz de mandarme a casa, al paro y al destierro con menos miramientos que el rey Alfonso (polvo, sudor y hierro... y apretar la mandíbulas y no perder el norte); ni alegaré que durante estos dos años de destierro he batallado en los campos de la Uned a brazo partido y que espero alcanzar ya en este curso el título necesario para que ninguna funcionaria puntillosa me pueda volver a mandar a casa y ningún filólogo susceptible me pueda acusar de intrusa.

No, no me marcaré un post exponiendo las múltiples razones por las que un periodista puede ser un gran profesor de lengua; tampoco arremeteré contra las mentes pacatas que se sienten amenazados contra aquello que llaman "intrusismo"; y dejaré de lado las taras del "titulismo" llevado al extremo.

Solo quiero dejar claro que cuando la prensa dice "las listas están agotadas"; me acuerdo de la lupa que encabeza cada volumen de Asterix y me imagino una respuesta a lo Uderzo y lo Goscinny: 

 -¿Todas las listas? 

- No, no todas, a lo largo de las mismas un no pequeño grupo de ilusos de titulación incorrecta  duermen en el limbo de las listas y sueñan...

con que la imaginación penetre en los despachos de la Consejería e ilumine a algún funcionario y se pongan a revisar esas listas que NO están agotadas, para ir enviando refuerzos a esos institutos que aún tendrán que esperar, al menos, un mes (y eso es decir poco tiempo) hasta que se resuelva y pueda funcionar la bolsa extraordinaria que se convocó hace tres días.

Por que no son solo esas 95 plazas de media jornada de las que os hablaba unos párrafos más arriba, es que desde hace tres días, en los llamamientos ordinarios se convoca a una sola persona para cubrir más de 60 plazas de jornada completa aún vacantes. Es decir, puestos que aún no se han cubierto. Y eso sin que el curso haya ni siquiera arrancado y hayan empezado las bajas médicas, que todos los años hay, pero que este año COVID serán aún mayores. (Y estoy hablando solo de la especialidad de Lengua y Literatura).

Cada vez que hablo de este tema me siento un poco Penélope con su bolso de piel marrón, intentando contar una historia que supongo que sin ser "periodista vetado" (hay un grupo con ese nombre, que con el apoyo de las asociaciones de la prensa lucha por hacer valer nuestros derechos) sea difícil de entender o que, simplemente, no interese. Pero una tiene que soltar e intentar explicar el absurdo que nos rodea a estos "periodistas vetados". Os prometo que cuesta mucho reinventarse en este país, yo inicié este camino de "reconversión" personal hace ya más de ocho años, sigo avanzando con mis ilusiones a cuestas y no tiro la toalla, pero a veces el camino se hace duro. Saber que has encontrado el lugar en el que quieres estar, donde puedes aportar a la sociedad lo poquito que puedas dar, estar preparada para ello y que no te dejen, unas veces duele pero la mayoría del tiempo te carga de energía... y de cabezonería. ¡Volveré!, no sé cuando, pero volveré.

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