Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

lunes, 30 de agosto de 2010

Como pez en el agua


¿Por qué te gusta el yoga? Me preguntó el otro día una de esas personas que disparan preguntas como si te estuvieran midiendo el alma. Preguntas directas y sin vía de escape que a priori te dejan desconcertada.
¿Por qué me gusta el yoga? Me paré antes de que el desconcierto me nublara y contesté. Contaba con un as en mi manga. El día anterior había llegado a la conclusión de que he encontrado mi elemento. El yoga me hace sentir como pez en el agua. Ahora tengo una herramienta que me permite manejar mi cuerpo y mi mente. Me veo bien física, anímica y espiritualmente. Es tan fácil como salir a pasear.
En otras ocasiones, apuntarme al gimnasio, acudir a la piscina, incluso montar en bicicleta, va precedido de una sensación de obligación no exenta de pereza. Aunque luego lo disfrute y me encuentre mejor, ponerme en marcha me cuesta.
Ahora estoy deseando que se reanuden las clases de yoga y mientras tanto me las he arreglado para poder practicar en casa diariamente.
El yoga ha parado el vertiginoso ritmo de mis pensamientos. No he dejado de pensar, ni me he quedado sin ideas, pero ahora fluyen más ordenadas. Ahora soy más consciente de todos los actos de mi día a día. Ya no voy como una moto a todas partes. Sé que hay tiempo para todo.
Creo que se han acentuado mis sentidos. Escucho, huelo, saboreo, veo, toco. Siento. Siento más intensamente que antes todo lo que me rodea. Tengo todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo activadas. Todos los poritos abiertos. Pienso en positivo. Y si de pronto me asaltan sensaciones negativas, no me agobio. Me digo que son normales y me observo.
Pienso en positivo y funciona. ¡Me gusta!

miércoles, 25 de agosto de 2010

TURNER (Crítica de una mirona de a pie)

Siguiendo nuestro periplo cultural de disfrute del agosto madrileño. Maruchi y yo nos acercamos al Prado. A ver "la Turner", como dicen los empleados del Museo.
Yo, reconozco una vez más mi ignorancia, confundía a Turner con otro pintor, decimonónico y de escenas campestres, que aún no he conseguido averiguar quién es, pero seguiré en mi empeño. Maruchi, más cosmopolita que la que ahora os escribe, sabía de quién se trataba y corroboró su idea de que es un "pesado" y sus cuadro aburridos. Y además, un copión.
La verdad que la biografía de Turner, en el muro inicial de la primera sala, es impresionante. Su primer dibujo firmado con 11 años, una galería propia en la treintena -este dato es aproximado, vamos, que no recuerdo bien la fecha- y viajes por toda Europa, para aprender de los maestros. Lo malo de Turner, es que se debatió entre su empeño en complacer a la Academia inglesa y su afán de innovar y crear un estilo propio. Con un único objetivo, figurar entre los más grandes.
Yo creo, o imagino, con mi escasa formación artística, que algunos de sus cuadros tuvieron que impactar entre el academicismo de la época. Y fueron inspiración para corrientes posteriores. También le dije a Maruchi que le diera un margen de confianza, que sala a sala le estábamos viendo evolucionar y que al final igual nos sorprendería. Y bueno, sus últimos cuadros tienen su aquel.
Lo mejor de la exposición es como está "contada", un continuo contraste entre los cuadros que sirvieron de modelo y las "interpretaciones" de Turner (recomiendo coger autoguía, porque no es lo mismo...), o los cuadros en los que él influyó, que también los hay.
De todos, lo siento Turner, me quedo -ahora que me encuentro en mi etapa yogini- con el Apocalipsis de Francis Danby, supermoderno y sugerente.
Y como le dije a Maruchi, Turner no es el pintor de nuestra vida, pero ha provocado en nosotras una discusión artística, y eso es bueno.

Conclusión, os la recomiendo. Además, en el Prado hace una temperatura de miedo ¡y cierran a las diez! (sólo "la Turner".)

jueves, 19 de agosto de 2010

Otra noche en Madrid

Ayer me marchaba yo a uno de mis solitarios paseos de verano madrileño, cuando se me aparecieron en la puerta un hermano y una cuñada. Así que me apunté a su plan. Nos montamos en un bus color azul y no nos apeamos hasta plantarnos en la mismísima Puerta del Sol. Caminamos por la siempre atestada calle Mayor y nos colamos en el Mercado de San Miguel.
Me apunté a su entusiasmo de guiris en la capital de España y nos tomamos unos pinchitos regados con tinto de Galicia, elegidos por un experto.
Hablamos de vino y de la vida. Nos dejamos llevar por las sensaciones de ese lugar lleno de olores, de colores, de sonidos, de conversaciones y de gente llegada de todas las partes del mundo. Qué moderno, qué limpio, qué madrileño y qué bonito han dejado el Mercado. Qué buena organización la de sus anfitriones.
Otro lugar para perderse en el Centro. ¡Cómo me gusta Madrid!

