Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

domingo, 29 de marzo de 2020

De veneno y antídotos


Si hay algo que no entiendo de estos días, bueno, lo entiendo pero no lo comparto, es que las dos Españas sigan a la gresca, aprovechando la mínima para desprestigiar al contrario.

Es un poco paradójico que por un lado proclamemos que nuestra unión nos hace invencibles y que por otra estemos haciendo rular declaraciones sobre lo mal que lo hacen unos y otros. Claro que ha habido fallos y que la situación nos supera, pero tampoco veo medidas muy distintas de las de otros países.

En serio, no creo que si la oposición estuviera en el gobierno nuestra situación sería hoy distinta, solo hay que mirar los países vecinos y no tan vecinos. Tampoco creo que las cosas se hayan hecho de mala fe, se habrán hecho con torpeza o con errores, como todo lo que necesita improvisación, pero no a mala idea. Y si se han hecho las cosas mal tampoco pienso que sea ocasión de mantener una ola de indignación y rabia.

Veneno patrio, qué se le va a hacer, ni por estas somos capaces de dejar el forofismo político y darnos cuenta de que esto es una cuestión en que más nos valdría intentar caminar codo con codo; aquí, incluso, puede que sin guardar distancias de seguridad. No solo durante estos días de confinamiento, sino más a la larga, es decir, cuando haya que ponerse a trabajar para levantar la economía, con el mismo sentido de la responsabilidad con que ahora nos confinamos, nuestros héroes anónimos siguen en sus puestos de trabajo y muchos teletrabajan.

Como soy mujer de medias tintas, que ni fú, ni fá, no me caso con nadie y siempre me quedo en la mitad; pero con ideas propias, eso sí, quizás disparatadas, llevo años rezando para que nuestros políticos dejen diferencias al margen para dar soluciones útiles a los ciudadanos en los problemas más importantes. Ahora lo GRITO: se me abracen, coño.

Y sorprendentemente, hasta me sale "la comprensión, la compasión y la empatía" (entre comillas, para que se note el pudor que da hacer declaraciones de este tipo) por los políticos que de verdad estén trabajando estos días con la honestidad de querer hacer lo mejor por la mayoría. Como no tengo el don de ver la conciencia ni el interior del alma humana no puedo dar nombres ni poner la mano en el fuego por nadie (qué desconfiados somos con nuestra clase política, madre mía). Pero por mucho que os extrañe, yo les doy un aplauso a los políticos de buena voluntad que estos días se estén dejando la piel y la salud para aportar soluciones. Porque digo yo -o espero desde mi candidez y confianza en el ser humano- que hoy día serán la mayoría. ¡Ainsss!

miércoles, 25 de marzo de 2020

De cognomen y enlaces mentales


Os dije que hoy cambiaría de tema y os hablaría de los nombres romanos, una de esas cositas curiosas que van apareciendo a medida que estudias, o intentas estudiar. Igual la gran mayoría lo sabéis, pero a mí me hizo mucha gracia descubrir (o recordar, vaya usted a saber) que los nombres romanos se componían de tres partes: el PRAENOMEN, lo que nosotros llamamos nombre y los franceses prénom (mira tú de dónde viene); el NOMEN GENTILE, que procede del linaje, de la familia (nuestros apellidos de hoy); y un tercer elemento llamado COGNOMEN, que es lo que nosotros llamaríamos mote. Es genial, mola esto del no te acostarás... 

Así, NASO quiere decir narizotas; VARRO es palurdo; SENECA, viejo; FLACCUS, flacucho; y un ejemplo que me encanta del libro en el que lo leo (Las lenguas románicas de J.M. Fradejas) es CAIUS SUETONIUS TRANQUILLUS SILENTIUS, mote por partida doble: tranquilo y silencioso. (Muy Asterix, ¿verdad?; por cierto, gracias, Uderzo)

Y de ahí enlazo con nuestros pueblos, donde todavía se mantiene viva esa costumbre milenaria de motear a los convecinos, motes que perviven y se pasan muchas veces de padres a hijos. Y sigo enlazando, esta vez con mi pueblo de adopción.

Te echo de menos, echo de menos tus montañas y tus caminos. Mi balcón hacia los siete picos, mis paseos hasta el pueblo, un desayuno en El colonial o un vino en La venta vieja. Tu aire puro, el vientecillo fresco y la luz de los días luminosos; o la lluvia, a modo chirimiri o a todo meter. Mi chimenea. El orgullo de veraneantonta que ama tus rincones, conoce las caras de sus habitantes y esos motes que resuenan, pero que es incapaz de relacionar correctamente, lo mismo que los parentescos inmensos con los cuales te intentan explicar quién es una persona concreta, "pero si la has visto mil veces y sabes quién es", "pues seguro, pero no caigo". No es desinterés, es sensación de libertad, de independencia, de abandono de fardos.

