Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

martes, 19 de septiembre de 2017

Pasos


Recorre cada día el mismo camino. Da igual. Es uno de esos caminos con la montaña a un lado, terneros al otro y mucho contenido.

Por la tarde, absorbe la montaña los tonos azulados, violetas y rojizos del atardecer. Ha recorrido ese camino cientos de veces a lo largo de su vida. Muchos en compañía, la mayor parte en soledad.
Una soledad íntima, alegre, viva, que te llena y te hace formar parte de un paisaje que al mismo tiempo está dentro de ti. Otro cromosoma más en su ADN existencial.

No recuerda si en otros tiempos ya había reparado en ello, pero últimamente le gustra recrearse en los sonidos. Dicen tanto. El crujir de la arena respondiendo a sus pasos se le mete en el cuerpo. La melodía del viento, algún mugido o balido perdidos, el roce de las hojas en sus ramas o el arrastrar de las que ya han caído a causa del otoño. Algún pájaro.

Y no es solo el oído, también la vista, que mire dónde mire encuentra vegetación, riscos, peñascos, nubes, cimas, estelas de aviones en las cuatro direcciones.

Y el olfato: el aire puro, los árboles, las matas de tomillo y otras hierbas campestres.

El tacto: el viento en su cara, despeinándola, o la brisa acariciando, la temperatura aún templada a ratos, fresca otros.

Por extensión el gusto, porque el entorno te desprende de los malos sabores de boca, de la rutina, de las preocupaciones. Y la cabeza que se vuelve más fresca y piensa mejor y más alegre. Y el alma que se ríe de ella cuando se pregunta qué hace allí, en lugar de volver al tumulto de la urbe, al ir de aquí para allá, un plan un día, otro al siguiente.

Y hay días que ni se lo pregunta, porque solo con mirar alrededor se entiende que esto es un lujo y que el invierno es largo y ya se verá. Y otros duda, que piensa que igual no es natural tanto silencio y no dejar volar palabras, o puede que se le haga un nudo en la garganta porque no estaría nada mal poder compartir esos paseos con alguien dispuesto a callar cuando hay que callar y a hablar cuando se preste y a morirse de curiosidad por averiguar un poquito más de la persona que tiene al lado.

Porque tampodo pasa nada por reconocerse eso de vez en cuando, ¿No?, Maru, no deja una de ser autosuficiente, ni tener las cosas claras por pensar en ello alguna vez ¿no? que ya está bien de pedir perdón por todo, digo yo...

En fin, Mel en estado puro.