Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

domingo, 27 de febrero de 2011

Días 35 y 36

Esta vez desaparecí por falta de cobertura. Naturaleza. Pinos. Aire puro. Caminar, caminar, caminar. Sentir el sol, sentir el frío, en la cara, en las manos. Aire puro. Salir de la ciudad por unas horas. Y mi primer taller de pan:


Un gran fin de semana

viernes, 25 de febrero de 2011

Día 34

Menos de una semana para el día 40. No echo nada de menos en demasía. Tras los cuarenta días volveré a la "normalidad" en algunas cosas. Pero ¿qué es la normalidad?
Me he acostumbrado a la leche de soja y aunque no renunciaré a mis lácteos de por vida, ahora tengo un suplemento para equilibrar. No evitaré, como ahora, el trigo en cualquiera de sus manifestaciones, pero procuraré elegir panes integrales o con mezcla de cereales, hay una gran variedad ahí fuera. Volveré a tomar una copa de vino, o de otra cosita, cuando se preste, si es que en ese momento me apetece.
Creo que de alguna forma en cuestión de alimentación mi "normalidad" será ahora otra.
No volveré a fumar (hay que decirlo así de asertivamente, es mi intención y hay que afianzarla). Y continuaré levantándome a practicar yoga a diario, me activa.
Esa es mi intención, así de pronto, pero sin prisas, todavía estoy disfrutando mi Sadhana de 40 días.

jueves, 24 de febrero de 2011

Día 33

Esta claro, aunque os pegue la chapa a diario, que no soy perfecta -ya sé que a los que me conocéis os costará admitirlo-, no camino por el sendero de la santidad, ni he eliminado de vida los múltiples defectos de este ser humano que soy yo.
Por ejemplo, os reconoceré que hay cosas que pueden sacar mi ira a flote en un segundo y hacen que de pronto me vea escupiendo un insulto con todo mi rencor. Hoy he vuelto a confirmar que odio con todo mi alma a los autobuseros (ya están en la RAE!!) que te ven llegar corriendo y cierran la puerta en el segundo en que tú llegas. Ni te miran cuando golpeas en el cristal, arrancan y encima quedan parados veinte metros por delante, porque el semáforo está rojo. Los que hacen lo contrario tienen toda mi simpatía, les dedico la mejor de mis sonrisas, pero no les amo con toda mi alma. ¿Significará este desequilibrio una sutil inclinación al lado oscuro? 
Teorías aparte, cuando ese insulto aflora a mis labios y me sorprendo hablando sola, me siento un poco ridícula, por lo inútil de mi reacción. Está claro que son reacciones causa/efecto difíciles de evitar, pero mi lucha está en conseguir escapar a sus efectos lo antes posible. Me sorprendo con la palabreja en la boca, con mi enfado inane, mi indignación absurda y me recoloco.
Me recoloco igual que recoloco mi cuerpo cuando descubro que mis hombros se han vuelto a inclinar hacia delante. Hombros arriba me digo, junta los omóplatos, mete sacro, eleva el cuello, hacia el cielo, pisa morena, pisa con garbo, convierte tu cuerpo en un canal que conecte tierra y cielo. Me gusta, con eso crezco unos centímetros, estoy segura.
No está bien preocuparse por salir de casa limpia y mona y llevar cara de acelga por la vida, no, no está bien. Mira a tu alrededor, fíjate en lo diferente que es cruzarse con alguien alegre y vivo a cruzarse con alguien al que parece que le pesa el aire que le rodea. Colabora, el contexto te necesita en todo tu esplendor. Una sonrisa tuya puede alegrarle el día a alguien.

Días 31 y 32

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Los almendros han empezado a florecer.
Primavera en invierno.
Esto me hace pensar que somos cambiantes e imprevisibles, como el tiempo.
Aún en tus días más invernales es posible que encuentres algún brote primaveral para adornarte. ¡Agarralo y no lo sueltes! Puede cambiar la tonalidad de todo el contexto.

lunes, 21 de febrero de 2011

Comida familiar

El domingo liamos a mi madre para que nos invitara a comer a todos. Nos pidió que por favor esta vez llegáramos antes de las 14:00 o no podría asegurarnos que atuviésemos la comida caliente y en hora en la mesa. Tenemos que hacer un esfuerzo dijimos, seguro que mamá se ha apuntado a algún curso de cocina exótica y nos ha preparado un plato especial.

Hasta Conchi se molestó en llegar a tiempo. Cuando entramos en el comedor nos encontramos el teléfono encima de la mesa y un taco de propaganda de comida rápida. En una punta de la mesa, nuestros padres se disponían a comer una sopa de marisco.
¿Crueldad materna o capacidad de reacción? Desde las nueve de la mañana del domingo mi madre había recibido las siguientes llamadas:

1.- Conchi, que es celiaca, desde haces seis meses, a sus cuarenta y pico años, llamó a preguntar si quedaban fideos de los suyos o si podía apartarle un poco de caldo antes de poner fideos a la sopa, o mejor si la hacía de arroz.

2.- Yo llamé, le pregunté si le importaba que viniese Mel, pero que tuviese en cuenta que como está en pleno Sadhana no podía comer ni trigo ni lácteos. Tampoco le eches vinagre a la ensalada sin apartarme un poco, que a mi me gusta poco avinagrada.

