Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

lunes, 22 de agosto de 2011

Un poquito de opinión

Confieso que aunque aterricé de mis vacaciones hace casi una semana, aún no me he incorporado con plena consciencia a la realidad del día a día informativo. No obstante, las noticias que han pasado frente a mis ojos y oídos durante este tiempo parecen suficientes para uno de esos post reflexivos sobre la "rabiosa actualidad" con los que os sorprendo muy de tarde en tarde.
El caso es que mientras ningún español se ha privado de dar su opinión sobre Papa sí, Papa no, sí pero no ahora, Madrid y sus alrededores se iban llenando de banderas, de jóvenes, de sonrisas, de gente, de color, de alegría, de ambiente muy, muy sano (le pese a quien le pese). Sí, al margen de mi opinión sobre Papa sí, Papa no, ver tal actividad en la ciudad en pleno mes de agosto me ha gustado mucho, mucho. Y eso que sólo vi los preliminares, que una se escapó de la gran ciudad a climas más (es un decir, que el finde ha sido duro, duro) benévolos unas horitas después de que Su Santidad aterrizara.
Y qué con mis impuestos no, pues mira, con los míos no me importa. Que cosas peores he visto yo subvencionadas y me aguanto (y se me viene a la cabeza una obra de teatro en La Abadía que no consigo olvidar, y mira que lo intento). Que este país es grande y pintoresco (es decir, variado) y nunca llueve a gusto de todos, pero tendrá que llover de vez en cuando, digo yo.
Que espantada me quedo de ver las muecas de resentimiento de algunos "animalitos" infiltrados en la manifestación anti-papa gritándoles a chicos y chicas de catorce años, eso sí es tolerancia cero. Y rabia la que me da que el 15-M se use ahora para etiquetar cualquier actuación de ese tipo. Que yo me sentí muy 15-M y yo no soy eso (madre mía, ahora parezco la Pantoja).
Pero mira, lo que no me parece mal es que el colectivo de Gays y Lesbianas se haga ver con un beso aquí o acullá, por mucho que haya quien ha puesto el grito en el cielo y piense que no es el lugar. A mí eso no me parece provocación, me parece marketing. Reivindicar un lugar en el cielo sin violencia no está mal. Porque si empezamos con los anticonceptivos, las prácticas extra-matrimoniales y las orientaciones "no permitidas", (que ya es hora de que se separe el sexo y la iglesia) me parece que van a quedar muchas plazas libres allá arriba.
En resumen, que en el respeto está la receta. Qué no crees, me parece estupendo, pero respeta, no vapulees. Qué la iglesia tiene que evolucionar, pues claro, pero allá ella, que a día de hoy cada cual es libre -al menos en este país- de montarse sus creencias a su medida, es lo que tiene la Declaración de Derechos Humanos, entre otras cosas.
Y para rabia, rabia e injusticia, la nueva ocurrencia de este Gobierno tan asocialista: el mercado de la vivienda paralizado y la solución que aplican es rebajar el IVA, una medida destinada a liberar de su stock a constructoras y entidades bancarias pero ¿y el impuesto de transmisiones, el que grava las transmisiones entre particulares? Ah, si tienes una casa que no vendes ni a tiros te aguantas, el día que no puedas pagarla la cedes en pago al Banco -si tienes suerte- y ya la venderá él con un 4% de IVA. (Y esa deducción por compra de vivienda barrida de un plumazo el año pasado). Viva el gobierno asocialista y sus medidas asociales.

Por cierto vendo casa en la sierra y rebajo un 4% el precio (no me dejan otra alternativa, yo me lo guiso yo me lo como).

jueves, 18 de agosto de 2011

Mi primera experiencia

Muerta de calor y ávida de nuevas experiencias -la frase, aunque no lo parezca, no presupone aventura y emoción- mi cuerpo me ha dicho que no puedo retrasarlo más. Es el día. Ir al cine sola por primera vez en mi vida se presenta como la fórmula más inteligente de disfrutar de dos horas de aire acondicionado.
Como soy romántica porque el mundo me ha hecho así, dedido que la película elegida debe ser vista escuchada en V.O. y si es posible francesa. Puede la cercanía sobre el idioma, así que mis pasos me llevan a una producción italina: "La prima cosa bella".
Aún no sé si me he equivocado, porque esto es una crónica en directo. En esta tarde de agosto sólo circulamos por las calles los jóvenes de la JMJ y algunos despistados. Así que he llegado al cine, he comprado la entrada sin problemas y ahora me encuentro pilot y cuaderno en mano, granizado de limón en mesa, y un vestido demasiado corto para ir a trabajar, pero no lo bastante para sobrevivir a un día como hoy.
Un momento, ya sale la gente, creo que ya puedo entrar a la sala.

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Me ha encantado la experiencia.
Creo que he escogido bien la película -una de miedo, por ejemplo, habría sido una mala opción para ir sola-, es humana, entretenida y bonita. No es un peliculón desde luego, pero los personajes son amables.
El italiano se entiende bastante bien -los subtítulos en español ayudan bastante, claro, pero es genial identificar las frases- y regala los oídos tanto como el francés -aunque no me pone tanto a "tono", c'est la vie-. La música es también ideal y muy, muy italiana.
He disfrutado, del aire y de la película. Me he sentido cómoda y hasta he llorado, poquito, pero he soltado unas lagrimillas, cosa bastante rara en mí (en una sala de cine, digo).

