Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

viernes, 31 de diciembre de 2010

jueves, 30 de diciembre de 2010

Cuestión de conciencia

Ya os conté que a veces me entretengo buceando más de la cuenta en la historia de los protagonistas de los documentos oficiales con los que trabajo. Ayer me encontré con Olga y Jorge. Se conocieron hace unos años y después de vivir juntos cerca de un año, Jorge se sintió dispuesto a abandonar el escepticismo sobre las relaciones en que le había sumido su divorcio y le propuso a Olga comprar un piso juntos. Ella no se lo pensó dos veces, pero eso sí, con ese "porsiacaso" propio de cualquier mujer soltera durante bastante más de treinta años decidió no vender su pisito -escasos 40 metros- de soltera, además lo tenía casi pagado.
Para comprarse el nuevo -unos 70 metros en Sanse, de los Reyes- hipotecaron ambos. Por aquel entonces se habían puesto de moda las hipotecas "multidivisa", tu pedías la hipoteca en moneda extranjera -el Yen era la más ventajosa- y lo ibas abonando en Euros, el cambio favorable a nuestra moneda era una opción mucho más recomendable que afrontar el elevado porcentaje de Euribor. Así se lo explicaron en la sucursal bancaria, además el primo de Olga había contratado una hipoteca similar hacía año y medio y estaba encantado. No se lo pensaron dos veces.
Cinco años después, cuando su historia llegó a mis manos, de los X Yenes iniciales -en su día unos trescientos mil euros- se habían reducido, por la amortización pactada de la hipoteca, a la cantidad de X-Y Yenes, equivalentes a día de hoy a unos quinientos mil euros-, cosas del mercado internacional. Solución, o perder los dos pisos por impago, o pactar con el banco un periodo de carencia en el que "sólo" se abonan intereses, cruzar los dedos y esperar que el ingrato y especulador destino monetario cambie de tornas. Ellos eligieron la segunda.
¡Ay!, qué sofoco me dio pensar en Jorge y Olga y en los cientos de personas atrapados en esta época de crisis en historias semejantes con sus hipotecas multidivisa. Y aquí me empecé a preguntar, si habrían sido conscientes en su momento de lo que implicaba firmar un contrato de esas características, si se creyeron los más listos, si tiraron los dados del azar, o si simplemente siguieron el consejo de su sucursal. Y no me lanzo a una crítica despiadada contra los bancos, que por otro lado considero necesarios y sin los cuales más de la mitad de nosotros no tendríamos pisos, pero ¿hasta dónde son responsables de haber "liado" a muchos Jorges y Olgas en aventuras similares sólo por cumplir objetivos? ¿hasta donde llega la responsabilidad de un comercial de una sucursal por alcanzar los ratios que le ha impuesto la directiva? Me refiero a responsabilidad moral. ¿Es amoral o es inmoral, recomendarle un producto totalmente especulativo a un ciudadano de a pie? No tengo respuestas, pero creo que a veces no pensamos en el más allá cubriendo nuestras propias necesidades. No me sirve el "y el que llegue detrás que arree" con el que un amigo que trabajaba en un partido político al mando de un gobierno local justificaba el gasto más que desmesurado, no demasiado asumible, en infraestructuras.
Sigo pensando que muchas cosas tienen que cambiar y no sirve escudarse en la maquinaria, el cambio tiene que empezar a fraguarse desde la conciencia individual, cuando prospere la ética individual, habremos sumado más ética global. ¡Otro mundo es posible!
Y mientras tanto, no lo olvidéis, hay que estar alerta. Como decía mi padre cuando se negaba a llevarnos a esas reuniones en salas de hotel en las que una carta prometía regalarnos un monopatín si acudíamos en compañía de nuestros progenitores "nadie da nada gratis".
Siento ser tan ceniza a escasas horas del cambio de año, pero como siempre os cuento mis impresiones.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Cuento de navidad