3.- Mami, ¿has echado ya los mejillones a la sopa?, le preguntó Petra, ¿te acuerdas de los granitos que le salían a Manolín en la boca? Pues ayer estuvimos tomando el aperitivo, pedimos mejillones y le volvieron a salir.

4.- Luego llamo Juan, mi hermano, en pleno régimen disociativo: está en fase fuera hidratos. ¿Puedes apartarme un poco de caldo?, mamaita, guapa. (Mi hermano es hiperpelota)

5.- Sandra fue la última. ¿De marisco? Bueno, pero qué disgusto se va a llevar Carla, ya soñaba con la fabulosa sopa de pollo de la abuela, ya sabes que a ella el pescado...

¿Quién puede culparla?

Día 30

En todo camino hay altos y bajos. Hoy me siento un poco culpable. Hace unos días me permití un capricho -por mi cumple me dije- y me compré el último de Marian Keyes = libros "insustanciales", si hay que llamar así a los libros desprovistos de carga intelectual, pero muy bien contados, en realidad son como tu mejor amiga narrándote las últimas aventuras de su vida diaria. Un vicio tremendo. (Puedo soportar la cuesta de enero-febrero-hasta el infinito y más allá sin darle de comer a mi armario, pero mi librería es claramente más glotona).
Y he ahí que he empezado a leer, a leer, y se me ha pasado la tarde. Sé que es absurdo regañarme por pasar una tarde enfrascada en la lectura. Pero es tan placentero para mí, que me acongoja no haber dedicado algo de tiempo a otras muchas cosas que tengo pendientes, o a medias...
Sólo me quedan diez de mis cuarenta días de renovación y sigo siendo voluble, cambiante  y pelín dispersa. Claro que Roma no se construyó en un día y una no puede renovarse de arriba a abajo de la noche a la mañana.
Supongo que el secreto está en encontrar el equilibrio. Qué carallo, el secreto está en no sentirte culpable...

domingo, 20 de febrero de 2011

Días 27, 28 y 29

He estado desparecida estos días del espacio virtual, una licencia pre-cumpleaños que me he tomado. Estos días han estado llenos de gente.
El viernes S. saco de su bolso cinco corazones brillantes y nos regaló uno a cada una, a las chicas nos gustan esos detalles sencillos pero llenos de significado (digo yo que a los chicos también). Me dieron ganas de invitarle a cenar a un japones, en honor de Maru (es tan fácil sorprender positivamente a alguien).
Luego nos fuimos a despedir a N. y a A. que en unos días cogerán un avión para darle nuevo aire a su vida. Nos encontramos una casa llena de madrileños de otras tierras y volví a toparme con la fascinante mirada de Y. No sé si es energía, actitud u otra cosa, pero hay personas cuya presencia calma, no sé, dan "buen rollito". Me fui de allí con dos libros en francés, me gusta quedarme con algo de A., ella también transmite buenas vibraciones.
El sábado paseo bajo la lluvia, un café inesperado y una reunión de amigos, de los de toda la vida. A algunos hacía mucho, mucho, que no les veía. Tan a gusto estábamos, que nos dieron la una y las dos, las tres y las cuatro y... Habían dejado a los niños en casa -y algunas también a los maridos- y claro, cuando algo no se hace muy a menudo, engancha.
Hoy me ha despertado la voz de C., y han seguido así, uno tras otro.
Comida familiar, sobrinos por todas partes, mucho cariño, y juegos de mesa. M., mi sobrino de seis años, al tener que escribir una frase que me defina y comience por "quiero", nos sorprende cuando leemos: "quiero tener un hijo". Intento explicarle que mi instinto maternal está más que cubierto gracias a ellos nueve, pero la sorpresa e hilaridad general le ha dejado de algún modo bloqueado, así que será mejor obviar el tema.

Soy consciente de lo importante que es la gente que me rodea a diario. Pero no está de más recrearse en ello de vez en cuando.

jueves, 17 de febrero de 2011

Día 26

Hoy llegué al metro y bajé al andén. El tren estaba parado, toda la gente fuera y los de seguridad despejando. Se había estropeado, justo en mi estación y hacia el sentido contrario. Es decir en mi dirección funcionaba, pero desde la siguiente parada. No sé que tiempo estimaban para su reparación, pero no me ha apetecido demasiado quedarme a ver como el anden continuaba llenándose de gente.

He salido a la calle, he decidido que en lugar de coger la misma línea una estación más allá, por si las moscas, cambiaría de línea y luego haría el transbordo -también sirve trasbordo, me lo ha dicho la rae- correspondiente. Así que he vuelto a sintonizar la radio -aprovecho para reivindicar cobertura radiofónica dentro del metro-, he mandado un mensaje a una compañera para que supieran que llegaba un pelín tarde, y he alargado mi paseo matutino en unas cinco manzanas más.

Os cuento todo esto porque, como en el anuncio de donuts, hay dos maneras de ver las cosas y yo desde hace un tiempo a esta parte, intento cogerlas por el lado inofensivo. Es decir, aspiro a lograr diariamente la fórmula: cabreos gratuítos = cero pelotero.

