Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

viernes, 31 de diciembre de 2010

jueves, 30 de diciembre de 2010

Cuestión de conciencia

Ya os conté que a veces me entretengo buceando más de la cuenta en la historia de los protagonistas de los documentos oficiales con los que trabajo. Ayer me encontré con Olga y Jorge. Se conocieron hace unos años y después de vivir juntos cerca de un año, Jorge se sintió dispuesto a abandonar el escepticismo sobre las relaciones en que le había sumido su divorcio y le propuso a Olga comprar un piso juntos. Ella no se lo pensó dos veces, pero eso sí, con ese "porsiacaso" propio de cualquier mujer soltera durante bastante más de treinta años decidió no vender su pisito -escasos 40 metros- de soltera, además lo tenía casi pagado.
Para comprarse el nuevo -unos 70 metros en Sanse, de los Reyes- hipotecaron ambos. Por aquel entonces se habían puesto de moda las hipotecas "multidivisa", tu pedías la hipoteca en moneda extranjera -el Yen era la más ventajosa- y lo ibas abonando en Euros, el cambio favorable a nuestra moneda era una opción mucho más recomendable que afrontar el elevado porcentaje de Euribor. Así se lo explicaron en la sucursal bancaria, además el primo de Olga había contratado una hipoteca similar hacía año y medio y estaba encantado. No se lo pensaron dos veces.
Cinco años después, cuando su historia llegó a mis manos, de los X Yenes iniciales -en su día unos trescientos mil euros- se habían reducido, por la amortización pactada de la hipoteca, a la cantidad de X-Y Yenes, equivalentes a día de hoy a unos quinientos mil euros-, cosas del mercado internacional. Solución, o perder los dos pisos por impago, o pactar con el banco un periodo de carencia en el que "sólo" se abonan intereses, cruzar los dedos y esperar que el ingrato y especulador destino monetario cambie de tornas. Ellos eligieron la segunda.
¡Ay!, qué sofoco me dio pensar en Jorge y Olga y en los cientos de personas atrapados en esta época de crisis en historias semejantes con sus hipotecas multidivisa. Y aquí me empecé a preguntar, si habrían sido conscientes en su momento de lo que implicaba firmar un contrato de esas características, si se creyeron los más listos, si tiraron los dados del azar, o si simplemente siguieron el consejo de su sucursal. Y no me lanzo a una crítica despiadada contra los bancos, que por otro lado considero necesarios y sin los cuales más de la mitad de nosotros no tendríamos pisos, pero ¿hasta dónde son responsables de haber "liado" a muchos Jorges y Olgas en aventuras similares sólo por cumplir objetivos? ¿hasta donde llega la responsabilidad de un comercial de una sucursal por alcanzar los ratios que le ha impuesto la directiva? Me refiero a responsabilidad moral. ¿Es amoral o es inmoral, recomendarle un producto totalmente especulativo a un ciudadano de a pie? No tengo respuestas, pero creo que a veces no pensamos en el más allá cubriendo nuestras propias necesidades. No me sirve el "y el que llegue detrás que arree" con el que un amigo que trabajaba en un partido político al mando de un gobierno local justificaba el gasto más que desmesurado, no demasiado asumible, en infraestructuras.
Sigo pensando que muchas cosas tienen que cambiar y no sirve escudarse en la maquinaria, el cambio tiene que empezar a fraguarse desde la conciencia individual, cuando prospere la ética individual, habremos sumado más ética global. ¡Otro mundo es posible!
Y mientras tanto, no lo olvidéis, hay que estar alerta. Como decía mi padre cuando se negaba a llevarnos a esas reuniones en salas de hotel en las que una carta prometía regalarnos un monopatín si acudíamos en compañía de nuestros progenitores "nadie da nada gratis".
Siento ser tan ceniza a escasas horas del cambio de año, pero como siempre os cuento mis impresiones.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Cuento de navidad

Se han ido. Miro debajo de las camas, por si alguno se ha quedado escondido. Es cierto, se han ido.
El suelo está lleno de serpentinas. Hay una mancha de sopa de castañas en la pared, la discusión entre mi padre y mi cuñado "el anarquista" se les fue este año de las manos, pero nada que no pueda solucionar la botella y media de pacharán que se tomaron luego, mano a mano.
Mi cuarto parece una leonera. Rebusco entre el montón de ropa, tirada en el suelo, que usaron mis sobrinos para su función de navidad. Mañana tengo que ir a trabajar y estoy intentando encontrar un pantalón y una camiseta que conjunten y que no tenga rastros de turrón de chocolate.
Me faltan dos pendientes, uno de cada par. Igual dentro de tres meses me llama alguna de mis hermanas preguntándome si es mío un pendiente de ámbar que ha aparecido en una caja de juguetes. Así que lo guardo con la esperanza de poder volver a reunirlos... algún día.
Mis cuñadas fueron muy diplomáticas anoche, se lanzaron miradas de odio muy comedidas, pero no llegaron a las manos, ni siquiera a las puyas. Fue genial. No sé porqué se llevan tan mal si tienen las dos las mismas preferencias. Hay que ser muy afín para coincidir al comprar un modelo de vestido tan horroroso. Una en naranja y la otra en amarillo. "¿Has visto a Naranjito y a Citronio?" me susurró mi hermana Ali mientras sacaba el pavo del horno. Menos mal que nadie nos vio recogerlo del suelo, hubiese sido la prueba que mi madre estuvo esperando toda la noche para hacernos ver que si ella no se ocupa de todo se produce el desastre.
No se enteraron y a pesar de la discusión política de todos los años, llegamos -menos la pared- sanos y salvos a la función de Navidad, con un sólo de flauta travesera de mi sobrino mediano. La música no es lo suyo, pero en casa somos de la opinión de que no se debe frustrar ninguna iniciativa artística. No tuvimos más remedio, le aplaudimos y le pedimos ¡otra, otra, otra!
Aunque es un virtuoso si se compara con la nieta de los vecinos del tercero, que subieron a saludar antes de cenar e hicieron que la niña nos cantase Noche de Paz. La pobre Ali tuvo que irse al baño congestionada. Tiene un problema patológico, se parte de risa con la primera estupidez. Asegura que ese problema fue la causa de que repitiera sexto de EGB, incluso intentó convencer a mi madre de que la llevase al psicólogo. No sé cual fue la contestación de mi madre pero Ali aprobó sin terapia ninguna, pero bueno esa es otra historia.
Después de actuaciones varias, algunas accidentadas como el baile ruso de mis cuñados, procedimos a la entrega de regalos, llevo siglos intentando convencer a mis cuñadas de que en lugar de regalarme algo hagan algún donativo a una ONG. Tampoco hubo suerte este año. Les encanta comprar regalos superoriginales y no sé porqué siempre coinciden. Este año me han regalado una edición conmemorativa de la Barbie cada una de ellas. ?????????? Yo no le veo la gracia, ni el sentido.
De los juegos pasé, yo soy de bingo. Me niego a que mis sobrinos adolescentes me desplumen jugando al póker. Así que me senté en el sofá y me quedé dormida. Me despertó la voz de Hommer Simpson. Se habían ido todos, pero habían dejado a los pequeños, cuatro, cinco y seis años, para no sacarles a la calle, pobres. Miré el reloj, eran las cinco de la mañana y aquellos pequeños monstruos seguían pegando saltos por el salón.
Vamos a la cama ¡por favor! les supliqué. No sé que vieron en mi cara, pero me obedecieron. Durmieron unas cuatro horas, a las diez de la mañana el más pequeño saltaba en mi cama. Encendí la tele, les serví a cada uno un tazón de leche con chocos y me puse a recoger las serpentinas, las copas y la mesa de poker. Saqué el lavaplatos y puse otro.
A las doce empezó a sonar el timbre de nuevo. ¿Todavía en pijama perezosa?, es verdaderamente graciosa mi hermana Ali, eso sí había aleccionado a su marido y no habló de política. Mis cuñadas, que debían haber descansado esa noche a mi costa, decidieron reanudar su competición. Esta vez el concurso  lo ganaba la más hacendosa. Una gozada, Ali, Barbará y yo, nos repanchingamos en las sillas, les encanta mostrar su superioridad ante nosotras y total, a nosotras no nos cuesta nada darles un capricho.
Afortunadamente mi hermano Mario había sacado entradas para un espectáculo infantil y como yo no tengo hijos me tuve que quedar con las ganas de verlo. Qué lástima. Por fin se fueron todos, me senté en el salón, cerré los ojos y me puse a escuchar el silencio.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Crónica prenavideña

Desde hace un mes anda Madrid engalanado de Navidad. Desde hace un mes me digo que voy a salir por la noche con mi cámara para inmortalizar las jaulas de la calle Goya, los círculos multicolores de Serrano o las lámparas imposibles de Ortega y Gasset. Todavía no lo he hecho y las fotos con el móvil se me distorsionan de noche.
Así que no tengo foto navideña con que animar icónicamente el blog. Sin embargo, trabajar en una quinta planta tiene una ventaja maravillosa. La primera imagen que tengo por las mañanas al salir del ascensor es el cielo madrileño. Camino por el largo pasillo, lleno de cristaleras, analizando la fisionomía de las nubes o llenándome los ojos con la luz de las alturas. También me digo que tengo que meter la cámara en el bolso, lo bueno es que la luz diurna queda muy bien en el móvil.