Se han ido. Miro debajo de las camas, por si alguno se ha quedado escondido. Es cierto, se han ido.
El suelo está lleno de serpentinas. Hay una mancha de sopa de castañas en la pared, la discusión entre mi padre y mi cuñado "el anarquista" se les fue este año de las manos, pero nada que no pueda solucionar la botella y media de pacharán que se tomaron luego, mano a mano.
Mi cuarto parece una leonera. Rebusco entre el montón de ropa, tirada en el suelo, que usaron mis sobrinos para su función de navidad. Mañana tengo que ir a trabajar y estoy intentando encontrar un pantalón y una camiseta que conjunten y que no tenga rastros de turrón de chocolate.
Me faltan dos pendientes, uno de cada par. Igual dentro de tres meses me llama alguna de mis hermanas preguntándome si es mío un pendiente de ámbar que ha aparecido en una caja de juguetes. Así que lo guardo con la esperanza de poder volver a reunirlos... algún día.
Mis cuñadas fueron muy diplomáticas anoche, se lanzaron miradas de odio muy comedidas, pero no llegaron a las manos, ni siquiera a las puyas. Fue genial. No sé porqué se llevan tan mal si tienen las dos las mismas preferencias. Hay que ser muy afín para coincidir al comprar un modelo de vestido tan horroroso. Una en naranja y la otra en amarillo. "¿Has visto a Naranjito y a Citronio?" me susurró mi hermana Ali mientras sacaba el pavo del horno. Menos mal que nadie nos vio recogerlo del suelo, hubiese sido la prueba que mi madre estuvo esperando toda la noche para hacernos ver que si ella no se ocupa de todo se produce el desastre.
No se enteraron y a pesar de la discusión política de todos los años, llegamos -menos la pared- sanos y salvos a la función de Navidad, con un sólo de flauta travesera de mi sobrino mediano. La música no es lo suyo, pero en casa somos de la opinión de que no se debe frustrar ninguna iniciativa artística. No tuvimos más remedio, le aplaudimos y le pedimos ¡otra, otra, otra!
Aunque es un virtuoso si se compara con la nieta de los vecinos del tercero, que subieron a saludar antes de cenar e hicieron que la niña nos cantase Noche de Paz. La pobre Ali tuvo que irse al baño congestionada. Tiene un problema patológico, se parte de risa con la primera estupidez. Asegura que ese problema fue la causa de que repitiera sexto de EGB, incluso intentó convencer a mi madre de que la llevase al psicólogo. No sé cual fue la contestación de mi madre pero Ali aprobó sin terapia ninguna, pero bueno esa es otra historia.
Después de actuaciones varias, algunas accidentadas como el baile ruso de mis cuñados, procedimos a la entrega de regalos, llevo siglos intentando convencer a mis cuñadas de que en lugar de regalarme algo hagan algún donativo a una ONG. Tampoco hubo suerte este año. Les encanta comprar regalos superoriginales y no sé porqué siempre coinciden. Este año me han regalado una edición conmemorativa de la Barbie cada una de ellas. ?????????? Yo no le veo la gracia, ni el sentido.
De los juegos pasé, yo soy de bingo. Me niego a que mis sobrinos adolescentes me desplumen jugando al póker. Así que me senté en el sofá y me quedé dormida. Me despertó la voz de Hommer Simpson. Se habían ido todos, pero habían dejado a los pequeños, cuatro, cinco y seis años, para no sacarles a la calle, pobres. Miré el reloj, eran las cinco de la mañana y aquellos pequeños monstruos seguían pegando saltos por el salón.
Vamos a la cama ¡por favor! les supliqué. No sé que vieron en mi cara, pero me obedecieron. Durmieron unas cuatro horas, a las diez de la mañana el más pequeño saltaba en mi cama. Encendí la tele, les serví a cada uno un tazón de leche con chocos y me puse a recoger las serpentinas, las copas y la mesa de poker. Saqué el lavaplatos y puse otro.
A las doce empezó a sonar el timbre de nuevo. ¿Todavía en pijama perezosa?, es verdaderamente graciosa mi hermana Ali, eso sí había aleccionado a su marido y no habló de política. Mis cuñadas, que debían haber descansado esa noche a mi costa, decidieron reanudar su competición. Esta vez el concurso  lo ganaba la más hacendosa. Una gozada, Ali, Barbará y yo, nos repanchingamos en las sillas, les encanta mostrar su superioridad ante nosotras y total, a nosotras no nos cuesta nada darles un capricho.
Afortunadamente mi hermano Mario había sacado entradas para un espectáculo infantil y como yo no tengo hijos me tuve que quedar con las ganas de verlo. Qué lástima. Por fin se fueron todos, me senté en el salón, cerré los ojos y me puse a escuchar el silencio.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Crónica prenavideña