Es una buena fórmula y funciona.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Día 25

Debemos estar hoy escasas de palabras Maru y yo. Después de nuestras obligaciones laborables nos hemos refugiado en el calor del hogar, sin hacer demasiado, pero sin llegar a no hacer nada. 

Y aunque sea contraria al viejo dicho de que una imagen vale más que mil palabras, no nos queda más remedio que llenar hoy el vacío lingüístico con otros recursos.

Como una parábola de lo que el yoga está haciendo en mi vida os torturo con una fotografía de mis pies -lo  siento C., no sabes como lo siento, la pobre C. es podofóbica- en plena práctica. 

La primera vez que aterricé en una esterilla y oí a mi profesora que debía separa los dedos de los pies, pensé que aquella mujer no era consciente de que hay cosas que son inamovibles. ¡Qué equivocada estaba!

Ahora puedo confirmaros que todo, todo, todo, en esta vida es susceptible de cambio, de evolución, y, por ende, de mejora. (Como prueba irrefutable os diré que mis pies no sólo son capaces de separar sus dedos por sí solos, sino que hace siglos que no sufren aquellos molestos calambres que atenazaban sus huesecillos).

Que ustedes caminen bien, en contacto con la tierra, ligeros, con o sin rumbo, pero con la sonrisa abriendo paso (es mi deseo hoy).

Desde mi azotea

El cielo de Madrid. A través de un cristal. Captado por mi móvil, mientras corro por el pasillo, a las 9:10 horas de la mañana.





Febrerillo loco en todo su apogeo.

Os lo regalo.

martes, 15 de febrero de 2011

Día 24

Me he dado cuenta de que en estos 24 días he convertido mis primeras horas de la mañana en uno de mis momentos preferidos del día. Me levanto con tiempo, mucho tiempo. Hago mi práctica. Me ducho, me visto y me encamino a la cocina. 
Me preparo mi desayuno: fruta, café con leche -de soja- y pan de centeno tostado, con aceite y azucar. Desayuno sentada, mientras escucho la radio. Sin prisas. (Os he de confesar que el momento desayuno es lo más). Desde que me levanto hasta que cierro la puerta de casa pueden pasar hora y media o hasta dos horas. No me preocupa, esas horas son mías.
Salgo a la calle y camino tres manzanas hasta el metro. El aire fresco aumenta aún más mi energía, o quizás la intercambiamos el día y yo. Me siento bien.
¿Quién me iba a decir a mí, la reina de los despertares eternos, que saltaría de la cama tan feliz mañana tras mañana? Todo cambia, todo fluye, todo es posible.
SADHANIZATE o al menos, pon una asana en tu vida.

Formas de amar

Al final ayer no os hablé de San Valentín. Podía haber recurrido a la disertación típica -mercantilismo, romanticismo- o desempolvar unos viejos versos, o lamentarme de que de nuevo me quedo sin cena japonesa (los concursos de Mel no enganchan nada).
Pero de pronto, desde hace unos días San Valentín dejó de preocuparme. Lo oí en la radio, no iba conmigo. No me ensombreció ningún instante. No pensé que ese día me dejaba "fuera de sitio" (no tuve que tachar el día de estrategia comercial -eso nunca lo hago, me parece cínico-, ni autolamentarme desempolvando viejos versos, ni ver acabar el día mientras en mi interior moría la ilusión de recibir un ramito de violetas, nanana, nanana, nana nana, nana...).
Pero bueno, que yo no iba por ahí. Que lo que os quería contar es que sin pensar en el amor, precisamente ayer abrí una carta, de las que periódicamente me envía la fundación Mapfre, que llevaba varios días encima de mi mesa. En ella anunciaban un ciclo de tres conferencias bajo el título común "Encuentros con la filosofía: formas de amar". Miré el díptico y lo volví a dejar en la mesa.
Hoy yendo hacia el trabajo una de mis neuronas se ha iluminado y ha decidido que esta tarde acudiría a la primera de esas conferencias. He vuelto a casa, he indagado en Internet sobre el ponente, Javier Sádaba, y le he confirmado a mi neurona aventurera que iría con ella a la conferencia.
Así que allá me he ido, con la alegría de haber iniciado mi nueva vida de activismo cultural, que siempre estoy retrasando. He llegado a la sala en el preciso instante de hacerme con uno de los tres escasos asientos vacíos que quedaban. Me he sentado y he mirado a mi alrededor, para familiarizarme con el tipo de público que acude a estos eventos: mayoría de veteranos, pero en general muy variado.
Como Mel me tiene muy influenciada con su vertiente mística, pensé que el título de su charla "El amor y sus formas" encerraba un concepto del amor más general. Pero no, Javier Sádaba nos ha hablado del amor-amor, del amor pasión. Muy resumidito, dado el tiempo escaso y muy esbozadito. No he sacado mi cuaderno viajero, he preferido ser todo ojos y oídos, además os confieso que todavía sufro bloqueos al escribir con una persona sentada en la butaca de al lado.
De lo dicho, os trasmito:
Que el amor es el corazón del mundo.
Que ante el desamor hay dos herramientas: 1. el tiempo -que no depende de nosotros- y va acompañado del olvido y 2. el sentido del humor.
Que el intercambio de roles entre hombres y mujeres puede convertirse en una experiencia muy enriquecedora.
Que además de hormonas, también somos cultura (me ha encantado esta contestación a un hombre que educadamente exponía el viejo argumento de que el hombre es más promiscuo porque genéticamente está hecho para conquistar y la mujer para ser conquistada)
Y muchas cosas más que seguro os contará mejor el propio filósofo en su libro: "El amor y sus formas: claves para entender el pensamiento más universal".
Yo por mi parte estoy planteándome entregarme mañana al "Dolor y desamor", esta vez con Julio Zarco, en el mismo lugar y a la misma hora. ¿O pasado mañana al "Amor a la humanidad" con Manuel Fraijó? No sé, ya os cuento.