Conclusión: puedo ir al cine sola, lo único que noto es que me vuelvo más vulnerable y sentimentaloide sin tener a nadie conocido en la butaca de al lado. 



martes, 16 de agosto de 2011

Volver

Sí, no nos despedimos, pero me fui. Y ahora vuelvo. Mañana me reincorporo a la rutina. Me siento con Mac y mis sentimientos y pienso, converso conmigo misma y me pongo ¿filosófica? ¿psicológica? ¿ética? ¿perlética? ¿perpléjica?...
Me asomo, por la puerta mágica del balcón, esa que me permite ver reflejados mis antiguos post y contrasto. Mis palabras del año pasado por estas mismas fechas y las de este año. Afortunadamente las personas cambiamos, no somos un electrodiagrama regular y armónico, sino la gráfica irregular de un seísmo. Imaginaos que todos los años en las mismas fechas os contase lo mismo de la misma manera. Puede que fuera cómodo, pero el balcón sería una suerte de "almanaque de la marmota" y yo no me refugiaría en él de la misma manera (a veces me sirve de refugio, otras de lanzadera, otras de escenario para cantarle a la vida. El balcón tiene eso, es un espacio abierto con mucha perspectiva).
Por otro lado, esa gráfica loca es una línea continua y cada nuevo trazo es consecuencia o continuación del anterior. Supongo que todos los veranos llego a mis vacaciones un poco desquiciada, un poquito hasta las cejas de todo, un poco necesitada de aire puro, de nuevas ideas, de un centrifugado anímico, espiritual, cerebral. Necesito desplazarme en el espacio y dejar pasar el tiempo, para volver a ser yo, para mejorarme, para seguir creciendo.
Tengo la manía de ver mis defectos en los fallos ajenos. Eso me lleva a intentar interpretar -más que comprender- determinados comportamientos y "justificarlos" -que no perdonarlos, ni mucho menos- desde mis debilidades. Quizás me equivoque en mis interpretaciones, pero a nivel personal es un buen ejercicio. Los humanos somos cerriles, obcecados y absurdos muchas veces. Puede que en ocasiones sea dura conmigo misma pero es una forma de aprendizaje como otra cualquiera.
En resumen, que de todo se aprende.

domingo, 7 de agosto de 2011

Leonardo

No os conté -pero tenía intención de hacerlo, lo que ocurre es que estos meses tengo síndrome de pocas palabras- que por fin un día me fui de rebajas. Aquel primer día de rebajas no encontré nada que llevarme a la percha. Sin embargo, como me suele ocurrir salió a relucir mi faceta shoppingadicta en la parcela que más me pierde: volví a casa con tres libros. Escogidos por una mezcla de capricho, intuición y asalto de título a mis ojos.
El que me ha tenido enganchada desde ese día, y puede hacer ya casi un mes de aquello, se titula “La ciencia de Leonardo” y su autor es un doctor en física teórica de la Universidad de Viena, llamado Fritjof Capra.
Su curiosidad inacabable, la multidisciplinariedad de sus estudios, intereses y producción, su intuición y capacidad para adelantarse a su tiempo, dan a la figura de Leonardo un halo de misterio y una imagen de hombre perfecto, que lo hacen el candidato ideal para cualquier trama literaria. Leonardo podría ser un enviado divino, un visitante extraterrestre, un viajero del tiempo o una figura inventada por un grupo de artistas de los cuales no sería más que un  compendio.
Con semejante protagonista, me introduje en el ensayo de Capra con toda la excitación, complicidad, pasión y alegría, -suma de sensaciones envolventes- que últimamente sólo es capaz de producir en mí la palabra impresa (pero esto es otra historia que cualquier día se convertirá en post).
Los cuadernos de Leonardo –escritos de derecha a izquierda, como si fuesen la imagen de un espejo, y llenos de ilustraciones- contemplan –e interrelacionan- todo tipo de  disciplinas: arquitectura, ingeniería, mecánica, pintura, botánica, biología, anatomía, matemáticas…
Multidisciplinar, respetuoso con la naturaleza, vegetariano, observador incansable, científico empírico, estudioso infatigable. Sus contemporáneos le describen además como hermoso, amable, bueno, generoso, elegante y original en el vestir. Un auténtico hombre perfecto. Aunque rebuscando se le pueden encontrar también sus defectos: Leonardo, que se declaraba pacifista fue contratado en diversas ocasiones para diseñar máquinas de guerra. Leonardo era un “mercenario”, y estuvo al servicio de aquellos mecenas que hicieron posible con su sueldo que él pudiese dedicarse a su arte y a sus investigaciones (como veis nadie es perfecto o el ser perfecto también puede ser práctico, según se mire).
Capra sitúa a Leonardo en su época y justifica sus investigaciones en su contexto. Sin quitarle mérito, ni restar importancia a su dimensión de persona excepcional, sus descubrimientos tienen su mérito en sus propias inquietudes. Es decir, no contó con más información que la que poseían los estudiosos de la época, pero sí la llevó más allá. Y ahí está la originalidad de Leonardo, ahí está el hombre perfecto: en la capacidad de llenarse de admiración por lo que le rodea, no dejar de interrogarse y querer, siempre, saber más; y, por supuesto, en enfocar las energías en el camino correcto.
Para mí Leonardo es uno de esos modelos humanos admirables, no demasiado comunes (o igual sí), dignos de emulación. El contenido del libro es interesante, de principio a fin. Incluso el posterior peregrinaje de sus escritos –durante siglos ocultos-, vendidos por sus herederos a coleccionistas de diversos puntos de Europa, es una anécdota sorpendente. Sus cuadernos sufrieron suertes diversas, algunos fueron recortados y re-compilados, otros anotados, otros se han perdido...

Capra, además, escribe de maravilla, con un estilo ameno y enganchante que debería ser obligatorio en cualquier libro “divulgativo”.