Mi fallo, no haberos traído una foto. La próxima vez.

martes, 17 de agosto de 2010

Mel en estado puro


No sé si estoy cambiando o me he retomado. Yo creo que esto último, al fin y al cabo hace unos días hablaba con alguien de que me paso la vida en construcción y reconstrucción, creo que ya lo he dicho muchas veces en este balconcito mío. Me muevo entre el conformismo tranquilizador y nuevas experiencias que de pronto me devuelven a mi sitio, a mi estado natural, aquél en que se me abren los ojos de mirarlo todo y hasta el último porito de la piel. Siento, y se me quedan cortas las palabras; mentira, las palabras nunca se quedan cortas, diré que me circunda un baile de palabras.
Cualquiera pensará que se me ha vuelto a aflojar el tornillo, en realidad estoy más viva y soy más yo que nunca.
Me he dado al té, al negro y al verde, aderezado con hierbas aromáticas, y a las infusiones. No he dejado el café, pero con uno al día me basta. He cambiado mis hábitos alimentarios, el desayuno ha sido el más afectado. Me encierro en la cocina y cocino, -sí, pellízcate, cocino- preferentemente verduras.
Echo en falta mis clases de yoga, así que me he comprado un libro y practico un poquito en casa. Paseo el agosto madrileño. Aprovecho el tiempo y se me hace corto, pero no me estreso, hay tiempo para todo.
Llevo, gracias a Mina, que me la ha descubierto, a Virginia -Woolf- en el bolso; y sigo maravillándome, con ella, de lo contenta que estoy de ser mujer. Creo que somos seres apasionantes -podemos enloquecer, como yo estos días, esas extravagancias son propias de nosotras- y que gracias a mujeres como ella llevamos un gran camino recorrido, aunque aún quede mucho por hacer. Subrayo en el autobús una frase de su Orlando "¿De qué me sirve ser una hermosa muchacha en la flor de la edad -se preguntó- si tengo que pasar toda la mañana observando moscas y moscardones con un Archiduque?", que me parece genial y aunque sea desde un personalísimo punto de vista que sólo yo comparta, resume toda su impotencia de mujer de principios del siglo XX llena de inquietudes.
Me digo que si lo nuestro ha sido duro, adoptar el papel de "hombretón" debe ser aún más duro, y entiendo algunas cosas (repito, al menos nosotras, podemos enloquecer, divagar, contemplar una flor y ponerte a llorar, ya sabéis lo que me gusta llorar).
Busco un libro de Buda y encuentro uno de Borges sobre el tema. ¿No es lindo? Por cierto, leo a Woolf traducida por Borges, ¿No es relindo?
Estoy feliz y espero no cansarme de estarlo en mucho tiempo, me gusta.

Y un poquito de ritmo urbano

Por cambiar un poco de escenario y no perder el presente os diré que este año ando disfrutando del verano madrileño. Vamos, que exceptuando mi semana gaditana este mes de agosto se me va en la oficina... Sólo una parte. Luego llegan mis horas y mi cerebro, mi sistema simpático y la ciudad entera son míos.

Así que montada en mi karma buenrollero me presenté anoche con amiga Maruchi en el Café Central, animadas por elementos externos para disfrutar de una sesión de Jazz. Os confieso que el Jazz es otra de esas materias en la que soy una auténtica ignorante (así que no esperéis una gran crónica, que yo en siete líneas me despacho y sin ningún vocabulario musical, además). Y sigo confesando, siempre pensé que a mí el Jazz me gusta para un ratito y que una sesión de dos horas se me haría eterna.

¡Qué equivocada estaba! Qué variedad de ritmos. Qué variedad de idiomas. Qué voz la de Cecilia Krull. Qué conjunto más "salado". Qué boleros Jazzeados más bonitos. Qué saxofonista más guapo!!!!! Qué bonito el Café Central y qué íntimo. Y luego te vas y te despides de los músicos, adiós, adiós, ha sido genial, gracias, gracias, aquí estamos, toda la semana.

Y allí están toda la semana, así que si quieres inundarte de música acércate al Central, un poquito antes de las nueve para pillar sitio. Esta semana verás a Cecilia y su quinteto (incluyéndose ella) y luego más...