Día 23





Escucha el silencio


(Es un recurso fácil, me ha pillado el toro).


Ahora en serio...



Para y escucha el silencio



domingo, 13 de febrero de 2011

Día 22

Me levanto en mi único día festivo de esta semana a las 9,15 horas. Tengo que hacer mi práctica diaria, preparar algo de comida -hoy me siento cocinillas-, arreglarme y partir a mi reunión dominguera de sadhaneras locas.
Me gusta sentirme tan activa desde primera hora. Invento un arroz tres delicias a mi medida, elaboración no demasiado complicada, pero con muchas, muchas dosis de amor. Meto mi equipación en mi bolsa de flores y me encamino al metro.
Me sonrío. Es la misma bolsa de flores con la que hace dos años recorría la ciudad de punta a punta, desde mi barrio a C., vieja ciudad del amor. Desde hace unas semanas me vuelve a acompañar en viajes intraurbanos, esta vez con destino a otro tipo de reuniones donde, de otra manera y desde otro punto de vista, mi corazón se abre, comparte y recibe.
Pienso en todo lo que me ha traído este último año y, a pesar de todo o sin pesar de nada, doy gracias porque mi presente es consecuencia de mi pasado. O, sin matiz ninguno, doy gracias por cada momento presente.

sábado, 12 de febrero de 2011

Viejos errores

Lo peor del colegio de monjas en el que crecimos era la falta de imaginación de la mayoría del cuadro docente. Y la peor consecuencia de ese defecto era el machaque al que se veían sometidas aquellas alumnas que escapaban a lo que se supone esperaban de nosotras: no alborotar más allá de tu pupitre y entender las materias a la primera. Es decir, que tu educación no representase un esfuerzo suplementario, vamos, ni un mínimo esfuerzo, al profesorado.
Y no lo digo como alumna resentida, para gracia -o desgracia, no lo sé muy bien- mía, yo pertenecía a ese grupo de alumnas con grado de conflictividad de cero. Desde la visión que entonces tenías, veías injusticias a la hora de imponer castigos por el comportamiento de algunas compañeras que no era para tanto, pero no se advertía tanto la injusticia en las notas. Pensabas que había un grupo de alumnas menos dotadas para los estudios.
Los años demostraron que aquellas alumnas estaban dotadísimas para los estudios, tanto o más que el resto de nosotras. Inteligentísimas amigas mías sufrieron durante años esa política de indiferencia hacia un estímulo suplementario que las aburridas -o cómodas- profesoras eran incapaces de proporcionarles.
Creía que las cosas habían cambiado. Hasta que una de mis hermanas me comentó el otro día la reunión con la profesora de lengua de su hija, dos horas delante de un cuaderno de actividades monótonas y repetitivas, sin sentido, explicadas por una persona de mente cuadriculada a la que no le entraba en la cabeza que al describir las características de una palabra su alumna hubiese escrito "singular, femenino..." en lugar de "femenino, singular...", extrañada porque la letra y el orden del cuaderno se habían deteriorado a medida que avanzaba el curso. De aburrimiento, os lo prometo, aseguraba mi hermana, llevan meses realizando la misma actividad, día, tras día. Naturalmente, no puede contarle eso a su hija, tendrá que estimularle y conseguir que encuentre la fórmula de "pasar por el aro"; pero en cierto modo, se queda más tranquila, el desconcierto que mi sobrina sufre este año no se debe sólo a ella, tiene enfrente un par de profesores que son incapaces de despertar su entusiasmo, de poner a funcionar su materia gris.
Tengo familia y amigos que son profesores, se que hoy la gran mayoría han incorporado la imaginación a sus clases, se forman, se estrujan la mente y se entregan cada día en conseguir capturar la atención y el entusiasmo de todos y cada uno de sus alumnos. Pero todavía quedan viejos diplodocus o consiguen entrar en el gremio gente sin imaginación y sin vocación ninguna que piensan que todo está en los libros y poco en el alma (en realidad, especímenes de este tipo hay en todas partes).
Desde aquí, un brindis por los buenos profesores.