Volveré pronto a pisar tus caminos, en cuanto se pueda, volveremos para soltar y sonreír, tras estos días extraños en que seguimos sonriendo sobre un poso de tristeza. Nos volvernos a juntar y lloraremos y reiremos y seguiremos caminando.

domingo, 22 de marzo de 2020

Miedo no, porfa


Que sí, lo entiendo, que la situación se nos escapa de las manos y no sabemos por donde puede saltar el bicho. (Así lo llama mi C., que lo tiene metido en el cuerpo desde hace unos días y ni pensando en el Padre Merrin crucifijo en mano se acaba de ir).

Estamos enganchadísimos al WhatsApp, a través de él nos llegan miles de cosas, muchas son bulos que luego se desmienten y se redesmienten y ya no sabes qué creerte. Esquivas los vídeos pesimistas y airados que a veces se cuelan, supongo que la gente los manda con buena intención, pero no hacen ningún  bien.

Mil indicaciones que ya no sabes como cumplir, si bajo a compra, al subir ¿me desnudo en la puerta? ¿me lavo las manos primero antes de desabrocharme el pantalón? ¿me meto en la lavadora directamente? 

Tenemos los grupos saturados, pero seguimos mirándolos cada dos por tres, necesitamos esa cercanía humana. Al menos yo la necesito, necesito noticias de mi gente, saber que seguís ahí, si llega un audio o un vídeo con una voz y una imagen conocida y querida no me lo pierdo, me ponen las pilas.

Irradio amor por todos vosostros, que sois un amor: exaltación de la amistad sin estar pedo, como ha dicho hoy V. No lo puedo evitar, me sale así.

No soy una inconsciente, sé lo que hay, también sé que algunos, cada vez más, de vosotros lo tenéis cerca, muy cerca y que habéis pasado o estáis pasando días duros, mucho más duros que el resto. Estamos preocupados, normal, también creo que la mayoría estamos concienciados e intentamos hacer todo lo mejor posible, pero, ¿qué más podemos hacer?, preocupación sí, prudencia también, pero miedo, ay, miedo no, porfa.

Porfa, no me digáis que estáis acojonados, decidme que estáis preocupados, que hacéis todo lo posible para cuidaros, cuidar a los vuestros y procurar que esto pase lo antes posible. Pero no os dejéis llevar por el miedo. Y ya sé que es una cuestión terminológica y que el miedo es una reacción natural que en el fondo es una defensa, etc, etc.

Pero, me da miedo la palabra miedo, me suena a angustia. Echemos a patadas a la angustia, vivamos esto con preocupación, con consciencia, con compasión, con prudencia, con buena voluntad y con mucho amor.

Me da que me repito mucho ultimamente, mañana a ver si os hablo de los nombres romanos, que son la monda, ya veréis, ya...

viernes, 20 de marzo de 2020

Don Juanma


Don Juan Manuel, infante de Castilla y sobrino de Alfonso X, es uno de esos autores de la literatura que a pocos se nos escapa. Sí, es el autor del Libro del Conde Lucanor, del que todos hemos leído al menos un exemplo a lo largo de nuestra vida académica.

Me diréis que a santo de qué os hablo de este personaje tan antiguo, que por su fama de soberbio y elitista despierta tantas antipatías, pues si os digo la verdad, porque era uno de esos temas que voy apuntando en mi libreta por si un día me asomo al balcón; y hoy lo tomo de cabo para tirar del ovillo y teclear un rato.

Se dice de don Juan Manuel que es el primer autor con conciencia de autor, es decir, sabedor del valor del propio estilo, orgulloso de su obra y defensor de la misma. El bueno de don Juan, para asegurarse de que nadie corrompía su obra -recordad que en el siglo XIV todavía no existía la imprenta y los escritos se difundían a golpe de pluma, tinta y muñeca-, se tomó el trabajo de corregir toda su producción, inventariarla y recopilarla en un tomo, seguramente lujoso y bien encuadernado, para depositarlo en el monasterio de dominicos de Peñafiel. Imaginad la ilusión y petulancia del intelectual pagado de su obra que cree de ese modo asegurada la pureza de sus escritos y su paso a la posteridad.

Tanto mimo y cuidado no pudieron evitar que unos siglos más tarde el volumen se perdiera en el incendio que sufrió el monasterio y con él algunas de las obras que contenía. Afortunadamente, el resto permanece en las paginas de diferentes copias de las que ya no podemos asegurar la completa fidelidad a la idea de perfección de su autor.

A pesar de todo, don Juan Manuel cumplió su objetivo: se ganó un puesto en mayúsculas en nuestra historia de la literatura, se reconoce la originalidad de su estilo, ha influido en la formación e inspiración de autores posteriores y forma parte de esa cadena ininterrumpida de influencias que es la producción literaria y la producción cultural y artística en general.