Ya os iré mostrando su evolución a lo largo del año. Y aprovechad que la luna está llena y todavía sigue luciendo a primera hora de la mañana, no os la perdáis (la luna queda fatal en el móvil). Otro motivo de alegría: ya hemos superado la noche más larga del año, a partir de ahora empieza a decrecer.
Amigos invisibles, reuniones con viejas amigas, inauguraciones de hogares, copas navideñas, exposiciones... no es que mi agenda sea el no va más, pero tampoco me puedo quejar. Lo típico de las navidades, o lo típico de unos meses a esta parte (aunque algunos me acusen, con toda la razón, de bostezar, nunca de aburrimiento lo prometo, por los rincones)
Dos días antes de Nochebuena respiro tranquila, tengo comprados los regalos familiares. Otro año en tiempo. Me ahorro las carreras de última hora buscando una tienda abierta entre las dos y las seis de la tarde. Una sensación horrible, que hace ya dos años no sufro. Podré entregarme al aperitivo clásico sin remordimientos.
Visito a mi dentista y planificamos el dispendio de los próximos meses. Mon Dieu. No problem, creo que mi crisis de fin de año ha sido superada, nada puede nublarme el ánimo, estoy totalmente entregada al espíritu navideño.
Me encamino a clase de yoga. No hay nada más maravilloso que tumbarse en la esterilla con los ojos cerrados, centrar tu energía y disfrutar de cada uno de los movimientos. Ese punto en que, mientras tus músculos parecen gritarte "deja de estirar mujeruca ¿te crees la mujer de goma?", te das cuenta que todo tu cuerpo, todo tu ser advierte que precisamente esa postura te hace tanto bien. Es flipante, llegar, centrarte en el tercer ojo y salir en otra onda. Es difícil de explicar y supongo que es difícil de entender. En serio, pruebalo.

Atención: seis seguidores, gracias Ruchi, quienquiera que seas eres bienvenido.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Leer caminando

Lo hice. Me fui a una librería, llena estos días de ediciones de lujo y de bolsillo del nobel. Escogí un bolsillo, me gustan más. Te pesa menos el bolso y puedes plegar las hojas de la derecha sobre la trasera de la izquierda y sujetarlo con una sola mano.
Me ha vuelto a pasar. Estoy enganchada. Metida en una historia. Bueno en dos. La historia de Gauguin y la historia de su abuela, Flora Tristán. Leo en el transporte público y cuando subo las escaleras del metro, de camino a casa, continúo agarrando el libro con una sola mano y camino cinco manzanas y media sin dejar de leer.
Me gusta caminar con mi libro en la mano. A ratos me regaño por hacer dos cosas a la vez, no sé lo que puedo estar perdiéndome. Sin embargo, tiene su aquel continuar en la historia, unas páginas más, mientras por el rabillo del ojo vigilas el rumbo de tus pasos, el color de los semáforos e intuyes a los viandantes que se cruzan contigo. Estas metida en la historia, pero al mismo tiempo sientes el frío, el aire, el ruido de la ciudad. Es una sensación diferente sacar tu libro a la calle y disfrutarlo en movimiento.

Queridos reyes magos 2011

Como marca mi propia tradición y a falta de grandes ideas para mis post, escribo con tiempo mi carta anual a los Reyes Magos.

Queridos Reyes Magos,

Este año voy a dejarme de tonterías. No pienso pediros nada material ni corpóreo. Total al final me traeréis lo que os quepa en el saco, como aquel año en que a mis seis años me trajisteis ese disfraz de Heidi talla 4 que no me cabía ni en un brazo. Yo sé que fue por no desilusionarme, pero acentuó mi complejo de niña gigante.

No toméis esto como un reproche. De todo se aprende, cuando con catorce años me quedé estancada en mi uno setenta, descubrí que las apariencias engañan y ningún complejo es para siempre. Así que empecé a aprender que lo mejor era tirarlos a la basura lo antes posible.

Así que igual que ahora hago con mi disfraz de Heidi, algo tarde lo sé, os doy las gracias por lo que me llegó este año de mis peticiones, la celebración de febrero fue apoteósica. Uno de los puntazos de este 2010 cuasi-perfecto.

Y ahora, ya, mi lista:

  • Unas pesas llenas de optimismo, para conseguir equilibrio en la balanza durante todo el año.
  • Ligereza de corazón, para tenerlo abierto los 365 días.
  • Conjuntivitis cero, por favor, para tener los ojos bien abiertos.
  • Disponibilidad para cualquier chas que surja.
  • Perseverancia, ánimo, confianza, para seguir aprendiendo y practicando esas pequeñas actividades "artísticas" que contribuyen a llenar mi vida. (Ya sabéis que soy indisciplinada y pelín dispersa)
  • Compasión y un poquito más de compromiso.
Y bueno, todo lo que se os ocurra y que esté en la misma onda. No os lo pongo muy difícil, vosotros y yo sabemos que sólo tendréis que ayudarme en un 10 por ciento, el otro 90 por ciento corre de mi parte. Y sí, ya sé que tiene truco, también está claro que son los ingredientes necesarios para esas cosas materiales y corpóreas que en el fondo sigo pidiendo (I know, I'm a material girl)

lunes, 13 de diciembre de 2010

En construcción

Estos días debería colgarme un cartel de en construcción. Me pasa de vez en cuando. Soy una especie de ave fenix. Me construyo y desconstruyo como un lego. Estoy ordenando ideas. Ya os lo dije, una y mil veces, soy voluble y cambiante.
Me siento delante de mi Mac, con un cuadrito en blanco que espera llenarse de palabras. Repaso las horas de los últimos días, buscando algún destellito al que sacarle punta. Nada. Miro la fecha de la última entrada del blog en la que participé. Este mes todavía no me he estrenado.
Sobre mi mesilla de noche tengo un comic, una novela, un libro sobre ilustración infantil, mi actual cuaderno viajero y un libro sobre zen.
Me propongo a diario dejar de fumar y claudico dos días, o cinco horas, más tarde. Me olvido mi tarjeta de acceso laboral en casa. Cojo las vueltas y se me olvida dejar el billete.
La cercanía del nuevo año -igual que la llegada del verano- me recuerdan el paso del tiempo y me alejan del presente, me despista el fantasma del por-venir.
Intento pararme, respirar, centrarme en el ahora y en el tercer ojo. Lo consigo con esfuerzo.
Puede parecer disparatado. A pesar de todo confío en que es todo por una buena razón. Me encamino hacia un nuevo big bang, algo se está moviendo. Evoluciono como un pokemon. Algo bueno está por llegar. Lo presiento.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El otro Mario

Ayer escuche a Mario. Me gustó su discurso. En esa sala llena, pero tan recogida y de aspecto tan petit comité, tan caserita. Habló de su vida, de sus países -Perú y España-, de su familia, de la lectura, de la escritura. Contó como creció huerfano de un padre al que creía muerto, que luego no lo estaba y volvió a su vida para quitarle la inocencia y su mundo ideal de infancia, convirtiendo la lectura y la escritura en su último, su gran, refugio. Se emocionó hablando de su mujer, pieza imprescindible de su vida, tanto, que a ratos le reprocha "lo único que haces bien es escribir". Desveló como en la escuela militar comprendió que el Perú era una realidad mucho más amplia que esa sociedad perfecta de clase-media alta en la que había vivido hasta entonces. Celebró haber vivido de cerca e in situ la transición española y el hervidero cultural que era entonces nuestro país. Describió como es su oficio de escritor, las horas apasionantes de inspiración y la horas bajas de sequía. Habló desde la emoción del ser humano que ha vivido y ha tenido la suerte de no perderse en el limbo de los "escribidores" sin rumbo.
Allí estaba Mario con esa figura de hombre bien plantado, con su enorme sonrisa blanca y su pelo plateado desde hace años. Con un bigote tímido que yo no había visto hasta entonces y un aspecto que ya delata figura más de venerable procer, que de galán de altura. Y su acento, qué acento.
Y emocionaba. Porque ese Mario, igual que el otro, igual que otros y otras, a la larga nos ha acompañado a lo largo de muchos años. Es el Escribidor de ese libro tan loco en el que conquistaba a la Tía Julia, mientras escribía delirantes radionovelas que se entremezclaban, liaban y acaban, al fin, como el rosario de la aurora. Uno de esos libros fetiche y surrealistas, que pasaron por las manos de todos, o casi todos, los hermanos. Es el artífice de nuestro primer acercamiento a un Perú de sierras y hombres de fisionomía inca, tan lejano y arcano, que para zambullirte en él, primero tenías que sumergirte en esa prosa intrincada y espesa, tan dura en las primeras hojas, pero tan envolvente una vez asumida. (Yo creo que años después, cuando visité el Perú, encontré por sus calles a los protagonistas de sus novelas, a Lituma, a los visitantes de La Casa Verde. Digamos que llegué documentada gracias a él y, en contrapartida, en aquel viaje completé el escenario de sus historias.)
Hace tiempo que no leo a Mario. Pero creo que es un buen momento, ahora que hace semanas no me engancho a ninguna ficción, fuera del cómic. Y creo que no tiraré de biblioteca. Iré, miraré, oleré y atraparé un Vargas Llosa fresquito y mío, mío, mío.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Caos

A riesgo de ser impopular me atrevo a romper una lanza en defensa, matizada, del colectivo de controladores.
Pero ¿qué dices? ¡loca! Uhhhhh, que se calle.
Bueno, un momento, dejad que me explique. Que sus sueldos son desorbitados, vale. Que no pueden dejar colgados a miles de ciudadanos y visitantes, vale (por lo que a mi me toca siento que el pobre F que está en Italia esperando poder regresar para pasar el puente en familia y celebrar su cumpleaños). Que sus huelgas son abusivas, vale.
Que se merecen haberse convertido en el enemigo número uno del país, ni de coña.
Que los sueldos les vinieron al aprobar una oposición, que la suya es una empresa pública que se gestiona con dinero público desde el comienzo de sus tiempos, así que dime tú quien tiene la culpa de que esos sueldos tan irreales sean una realidad. No creo que se pueda cambiar esa situación de la noche a la mañana. Que digo yo que no son los únicos funcionarios públicos de sueldos desorbitados -me gustaría ver las nóminas de políticos, senadores, consejeros, notarios, registradores, directores de empresas públicas... a más de las pensiones vitalicias de ex-ministros y más privilegiados-.
Que todo esto ha sido un circo. Que puedes propiciar la intervención del ejército si tiene un sentido. Es decir, si llega el ejército y es capaz de cubrir con militares los puestos de los controladores, estupendo. Llegas, controlas, expedientas y si quieres hasta despides. Pero no puedes presentarte para coaccionar a un trabajador, por mucha situación de abuso a la que se haya llegado. Que preparas ladina, o inteligentemente, una plantilla de controladores dispuestos a trabajar por un sueldo lógico, les incorporas cuando están preparados y despides, prejubilas o haces entrar por el aro a los que ya había, estupendo, eso es un plan. Lo de ayer fue una chapuza.
Imagina. Huelga de basureros. Opción A: Llega un batallón del ejército y limpia las calles, genial. Opción B: llega un batallón del ejército y se persona en casa de cada uno de los empleados de limpieza del ayuntamiento y les acusa de sedición amenazándoles con encarcelarles siete años ¿??????????????
Creo que las cabezas "pensantes" de este país deberían molestarse en ser eficaces, no sólo en aparentarlo.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Sincrodestino

