Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

jueves, 29 de marzo de 2012

Descubrimientos


La portada que me "captó"
Curioseando hace días en una librería, entre otros de segunda mano, me encontré con un librito de portada azul titulado "La educación de Palmira". Es evidente que el flechazo fue instantáneo, porque detrás de mis ojos se fueron mis manos, lo cogí y lo abrí. 
Imagino que como integrantes de esta sociedad consumista, etc, etc... alguna vez os habrá pasado que teniendo un artículo en las manos, más o menos inútil, una voz en la cabeza os dice "compra". Tal vez, es el propio objeto que os dice, como si estuvieseis en la antesala del País de las Maravillas, "llévame". Sea como sea, una es débil en cuestión de letra impresa y esa Palmira de trazo inacabado me tenía cada vez más enganchada, de forma que le hice caso a mi voz interior y compré.
Se trata de un recopilatorio, con algunos añadidos para darle principio y final al todo, editado en Barcelona en 1972, de lo que había sido una tira cómica en la revista Triunfo, sobre una joven perpleja ante el bombardeo "educacional" a que le somete su entorno. En palabras de los editores: "La Educación de Palmira nació como el estudio de la tópica "pasividad" femenina. Una muchacha soporta el empeño ajeno de inocularle una manera de entender la vida y su mutismo constantemente sorprendido oculta la lenta formación de su rebeldía. La serie apareció en la revista Triunfo y pronto se convertió en una de las secciones más polémicas y seguidas".
Me atrevo a publicar foto acogida al "derecho de cita"
Aquí Palmira piensa, pero, junto con la última
viñeta del libro, son los dos únicos momentos
en que tiene "voz" propia.
Lejos de arrepentirme, estoy encantada con mi Palmira, que me permite acompañarla desde su nacimiento hasta su primera palabra, un "No" rotundo en edad adulta. Por un lado me fascina ver lo actual que es esta mujer dibujada hace ya cuarenta años y viceversa, me explico, me choca tanta actualidad en el 72, mientras que me sorprende que tanto tiempo después haya situaciones tan reconocibles. Puede ser que en cuarenta años no se haya avanzado tanto como pensamos o tal vez es que ambas, Palmira y yo, nacimos en la misma década y por eso tenemos muchas cosas en común.
Como autores del cómic, sin indicar quién es quién, figuran Nuria Pompeia (dibujante) y Manolo V el Empecinado. Mis indagaciones en internet me han revelado que este último no es otro que Manuel Vázquez Montalbán, quien, esta vez bajo el pseudónimo de Sixto Cámara, firma también el epílogo.
Me encanta ampliar mi cultura, sin comerlo ni beberlo, así por casualidad...

viernes, 23 de marzo de 2012

Primavera

Comenzó la primavera con buen pie. Un par de días invernales después de un invierno soleado es un buen augurio para el campo seco. Y aunque dicen -los hombres y mujeres del tiempo- que no nos hagamos ilusiones, una servidora celebró el día de ayer bajo la lluvia, como si de una silenciosa danza indígena se tratara.
Recoletos
El Prado

Os diré que el día me regaló unas horas libres con las que no había contado (cosas de los cursos del INEM). Sin saber hacia dónde dirigirme, pero con una idea subyacente, me llevaron mis pasos hasta Recoletos y el Paseo del Prado. 


¿Otra vez? Sí, otra vez, me lancé al descubrimiento de una exposición en pleno ocaso: El Hermitage en el Prado (hasta el ocho de abril).

Entre lo mejor, las impresionantes joyas. La locura, un dilema, ¿sirve la belleza de las piezas como argumento para sostener su lujo desmedido? Debe servir, cuando tras una revolución se siguen considerando esas joyas tesoros nacionales en lugar de desmontarlos pieza a pieza... ¡Qué complicado es el baremo humano!