Desde hace un mes anda Madrid engalanado de Navidad. Desde hace un mes me digo que voy a salir por la noche con mi cámara para inmortalizar las jaulas de la calle Goya, los círculos multicolores de Serrano o las lámparas imposibles de Ortega y Gasset. Todavía no lo he hecho y las fotos con el móvil se me distorsionan de noche.
Así que no tengo foto navideña con que animar icónicamente el blog. Sin embargo, trabajar en una quinta planta tiene una ventaja maravillosa. La primera imagen que tengo por las mañanas al salir del ascensor es el cielo madrileño. Camino por el largo pasillo, lleno de cristaleras, analizando la fisionomía de las nubes o llenándome los ojos con la luz de las alturas. También me digo que tengo que meter la cámara en el bolso, lo bueno es que la luz diurna queda muy bien en el móvil.

Ya os iré mostrando su evolución a lo largo del año. Y aprovechad que la luna está llena y todavía sigue luciendo a primera hora de la mañana, no os la perdáis (la luna queda fatal en el móvil). Otro motivo de alegría: ya hemos superado la noche más larga del año, a partir de ahora empieza a decrecer.
Amigos invisibles, reuniones con viejas amigas, inauguraciones de hogares, copas navideñas, exposiciones... no es que mi agenda sea el no va más, pero tampoco me puedo quejar. Lo típico de las navidades, o lo típico de unos meses a esta parte (aunque algunos me acusen, con toda la razón, de bostezar, nunca de aburrimiento lo prometo, por los rincones)
Dos días antes de Nochebuena respiro tranquila, tengo comprados los regalos familiares. Otro año en tiempo. Me ahorro las carreras de última hora buscando una tienda abierta entre las dos y las seis de la tarde. Una sensación horrible, que hace ya dos años no sufro. Podré entregarme al aperitivo clásico sin remordimientos.
Visito a mi dentista y planificamos el dispendio de los próximos meses. Mon Dieu. No problem, creo que mi crisis de fin de año ha sido superada, nada puede nublarme el ánimo, estoy totalmente entregada al espíritu navideño.
Me encamino a clase de yoga. No hay nada más maravilloso que tumbarse en la esterilla con los ojos cerrados, centrar tu energía y disfrutar de cada uno de los movimientos. Ese punto en que, mientras tus músculos parecen gritarte "deja de estirar mujeruca ¿te crees la mujer de goma?", te das cuenta que todo tu cuerpo, todo tu ser advierte que precisamente esa postura te hace tanto bien. Es flipante, llegar, centrarte en el tercer ojo y salir en otra onda. Es difícil de explicar y supongo que es difícil de entender. En serio, pruebalo.

Atención: seis seguidores, gracias Ruchi, quienquiera que seas eres bienvenido.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Leer caminando

Lo hice. Me fui a una librería, llena estos días de ediciones de lujo y de bolsillo del nobel. Escogí un bolsillo, me gustan más. Te pesa menos el bolso y puedes plegar las hojas de la derecha sobre la trasera de la izquierda y sujetarlo con una sola mano.
Me ha vuelto a pasar. Estoy enganchada. Metida en una historia. Bueno en dos. La historia de Gauguin y la historia de su abuela, Flora Tristán. Leo en el transporte público y cuando subo las escaleras del metro, de camino a casa, continúo agarrando el libro con una sola mano y camino cinco manzanas y media sin dejar de leer.
Me gusta caminar con mi libro en la mano. A ratos me regaño por hacer dos cosas a la vez, no sé lo que puedo estar perdiéndome. Sin embargo, tiene su aquel continuar en la historia, unas páginas más, mientras por el rabillo del ojo vigilas el rumbo de tus pasos, el color de los semáforos e intuyes a los viandantes que se cruzan contigo. Estas metida en la historia, pero al mismo tiempo sientes el frío, el aire, el ruido de la ciudad. Es una sensación diferente sacar tu libro a la calle y disfrutarlo en movimiento.