Día 21

Sábado laborable. Después de mi sadhana y ante mis tostadas de pan de centeno recibo, vía radio, grandes noticias desde Egipto. Es bonito alcanzar un objetivo común pacíficamente con la convicción de que es justo. Horas después en el telediario, esos mismos ciudadanos se afanan en limpiar la ciudad -barren, recogen basura, borran pintadas- tras los días de protesta. Les deseo cambios positivos, con todas mis fuerzas, son protagonistas de uno de esos acontecimientos históricos que electrizan la piel.
No hay mucho que contar en mi individualidad diaria, da igual, hoy es un día importante.

viernes, 11 de febrero de 2011

Día 20

Llego a tiempo de dejar constancia del paso del ecuador de nuestro Sadhana. Ya llevamos 20 días levantándonos a las seis de la mañana -bueno, o un pelín más tarde- para practicar yoga. Sin fumar. Sin alcohol. Sin trigo y sin lácteos.

Lo mejor de todo es que en ningún momento me he arrepentido de iniciar esta aventura. Ninguna mañana he dudado de que debía levantarme, extender mis esterilla y comenzar mi práctica. No os negaré que hay días que mientras mis compañeras de trabajo se toman su barrita con tomate a mí me sabe a poca cosa mis dos tortas de arroz inflado, o que después de cenar me quede un rato en la cocina preguntándome qué me falta hasta que me doy cuenta de que es el cigarro que no me voy a fumar, pero es una mera anécdota. Ni siquiera esos instantes fugaces enturbian mi entusiasmo.

Todavía nos quedan otros sorprendentes 20 días, para seguir aprendiendo a observar, a escuchar, a compartir -gracias Lola P. por ese pan tan rico que me ha caído en suerte, resumen tangible de las palabras compartidas esta tarde alrededor de una mesa- y muchos más días después de los 20. Pero no nos precipitemos.

Respiremos, sintamos y vivamos cada minuto, ahora.

Día 19

(El misterio de las agujetas desaparecidas)

Me sentía yo fuerte y poderosa -"soy de hierro, no de manteca, soy la gata karateka", repetía como si de un mantra fortalecedor se tratara- por aguantar tan maravillosamente bien mi actividad yóguica diaria, hasta que el lunes hicieron su aparición.
Agujetas continuas y pertinaces me recorrían toda la parte trasera del muslo. Tanto, tanto, que en mis diez primeras ranas diarias no podía estirar completamente las piernas. Las agujetas te dan la satisfacción de pensar que has hecho algo bueno por tu cuerpo, pero tenerlas todo el día encima cansa un poquito.
Y de pronto, chas, volvía a casa en metro desde el trabajo y me he dado cuenta de que se han ido, ya no están aquí. Sorprendente y misterioso. Pero está claro, soy más fuerte de lo que pienso, me he dicho mientras me he puesto a tararear ¡Hong Kong Phooey, Hong Kong Phooey! 

Mañana más

Por cierto, SIETE seguidores, buen número, aunque esperemos no definitivo. Gracias A. está bien saber que estás ahí.

miércoles, 9 de febrero de 2011

El discurso del rey

Sí, lo sé, estamos muy monotemáticas. Mel con su Sadhana y yo entregada al cine. Creo que en la última semana he ido al cine más que en los tres últimos meses, cosa que tampoco está nada mal ¿no? (Estoy buscando mi verdadero yo en la oscuridad del cinematógrafo, os lo recomiendo, es una experiencia digna de vivir, ¡supera ésto, Mel!).

Ésta me ha encantado. Dinámica, divertida, y, por supuesto, muy british. Está basada en la historia del rey George VI de Inglaterra, pero hasta ahí puedo leer, no sé si es un guión fabricado directamente para la película, si está basado en un libro basado en la historia del rey... (podría currarmelo un poquito, pero tampoco os voy a dar el trabajo hecho. Las mías son críticas de una mirona de a pie, creo que ya os lo he dicho).

Ahí está Colin -como veo que os gusta mi familiaridad con los ídolos del celuloide, no pondré el apellido- con su presencia de hombre corriente, pero que no pasa inadvertido. Yo no sé si es que se nos quedó en la retina como ese Marc Darcy que toda Bridget Jones sueña con conocer (un tipo capaz de leer ésto y no dudar de la insanidad de su autora, por ejemplo). Pero el caso es que su cara de pasmarote es enternecedora y tan, tan, inglesa, a la par que protocolaria, que te crees nada más verle que sea miembro de la royal family.

Y luego Helena, alucinante, la Bonham Carter haciendo de persona normal y no de zombi o trastornada, un lujo recordar que es humana. También está el profe, un tal Geoffrey Rush -a este le pongo con apellidos, que no le conozco- que les da muy bien la réplica. Los tres nominados a los Oscar, también lo está el director (Tom Hooper). En total 12 nominaciones (os lo aviso).

El resto de actores y figurantes también totalmente ingleses. Si es que ya os he dicho yo que es british total. Mi gran fallo, que no he ido a verla en V.O., en deferencia a mi acompañante. (Soy capaz hasta de repetir, por curiosidad).

Día 18



"Cada práctica, cada día, es un paso"

No sé si me regañaran las autoras del libro que os recomendé, pero no se quejarán de la propaganda.

Como veo que Ahimsa os ha despertado la curiosidad, me traslado a otro punto del "tablero", voy desordenadamente y según preferencias propias. Os diré que en el segundo paso (ayer os dije que le primero es una especie de código de conducta social, Yama, uno de cuyos puntos es Ahimsa) señalado por Patanjali es Niyama, una especie de código de conducta individual, y uno de sus principios es Svadhyaya, el estudio de uno mismo, otras versiones dicen el estudio de los textos sagrados, pero yo sigo mi guía, en la cual en palabras de B.K.S. Iyengar (??) dice: "La persona que practica svadhyaya lee su propio libro de vida, al mismo tiempo que lo escribe y revisa".