Pero no sólo las joyas. La colección de pintura y escultura de los siglos XIX y XX de la última sala: Picasso, Gaugain, Renoir, Matisse, Kandinski... Tres cuadros: Mujer con sombrero negro de Van Dongen, Dos hombres contemplando la luna junto al mar de Caspar David Friedrich y La lucha entre un toro y un tigre en la selva de Henri Rousseau, este último por la anécdota (al autor defendía que el colorido lo había captado de sus viajes por el trópico, cuando lo cierto es que nunca estuvo allí, se inspiraba en el zoológico). Claro que el arte de los periodos anteriores tampoco desmerecen lo más mínimo: Rubens, Rodin, El Greco...
Negro como el azabache...
Ahora que pienso en todo lo que vi ayer me digo ¿Todavía no habéis ido? A qué estáis esperando...
Arriando bandera


Y luego Madrid bajo la lluvia y Madrid tras la lluvia, mañana y tarde. Un hombre que canta. Un gato negro sobre un mostrador. Una trompeta que anuncia la bajada de bandera en el Cuartel General del Ejercito. Paseantes. Temperatura cada vez más agradable a medida que avanza el día. Y yo, como parte de ese paisaje ¡Que bonito es Madrid cuando llueve! me digo. ¡Qué bonito que llegue la primavera y se esfuerce en traer cambios!


(Muchas fotos para tan corto post, pocas para describir toda la riqueza del día de ayer...)

martes, 20 de marzo de 2012

Un pasito más


Hay veces que parece que todo sigue igual. Has cogido la rutina. Está todo controlado, pero no hay avance significativo. Sin embargo, poco a poco, algo está cambiando. Un centímetro más, piernas firmes, espalda elevada, alineación casi conseguida y el cielo cada día más cerca.
De pronto, un día, te decides, quitas la silla. Y... alehop, por fin eres capaz de subir a sarvangasana (la vela) partiendo de -o volviendo a- halasana (el arado).
Es un paso absurdo para la humanidad seguramente, piensas, pero un gran paso para ti misma. Aún te quedan ¿20, 30, 40, 100... más? posturas que no dominas ¿llegas/llegarás a dominar alguna?
Aún te quedan muchas oportunidades de superarte y autosorprenderte... ¿no es apasionante?

viernes, 16 de marzo de 2012

Díselo con flores


¿Quién sabe qué puede ocurrir un día cualquiera? ¿Cómo adivinar, mientras despiertas bajo la alcachofa de la ducha, que ese día va a ser especialmente florido?
Quizás la luz del sol de marzo se lo podía haber murmurado, o la alegre algarabía de la terraza en que se sentaron a desayunar, sin duda un aviso fue que Irene se parase porque había encontrado la maceta ideal que le faltaba en el balcón. 
¿Cómo dices que se llaman? le pregunto Sara ¿Ciclamen? y ante el asentimiento de Irene repitió para sí varias veces el nombre de la flor, desconocido hasta entonces para ella.
Tan desconocido -u olvidado en este caso- como el sentimiento de libertad que le había recorrido el cuerpo una hora antes, cuando se decidió a llenar la bolsa de deportes con sus cosas, cerrar la puerta de aquel apartamento dejando aposta las llaves dentro y bajar volando las escaleras. Volando, no porque fuese deprisa, sino porque literalmente el espíritu se le escapaba del cuerpo con tanta fuerza que lo levantaba en vilo.
Sentada en la terraza, mirando a Irene, a la que a penas había visto en el último año, cuando antes lo raro era no encontrarse casi a diario, Sara sitió la primera punzada de indecisión. ¿Se mantendría en sus trece? ¿Era cierto que había roto por completo con esa relación que tanto la anulaba?
Y entonces, delante de sus ojos, una mano dejó sobre la mesa dos tréboles de cuatro hojas plastificados. Irene, que había adivinado el ramalazo de indecisión de Sara, se apresuró a repartirlos y a buscar en el bolso una moneda de dos euros.
Son de Santiago de Compostela, y si os fijáis, ambos están picados por el gusano de la suerte, dijo el hombre después de agradecerles la compra. Ambas sonrieron y añadieron alguna frase para celebrar su buena fortuna. ¡Bienvenidas a la trebolución! se despidió el peregrino guiñándoles un ojo.
Pero aún no habían terminado las ofrendas florales. Dos horas después, cuando Sara volvía del super de la esquina de comprar algo con que llenar su abandonada nevera -menos mal que no se había decidido a dejar el alquiler e irse a vivir definitivamente a su casa, como le pedía Pablo casi a diario desde hacía seis meses- un sonriente joven le regaló un pequeño cactus. Acabamos de abrir, al final de la calle. El chico señaló con su índice la puerta de la nueva floristería.
Sara entró en el portal sonriendo, subió al cuarto y dejó en la mesa de su cocina la compra y el cactus. Salió de nuevo y bajó al tercero a recoger su bolsa, que Irene había subido para que no fuese cargada al super. Cuando ésta abrió la puerta le contó lo del cactus. Está visto que hoy es un día totalmente vegetal, terminó.
Y que lo digas, contestó Irene y con su familiar y acogedor tono irónico añadió, sobre todo teniendo en cuenta que te acabas de quitar de encima un capullo. Y Sara encontró otro sentido a la estúpida frase que Pablo repetía con tono aniñado cuando se obstinaba en quedarse en casa una noche más, sin salir, sin ver a nadie: se está mejor en casa que en ningún sitio.
Se está mejor en casa que en ningún sitio, repitió riéndose mientras abrazaba a Irene y la empujaba hacia dentro dispuesta a no volver a su piso hasta que su vecina le pusiese al día de todo lo que se había perdido en esos seis meses.