Queridos reyes magos 2011

Como marca mi propia tradición y a falta de grandes ideas para mis post, escribo con tiempo mi carta anual a los Reyes Magos.

Queridos Reyes Magos,

Este año voy a dejarme de tonterías. No pienso pediros nada material ni corpóreo. Total al final me traeréis lo que os quepa en el saco, como aquel año en que a mis seis años me trajisteis ese disfraz de Heidi talla 4 que no me cabía ni en un brazo. Yo sé que fue por no desilusionarme, pero acentuó mi complejo de niña gigante.

No toméis esto como un reproche. De todo se aprende, cuando con catorce años me quedé estancada en mi uno setenta, descubrí que las apariencias engañan y ningún complejo es para siempre. Así que empecé a aprender que lo mejor era tirarlos a la basura lo antes posible.

Así que igual que ahora hago con mi disfraz de Heidi, algo tarde lo sé, os doy las gracias por lo que me llegó este año de mis peticiones, la celebración de febrero fue apoteósica. Uno de los puntazos de este 2010 cuasi-perfecto.

Y ahora, ya, mi lista:

  • Unas pesas llenas de optimismo, para conseguir equilibrio en la balanza durante todo el año.
  • Ligereza de corazón, para tenerlo abierto los 365 días.
  • Conjuntivitis cero, por favor, para tener los ojos bien abiertos.
  • Disponibilidad para cualquier chas que surja.
  • Perseverancia, ánimo, confianza, para seguir aprendiendo y practicando esas pequeñas actividades "artísticas" que contribuyen a llenar mi vida. (Ya sabéis que soy indisciplinada y pelín dispersa)
  • Compasión y un poquito más de compromiso.
Y bueno, todo lo que se os ocurra y que esté en la misma onda. No os lo pongo muy difícil, vosotros y yo sabemos que sólo tendréis que ayudarme en un 10 por ciento, el otro 90 por ciento corre de mi parte. Y sí, ya sé que tiene truco, también está claro que son los ingredientes necesarios para esas cosas materiales y corpóreas que en el fondo sigo pidiendo (I know, I'm a material girl)

lunes, 13 de diciembre de 2010

En construcción

Estos días debería colgarme un cartel de en construcción. Me pasa de vez en cuando. Soy una especie de ave fenix. Me construyo y desconstruyo como un lego. Estoy ordenando ideas. Ya os lo dije, una y mil veces, soy voluble y cambiante.
Me siento delante de mi Mac, con un cuadrito en blanco que espera llenarse de palabras. Repaso las horas de los últimos días, buscando algún destellito al que sacarle punta. Nada. Miro la fecha de la última entrada del blog en la que participé. Este mes todavía no me he estrenado.
Sobre mi mesilla de noche tengo un comic, una novela, un libro sobre ilustración infantil, mi actual cuaderno viajero y un libro sobre zen.
Me propongo a diario dejar de fumar y claudico dos días, o cinco horas, más tarde. Me olvido mi tarjeta de acceso laboral en casa. Cojo las vueltas y se me olvida dejar el billete.
La cercanía del nuevo año -igual que la llegada del verano- me recuerdan el paso del tiempo y me alejan del presente, me despista el fantasma del por-venir.
Intento pararme, respirar, centrarme en el ahora y en el tercer ojo. Lo consigo con esfuerzo.
Puede parecer disparatado. A pesar de todo confío en que es todo por una buena razón. Me encamino hacia un nuevo big bang, algo se está moviendo. Evoluciono como un pokemon. Algo bueno está por llegar. Lo presiento.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El otro Mario