Creo en el sincrodestino. Hace unos días, en una cena, les pregunte a unos amigos por una amiga que ellos me presentaron y de la que hace tiempo no sé nada. Tres días después recibí un e-mail de esa amiga con una invitación para ir a un exposición, lo que nos puso de nuevo en contacto. Hay que aprovechar esas "coincidencias" del destino, así que intentaré por todos los medios acudir a ese nuevo chas que me presenta la vida.
También hace días ando sensibilizada con la dura labor del buscador de trabajo. Afortunadamente no es hoy mi caso, pero hubo una época en que lo viví en mis propias carnes. Lo peor de la crisis, o una de sus peores consecuencias, es la situación en la que vive el parado en búsqueda activa de trabajo. Mi amiga M, después de ocho años de ausencia decidió volver a esta ciudad nuestra, tan ingrata y acogedora al mismo tiempo. Intentó hacerlo con un trabajo bajo el brazo, pero buscar empleo a distancia complica aún más la cosas. Así que hizo las maletas y se presentó aquí con los últimos calores estivales.
Desde entonces se dedica con ahínco a su nuevo empleo a tiempo completo que le supone: disponibilidad inmediata, M puede recibir una llamada invitándole a personarse en una entrevista con sólo dos horas de antelación; tele-trabajo, una consultora le ha enviado tres pruebas on-line -francés, inglés y excel- para que las responda tranquilamente en casa, estimando que en cada una de ellas debe emplear unas ¡¡tres horas de media!!?; formación continua, M, que ha vivido cuatro años en un país anglosajón y ha usado como herramienta en algunos de sus empleos el francés, asiste a clases de ambos idiomas para que no se le oxiden; además se ha vuelto autodidacta, realiza cursos por su cuenta y riesgo de todos los programas de ofimática existentes en el mercado; y además, aún tiene que sacar tiempo para el análisis diario de los principales buscadores y el envío de curriculum(s). La verdad que analizar la jornada laboral de M me agota.
Pero M no es la única. Ayer I acudió a la entrevista ideal, el puesto era interesante, y la empresa, y el lugar. Lo malo era el sueldo, y ahí empezaba el dilema. I tiene dos hijos, aceptar ese trabajo supone no sólo no llegar a fin de mes, sino multiplicar los gastos. Una jornada partida se traduce siempre en un desembolso de dinero para cualquier padre.
¿Reforma laboral? Por supuesto, lo sigo diciendo, flexibiliza el mercado todo lo que quieras, pero en contrapartida que se aumente el sueldo mínimo interprofesional y, sobre todo, que de una vez por todas se imponga en este país el respeto por el trabajador -o el aspirante a trabajador- como persona. Serán medidas que nos igualen al resto de países europeos, para que Europa funcione debemos tender a la igualdad de oportunidades ¿o no? ¿es esto demagogia? ¿puedo pedir un aumento del salario mínimo interprofesional en tiempos de crisis? ¿debemos aceptar cualquier cosa porque haya crisis? Lo malo es que cada cierto tiempo hay una crisis y lo poquito que se consigue en los tiempos de bonanza, cuando no hay 100.000 aspirantes por cada puesto de trabajo, cae nuevamente por los suelos.
Y os preguntaréis ¿qué tiene esto que ver con el sincrodestino? Pues bien, es que ayer, mientras yo escribía sentada en un café, reflexiones de este tipo en mi libreta viajera, Mina le daba vueltas al mismo tema, estoy segura. Así que cuando hoy me he asomado a su blog y he visto su crítica descarnada de la situación actual he pensado que quizás debería cambiar de tercio. Pero luego he pensado que no, el asunto es demasiado importante, así que no está mal que los mass media -me encanta darme importancia- nos hagamos eco. Ya lo he dicho, hay que aprovechar las pequeñas "casualidades" de la vida.

Dios mío, acabo de ver que tenemos dos seguidores más. ¡Estoy entusiasmada!

lunes, 29 de noviembre de 2010

And the winners are...

Sí, por fin vamos a revelar el nombre de los ganadores de nuestros concursos. A pesar de la poca participación Maru y yo, sagaces y avispadas como ninguna, hemos solucionado la papeleta. He aquí el resultado:

Premio Groupie del año: dado que la última categoría ha quedado desierta, está claro que ni invitando somos capaces de encontrar un soltero interesante para cenar, y dispuestas como os prometimos a tirar la casa por la ventana hemos decidido premiar no a uno, sino a tres de nuestros más fieles lectores de la siguiente manera


Taza motivo El balcón para nuestra querida y siempre llena de sopresas anónima Lola P.


Taza motivo Me gusta el futbol, para C. alias Mon Amour, porque nos tiene en "favoritos", no se pierde una entrada, alienta y regaña cuando hace falta.


Taza motivo El balcón para el hombre de las estrellas, porque siempre está ahí, puntualiza y aporta una visión masculina, siempre bien recibida. Y porque le queremos, que carallo.


Premio ¡Ojalá hubiese escrito yo esa entrada!: Sí, la participación ha sido nula, pero Maru y yo estamos de acuerdo en que envidiamos, nos carcajeamos y disfrutamos de lo lindo con Mina P. y su absurdo estilo literario. Así que para ella y su Gavilán, es el cuaderno personalizado con dibujos de nuestra ilustradora mlm. Naturalmente, el diseño de las tazas también es suyo.


Chicos, nos ha encantado celebrar nuestro aniversario con vosotros. Y al resto de nuestros lectores, no seais tan tímidos. El año que viene habrá más.


Por cierto, el premio os será entregado personalmente y en ceremonia íntima la próxima vez que nos veamos.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Virginia, ecofeminismo y un poquito de compromiso

Hace poco que Virginia -Woolf- dejó -para mí- de ser un nombre y una biografía más o menos conocida a tener contenido. Primero cayó en mis manos Una habitación propia y luego llegó Orlando, ambas por recomendación de Mina. La prosa de Virginia es enganchante por sí sola, pero lo mejor son sus ideas, su perplejidad ante un mundo absurdo en el que la mujer -si bien ya empezaba a abrirse un caminito, unas pocas rebeldes iniciaban su lucha contra la estupidez anterior- tenía muy limitado su papel. Y todo aderezado con una imaginación desbordante, una ironía muy fina y un surrealismo envidiable. Así que el otro día, aprovechando que ahora tengo que ir a la biblioteca todos los lunes, agarré otro de sus volúmenes, Relatos completos. No siempre se puede ser brillante, pensaba yo, mientras que disfrutaba de una manera de contar insuperable, sin mucho contenido para mi gusto. Hasta que llegué a la página 191 y me encontré con Una sociedad. Otra vez Virginia a todo gas. Quise mandarles una versión electrónica a mis Witches favoritas, pero no encontré ninguna biblioteca virtual que la ofreciese.
En Una sociedad, un grupo de mujeres que se reúne periódicamente, decide investigar ese mundo que ellas dificilmente tienen nivel para entender, y disfrazadas de hombres se reparten el trabajo de introducirse en el parlamento, en un buque de guerra, en una universidad..., para luego contarles sus impresiones a las demás.
Me encantó la idea de que hace más de un siglo -ahora estoy segura de que esto ocurre desde el principio de los tiempos- las mujeres disertasen ya en encantadores reuniones como las que ahora existen a todas horas y en todos los puntos del planeta -imagino- y en las que para desconcierto del sexo opuesto no se habla, ni mucho menos, exclusivamente de trapitos y recetas de cocina.
Y luego la Witch R. nos envió aquel artículo sobre ecofeminismo, que enmarcó, renovó y reafirmó, ese lado feminista que os vengo diciendo he descubierto, últimamente, cada vez más acentuado en mí. La cosa es que durante siglos no sólo la mujer se ha visto minimizada, también lo han sido las cosas que tradicionalmente se asocian al "lado femenino": la naturaleza, la emoción, lo privado, el trabajo reproductivo; porque se le ha dado muchíiiiisima más importancia al "lado masculino", es decir, a otra serie de realidades o conceptos que se entendían como opuestos de los anteriores: la cultura, la razón, lo público, el trabajo productivo.
Y ahora ya, interpretación propia, que eso es lo que hago yo con las teorías, corrientes y religiones -supongo que como todos- escucharlas, aceptarlas o descartarlas y readaptarlas, desvariando a ratos un poco, lo reconozco. Digo, ya para resumir, que no sé lo que ocupará esta entrada como siga así -lo de los últimos cuatro días que nos hemos escaqueado, por lo menos- que el movimiento feminista, que ha hecho una gran labor a lo largo de los dos últimos siglos, ha conseguido demostrar que las mujeres somos capaces de entender, integrarnos e igualarnos en este mundo regido por las leyes masculinas. Pero que hay que darle toda una vuelta al sistema, llevamos tiempo comprobando que no funciona.
Ahora ha llegado el momento de conceder la importancia que se merecen esos otros aspectos de los que hemos hablado antes: la naturaleza, el sentimiento, lo privado y el trabajo reproductivo. En realidad creo que ha llegado el momento de que las fuerzas masculinas se pongan las pilas y se completen, como ya hemos hecho las mujeres a lo largo de estos dos siglos. Sí, somos ambivalentes -no diré superiores, por no herir susceptibilidades- podemos integrar cultura y naturaleza; sabemos usar la razón y no nos asusta guiarnos por la emoción; tenemos vida pública, sin renunciar a la privada; y lo más importante hemos demostrado que somos capaces de desempeñar trabajos productivos sin olvidarnos de los reproductivos (y aquí se incluye no sólo el traer niños al mundo, sino seguir llevando, en la mayoría de los casos, las riendas del hogar, cuidar a nuestros mayores y otro largo etcetera).
Así que durante esta semana me he planteado que ya era hora de apartarme un ratito de la frivolidad y desvelaros esta nueva visión del mundo, a la que os invito a apuntaros. Es hora de comprometerme con algo.
Y otra cosa, que nadie entienda esto como un alegato antihombres, nada más lejos de la realidad, sé que muchos de vosotros ya estáis en la nueva onda y sois hombres sensibles, preocupados por la naturaleza, que dais gran importancia a vuestra faceta privada e implicados en el trabajo reproductivo (no sé si además alguno seréis también soltero, lo que sería ya la pasada). Por eso sé que también pensais que otro mundo es posible. Ahora solo nos queda -y me incluyo- ponernos en marcha y aportar algún granito u otro de arena.
Vaya discurso ¿no?

