Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

lunes, 22 de febrero de 2010

Mac

Nos presentaron el sábado. Lo escogieron entre todos, sabían que estábamos hechos el uno para el otro. Él, tan americano, limpito y bien vestido, suave pero recio, y yo tan deseando quererle y tenerle en mis manos.
Se llama Mac y estamos conociéndonos. Yo creí que iba a ser más fácil, pero él pone a prueba mis conocimientos y mi paciencia, me reta. Es perfecto, lo que toda chica soñaría: tiene un libro de instrucciones y un menú de ayuda, y promete dejarse configurar a mi manera, ha dejado en mis manos nuestro futuro, lo que podemos llegar a crear juntos.
¿Os imagináis lo fácil que sería si todos los individuos deseables que llegan a mi vida lo hiciesen con un libro de instrucciones y un menú de ayuda? ¿Que pudiese llevarle a casa de mis amigos a que me lo configuraran con las mejores prestaciones, a mi medida y según mis necesidades?
Sí, me diréis los amantes de la vida llena de sorpresas e imprevistos, pero sería más aburrido. Quizás, pero sería todo mucho, mucho más fácil...

jueves, 18 de febrero de 2010

Década superada


Que no es poco. Y es que llegó de nuevo hora de hacer balance, algo que se repite cuando se acercan fechas señaladas. Sí, Maru y yo damos los últimos coletazos de la treintena (celebrar el cumpleaños el mismo día es algo que nos une mucho).
Tal vez un observador externo y objetivo -¿como se puede ser objetivo sin tener los datos suficientes para ser subjetivo?- no encontraría grandes logros que celebrar. Pero yo me doy un notable alto (y eso sólo por la cosa de decir que siempre se puede mejorar) por varios motivos:
1.- No caeré en la crisis de los 40. No, mi crisis de los 30 fue lo suficientemente intensa para dejarme vacunada contra experiencias de ese tipo. Me hizo más fuerte.
2.- Me conozco, pero no dejo de sorprenderme, retarme y superarme. Y eso es bueno, muy bueno. Me hago más sabia.
3.- Sí, tengo grandes logros. Los más grandes tienen nombre y apellido y son un montón de gente estupenda de la que he sabido rodearme, de los que disfruto y que, ahí está la clave, disfrutan conmigo. Me hacen mejor.
4.- He aprendido a dar gracias por todo lo que tengo, que no es poco, y a recibir con alegría y los brazos extendidos todo lo que llega. Me prolonga.
5.- Después de todo pienso que, con mayor o menor acierto, siempre he hecho lo que me ha venido en gana. Mis decisiones son mías. Me hacen libre.
6.- A todo balance le sigue un propósito, una expectativa, un sentimiento de continuidad. El mío está claro: voy a seguir disfrutando de esto, me gusta. Me hace esperar cosas buenas.

Lo reconozco, me gusto, me gusto mucho. No es que sea buena, es que estoy buenísima.

martes, 16 de febrero de 2010

Kemal el llorón

Señor Pamuk, no es que no me haya gustado su libro, que me lo he leido entero. Es que ha habido épocas de su protagonista que me han hastiado un poco. Igual es que estoy un poco escéptica en cuestión de amores, pero la inactividad de Kemal durante ocho años de contemplación me han puesto de los nervios.
Y ese Museo de la Inocencia, de cuya existencia real nos hace dudar en sus últimas páginas, lo siento señor Pamuk, me parece simplemente un estercolero. Sí, su protagonista, además de egoísta y cobarde, sufre el síndrome de Diógenes.
Es cierto que los primeros capítulos me engancharon y reconozco que después de ese tránsito por la inmobilidad, ocho años trasladados a nosecuantoscapítulos, me volví a re-enganchar, pensando que la historia tendría un desenlace más original.
¿Una historia de amor? La pena es que para mucha gente quizás lo sea. Pero el amor no es contemplar a alguien sin actuar mientras se recopilan porquerías para llorar en silencio por lo que no nos hemos atrevido a reclamar, o defender, a tiempo. Pobre Füsun, par de cobardes le tocaron en suerte.

Por cierto, Sus, te lo paso cuando quieras.

lunes, 15 de febrero de 2010

La vida en vectores

Desde que Nat me vectorializó -y os incluyo aquí la comparativa- aunque me dejó la mandíbula más cuadrada, algo cambió en mi vida (muchas, muchas gracias, Nat). Me dí cuenta de que mis dibus y yo teníamos que dar un paso más.





El gusanillo se alojó en mi cabeza y no dejó de dar vueltas, hasta que hace unos pocos días me lancé a la aventura, me hice con una demo de Illustrator y empecé a recuperar viejos conocimientos.

Voy paso a paso y no dejo de ser una principiante jugando a ilustradora (en esto sigo igual), pero los más perspicaces (¿estáis ahí, verdad?) os habréis dado cuenta de que el balcón luce más nítido. Sí, sí, nos estamos vectorializando, un nuevo paso en esta meta de usar únicamente ilustraciones propias (sí, tengo pendiente sustituir una de las primeras fotografías que confieso no, no es mía, pero es que todavía no he pasado por delante de algún cafetín de moda y se me ha ocurrido tomar una fotografía, pero lo haré, lo haré).