Y qué fotos más malas por cierto, con la ilusión que las hice yo para vosotros...

lunes, 16 de agosto de 2010

Ommmmmm



Nuestras "peculiares" -¿porqué peculiares, a mí no me lo parece?- vacaciones han despertado el intríngulis de todo nuestro círculo familiar y amistoso. Mis conocidos unen su dedo índice al pulgar a modo de saludo cuando me acerco y en lugar de un hola y los dos besos consabidos me reciben con los ojos entornados y un gracioso ommm.
Imagino que es raro irse de vacaciones a Tarifa, acostarse a las doce y levantarse a las seis. Beber té e infusiones en lugar de copazos -lo más fuerte ha sido el tinto de verano- y no traer a cuestas una "aventura" amorosa que relatar con cara de deleite pecador. No os creáis que soy un bicho raro, cada cosa tiene su momento, sé que volveré a Cádiz de turismo, jarana y juerga flamenca, pero mi semana yogi no la cambio por nada.
He disfrutado de compañía inmejorable. He paseado por la playa. Me he sumergido en el mar, hasta volverme pasa. He tomado el sol. Me he duchado al aire libre, mirando al mar, con la costa Africana al otro lado del Estrecho. He descubierto que no es necesario cargar una toalla enorme en la maleta -os recomiendo un pareo ligero para los climas calurosos, se seca enseguida y no se llena tanto de arena, y por supuesto ocupa nada-. Me he sorprendido con el sabor y la gran variedad de la cocina vegetariana, creo que he reeducado mis hábitos alimentarios. Me he fundido con la Naturaleza, o, al menos, la he tenido a mi alrededor, día y noche. He estado en un permanente "buen rollito" personal, que aún perdura, alegre, dispuesta y feliz. Me he maravillado con lo que mi cuerpo es capaz de hacer cuando respira acompasadamente y, sobre todo, he logrado frenar mi vertiginoso cúmulo de pensamientos.
Vengo renovada y encantada con mi paz interior, dispuesta a mantenerla conmigo. Aunque algunos no lo crean no me he dado a las sustancias psicotrópicas -hace tiempo que decidí que eso no es lo mío, mi cerebro ya funciona a demasiada velocidad como para darle más impulso- pero me siento bien.
Así que chicos, "ooommmmmm", y que dure...

jueves, 12 de agosto de 2010

LA SEMILLA



EL LUGAR: la semilla.

¿Dónde íbamos? No las teníamos todas con nosotras, sabíamos que nos dirigíamos a un "enclave ecológico" cerca de Bolonia, Tarifa, Cádiz. Y poco más. De camino nos llamaron a consultarnos la opción de alojarnos en el Tipi, sonaba bien. Pero a medida que subíamos la carretera de la sierra, se levantaba la parte superior del Tipi, ¡Dios mío, pensé!, eso es una ladera inclinada, tendremos que dormir sobre matojos, con un ángulo de inclinación del suelo al cuerpo de veinticinco grados y piedras bajo los riñones.
Aparcamos entre vacas y empezamos a descender por un camino de tierra. Mi más timorato lado urbano empezaba a recelar de la aventura. ¡Nada más lejos de la realidad! En cuanto abrimos la puerta, decorada con cuerda tejida a la manera de las telas de araña, y recorrimos las instalaciones, supimos que acabábamos de entrar en un paraíso. Y cada mañana me levantaba más convencida de ello.
Al final no nos tocó el Tipi, sino la Yurta, armónica, de planta circular y preciosas vigas de madera naranja. La sala de yoga, la cocina, el emparrado sobre las mesas del comedor al aire libre, el baño compostero, las duchas con vistas al mar, los geranios gigantes, el chill out, y su gente, sobre todo su gente.
Koko, de Pamplona, y Rob, de alguna parte de Italia, y sus hijos de ojazos grandes y oscuros, tan naturales como su hogar, nos enamoraron con su hospitalidad, su cocina -sabrosa, variada, riquísima comida macrobiótica-, su artesanía, su simpatía y muchas cosas más.
La semilla ha sido el lugar perfecto para estas vacaciones inolvidables. Te lo recomiendo si algún día quieres organizar un taller de verano, de cualquier tipo, y otra opción: aceptan voluntarios, una nueva forma de organizar unas vacaciones -trabajo a cambio de alojamiento y comida- que yo desconocía -urbanamente tradicional que es una- y que me apunto en la libreta de cosas a tener en cuenta.



continuará...

miércoles, 11 de agosto de 2010

A modo de introducción

Ya volvimos. Nos fuimos así, a la chita callando, dejando abandonadito el balcón y las plantas mustias. Nos pondremos a regarlo con ánimo. Con toda la energía que tierras gaditanas, y otras cosas más, nos han metido en el cuerpo. Tenemos muchas cosas que contar, pero nos falta tiempo, así que iremos recuperando las palabras perdidas, para hablaros de Semillas, Yoga, yurtas, playas y paisajes. Iremos poco a poco, porque hemos aterrizado con muchas cosas que hacer y poco tiempo para ellas.
Pero felices, muy felices.
Pues eso, que al primera ratito os contamos algo.

M & M