martes, 23 de noviembre de 2010

ANIVERSARIO


Esta vez, sí que sí, con mayúsculas. Y además Mel me ha dejado el honor de ser yo la que haga el verdadero post conmemorativo. "Yo ya hice el ensayo", me dice poniéndose muy poquito colorada, Mel va perdiendo la vergüenza por días. "Además, hoy celebras doble".
Sí, hoy celebro doble. Hay un nuevo cambio en mi vida. No es esencial, pero toda novedad es bienvenida. Hoy he cambiado de lugar de trabajo, no de trabajo, sino de oficina. Está más lejos de casa, pero no demasiado. Menos de media hora en transporte público. Ir andando era un lujo, pero tampoco ahora me puedo quejar. La oficina es nueva, blanca, y luminosa. Edificio a estrenar y más cerca del cielo. De la planta baja a la quinta es un gran salto. Así que hoy me felicito por un cambio en mi vida, los cambios mueven, la energía fluye, y auguran cosas buenas.
En cuanto al aniversario, Mel y yo nos morimos de risa. Sí, sí. Os creíais que ibais a sabotear nuestro concurso. La participación ha sido nula. Pues nos da igual, nos hemos reunido en Asamblea y ya tenemos nuestros ganadores. Os daremos sus nombres en cuanto tengamos los trofeos en nuestras manos, a finales de esta semana o como mucho de la que viene. Queda desierta la cena; por mucho que Mel se empeñe, aún no podemos probar fehacientemente que existan, otro año será.

Y además, ésta hace la entrada 111 ¿no es curioso?

lunes, 22 de noviembre de 2010

Sé que existen

Estoy antihombres, me dice mi amiga P., ¿de qué van? En los últimos meses mi amiga P. recibe ataques de las fuerzas enemigas: 1.- Un viejo amigo -tensión sexual no resuelta- que en dos cafés le puso al corriente de su actual relación, ya al borde de la ruina -según él, "cómo les gusta llorar", dije yo- mientras le doraba la píldora con esas milongas de príncipe azul que ellos creen que nos encantan y en realidad nos dejan dudando de su coeficiente intelectual. En resumen, vive con su novia, celebran acontecimientos con las familias respectivas, y mientras tanto tantea si puede ampliar el círculo de sus "afectos". 2.- Una antigua aventura que seis meses después se le manifiesta por SMS asegurándole que acaba de encontrar su teléfono, perdido hace tiempo. (Si tiene hasta mi e-mail, dice P. con cara de pez). 3.- Su ex-novio desde hace más de seis años, hoy amigo, le repite insistentemente que su recíproca soledad tiene remedio si hacen un salto en el tiempo y comienzan de nuevo. Mi amiga B. está igual, aquel chico separado -que luego no lo estaba- con el que salió hace tiempo -y que le partió el alma ¿porqué no decirlo?- sigue llamándole cada dos por tres, a pesar de que ella sólo descuelga el teléfono cuando le llama a traición desde un teléfono desconocido.
??????????? y ??????????? nos preguntamos, pensando que en el fondo hay algo que se nos escapa ¿para qué esa vuelta al rechazo continuo? ¿es algún ejercicio de fortalecimiento del ego, desconocido para nosotras? ¿están tan acostumbrados al éxito de sus estrategias, que son ellos los que no comprenden y continúan practicando el empirismo sin tregua, buscando el fallo en su táctica?
Pero yo me niego, me niego a pensar que este es el prototipo, y les animo a creer en la supervivencia del hombre libre, interesante y sin patologías afectivas. Y creo que es la actitud correcta. Para empezar no me llama nadie, y visto lo visto, eso es positivo. He llegado a la conclusión de que he eliminado de mi vida el prototipo de vampiro emocional, ya no les atraigo y eso es bueno. Muy bueno. Emito energía positiva, sólo detectable por individuos interesantes. Ahora sólo falta que uno de ellos entre en su campo de influencia. Con el corazón abierto, claro.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Naturaleza viva

Un Renoir y muchas impresiones

Al final lo hice. Aproveché el viernes de vacaciones y me pasee por el paseo del Prado, hasta el Museo. Quería ver Renoir. Resulta, avatares del destino, que el Prado estaba de cumpleaños, entrada libre y lleno hasta la bandera. Lo dejaré para otro día me dije.

Así que crucé al otro lado y me acerqué al Thyssen. Impresionantes jardines impresionistas. (No os la perdáis, no os la perdáis, no os la perdáis). Naturalezas vivas con todo su colorido. Cezane, Pizarro, Monet, Renoir, Gauguin... Pinceladas envidiables, el color -saber dar color a un dibujo- es mi asignatura pendiente. Envidio, por ejemplo, las intensas y pastosas pinceladas de Van Gogh, sus verdes y amarillos. Envidio a cada uno de los pintores de la exposición y me quedaría con cualquiera de sus cuadros, cuanto más intensos sus colores, mejor. Soy groupie de los impresionistas.

Y luego, caña y tapa en Paco Roncero. Y comida con amigas. Y después cena. Y un plan tras otro, más o menos improvisado. Me encanta que mis días de vacaciones se conviertan en una sorpresa. Salir de casa con la ropa de yoga en una bolsa y volver doce horas después con un nuevo libro y una obra de teatro en el cuerpo. Chas, claro, chas, venga, chas, vamos. Colorido impresionista en cada rincón. Los ojos de mirarlo todo y la sonrisa abierta de beberse el viento. I like it.

Y aunque la foto se vea borrosa, por favor, mirad que entradas

viernes, 19 de noviembre de 2010

Pocas tablas

Entro con mi amiga Maruchi, para tomar un aperitivo, en un bar de moda. Maruchi, avispada y despierta, da la voz de alarma: "chico interesante a las 12:45, look francés". Giró instintiva y poco disimuladamente la cabeza hacia la latitud indicada. Mmmmm. "Mel, dile algo". "Hija, no sé, no se me ocurre nada. Por favor, una clara y una coca-cola."
"Tiene un libro. Va a hablar con el camarero, intenta escuchar su acento". Alargo mi cuello de grulla. "Acento cero, Maruchi, creo que es del país, pero me pilla del lado malo y no puedo asegurarlo. Bolsa de la librería de la Biblioteca Nacional". El objetivo saca una edición conmemorativa de Miguel Hernández. No es muy original, pero lee poesía. "Poesía Maruchi". "Mel, es tu hombre, dile algo". "¿Qué le digo? Maruchi, te veo muy lanzada y a mí no se me ocurre nada. Voy al baño, tienes tres minutos para establecer contacto, luego nos tenemos que ir, hemos quedado con P. en veinte minutos."
Entro en el baño, me miro al espejo, mi luz interior brilla, junto los homóplatos, abro el corazón. "¿Estableciste contacto?" "Negativo, es tu turno, ahora voy yo al baño". Miro al sujeto, es interesante, de aspecto afable, retoma la caja de la edición conmemorativa. Un momento, la caja lleva dos libros. "Cuentos". ¿Cuentos?, no sabía que Miguel Hernández escribió cuentos.
Sus hábiles manos -a esas alturas el chico es ya maravilloso- sacan el segundo tomo, lo abre, se ven ilustraciones, como de cuento infantil. "Perdona, ¿Son cuentos de Miguel Hernández?" "Sí, los escribió para su hijo en la cárcel, es reproducción de su manuscrito y de sus dibujos" -qué sonrisa, qué voz- "Qué curioso, no sabía que escribió cuentos. Es muy bonito. Qué chulo" -¿qué chulo, he dicho qué chulo?- "Sí, lo he comprado en la exposición." "En la Biblioteca Nacional ¿No? He visto la bolsa. ¿Hay una exposición de Miguel Hernández?" "Sí, está muy bien." "Bueno muchas gracias, adios." "Adios."
Y con mis pocas tablas, otra oportunidad que se me escapa. Horas después caigo en mis monísimas tarjetas de diseño, que siempre llevo en la cartera y nunca utilizo. Qué poco avispada, le tenía que haber regalado una, de marcapáginas. Pero estoy aprendiendo, he dado el primer paso, la próxima vez daré también el segundo. Además quién sabe, igual he activado la maquinaria del sincrodestino ¡quí lo sa!