Y todo esto para deciros que a veces las cosas no salen como las planeamos, porque no podemos controlarlo todo, pero que eso no impide que los resultados se tengan que alejar mucho de nuestras expectativas o que si lo hacen tampoco han de ser por eso negativos.

Da un poco de pudor en estos días hablar de optimismo happy flower, pero en la medida de lo posible lo deseable es agarrarse al lado luminoso de la vida y pensar que el incendio no podrá arrasarlo todo. Lo dicho, cuidaos, intentad sonreir, y mucho, mucho, amor cósmico y terrenal para todos.

P.D.: Pido perdón por cualquier posible error cultureta, no olvidéis que no dejo de ser una mirona de a pie.

miércoles, 18 de marzo de 2020

En casa

Qué os voy a contar que no sepáis ya. Poco tengo que aportar a todo lo que se ha dicho, se dice en estos mismos momentos y se seguirá diciendo durante estos días; pero ausente de ninguna responsabilidad y sabiendo que mi audiencia será mínima, os diré que cojo el teclado por egoísmo puro, porque me relaja y porque me apetece.

Imagino que como os pasará a muchos de vosostros, en la rutina diaria que nos estamos marcando estaréis innovando, recuperando o improvisando. Desde luego es el momento ideal para tachar puntos de la eterna lista de propósitos nunca cumplidos.

Mi sempiterno mañana retomo el yoga se ha hecho realidad, necesito energía y alegría desde primera hora de la mañana; así que salto de la cama a la esterilla, unas veces con más pereza que otras, pero siempre con buenos resultados.

También he recuperado la música, obsesa del estudio en mis últimos tiempos e incapaz de estudiar y escuchar música a la vez, soy más dada a agradecer un entorno de silencio que uno musical. Ahora necesito música, también a primera hora de la mañana y a alguna de la tarde. Bailo yo sola, con los ojos cerrados o abiertos, sin hacer nada más o mientras me doy a las "labores del hogar" o a cualquier otra tarea.

Estudio, siempre menos de lo que quisiera y qué poquito que me cunde me digo; pero es que sufro de ansiedad de conocimiento y mientras leo algo me gustaría tener ya toda esa información almacenada, ordenada e interiorizada en mi materia gris para pasar a otra cosa. Bueno, sufro de ansiedad de conocimiento y de mente dispersa y volátil, para ser sincera.

Necesito oir una voz amiga, al menos una o dos veces al día, así que he vuelto a las llamadas de voz. Reconozco que sigo enganchada al Whatsapp, aunque ya no leo todo: de las noticias alarmistas y bulos varios paso; de los memes sigo viendo la mayoría y riéndome bastante, la gente es la caña, aunque dadas las diferentes versiones del mismo chiste me da a mí que hay mucho plagio circulando; y sí, yo también renvio alguno de vez en cuando.

Y pienso, pienso que sí, que los que estamos encerrados en casa y en compañía, tenemos que agradecer pasar estos días con alguien que sin duda es importante en nuestra vida, sean familiares, pareja o compañeros de piso, que a estos de una forma u otra los habréis elegido por algún motivo.

Pero a ratos no puedo dejar de pensar, ya me lo dice mi C. que soy una romántica empedernida, que tenéis verdadera suerte los que compartis estos días con esa persona especial a la que un día le dijisteis te quiero, quiero cuidarte y quiero que me quieras y quiero que me cuides y que os respondió ¡venga, yo quiero eso mismo!, es chulo, cuidadla, cuidaos; o con esos enanos que a ratos os enloquecen pero que en el fondo os alegran el día, mi imagen de la semana es el vídeo musical, de difusión estrictamente familiar, que han grabado en casa de mi hermana, ella y su hijo a la guitarra, mi sobrina al cajón y mi cuñado al micro.

También sé que algunos no podéis estar ahora con esa persona, porque os ha pillado la cosa en otra ciudad o en otro país: paciencia, y cuidaos, el reencuentro será impresionante. Y los que estéis solos, cuidaos también, dicen que siempre hay un roto para un descosido; alguien, con o sin coronavirus rondándole en estos momentos, se puede cruzar en vuestro camino cualquier día, cuando podamos bajar a la calle, claro; o igual no se tiene que cruzar nadie, que ni falta que hace. Lo que sea, que os cuidéis y que riaís o lo intentéis, al menos un ratito cada día.

En fin, que al coronavirus buena cara, que a saber dónde estaremos en unos meses, solo tenéis que pensar lo que estabais haciendo el año pasado y lo que hacéis ahora; la vida, ya lo decía Forrest, es una caja de bombones y a saber cual es el sabor del siguiente... esperemos que de licor o caramelo.