Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

miércoles, 27 de julio de 2011

Stradivarias

¿Os acordáis de que en marzo os hablé de cuatro músicos, unas piernas y mi ignorancia musical? Pues ahora mismo vuelvo de ver algo parecido, pero en versión femenina. Se llama Stradivarias y de nuevo son cuatro, esta vez mujeres, con instrumentos de cuerda en sus manos -violín, viola, violoncello y contrabajo-, música en lugar de palabras y la huella Yllana en algún lugar.
Sin comerlo ni beberlo -he llegado allí invitada- me he encontrado con un espectáculo diferente, divertido y enriquecedor. Da gusto salir de un sitio con la sensación de haber disfrutado de algo que merece la pena.
Consultad la cartelera -hacedlo pronto, que ya sabéis que mi información no es de lo más novedosa- y acercaos una tarde al teatro Alfil.
Y no pienso desvelaros el final, pero la función acaba con broche de oro.

lunes, 11 de julio de 2011

Inercia explosiva

Ayer mi amiga K nos contó que su primo había decidido separarse. Es algo que no ha sorprendido demasiado a su círculo más cercano, pero sí la manera en que ha ocurrido. Parece que después de muchos años de seguir la inercia de algo que no funcionaba, él ha tenido que conocer a alguien y empezar una nueva relación para tener la valentía de hablar con su mujer y decirle que ya no la quería.

Por casualidad, últimamente me persiguen las casualidades, esta mañana me encontré con P. Es un antiguo conocido de alguno de mis amigos, no recuerdo bien cual de ellos. El caso es que como vivimos en el mismo barrio, durante muchos años hemos coincidido algunos sábados y domingos por los mismos bares a la hora del aperitivo. Así que llegó un momento que cuando aquello ocurría, con toda la naturalidad del mundo, fusionabamos grupos y acabábamos tomándolo juntos. 
P. y su mujer son -¿debería decir eran?- una pareja curiosa, pero encantadora. Ella disparaba las palabras con metralleta, y mucho salero, mientras que él, de aspecto apocado, tímido y poco atractivo, la verdad, asentía por detrás de su hombro mientras se parapetaba tras su caña o encendía un cigarro. P. caminaba con los hombros caídos, tenía la típica barriga de treintañero, casi cuarentón, que ha bebido mucha cerveza y sólo recuerda lo que es el deporte porque en este país es imposible no oír hablar de fútbol al menos una vez al día, y portaba vestuario más que clásico, anodino. Podría haber sido el protagonista de cualquier relato sobre hombres abúlicos que arrastran los pies. Pero en el fondo P. tenía algo que a veces se descubría en el fondo de sus ojos cuando te saludaba sonriendo.
Hace meses que no coincidíamos con P. y su mujer. Cosa que nos extrañaba bastante a todos. Hace unas semanas Maruchi se encontró con T., su mujer, quien le contó que había superado una grave enfermedad y en el curso de la conversación acabó saliendo a relucir que durante la misma su marido la había dejado.
Maruchi se quedó tan boquiabierta como me quedé yo, pero no tanto como me he quedado esta mañana cuando me he encontrado con un P. delgado, atractivo, con aspecto de jovenzuelo que está descubriendo lo que es la vida, pantalones casi-casi perriflauta, y mirada seductora, ese algo que tenía antiguamente en el fondo de la mirada y que de algún modo me ha permitido reconocerle cuando me ha llamado "Mel" (eso sí, me ha costado un rato).

Con el relato de K todavía en primera plana de mi pensamiento, en ambos casos pienso que el error no está en la infidelidad, ni en el abandono, sino en la cobardía. Ninguno tuvo en su momento la valentía de ponerse delante de su pareja  y confesarle que quería vivir otra vida. Al final han estallado, como una botella de champán mal cerrada, llevándose todo por delante, haciendo mucho más daño del necesario. A la primera la han dejado por otra, a la segunda la han abandonado en el momento más difícil de su vida, y esa es la impresión que les quedará, al menos durante algún tiempo (abandono, daño, traición, desengaño...) ¿Era eso necesario? Ambas eran parejas que arrastraban una situación irreal desde hace años, una reacción a tiempo habría minimizado los "daños colaterales". 
Para sorpresa de muchos esto no genera en mí una reacción anti-hombres (aunque sí creo que las mujeres somos más "empáticas" y antes de llegar a situaciones de este tipo la mayoría saca el valor de debajo de las piedras para decir adios muy buenas, y sé que los habrá que me cuenten historias en sentido contrario, vale, que también las hay, pero creo que son menos), sino una reflexión sobre la tendencia humana a dejarse llevar por la inercia y cerrar los ojos por cobardía. (Y el que quiera que tire la primera piedra...)