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sin comentarios



Por problemas técnicos en el extranjero no pude subir esta foto al blog cuando era rabiosa actualidad, cosas del directo.
Esta es otra cosa que se puede hacer durante tres horas en un aeropuerto: contrastar versiones, el intríngulis está en saber dónde está lo más cercano a la realidad. Leer e interpretar prensa, todo un desafío.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Low cost

Me siento intrèpida y tengo ganas de ver a la familia y cambiar de aires, asì que me decido a probar el mundo del Low Cost -ya, ya sè que soy una antigua- y de paso me marco un viaje relàmpago.
Me estreno con todas las de la ley. Llego con el tiempo justo de plantarme ante la puerta de embarque diez minutos antes de la hora fijada. "Menos mal que contuve mis instintos de fumadora y no salì a la calle antes de pasar los controles", me digo. Y entonces una amable voz nos informa de que debido al temporal -"?"- de niebla se estima un retraso de tres horas, pero les daremos un tentempiè; fin de la explicaciòn, con lo que la mayorìa de los pasajeros entendemos que en el aviòn se nos darà algo de comer por cortesìa de la companìa.
"Carallo, tenìa que haberme fumado ese cigarro" me amonesto, mientras me encamino a pagar un desayuno de plàstico a precio de oro. Descubro que el autoservicio tiene zona de fumadores. Entro con mi tè y mi cruasàn sobre mi bandeja, e intento encontrar hueco en una mesa. Sujeto la bandeja con una mano, mientras con la otra aparto pilas de vasos vacìos y ceniceros llenos a reventar. Corto un trocito de bollo y me lo llevo a la boca. Dios mìo, me ahogo, cuanto hace que no limpian esta sala? Dònde està la ventilaciòn? Somos fumadores, pero tambièn tenemos derecho a vivir. Salgo corriendo con mi bandeja humeante y me siento en una mesa libre en el lado de personas con derecho a la vida y a la limpieza. Desayuno mientras esbozo en mi libreta de mano el siguiente comienzo para una entrada del blog "Què hacer tres horas en un aeropuerto?: 1. Coger el tifus en el àrea de fumadores". Como soy un poco sàdica, en cuanto acabo el cruasàn me dirijo de nuevo al àrea de fumadores. Me fumo un cigarro corriendo y sin apenas respirar y huyo deseando que la Ley Antitabaco acabe cuanto antes con esas trampas mortales a las que el vicio y la inconsciencia nos conduce.
Paso el resto de las tres horas llena de esperanza, los paneles avisan sucesivamente que embarcaremos a las 11:30 ("bien, sòlo una hora de retraso"), a las 12:10 ("ya queda menos"), a las 13:20 ("..."), a las 14:40 horas...
Por fìn despegamos, despuès de la operaciòn de asientos no numerados y colocaciòn de maletas -una por pasajero, asì nos ahorramos los gastos de facturaciòn- en los maleteros. Son las cuatro de la tarde y si viajase a Washington ya sòlo me quedarìa medio camino. Afortunadamente voy a la vuelta de la esquina y el viaje se presenta interesante para la pràctica del empirismo. Las dos horas y media que dura el viaje se convierten en una autèntica demo del espìritu Low Cost.
Nada màs despegar y antes de que el aviòn vuelva a su posiciòn horizontal, las azafatas andan ya de una lado para otro. Una vende cigarros electrònicos, la otra reparte el menù y las revistas con los artìculos del Duty Free, la tercera toma nota de las personas que quieren bocadillos calientes.
Alguien reclama el tentempiè prometido por megafonìa, la ùnica azafata que habla espaniol argumenta que eso no es posible, que no saben nada. Parece ser que la oferta fue de Aena y que el psicolabis lo tenìamos que haber reclamado en el aeropuerto, pero dònde?, a quièn?
Llega mi turno de pedir la comida, he elegido una oferta, lleva un sandwich frìo, una lata de refresco y una chocolatina, todo por seis euros. "No està tan mal", me digo, "vengo de vivir durante unas horas en la localidad màs cara de Espania: el aeropuerto de Barajas". Resulta que no quedan chocolatinas, asì que me cobran 6,30. Còbrame 6, le digo, como si hubiese comprado la chocolatina, pero no me la das, yo hago como que me la das, hasta pondrè cara de satisfacciòn en el postre, en serio. Nada, no hay tu tìa, si no quedan chocolatinas, no hay opciòn menù. Pago 6,30 €, sin entender muy bien el tema, pero debo ser yo, no hay duda, soy una antigua y una inmovilista, no acabo de captar el espìritu Low Cost.
Y entonces llega: la hora de la loterìa. Por el interfono anuncian los maravillosos premios que puedes conseguir en tan corto trayecto. La oportunidad es tan interesante -es la ùnica locuciòn que se repite en espaniol ademàs de en inglès- que tengo que hacer un esfuerzo por contener mi lado ludòpata. Ya estamos casi llegando, las azafatas se apresuran a ofrecer los productos Duty Free, yo he visto que venden hasta zapatos, podrìa sacar mi lado sàdico y pedirles unas botas del 41. Seràn capaces de llevar todo un muestrario de zapatos en la bodega del aviòn? Es esa la razòn de que facturar una maleta cueste dinero? El empenio del viajero por ahorrar abre grandes posibilidades de negocio.
Levanto el dedo, pero decido que no serè cruel, esta azafata es una profesional que se merece todo mi respeto, ha sido capaz de abortar un motìn de espanioles hambrientos a los que se le prometiò un bocado y ha tenido que lidiar con mi ignorancia de la ley de la oferta -si falta algùn elemento, no hay oferta- en los menus LC -low cost-. Ademàs hemos entrado en un àrea de turbulencias, estamos iniciando el descenso, y ellas siguen, pasillo arriba, pasillo abajo, barriendo el suelo, vaciando las papeleras del banio. "Por favor, que alguien ate a estas mujeres", me dan ganas de gritar, pero me contengo y pongo cara de viajar en Low Cost al menos una vez a la semana.
Aterrizamos. Estoy tan integrada que me lanzo como una loca a por mi maleta y me abro paso a codazos por el pasillo, mientras me digo que a la vuelta pienso participar en la subasta.

Por cierto he dejado a Mac castigado en casa, es culpa de esa injusticia que los acèntos se tuerzan al otro lado y que la consonante patria haya sido sustituida por la sìlaba ni, cosas de las islas. I`m so sorry.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Elisa

Hay días en que en mi trabajo de oficinista gris, escondido en el frío formalismo de un documento público, encuentro pistas y señales que me permiten vislumbrar, intuir o inventarme vidas ajenas.
Hoy me he encontrado con Elisa, fallecida hace unos meses, y los diecisiete testamentos que redactó en los últimos treinta años. Elisa, que nació en el cuarto de los locos años veinte, casose joven, con un muchacho de buena planta y carácter manso, que le siguió una tarde de primavera, desde la puerta del taller de costura, en la calle Curtidores, en el que ella trabajaba hasta el número 30 ó 32 de la calle San Bernardo, donde vivía. La cortejó tres años, tres meses y dos días, y al siguiente pidió su mano.
Se casaron en la Iglesia de San Ginés el día de San Antonio, y después de merendar un chocolate con churros, los novios y sus invitados terminaron bailando pasodobles en la verbena del Santo. Durante los treinta y cinco años que estuvieron casados disfrutaron de una sosegada felicidad, porque la costumbre y la convivencia les había enseñado a quererse y respetarse según los cánones de la época. A finales de los años cincuenta, el día de Santa Cecilia, emigraron a París, siguiendo los pasos de un amigo de Andrés, que así se llamaba el muchacho de buena planta y carácter manso, que había conseguido colocarse en la Renault. Y allí en París, veintitrés años después, mientras los fuegos artificiales del catorce de julio inundaban el cielo parisino Andrés se despidió de su inminente viuda y cerró los ojos.
Viuda, sin descendencia, casi al borde de los sesenta, y con un trabajo por horas en casa de una modista amiga suya, Elisa creyó que aquello era el acabose. Sin embargo la vida está llena de sorpresas. Cuando el paso de los meses consiguió quitar la densidad suficiente a la tristeza para dejar de tener la sensación de que una losa le oprimía la cabeza y convirtió en un espejismo el pánico inicial, Elisa hizo el descubrimiento de su vida. Elisa tenía entidad propia, era autónoma, simpática, amigable, y poseía encanto. Se dio cuenta de que mujeres y hombres disfrutaban de su compañía. Profundizó en sus amistades anteriores, hizo nuevos y grandes amigos, y volvió a enamorarse.
El primer día que acudió a una cita formal con un hombre temblaba como una adolescente. Conocía de vista a René desde hacía quince años. Pero habían entablado conversación por primera vez seis meses atrás. La mañana del día de Nochebuena, ella estaba sentada en la mesita más cercana al ventanal del Café que separaba el portal de René del suyo. Todas las mesas del local estaban ocupadas, y él le pidió permiso para sentarse en la suya. Ella cogió su bolso para dejarle una silla libre y él pago la cuenta. Desde aquel día repetían la escena cuando se encontraban en el café o compartían paseos rumbo y a lo largo del Sena si se encontraban por azar.
Pero aquello era distinto. Era la primera vez que se reunían intencionadamente. A esas alturas de su vida, Elisa había dejado muchas cosas inútiles en el camino y había aprendido a beberse la vida sin tonterías. Así que aquella noche no se separaron en la puerta del café, sino que entraron en el mismo portal. Fue su primer amante, su primer amor y su primer testamento.
Después de René vinieron otros amantes, otros amores y otros testamentos. Algunos más en Francia, el resto ya instalada en España, después de su jubilación.
Elisa encontró a su hombre definitivo, o al menos a su último hombre, hace nueve años, de esa fecha es el último testamento. Se conocieron en la residencia. Federico se fijó en ella nada más verla atravesar la puerta, tan erguida, tan sonriente, tan elegante, y ella se fijó en Federico en cuanto puso aquel viejo disco de canciones francesas que tanto le recordaban sus paseos por el Sena.