Aquí respiro aliviada, ¿os acordáis de todo aquello que os conté del libro de instrucciones y la paliza que os vengo dando desde que el balcón es balcón sobre filosofía vital, encuentros y desencuentros? Ya sabía yo que mi aterrizar en el yoga no había sido una cosa casual, no, yo llevo la semillita "yoguica" en mi interior -a pesar de que Ahimsa sea aún una asignatura pendiente- desde quién sabe cuando.

Tras esta reflexión, me invadió la certeza absoluta de que esta cuarentena mía tiene que convertirse en un paso más grande, no un paso más, sino un paso más grande, en la búsqueda de mi esencia. Sí, lo reconozco, he tenido tiempo en esta vida para encontrar mi esencia, pero hijos, algunas somos más lentas que otros.

Escribí en mi cuaderno "Yo soy" y luego continué escribiendo. Algún día os lo contaré...

martes, 8 de febrero de 2011

Día 17

El yoga es más que un conjunto de ejercicios. El yoga es una filosofía de vida, una actitud. Como ya sabéis yo soy yogini principiante y estos días de "cuarentena" acompaño mi práctica con incursiones lectoras en la sabiduría del yoga.
En sus Yoga Sutras, el sabio indio Patanjali señala ocho pasos para alcanzar el estado de iluminación. Puede que os suene todo muy esotérico (¿sabíais que si pongo exotérico estaré diciendo todo lo contrario?, C. seguro que si lo sabía, es que es cuasi-filóloga, lo podéis comprobar en www.rae.es, web indispensable para la vida), pero eso depende de como lo enfoque cada uno.
Pero bueno, eso es otra historia, que me lío, me lío y os enredo en una disertación ético-filosófica-esistencial, y hoy no es mi propósito. El caso es que ayer, enfrascada en estas lecturas mías, aparte de ir anotando cositas, que quizás me sirvan para ir alimentando el blog durante mi shadana (temblad, temblad, malditos), me propuse seguir las ideas de Patanjali (versión "Mi guía de yoga"*), dedicando cada día a fijarme en uno de los aspectos que integran esos pasos.
Os resumiré que el primer paso está formado por cinco principios, que configuran una especie de código de conducta social, bajo el nombre de Yama. El primero de esos principios es ahimsa (no violencia), que no se reduce a la no agresión física, es la no agresión -de pensamiento, palabra, obra u omisión, para que nos entendamos- no sólo hacia los demás, sino hacia uno mismo también.
Pues sí, dio la casualidad de que hoy había consagrado mi día a poner especial atención en mi devenir diario en ese aspecto. La palabra que se me viene a la mente es "fracaso" ¿como puedo mejorar Ahimsa en mi interior cuando aborrezco a mi compañero parásito? Seguro que me entenderéis, en toda oficina hay un compañero parásito. ¿Como puedo practicar la no violencia -estoy hablando de pensamiento, a ver si ahora os estáis imaginando a la Teniente Ripley exterminando alienígenas- cuando veo al inventor del fichaje, las enfermedades no remuneradas y otras lindezas, fabricarse un horario a su medida y dedicar sus pocas horas "laboradas" a incordiar al personal? ¿Como puedo cada vez que veo mi nómina menguante? Tiene que existir una fórmula de practicar Ahimsa sin ver pisoteados tus derechos.
Me pilla L con el ánimo revuelto y me dice que quizás estoy exagerando en eso de no tomar trigo y todo lo demás. Es que no soy capaz de practicar Ahimsa le digo mientras me asalta una de mis antiguas lloreras. L. me abraza y calla, al fin y al cabo me conoce de toda la vida, no entiende muy bien lo que me pasa -Mel es imprevisible, se dice- sabe que en cinco minutos el problema está superado y ya tendré un plan preparado para conseguir mi objetivo, sea cual sea. Y lo tengo: Ahimsa a tope.


*Os pongo la nota bibliográfica, que ya os lo he citado dos veces y no está bien no hacer propaganda: ROSALES, G.; VRANJES, G. Mi guía de yoga. Teoría y práctica, paso a paso. Barcelona: Viena Ediciones, 2009.

lunes, 7 de febrero de 2011

Hereafter

(que palabra más chula, ¿eh?)


Me gustan las películas de Clint, sus personajes, sus historias, la forma en que las cuenta. Pero la película de ayer me dejó una sensación de __________________. Sí, así, de espacio vacío, de final inconexo, de historia sin sentido.

Creo que fue cuestión del final, quizás de una falta de coherencia, o que no me convenció su conclusión. Es curioso, porque me interesaron los personajes, me atrapó su historia, bueno, unas más que otras. Me encanta Matt, como actor y como persona, no le conozco, pero me cae bien (es que conoció a su chica en una cafetería, ella era camarera, los actores que dan sensación de llevar una vida discreta y sencilla me caen bien, soy así de folletinesca).