¿Qué os parece?

jueves, 11 de febrero de 2010

Horror... es él


Tiemblo en estas fechas. Paseo por la calle y todos los escaparates están llenos de corazones, me asomo a Internet y todas las páginas te ofrecen ideas para regalar, planazos locos y viajes inolvidables para vivir en pareja. El amor me ronda, pero no me persigue.
San Valentín es una fecha rara, rarísima, solo autorizada para parejas totalmente consolidadas. En caso contrario no deja de tener sus inconvenientes.
Si acabas de conocer a alguien, ambos os haréis los locos, como si no os hubieseis enterado de que es catorce de febrero (aunque en el fondo os sabréis afortunados por no ser uno de esos "lobos solitarios" que no tendrán en quien pensar en día tan señalado).
Si el rollete empieza a consolidarse, pero todavía no está muy claro (a pesar de todo, esbozarás la sonrisa orgullosa de saber que tú eres de esas personas que les dan sentido a ese día), te preguntas nerviosa si debes comprar algo, si llegas sin regalo y tú no llevas nada no es que quedes mal, es que sufres porque el otro se sentirá patético, lo que intentará disimular con la primera gracieta tonta que se le ocurra. Si es el caso contario, la que te sentirás patética serás tú, y en grado mayor, en el primer supuesto él quedará de "detallista" y sensible, pensarás "qué mono", en el segundo tú te sentirás cursi y ñoña.
Siempre tienes la opción de buscar algo "original", no comprometido y que parezca casual, por ejemplo, un CD de oferta comprado "improvisadamente" en el Vips o algún sitio así, porque te gusta y ya estás cansada de la música que compartís en el coche. En realidad no es un regalo para él, sino para el coche, para los dos. Es económico, correcto y no implica compromiso.
Pero claro, eso es si tienes alguien para darle sentido a esa terrible fecha que se acerca todos los años como si se tratase de un examen. Si llegas a San Valentín, nuevamente, sin pareja, calcularás el número de años que se ha repetido la experiencia y te preguntarás qué le has hecho tú a San Valentín para que se presente en tu vida todos los años a hurgar en la llaguita.
Claro, que siempre queda la opción de hacerte el loco, y ver si la fecha pasa sin pena ni gloria, y si alguien te pregunta soltar la consabida frase "¿San Valentín?, ese invento del Corte Inglés para sacarnos los cuartos" mientras a escondidas cruzas los dedos e imaginas la escena: catorce de febrero, once y media de la mañana, suena el timbre, abres la puerta, todavía en pijama, recien desayunada y te encuentras... un misterioso ramo de flores.
(Ufff, tengo que dejar de ver comedias románticas)

martes, 9 de febrero de 2010

Mayra

El otro día, creo que fue el jueves, entré a desayunar en otra cafetería. Tenían la televisión puesta y en uno de esos programas matinales empezaba una entrevista a Mayra Gómez Kemp, era el Día Internacional del Cancer, y su presencia se debía a que actualmente está superando uno. A lo largo de la entrevista, aparecían imágenes de sus actuaciones en diferentes programas de televisión: cantando con el trío acuario, en solitario, presentando... Imágenes de 300 millones, 625 líneas, el hotel de las mil y una estrellas, dabadabadá, el 1,2,3.
Madré mía, pensé, esta mujer es un resumen de toda nuestra vida televisiva; de aquellos años -de la primera y el UHF- en que el programa del día anterior era conversación obligada porque todos lo habíamos visto. Y más aún, sus imágenes son un resumen de la estética setentera y ochentera de nuestras madres y si no, asomaros solo a Google y entenderéis lo que os estoy contando. Así que me prometí que le dedicaría un post, idea que quedó reforzada cuando mi hermana P. nos envió, ese mismo día y quién sabe si a esa misma hora, uno de sus e-mails gavilanescos en los que saca siempre a colación alguno de esos viejos personajes que tenemos enterrados en la memoria; en esta ocasión la elegida era Mayra ¿casualidad o acontecimiento planetario? ¿Quí lo sá?

martes, 2 de febrero de 2010

Mas vieja que las pesetas


El otro día mi sobrino mayor -dieciocho añitos- le preguntaba a su abuela si no le sorprendía estar viendo una película que seguramente se había rodado antes de que ella naciese. Él aseguraba que le choca bastante tener delante cosas creadas antes de su existencia -ángelito-.
No sé si los jóvenes de ahora -Dios mío, que mayor me siento- están tan acostumbrados a la novedad que todo lo anterior les parece antediluviano. Yo crecí viendo reposiciones de viejas películas de los años cuarenta en adelante, enamoradísima de Cary Grant y soñando en ser como cualquiera de las Hepburn o como Bacall. Así que nunca tuve demasiado desapego hacia las cosas "antiguas".
O a lo mejor es que yo también soy una antigualla. Hoy he entrado a desayunar en un bar cualquiera y en su pared había colgados unos cuadros donde estaban enmarcados diversos modelos de billetes de pesetas. Me he puesto a mirarlos y de pronto me he asustado, "No puede ser, yo he llegado a tener en mis manos billetes de cien pesetas... con la efigie de Becquer y los de quinientas del tío de la boina" he pensado.
Es cierto, hay cosas que me chocan, como pensar que todos los jugadores de futbol son más jóvenes que yo, trabajar con gente que nació el mismo año que Naranjito y cosas así.
Pero no desesperarse aún me quedan casi el doble de años de vida laboral que los que llevo trabajando y quién sabe, igual de aquí a entonces me dejan jubilarme a los ochenta.

Por cierto, el tío de la boina es Jacinto Verdaguer, lo acabo de buscar en Internet (donde puedes encontrar información sobre todas las cosas antiguas y modernas, qué maravilla).