Y es que, aunque a ratos nos parezca que no, la vida es larga y da para mucho.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Corrigiendo costumbres

Ya hace tiempo que descubrí que soy mujer de grandes principios y finales inacabados. No sé porqué cuando veo mis relatos truncados me acuerdo -además de un personaje de John Irving- de mi abuela diciéndome, mientras yo dibujaba, que la casa no se puede empezar por el tejado.
Mi abuela era seria, correcta y de la vieja Castilla. Decía María José y María Pilar, haciendo gran hincapié en el acento de María, como nadie más es capaz de decir esos nombres. Así que aquella frase tan simple se me quedó grabada, igual que lo están otros muchos recuerdos tontos y sin gran significado. Aunque de algún modo supongo que aquello me impactó porque me pareció una traba academicista a mi capacidad creadora.
Y de pronto, el otro día, en clase de cómic, descubrí que mi gran problema es que pretendo iniciar la casa por los cimientos, cuando lo más inteligente es empezar por el humo de la chimenea. Así que me he propuesto que la próxima vez que "comience" un relato primero visualizaré el final y me lanzaré a deshacer la madeja.
Pero esto es un propósito y ésa es otra costumbre que he decidido desterrar de mi modus operandi. Os cuento, todo esto y lo de antes, viene porque ante la sequía de entradas de los últimos días Maru y yo nos hemos dedicado a desempolvar viejos cuadernos (de ahí estos dibujines de los últimos días). Los míos, en algunas de sus partes, son una sucesión de tareas pendientes. Y no sé donde he leído, o he escuchado, que hacer planes y no pasar a la acción es engañar a la mente, con todo lo que eso conlleva (pensad en las consecuencias que eso trae consigo si tienes en cuenta la teoría de la atracción o la sincronización cósmica: el desastre).



Otra cosa y entre nosotros: Maru está entusiasmada con la entrega de premios del concurso, yo no sé como decirle que aún no he recibido nada en mi dirección de correo. 

martes, 9 de noviembre de 2010

Confesiones otoñales


Qué frío. De pronto y otra vez por sorpresa. No sé que nos pasa a los habitantes de esta ciudad que siempre nos sorprende el tiempo, aunque todos los años sea igual. Pasamos del frío al calor y del calor al frío, sabemos que es así, pero seguimos repitiéndonos unos a otros lo mismo. ¡Vaya tiempecito y antes de ayer estábamos en mangas de camisa!
Pues sí, es así. Yo llevo ya semanas bien resguardada bajo un abrigo, con algunos interludios en que ha ido colgado de mi brazo, y en cierto modo agradezco el vientecillo frío de estos días. Lo considero una preparación para mi próxima y rauda visita a las islas del Norte. Digamos que me estoy aclimatando.
Madrid me gusta en otoño. (Madrid me gusta siempre). Uno de mis paseos preferidos en esta época del año, que aún tengo pendiente, discurre sobre las hojas caídas sobre el bulevar del Paseo del Prado. Ya voy enlazando en mi cabeza que el primer día que lo lleve a cabo aprovecharé para acercarme a la exposición de Renoir. Me han dicho que hay que coger las entradas con antelación, pero yo sigo empeñada en materializarme un día ante la taquilla y probar suerte. Estoy abonada a los planes ¡chas! y eso de ir con cita me pone nerviosa.
Os aseguro que pisar las hojas otoñales que alfombran el Paseo es toda una experiencia. Así que para aquellos a los que de pronto les de el arrebato de experimentar sensación tan gratuita, placentera y simplona, me lanzo a sugeriros otros objetivos a vista de pájaro -seguramente tampoco demasiado originales, pero sí personales- para aprovechar el paseo.
Uno clásico: cotillear las mesas frente a los puestos de la cuesta de Moyano.
Uno gastronómico: acercarte a saborear las tapas de Paco Roncero, frente a Neptuno, en los locales del Palace.
Uno fotográfico: subir la calle Cervantes hasta la primera esquina (Duque de Medinacelli) y mirar hacia Neptuno (es su mejor vista).
Uno anárquico: dejarte guiar por tus pasos y perderte, hacia el Norte, el Sur, el Este o el Oeste.
Probadlo y luego contádmelo.


Cambiando de tema y entre nosotros: No olvidéis nuestros concursos. Mel confía en vosotros, me asegura que nuestros premios no quedarán desiertos. Yo no sé que decirle...

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Meditaciones pre y post nocturnas


Mi sistema se activa a lo largo del día, con lo que esto conlleva: soy de iniciacialización lenta a primera hora y voy cargando pilas a lo largo de la jornada y aunque me acueste pronto, suelo despedir el día con los ojos aún abiertos, escribiendo un post o leyendo algún libro. Como funciono de esa manera, y a pesar de mis intentos, a día de hoy no he conseguido levantarme al alba, al alba, para fundirme diariamente con el Universo. Así que estoy ideando nuevas formas de meditación diaria, y en eso estamos.
Ante el fracaso de mi intención de extender la esterilla al menos quince minutos cada mañana, he decidido convertir mi reencuentro diario con la vigilia en una meditación en toda regla. La cosa funciona de esta manera. Sobre las 6:45 o 7:00, según capricho del día anterior, suena la primera alarma programada en mi móvil. Carla Bruni me despierta melodiosamente con un "L'amouuuuuur...", no le doy tiempo a más. Alarma 1 desactivada. Me debato entre el sueño y la consciencia, recupero las imágenes de mis sueños nocturnos, si es que los ha habido y los saboreo. Mientras, me acurruco entre las sábanas y doy gracias al Creador por encontrarme en un sitio tan cálido. Quince minutos después, suenan los primeros acordes de "Aquellas pequeñas cosas" en versión Canto del Loco. Alarma 2 desactivada. Más allá del me levanto-no me levanto, mi subconsciente sigue inmerso en sus ensoñaciones y yo siento como despierta todo mi cuerpo. Soy consciente de él y de todo lo que le rodea. Estoy entre el cielo y el suelo, formo parte del universo y me encanta. Me gusta tanto que mi meditación puede extenderse más allá de la hora larga, así que llego todos los días con el tiempo justo al trabajo. Esta es mi meditación post-nocturna.
Y luego está la pre-nocturna. Sólo llevo practicándola dos noches, pero me gusta. He decidido bailar una canción cada noche, antes de acostarme. Mi gran fallo es que nunca he sido una mujer muy preocupada por la música. Recojo la que me llega del entorno, y la disfruto, pero nunca fui una gran recopiladora musical (reconozco canciones cuyo título ignoro y soy incapaz de asignarles autor, aunque las haya oído miles de veces y pueda afirmar que me encantan). Con esta nueva meditación me he dado cuenta de que la música que llevo en el móvil -es lo más rápido de activar a esas horas- es bastante deplorable para el bailoteo-meditación-nocturna. Una nueva carencia en mi vida, un nuevo objetivo de superación, necesito música inspiradora.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Interiores

Sí, pero para plan ¡chas! el mío. El sábado me prestaron una pareja. Encantador, cortés y de mirada cómplice. ¡Si las cosas fuesen siempre tan sencillas! Me recogió en la puerta de mi casa, y como dos conocidos nos personamos en la escena diez de una película de Woody Allen.
Allí estábamos catorce personajes en busca de autor, dispuestos a degustar un menú figurativo en el salón de una galería. La mitad -y no fue capricho, éramos los que cabíamos- elegimos la mesa redonda, con aplastante mayoría masculina -otro dato surrealista en mi realidad cotidiana-, a saber: un psicólogo -Woody total, ya os digo-, un pintor hispanojaponés, una mujer de mundo, un arquitecto solidario, un productor discográfico, un enigmático sommelier, y una bloggera con el corazón abierto. (Le he ganado a Maru por la mano, pensé, ya tengo argumento para el cómic).
Y allá que nos pusimos, bocado tras bocado, a dibujarnos a nosotros mismos a través de nuestras palabras, nuestras miradas, nuestros gestos. A intuirnos, a adivinarmos, en resumen, a conocernos. Y yo, que miro más que hablo y escucho con toda la intensidad de mi único oído, disfruté de lo lindo.
¿Os he dicho alguna vez lo que me gustan las personas?

domingo, 31 de octubre de 2010

El alcalde y los seductores

El viernes me tocó teatro. Otro plan ¡chas!. Me llovieron las entradas. Así que allí me fui, a ver en vivo y en directo "El Alcalde de Zalamea" de Calderón de la Barca, por la Compañía de Teatro Clásico. Confieso que a mí, las obras de teatro clásico me gusta que sean eso, clásicas. Y que ésta lo es. Es la tercera vez, repartidas en muchos años -así que como siempre doy mi opinión de amateur- que veo una representación de la Compañía. En las dos ocasiones anteriores me chirrió algún "toque de originalidad".
No ocurre en ésta. Los personajes son de época y la ropa de época, como a mí me gusta. Los actores, como tienen que ser, nada excesivos. El libreto genial, diálogos ágiles y con ingenio (no sé si será el texto original de Calderón o adaptación). Hay que sufrir, como en muchos de los clásicos el papel de la mujer en la época (ya os he dicho que cada día estoy más feminista: aquí clama al cielo, la hija del alcalde, una vez violada, entiende que al haber "deshonrado" -manda narices- a su padre, se merece morir a manos de éste; menos mal que el padre tiene dedo y medio de frente y abrazándola la lleva a casa, pero la primera solución que busca es intentar convencer al criminal de que se case con su hija para remediar la afrenta; la afrenta, claro, no es haber violado a la hija en sí, sino haber manchado la honra del padre), ¡ay!, que la Historia es la Historia, por mucho que nos pese, y tampoco es cuestión de cambiar los Clásicos en pro de la política de igualdad.
Pero la que os recomiendo de verdad, es Los Seductores. Cine francés del bueno. Porque el cine francés tiene eso, que o son películas buenísimas o son unos bodrios de no te menees. Esta es divertida, original, y eso que es una "típica comedia romántica", con unos personajes encantadores "jugados" por unos actores muy agradables. Para reírte un montón y, claro, yo que me pierdo sólo con oír un "bonjour madame", la recomiendo en V.O.

jueves, 28 de octubre de 2010

Apoteosis

Me calzo mis zapatos de claqué
y bailo en "Adho Mukha"
mientras dibujo una tira cómica
sin dejar de centrarme en el tercer ojo.
Siento como me inunda la energía,
mis dedos podrían soldar corazones.
El ritmo de mis pies resuena
en la habitación
tip, top, tip, tip, top, top
Vuelvo a ser hermosa,
como una espiga al atardecer
o un girasol al mediodía
y la sonrisa se vuelve a pintar
en mi cara.
Tip, top, top, tip, tip, tip
Abro el pecho
y desde el último chakra
vuelan mis personajes de tinta,
hacia el más allá,
que lo es todo.
Tip, top, tip, tip, top
La piel de mis sienes
resbala hacia mi espalda
y noto como me convierto
en una bola de fuego incombustible.
Mis muslos hacia dentro,
mis tobillos interiores hacia el cielo,
piernas fuertes,
corazón abierto,
un lápiz que dibuja,
unos pies que se mueven,
respiración larga y profunda,
un folio en blanco,
tip, top, tip,
mulabhanda,
un borrón de tinta sobre la mesa,
todo eso soy yo.