Mira R., resulta que Irene y Sara debieron de seguir nuestros pasos el otro día. Y es que en Madrid, llovían flores el jueves y el hombre de los tréboles repartía suerte y pregonaba en pro de la trebolución. Y a mí me debió de agarrar la mano el gusanillo, no sé si el de la suerte o algún otro burlón, y cuando me disponía a elogiar al peregrino "trebolero" sobre mi libreta se aparecieron Irene y Sara. ¿Y qué iba a hacer yo?

miércoles, 14 de marzo de 2012

Intouchables


Que en español han traducido por "Intocable" y una se pregunta ¿para no confundir con los de Elliot Ness?
Preguntas sin sustancia aparte, os la recomiendo, por supuesto en francés queridos míos, pero eso no os extrañará viniendo de mí. Una película simpática, alegre, optimista y vital.
¿El argumento? Philippe, un millonario tetrapléjico contrata como "cuidador" a Driss, un joven habitante de uno de los barrios marginales de París, que acaba de salir de la cárcel. Basada en hechos reales, nos relata la historia de su relación, con humor y mucho color.
Sin ocultar el lado negativo de las circunstancias de cada personaje, pero sin caer en la trampa de recrearse en ello, la película es un canto a esa filosofía vital acorde con las aspiraciones personales de las habitantes del balcón: vive la vida desde su realidad pero con entusiasmo. ¡Ahí es nada!

Y, por ponerle color, aquí os añado el trailer. Pero yo que tú no lo vería forastero, al menos si eres como yo y prefieres entrar en la sala lo más "tabula rasa" posible (¿podrás aguantar sin darle al play?)


jueves, 8 de marzo de 2012

El manisero II


No es que le vigile. Simplemente paso por la plaza casi a diario, y sí, teníais razón, es la estrategia de venta del manisero.
Pero si pasas por ahí, no le digas que te lo he dicho, simplemente déjate querer.
Es cierto que le dice lo mismo a todas/os, pero no es de esos/as que buscan robarte el alma (¡ay!), sólo pretende venderte una bolsa de manises recubiertos de azucar. Uno, dos euros de "perdida" a lo sumo, ninguna inversión de riesgo...

domingo, 4 de marzo de 2012

El manisero


Iba yo por la calle ayer tarde, cruzando miradas con los viandantes, pensando que no es que me haya vuelto sexy de repente y los hombres me miren, sino que vuelvo a tener mi energía en su punto y los sentidos alerta: cuando vas mirando notas las miradas ajenas, intercambias, las personas que te cruzas dejan de ser “gente” y son eso personas, cada una con su historia, su mundo y su energía.
Os decía que iba yo ayer tan happy por la vida cuando pase junto al puesto de Manises de la plaza. “Prueba, tienes que probar” –me dijo el manisero- “aunque no compres hoy” y se encaminó hacia mí con una bolsa de papel abierta. Me paré puse la palma de mi mano mirando al cielo y él echo en ella un puñadito de avellanas, almendras y manís garrapiñados.
Hablamos de marketing y de los tiempos que corren, y fue él el que me recordó que da igual los tiempos que corran, que hay que pensar en positivo y compartir. El manisero, después de presentarnos, se despidió de mí sujetando mi mano entre las suyas y mirándome a los ojos.
Naturalmente, en ese interludio de tiempo le compré una bolsa. Quizás ese fuese su objetivo, pero yo me fui de allí diciéndome de nuevo que la gente me gusta. Me gustan estas absurdas historias sin contenido llenas de contacto humano.
Sí, me diréis algunos, pero te vendió la bolsa. Marketing del corazón, os diré yo. Me vendió la bolsa con cariño y mimitos, ojalá todos trabajásemos y viviésemos de esa manera.