Sigo pensando que el fallo está en el final, no me explica porqué me cuentas todo esto, Clint. Antes de entrar a la sala, leí el recorte de una crítica pegada en un tablón, la idea principal era que esta última película es una reflexión sobre la muerte, tema que se considera que debe estar entre las "obsesiones" -lo pongo entre comillas porque no encuentro otra palabra más acertada- de una persona de la edad de Clint Eastwood.

Igual mi "desacuerdo" consiste en disparidad de enfoques. Igual hay toda una teoría tuya sobre el más allá que a mí no me parece tan consistente. A lo mejor es cierto lo que dice tu película, que determinados temas venden en América y no en Europa. No sé Clint, pero esta no me ha calado, no voy a recomendarla.

Ahora, tampoco me hagáis mucho caso. Si os gusta el cine de Clint, id, comparad y me contáis. Acepto otros puntos de vista, es más, me gustaría compartir otros puntos de vista. (Anda, porfa, dejádmelos en comentarios o enviádmelos por mail).

Día 16

Ya os he dicho que no todo es armonía y rodar sin freno, en esta cuarentena mía. A determinadas horas se me abraza al cuerpo una especie de inquietud, cual amante posesivo, y me reclama toda su atención. "Sácame a la calle Mel" me grita, recordándome que hace un tiempo primaveral, que ni Maru lo hubiese soñado, por muy fan que sea, para un día de febrero.
"Sácame a la calle Mel". Y esta ansiedad mía, que yo achaco a la falta de nicotina, por darle una explicación, qué tontería, me arranca de todos mis propósitos de enmienda, de todos mis afanes para reconducirme y reconvertirme en una mujer disciplinada, organizada y multidisciplinar. Yo y mi ansiedad soltamos lo que tenemos en las manos, nos enfundamos en un abrigo, nos calzamos nuestros zapatos ligeros y nos lanzamos a seguir nuestros pasos perdidos. Los mismos de siempre, somos poco originales, así que sin gran duda, nos dirigimos hacia la Plaza de la Independencia, nos deslizamos Alcalá abajo y derrapamos en Recoletos, para acabar sentadas en un banco. Justo junto a Pepita, pobre, con su vestido de volantes de mármol, que, con la vista fija en el infinito, ni se entera que en el banco de al lado se ha acomodado una congénere dos siglos más joven que, ansiedad a cuestas, saca un cuaderno y se lanza a escribir, de forma compulsiva.
Mientras, se escucha, como música de fondo, el devenir de dos monopatines acrobáticos y el ruido de los coches, y pasan, como sombras, paseantes o urgentes caminantes con destino fijo.
Y mis piernas, a pesar de que hoy se resienten de ciertas agujetas -agujetas, por otra parte, bastante reconfortantes- me dicen que aún no se cansaron, que están dispuestas para seguir dando vueltas sin sentido, tras esta ansiedad nuestra que nos ha salido bohemia esta tarde. Y como no nos cuesta pecar de comprensivas compañeras de fatigas, mimamos y colmamos de contemplaciones a esta ansiedad nuestra, como si de veras fuera ese amante posesivo que nos trae por la calle de la amargura. Quizás se evapore con una caladita -mentira, mentira...-; además, en el fondo, por mucho que hayamos madurado, nos encanta tener por un ratito, por un ratito corto, a ese amante caprichoso que exige nuestra atención (en realidad somos ladinas e interesadas, esta ansiedad nuestra no hace más que darnos el capricho de contemplarnos a nosotras mismas, qué galimatías).

En serio, no sé que temperatura hace, pero llevo tres hojas de cuaderno y no siento ni un ápice de frío.

domingo, 6 de febrero de 2011

Día 15

Un "algo" en común es un buen punto de partida. La araña empieza cruzando dos hilos y termina elaborando una tela entera. Puedes disfrutar de tu silencio, desde dentro, al tiempo que lo compartes. Se crea un espacio común, o eres más consciente de ese todo común del que formamos parte.
Hoy hemos cumplido la quincena, esterilla con esterilla. Luego nos hemos reunido en torno a una mesa, hemos preparado y hemos compartido una comida, una charla, una sobremesa. El quince es un número contundente, tiene entidad propia. Hoy ha sido de una forma sencilla un buen día. 
Me gusta el encanto de las cosas sencillas.

Enredados

Hoy, que era su cumpleaños, le han regalado sus padres su primera sesión de cine. No hay mejor compañía, se ha dicho su tía, para ver la nueva producción Disney.
Enredados es un clásico Disney -cuento de los de toda la vida y dirigido sobre todo a los más pequeños con algunos guiños a los mayores, y no al revés- con sus toques modernos; afortunadamente, y sin desprestigiar los viejos clásicos, desde hace años se han eliminado los prototipos de príncipe azul y princesa pazguata. Los personajes ganan bastante con el cambio, son más activos y sorprendentes.
(Lo más flojillo las canciones, en la línea pastelillo Disney, pero al fin y al cabo, no dejan de ser accesorias).
Enredados, la versión Disney de Rapunzel, es divertida, recomendable y para todos los públicos. Ideal para iniciar a una pequeñaja de tres en el apasionante mundo del cine; su madre se ha perdido sólo los quince últimos minutos, cuando ella ha decidido que por hoy bastaba. Ahora, el principio ha sido emocionante y proactivo a tope.