Y algunas cositas más.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Comienza la cuenta atrás

La redacción del blog está revolucionada. Maru no para de gritarme. Desde que Mina -ataque directo de la competencia- dio la alarma de mi metedura de pata, hemos tenido tres Consejos de Redacción y una reunión con los directivos. ¡Nos gusta tanto hacernos las importantes! Un Editorial, al menos una Fe de Erratas, ha propuesto Maru, mirándome por encima de sus gafas de intelectual, que por supuesto no tienen cristales. Las mismas que utiliza cuando asiste a conferencias, su sueño es engatusar a un intelectual, pero por el momento no lo ha conseguido (un intelectual auténtico, me dice, no un "cultureta disertador". Así nos luce el pelo, pidiendo chicos de catálogo).
Yo me he decidido por jugar el papel de poli bueno. Es decir, sin perder la calma me he centrado en sacar partido de la situación. Es fácil, Maru, lo único que tenemos que hacer es dar a entender que esa metedura de pata ha sido la acción inicial de nuestra planificada estrategia publicitaria de cara a la megacelebración de nuestro aniversario. A partir de ahora comienza la cuenta atrás.
Os invitamos a participar en nuestro aniversario, haremos varios concursos y todos tendrán premio:
-Premio Groupie del año: premiará la fidelidad al blog, será para aquél que haya dejado patente su seguimiento del diario y haya dejado huella en nuestra sección de comentarios. El galardonado recibirá una taza con la ilustración o fotografía que más le haya impactado de El Balcón (Se puede elegir nuestra ilustración de portada).
-Premio ¡Ojalá hubiese escrito yo esa entrada!: Os invitamos durante este mes a enviarnos la entrada que quisierais leer en El Balcón. Además de publicar la entrada en nuestra reconocidísima publicación virtual, el ganador recibirá un cuaderno viajero, con algún detalle personalizado, ideal para llevar en el bolso o en la riñonera y tomar nota de todo, fijar ideas voladoras y, quién sabe, esbozar entradas de vuestro propio blog. Podéis enviar vuestras participaciones a la dirección de correo electrónico que encontaréis pinchando en el "Mel" que hay bajo "Contribuyentes" en el lado izquierdo de la pantalla (según la miras), tendréis que pinchar en donde pone correo electrónico dentro de mi perfil).
-Premio, ¡Mira Maru, soltero, interesante, y nos leía en secreto!: para participar, únicamente debes darte a conocer, evidentemente -si es que existe- ganará una cena con aquella de nosotras que elija. (Un aniversario, es un aniversario, hay que darlo todo).
Como veis estamos tirando la casa por el balcón. Ahora sólo depende de vosotros que podamos celebrar el aniversario de El Balcón como nuestras petunias se merecen. ¡Manos a la obra! Y recordad, nuestro aniversario es el 23 de noviembre.

ANIVERSARIO


Qué despiste. Tanto tiempo esperando y en esta semana tonta que ha pasado se nos ha ido la fecha de nuestro primer aniversario. El día 23 de noviembre hizo exactamente un año que Marú me pegó un telefonazo y me trajo a esta dirección virtual
Me gusta nuestro balcón. Tiene buenas vistas, energía positiva y una luz inmejorable.
Ha sido un buen año. Hemos lanzado palabras al vuelo, algo que nos encanta. Tenemos tres seguidores, y, al menos, cinco fieles lectores. Hemos superado las mil visitas (y eso que pusimos el contador en mayo).
No estaremos en la OJD, pero funcionamos.

Miscelánea (de nuevo)

No puedo regañar a Mel, yo estoy igual, viendo caer las hojas de los árboles. ¿Será que el otoño me paraliza verbalmente?
Y no será por falta de temas. Podría haberos hablado esta semana del cambio de Ministerios y de Ministros, sacar mi lado más reivindicativo y despotricar: sobre como la reorganización de Carteras o de Consejerías no es más que un gasto estúpido que se sucede gobierno tras gobierno, sólo en papelería, por ejemplo (esto me lo enseñó una amiga mía que trabaja en la administración, pero si Bernstein y Woodward no revelaron jamás el nombre de Garganta Profunda, yo no voy a ser menos respetuosa con mis fuentes); o sobre el daño que le hizo a la igualdad crear un Ministerio de Igualdad dirigido por una pipiola sonriente y hacerlo desaparecer unos meses después -no dudo de que la pipiola sea competente, pero la imagen, y la imagen vale un potosí, era frívola-, me mosquea, creo que la Igualdad es demasiado importante para frivolizarla al convertirla en un regalito para esas "anticuadas feministas". La igualdad ya existe, oigo decir a algunas mujeres. Y me chirrían los oídos. La igualdad existe en algunos niveles sociales, y no es tal. Creo que a medida que los años me van mutando en feminista (os iba a poner entre paréntesis una explicación de lo que entiendo por feminista, pero que cada uno se haga la idea que quiera, no voy a justificarme, ¿lo estoy haciendo ya, no?).
Bueno, eso, que os decía que podía haberos hablado de política, y no lo he hecho (bueno, un poco más arriba sí, es que me lío, me lío). Pero también me podía haber metido en el terreno personal y hablaros con satisfacción de los dos acontecimientos amicales de la semana: Mis amigos M. y R. nos comunicaron su boda, así de golpe y porrazo, en una emotiva comida de cumpleaños en la que se nos pusieron los vellos de punta y alguna que otra soltó una lagrimita. Y mis amigos M. y C. vieron por fin a sus mellizos. Dos acontecimientos triviales, pero con mucho significado y mucha historia a nuestra edad. Me encanta emocionarme con la alegría ajena, me hace sentir humana en el lado más positivo de la palabra.
Otra posibilidad hubiese sido hablaros de comic, y recomendaros la saga blacksad, con su sensual gato detective, estoy pensando que algún día tengo que hablar de tebeos, o confesaros que aún no tengo argumento para mi propio cómic. Os podría hablar de lo que me gusta la comida japonesa y lo interesante que me siento comiendo con palillos. Soy así de simple, nunca lo he escondido.
Y seguramente os podría haber contado más cosas, porque está claro que en cuanto toco la primera tecla mis dedos se lanzan. Así que no hay excusas, una de dos o el otoño me ha atacado o me he inundado de dejadez. I'm sorry.

No me gusta dejar abandonado mi balcón tanto tiempo.

lunes, 18 de octubre de 2010

El libro de instrucciones (parábola vital)


Cuando Adán se comió la manzana y Eva, resignada, accedió a llevarse toda la culpa a pesar de haber sido manipulada por el primero para arrancar el fruto del árbol y prepararle un suculento pastel. Cuando todo esto ocurrió, digo, todo el mundo se llevó las manos a la cabeza porque ahora tendríamos que trabajar para ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente.
Una nimiedad. El gran castigo, el verdadero castigo, fue que Adán y Eva no pudieron regresar al campamento base y recuperar El Libro.
Al igual que en el inicio había habido una sóla lengua y nos la cargamos al construir aquella torrecita de la que ahora se reirían las cuatro torres -pero claro, dirían los de Babel ahora que el mal está hecho y no tenéis nada que perder, la proeza no tiene ningún mérito-; de la misma forma, en cuanto pusieron el pie fuera del Jardín del Edén, nuestros queridos abuelos comunes se dieron cuenta de que la habían liado parda.
Desde entonces, caminamos por este esférico mundo intentando recuperar nuestro Libro de Instrucciones. Tarea ardua e inabarcable, misión individual y colectiva y por ende paradójica. Cada uno de nosotros construye su propio libro, con experiencias propias y ajenas, de forma intuitiva a la vez que empírica. Un galimatías. Surgen cientos de teorías, técnicas, escuelas, prácticas... y todas dan vueltas alrededor de la misma idea, con puntos en común y puntos divergentes. Pero ¿alguien pondría la mano en el fuego por defender su Libro de Instrucciones como el único y verdadero?
Pero no preocuparse, no preocuparse, la clave está en estar dispuesto a crear tu propio libro, no darlo nunca por acabado, borrar, retocar, tachar, volver a escribir, comparar, compartir, experimentar, cambiar de perspectiva, coger un poquito de aquí y un poquito de allá, crear nuevas recetas, añadirles sal, quitarles agua, combinar ingredientes y darte cuenta de que el Libro nunca estará completo, pero cada vez será más acertado.
Estos queridos abuelos comunes nuestros la liaron parda, pero la verdad es que la cosa tiene su gracia.

sábado, 16 de octubre de 2010

La red social

Impresionante. Rápida, inteligente y equilibrada. Rápida porque el ritmo es vibrante, mantiene tus cinco sentidos alerta durante toda la película, que no se hace corta, ni larga, tiene la medida justa (no sé ni cuanto dura). Inteligente, porque lo son sus protagonistas y los diálogos son geniales. Equilibrada, porque con lo que hoy representa Facebook y dos demandas de por medio el guión podía haberse convertido en un culebrón cualquiera.
Estilo, una película hecha con mucho estilo, que no se para en estereotipos al presentar a los personajes, simplemente son seres humanos desenvolviéndose como seres humanos, es decir, cada uno a su manera. La forma de contar la historia, el argumento -conocer los entresijos de como Facebook vio la luz es de por sí interesante-, los actores, todo es inmejorable. Yo no le he encontrado ningún fallo.
En serio, si no sabéis que hacer este fin de semana acercaos al cine, merece la pena.