Ayer escuche a Mario. Me gustó su discurso. En esa sala llena, pero tan recogida y de aspecto tan petit comité, tan caserita. Habló de su vida, de sus países -Perú y España-, de su familia, de la lectura, de la escritura. Contó como creció huerfano de un padre al que creía muerto, que luego no lo estaba y volvió a su vida para quitarle la inocencia y su mundo ideal de infancia, convirtiendo la lectura y la escritura en su último, su gran, refugio. Se emocionó hablando de su mujer, pieza imprescindible de su vida, tanto, que a ratos le reprocha "lo único que haces bien es escribir". Desveló como en la escuela militar comprendió que el Perú era una realidad mucho más amplia que esa sociedad perfecta de clase-media alta en la que había vivido hasta entonces. Celebró haber vivido de cerca e in situ la transición española y el hervidero cultural que era entonces nuestro país. Describió como es su oficio de escritor, las horas apasionantes de inspiración y la horas bajas de sequía. Habló desde la emoción del ser humano que ha vivido y ha tenido la suerte de no perderse en el limbo de los "escribidores" sin rumbo.
Allí estaba Mario con esa figura de hombre bien plantado, con su enorme sonrisa blanca y su pelo plateado desde hace años. Con un bigote tímido que yo no había visto hasta entonces y un aspecto que ya delata figura más de venerable procer, que de galán de altura. Y su acento, qué acento.
Y emocionaba. Porque ese Mario, igual que el otro, igual que otros y otras, a la larga nos ha acompañado a lo largo de muchos años. Es el Escribidor de ese libro tan loco en el que conquistaba a la Tía Julia, mientras escribía delirantes radionovelas que se entremezclaban, liaban y acaban, al fin, como el rosario de la aurora. Uno de esos libros fetiche y surrealistas, que pasaron por las manos de todos, o casi todos, los hermanos. Es el artífice de nuestro primer acercamiento a un Perú de sierras y hombres de fisionomía inca, tan lejano y arcano, que para zambullirte en él, primero tenías que sumergirte en esa prosa intrincada y espesa, tan dura en las primeras hojas, pero tan envolvente una vez asumida. (Yo creo que años después, cuando visité el Perú, encontré por sus calles a los protagonistas de sus novelas, a Lituma, a los visitantes de La Casa Verde. Digamos que llegué documentada gracias a él y, en contrapartida, en aquel viaje completé el escenario de sus historias.)
Hace tiempo que no leo a Mario. Pero creo que es un buen momento, ahora que hace semanas no me engancho a ninguna ficción, fuera del cómic. Y creo que no tiraré de biblioteca. Iré, miraré, oleré y atraparé un Vargas Llosa fresquito y mío, mío, mío.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Caos

A riesgo de ser impopular me atrevo a romper una lanza en defensa, matizada, del colectivo de controladores.
Pero ¿qué dices? ¡loca! Uhhhhh, que se calle.
Bueno, un momento, dejad que me explique. Que sus sueldos son desorbitados, vale. Que no pueden dejar colgados a miles de ciudadanos y visitantes, vale (por lo que a mi me toca siento que el pobre F que está en Italia esperando poder regresar para pasar el puente en familia y celebrar su cumpleaños). Que sus huelgas son abusivas, vale.
Que se merecen haberse convertido en el enemigo número uno del país, ni de coña.
Que los sueldos les vinieron al aprobar una oposición, que la suya es una empresa pública que se gestiona con dinero público desde el comienzo de sus tiempos, así que dime tú quien tiene la culpa de que esos sueldos tan irreales sean una realidad. No creo que se pueda cambiar esa situación de la noche a la mañana. Que digo yo que no son los únicos funcionarios públicos de sueldos desorbitados -me gustaría ver las nóminas de políticos, senadores, consejeros, notarios, registradores, directores de empresas públicas... a más de las pensiones vitalicias de ex-ministros y más privilegiados-.
Que todo esto ha sido un circo. Que puedes propiciar la intervención del ejército si tiene un sentido. Es decir, si llega el ejército y es capaz de cubrir con militares los puestos de los controladores, estupendo. Llegas, controlas, expedientas y si quieres hasta despides. Pero no puedes presentarte para coaccionar a un trabajador, por mucha situación de abuso a la que se haya llegado. Que preparas ladina, o inteligentemente, una plantilla de controladores dispuestos a trabajar por un sueldo lógico, les incorporas cuando están preparados y despides, prejubilas o haces entrar por el aro a los que ya había, estupendo, eso es un plan. Lo de ayer fue una chapuza.
Imagina. Huelga de basureros. Opción A: Llega un batallón del ejército y limpia las calles, genial. Opción B: llega un batallón del ejército y se persona en casa de cada uno de los empleados de limpieza del ayuntamiento y les acusa de sedición amenazándoles con encarcelarles siete años ¿??????????????
Creo que las cabezas "pensantes" de este país deberían molestarse en ser eficaces, no sólo en aparentarlo.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Sincrodestino