Final del día 14

Cuando le dimos a conocer nuestras intenciones, hace ya 14 días, N. desde el fondo de su mirada de observador que no ofende -digamos que su mirada acaricia- nos vaticinó una gran revolución interna. Tenía razón. No sé si es la falta de nicotina, los acontecimientos externos, o el "volcán" que estamos despertando, pero estos días y a determinadas horas me siento "inquieta".
Es algo que ni me sorprende, ni me asusta. Desde que aterricé en el apasionante mundo del yoga, de pie y rodeada de gente encantadora, no he encontrado un sólo "pero" lo suficientemente fuerte como para hacerme dudar de que no debería estar aquí.
Lo que sí consigue es despertar mi curiosidad, me dejo llevar, ¡fluyo!, en cierto modo intrigada y divertida con lo que traerá cada nuevo paso. (Ya veremos).

sábado, 5 de febrero de 2011

Día 13 y comienzos del 14

La gente me bombarde a preguntas sobre estos cuarenta días y su sentido. Yo también lo hago y estoy releyendo -o leyendo por primer vez- los libros de yoga que compré después de que empezará a germinar en mí la semilla de Bolonia.
En el prólogo de una sencilla pero eficaz guía -"Mi guía de yoga", lenguaje casero, nada ocultista, e ilustraciones con hombrecillos y mujercillas en plena asana, muy gráficas y prácticas-, encontré una frase, sin gran contenido, que podría haber encontrado en cualquier otro libro, pero que me encantó: "En los malos tiempos, en los buenos tiempos y en los tiempos en que parece que no pasa nada". ??? Os preguntaréis qué encierra tan banal frase. Pues sólo eso, hay días buenos, malos, y días en que parece que no pasa nada.
Sólo parece. Quizás ayer fue uno de esos días, en realidad hice bastantes cosas, pero llegue a casa -un poco tarde, es cierto- con la sensación de que no tendría nada que contaros en ese día 13. Mi día a día, aunque os parezca lo contrario, dado el apasionante blog que estáis siguiendo, no es un suceder continuo de grandes aventuras (lo reconozco soy tan terrenal, o incluso más, que la mayoría de vosotros). Sin embargo, mi yo diario es un laboratorio en plena ebullición, donde todas mis celulillas trabajan como locas en encontrar la fórmula para optimizar esta trepidante aventura de la vida.
Me diréis que como he llegado a este punto desde la primera frase de esta entrada, la verdad que ni yo misma lo sé. Yo que pensaba que no tenía nada que contaros...

jueves, 3 de febrero de 2011

Día 12

Alguien se preguntaba el otro día, que porqué 40 días. Os respondo, no porque lo supiera de siempre, sino porque lo he descubierto estos días (lecturas y conversaciones instructivas): "Cuarenta días porque este es el espacio en el cual se completan los ciclos de transformación en el ser humano".

Es decir, si estableces, o por el contrario eliminas, un hábito durante cuarenta días, se supone que habrás cambiado algo. Así que me he propuesto que ya que estoy consiguiendo -casi- escribir un post diario, éste es un buen hábito por el que merece la pena apostar.

He aquí el motivo de este pequeñísimo y ligero post a última hora del día.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Día 11

La armonía, la alegría, la felicidad de formar parte del todo, se encuentra en los pequeños detalles.

En un día claro, en un paseo, en una estampa, en la sonrisa de un niño, en la energía vital de dos manos unidas, en el cariño que pasa de generación en generación, en la fuerza que nos transmiten nuestros seres queridos, en los demás y en nosotros mismos.

Hoy os regalo mi foto del día:

Día 10

Inicia el día con algo que te guste. Elige una canción, la voz de un locutor, acaricia a tu gato, recítate tu poema favorito, haz yoga, corre tres kilómetros, mímate mientras untas crema por tu cuerpo... Escoge aquello que sabes que pintará la sonrisa en tu cara.
Sal de casa con la espalda derecha, los pies en la tierra y la cabeza recta, coronilla hacia el cielo. Echa tus hombros hacia atrás y camina, con el corazón abierto.
Mira la luz del amanecer, siente el frío en la cara, sonríe a las personas que se crucen contigo.
No sabes lo que el día te deparará, pero si consigues arrancarlo de esta manera, podrás con todo lo que se te presente.

martes, 1 de febrero de 2011

Febrerillo loco




Estrenamos mes, mi mes preferido. Ya os lo dije hace tiempo y en otro lugar, así que no es cuestión de repetirme, año tras año. Pero no me negaréis que febrero se ha inaugurado hoy precioso, con su cielito despejado y cierta alegría en el ambiente.

Os preguntaréis quien es el duende de la izquierda. Es él, febrero, versión austriaca. Lo capturé en septiembre y lo he tenido enlatado hasta ahora para vosotros. Que "Febrerillo, el loco, unas veces por mucho y otras por poco" -esto lo he encontrado buscando en Internet de que me sonaba a mí lo de Febrerillo loco- llegue travieso y dispuesto a alegraros la vida a todos, toditos.

Os deseo y auguro 28 vitales días.