jueves, 7 de julio de 2011

Indice de audiencia

Aún no os he contado que desde hace unos meses "esta casa" (me encanta ponerme en plan enigmático-corporativo), es decir, blogger.com, nos ofrece a sus "profesionales" -¿a que da nivel?- la oportunidad de conocer estadísticas sobre nuestros visitantes. Es algo así como si nuestro blog tuviese un medidor de audiencias propio.
El caso es que he cogido la costumbre de asomarme de vez en cuando, para seguir imaginando quién puede estar ahí fuera dedicando unos minutillos a asomarse a nuestro balcón. Mi lado exhibicionista, ese lado que todos tenemos de una forma u otra, disfruta un montón sintiéndose observado leído. La pestaña de estadísticas me permite saber el número de personas que nos han visitado en el último día, la última semana, el último mes o en cualquier momento, lo mismo respecto a las páginas de internet desde la que han accedido o la búsqueda que han hecho para encontrarte -esto muy esbozadito, pero ahí está-, los exploradores que han utilizado y, ESTO ES LO MEJOR, el país del que proceden.
La pestañita público me tiene loca, desde que esta "aplicación" tiene vida han trepado, cual Romeos, a nuestro balcón visitantes de: Estados Unidos, Alemania, Perú, Argentina, ¡Malasia!, Rusia, Canadá, Chile, Francia, Colombia, Países Bajos, Irlanda, Eslovenia..., aparte de las visitas patrias, esto es, de España (ahora que sabemos que tenemos proyección internacional hay que matizar).
La múltiple procedencia de nuestro público nos maravilla e intriga. Por eso nos encantaría que cada una de esas visitas dejase plasmado su paso por el balcón con un pequeño comentario del tipo: "Very good blog. Jimmy. Alabama" o "Sois insufribles. Alejo. Morata de Tajuña", creemos que le daría un toque muy cosmopolita a nuestro blog.
Y otra cosa, la entrada más visitada a día de hoy es la siguiente. Curioso, muy curioso, debe tener una palabra muy buscada en google ¿cuál será?

martes, 5 de julio de 2011

Plagio argumental, morbo y relatividad

Hay rachas de sequía en que me descuelgo de mi blog y entonces temo por mis cinco lectores fijos (¿tantos?). Pienso que con toda la razón me abandonarán y se harán seguidores de mividaesunaferia.blogspot.com, nuncapensequelascastañasfueranacambiarmivida.bitacora.es o impersionesdeunavamp.blogito.net. La competencia es dura.
Así que esto días de sequía por "motivos personales", que supogo que los tendré aunque no los confiese, me crean un estado de inquietud sin igual. Hago cualquier cosa por un buen post, soy como un paparazzi a la caza de la exclusiva. Y es por eso que hoy, sin pudor alguno, pero con la verdad por delante -no sé si os he dicho que estos días acabo de concluir "Crimen y castigo" y ese es un título de gran peso- me dispongo a plagiar el relato de G, o mejor, su disertación sobre lo "relativo".
Ayer mi amigo G., persona muy persistente en sus cavilaciones, sufría dolor de dedo meñique de la mano izquierda. Barruntaba la estrategia para personarse en la consulta de su traumatólogo, con objeto de encontrar una explicación a tan inesperada molestia, cuando se le ocurrió hacer una parada técnica en el super del barrio y comprar doscientos cincuenta gramitos -lo que viene a ser un cuarto de kilo- de jamón ibérico.
Allí estaba, esperando su turno, cuando paró la maquina y el charcutero hizo mueca de dolor -ambas cosas a la par-, giró sobre sus talones y se encaminó, sin prisa, al cuartito adyacente. A través del ventanuco acristalado, vieron los clientes al charcutero intercambiar impresiones con su compañero. Dos minutos después éste último se dirigió al mostrador para sustituir al herido.
-¡Nada, que se ha cortado un dedo! -dijo a modo de saludo- hemos puesto el pedacito en hielo.
"Qué sangre fría" pensó G. "como se nota que no ha sido su mano".
Pero dos segundos después G. estaba tragándose sus pensamientos.
-A mi me pasó lo mismo, miren- informó el charcutero sustituto a la clientela. Acercó la mano por encima del mostrador de cristal y movió el dedo gordo hacia delante y hacia detrás para que todo el mundo lo observase. Una cicatriz en forma de círculo irregular daba testimonio de que la yema de aquel dedo, en algún momento, había tenido vida propia - Gajes del oficio. Peor es la pollería, yo una vez me clavé la uña de un bicho, una hinchazón que no vean, casi se me gangrena. Ya me veía yo sin mano. Ja, ja, ja... Pero tengo fotos. ¿Se las enseño?
Nadie dijo que sí, claramente, pero todos acercaron sus cabezas hacia el smartphone. Donde fueron sucediéndose las imágenes que el dependiente fue introduciendo: "con la uña clavada", "el agujero o cráter que me quedó después de sacarla", "la hinchazón del día siguiente", "y esta es la mejor, mira toda morada y tres veces más grande de lo habitual".
- Y ¿por qué no usan guante? -preguntó una de las mujeres que habían atendido toda la explicación.
-Quite, está prohibido. Huy, si se te engancha. Entonces te hace puré. A mi hermano le pasó, hace dos años o así. La mano rebanada, totalmente. Como un filete, a lo largo. Le llevaron corriendo y se lo pudieron coser, pero ha perdido movilidad. Bueno... un montón. Ni cerrar el puño puede. Ja, ja. Que le digo yo de broma que ya no puede cantar la Internacional, le da una rabia... Es que es de derechas, ja, ja, ja...
Y G. se fue de allí, sin comprar ni un gramo de jamón, por si las moscas, y con la seguridad de que seguramente lo de su dedo no era nada. No hay nada como ver la justa medida de las cosas, se dijo.