Creo en el sincrodestino. Hace unos días, en una cena, les pregunte a unos amigos por una amiga que ellos me presentaron y de la que hace tiempo no sé nada. Tres días después recibí un e-mail de esa amiga con una invitación para ir a un exposición, lo que nos puso de nuevo en contacto. Hay que aprovechar esas "coincidencias" del destino, así que intentaré por todos los medios acudir a ese nuevo chas que me presenta la vida.
También hace días ando sensibilizada con la dura labor del buscador de trabajo. Afortunadamente no es hoy mi caso, pero hubo una época en que lo viví en mis propias carnes. Lo peor de la crisis, o una de sus peores consecuencias, es la situación en la que vive el parado en búsqueda activa de trabajo. Mi amiga M, después de ocho años de ausencia decidió volver a esta ciudad nuestra, tan ingrata y acogedora al mismo tiempo. Intentó hacerlo con un trabajo bajo el brazo, pero buscar empleo a distancia complica aún más la cosas. Así que hizo las maletas y se presentó aquí con los últimos calores estivales.
Desde entonces se dedica con ahínco a su nuevo empleo a tiempo completo que le supone: disponibilidad inmediata, M puede recibir una llamada invitándole a personarse en una entrevista con sólo dos horas de antelación; tele-trabajo, una consultora le ha enviado tres pruebas on-line -francés, inglés y excel- para que las responda tranquilamente en casa, estimando que en cada una de ellas debe emplear unas ¡¡tres horas de media!!?; formación continua, M, que ha vivido cuatro años en un país anglosajón y ha usado como herramienta en algunos de sus empleos el francés, asiste a clases de ambos idiomas para que no se le oxiden; además se ha vuelto autodidacta, realiza cursos por su cuenta y riesgo de todos los programas de ofimática existentes en el mercado; y además, aún tiene que sacar tiempo para el análisis diario de los principales buscadores y el envío de curriculum(s). La verdad que analizar la jornada laboral de M me agota.
Pero M no es la única. Ayer I acudió a la entrevista ideal, el puesto era interesante, y la empresa, y el lugar. Lo malo era el sueldo, y ahí empezaba el dilema. I tiene dos hijos, aceptar ese trabajo supone no sólo no llegar a fin de mes, sino multiplicar los gastos. Una jornada partida se traduce siempre en un desembolso de dinero para cualquier padre.
¿Reforma laboral? Por supuesto, lo sigo diciendo, flexibiliza el mercado todo lo que quieras, pero en contrapartida que se aumente el sueldo mínimo interprofesional y, sobre todo, que de una vez por todas se imponga en este país el respeto por el trabajador -o el aspirante a trabajador- como persona. Serán medidas que nos igualen al resto de países europeos, para que Europa funcione debemos tender a la igualdad de oportunidades ¿o no? ¿es esto demagogia? ¿puedo pedir un aumento del salario mínimo interprofesional en tiempos de crisis? ¿debemos aceptar cualquier cosa porque haya crisis? Lo malo es que cada cierto tiempo hay una crisis y lo poquito que se consigue en los tiempos de bonanza, cuando no hay 100.000 aspirantes por cada puesto de trabajo, cae nuevamente por los suelos.
Y os preguntaréis ¿qué tiene esto que ver con el sincrodestino? Pues bien, es que ayer, mientras yo escribía sentada en un café, reflexiones de este tipo en mi libreta viajera, Mina le daba vueltas al mismo tema, estoy segura. Así que cuando hoy me he asomado a su blog y he visto su crítica descarnada de la situación actual he pensado que quizás debería cambiar de tercio. Pero luego he pensado que no, el asunto es demasiado importante, así que no está mal que los mass media -me encanta darme importancia- nos hagamos eco. Ya lo he dicho, hay que aprovechar las pequeñas "casualidades" de la vida.

Dios mío, acabo de ver que tenemos dos seguidores más. ¡Estoy entusiasmada!