jueves, 14 de octubre de 2010

Morriña Vs. Wahe Guru

Ando estos días volviendo a las andadas. Me voy al Norte y me doy cuenta de que hay un algo de morriña en el fondo de mi ser que de vez en cuando me ataca. Me tomo semanalmente mi puré de alimentos blancos y naranjas, mientras por los rincones me digo que yo sé qué es ese algo que me falta, me falta gritar a pulmón batiente ¡qué bonito! ¡qué alegre! y luego un largo nombre con sus dos apellidos, volverme cursi, decir amore y visitar otros barrios.
En resumen, que aunque haga un par, o más, de meses que no me pego una llantina de las mías, todavía se me nubla el contexto, al menos, una vez al mes.
Pero lo bueno, es que como ya os he dicho miles de veces soy volátil y cambiante, y el más pequeño detalle me sube la moral.
Esta misma tarde, mientras me cambiaba rauda y veloz para mi clase de yoga, al quitarme un pendiente perdí una tuerca -del pendiente, éstas sí me paro a buscarlas-, la busqué, antes y después de la clase, y la di por perdida. Pero cuando baje a la calle, mientras hablaba con B, metí la mano en el bolsillo trasero de mi vaquero y... no os lo vais a creer, el Wahe Guru me la había devuelto, un buen augurio que renueva mi energía y me desnubla el contexto.

Como dice mi amigo el porteño, no hay nada mejor que disfrutar de las cosas sencillas de la vida.

Y como no sé que foto ponerle al post, una dedicada a C.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Chassss


Me volvió a ocurrir. Según me ponía el abrigo el viernes para salir del trabajo me "regalaron" el puente. Ellos son así, les gusta añadir emoción a nuestra vida.
Como mi profesora de fotografía siempre está dispuesta a abrir mi mente, mi corazón y mis ojos, le envié un SOS por SMS. "No te pierdas el Norte" me dijo Lola.
¡El Norte!, ni loca.
Así que metí cuatro camisetas y un poco más -bueno, un poco más, nunca consigo ser lo suficientemente minimalista en cuestión de maletas- y me planté en Lugo, Suroeste, Sierra del Caurel.
Otoño emergente, castañas por los suelos, montes, valles, curvas, caldo, Meigas, un tiempo estupendo, y verde mucho verde ¿qué más puede pedir una Maruxiña cualquiera?

Y os podría contar más cosas, pero no saco tiempo y como Alexia me ha regañado, pues publico mini-post informativo. Y de regalo: al loro con la foto, porque haberla haylas y si os fijáis veréis los ojos de la Meiga que asoma tras la montaña (Y si no puedes imaginar nada, deberías ver menos la tele)

martes, 5 de octubre de 2010

Glamour? Oui, C'est moi



Os lo tengo que contar, o reventaré. El sábado estuve en la tienda de Manolo Blahnik. AAAAAhhhhhhh.
Sí, como lo oís. Llegué, compré y mientras me cobraban ojee precios, poniéndome bizca. Salí de allí con una bolsa colgada del hombro donde se leía nítidamente MANOLO BLAHNIK. De pronto me sentí otra mujer.
¿Qué más daba que aquella bolsa sólo contuviera un libro que para más inri no era más que un encargo? Yo, la chica en zapato plano, vaqueros de Sfera y camiseta Primark, llevaba colgada del hombro una bolsa donde se podía leer claramente MANOLO BLAHNIK.
Abrí el pecho, contraje el ombligo, metí el sacro y caminé toda orgullosa, con cara de hacerlo todos los días, por la calle Serrano con mi bolsa donde, para los que no se han enterado, ponía MANOLO BLAHNIK. Podría haber ido en albornoz, en zapatillas o incluso desnuda, esa bolsa me vestía toda entera. "Tiembla Carrie", volví a decirme.
Naturalmente os acredito todo esto con documento gráfico, para que los más incrédulos despejen dudas.

Ahora pienso que si hubiese agarrado uno de aquellos pares y hubiese echado a correr a lo mejor ahora sobre mi televisión no habría una sevillana y un torero, sino unos auténticos Manolos para alegrar mi salón y mi vida. Cualquier día, me digo, mirando con codicia mi huchita de monedas de 2 €.

lunes, 4 de octubre de 2010

Billete de ida y vuelta

Imagino que todo vuelve. O que todo va y viene. Hoy ¿15 ó más? años después vuelvo a coger la línea 28 de la EMT. Entonces -era época de crisis también- iba hacia mi primer trabajo "serio", un puesto de teleoperadora donde dábamos asistencia técnica a los instaladores de una plataforma digital. Trabajábamos bajo la nube de humo de nuestros cigarros, de doce en doce y en dos turnos diarios. En un cuchitril inmundo. Hablábamos de LNB's, TDT's, Switch, y otros componentes, al principio sin saber siquiera qué aspecto tenían. Nos partíamos de risa y comíamos caramelos cuando la garganta no daba más de sí.

Hoy me dirijo a un curso de comic en una biblioteca municipal. Retomo de nuevo, por enésima vez, mi vieja afición a rellenar mi vida con cursos de lo más peculiar y variado. Me encanta, este año mi agenda está llena de extraescolares.

Levanto la vista del cuaderno en el que escribo, siguiendo el carril-bici de O'Donnell, preguntándome si hoy descubriré a donde lleva.

Mientras, en mi autobús 28 me vuelven imágenes antiguas. Recuerdo a R. golpeando el cristal del autobús, estacionado en la primera parada de la línea, y nuestra conversación a través de el ventanuco abierto, porque, como siempre, llegaba con el tiempo justo y no podía bajarme para disfrutar de un abrazo de los suyos, aunque hiciese siglos -los siglos entonces computaban menos años que ahora- que no nos viéramos. En la esquina de O'Donnell con Narvaez, recuerdo a D., un año después de lo anterior, más o menos, sentado en el coche, esperándome, con Gomaespuma en el dial, para poner rumbo al despoblado polígono en el que trabajábamos.

Sigo mirando el carril-bici, continúa por O'Donnell y más allá, hasta bien entrado Marqués de Corbera. Juego con la idea de que quizás, uno de estos días, armada con el vehículo apropiado, pueda hacer este mismo trayecto en bicicleta. Pero el carril-bici se pierde de repente.

Unas manzanas más allá, me bajo del bus. Justo delante de la puerta, a través de la cual me pierdo en el apasionante mundo del cómic.

Incendies

Acaba Incendies y continúas en silencio. Después de romperte las manos a aplaudir y regocijarte observando la cara de satisfacción de los actores, por el trabajo bien hecho y la conexión con su público.
Incendies, más allá de hacerte pensar, te hace sentir. Ponerte en el papel de las personas que viven las guerras absurdas y perpetuas que existen en demasiados puntos del planeta. Venganza tras venganza, sin saber muy bien el primer motivo, si es que lo hubo, que desencadenó todo aquello. Sientes su rabia, sus motivos, su desconcierto, el odio, la desesperación. Pero también la esperanza, la energía, la búsqueda de alguna salida entre tanto horror y sufrimiento.
La historia de Nawal es todo eso. La confianza en que "Aprender a escribir, a leer, a hablar. Aprender a pensar", le permitirá remontarse sobre toda esa espiral de violencia, y si no es en su persona, al menos seguirá intentando que se haga realidad en sus hijos. Incendies, en su fondo, es un dramón, pero tan estupendamente contando e interpretado, que lo que transmite al espectador, lejos de ser negativo y deprimente, es esperanzador y positivo.
Incendies te deja muy buen sabor de boca.
Y habla de muchas más cosas, entre ellas, de las mujeres. Otra de las frases claves de Nawal es "estas furiosa contra mí, igual que yo lo estuve contra mi madre, y mi madre contra su madre". Y sí, las mujeres se dan cuenta de muchas cosas que tiene que sufrir y contra las que tienen que luchar, pero a la hora de educar repiten muchos de esos patrones. Así que Incendies no habla sólo de países lejanos y aquejados de violencia, sino del individuo y de las estrategias que por intuición vamos aprendiendo poco a poco, para intentar mejorarnos, a pequeños pasos.

Y yo os la recomiendo, lo malo es que acudí el último día de representación (ayer domingo). Pero estad atentos y si repiten y tenéis ocasión, no os lo perdáis. Por cierto, también merece la pena, buscarse alguna actividad para conocer Las Naves del Matadero.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Con estos si


Salgo de yoga y me acerco a la glorieta de Bilbao. Oigo un jaleo impresionante. En el semáforo de la calle Carranza un millar -o dos- de ciclistas, hacen la ola levantando su bici.
Hoy es jueves, último jueves del mes, y bicicrítica toma de nuevo las calles de la capital. Les sigo desde la acera opuesta, mientras bajan por Sagasta y Génova, hasta Colón. Veo el enorme gusano continuar hacia Jorge Juan.
En el sentido de subida un centenar de coches atascados tocan, histéricos, sus "bocinas". Lo siento si estabas atrapado en el mogollón. Toda mi simpatía se la llevan los ciclistas y patinadores que bajan. Un grupo alegre, sanote y reivindicativo. Con razón. A estos si que debería unirme, me digo. En cuanto tenga mi bici de paseo.
¡Queremos carril-bici! serio y completo ¡Ya!

Gavilán ataca, de nuevo


Gavilán Palomo cumple diez años. ¿Y quién es Gavilán? Se preguntarán algunos. Pues nada más y nada menos que una mujer cualquiera a la que un día se le ocurrió apuntarse a unos cursos para post-adolescentes en una localidad costera. La pobre, sin comerlo ni beberlo se convirtió en el chiste recurrente de tres post-ados muy saladas, pero con muy mala leche.
Desde entonces Gavilán ha sobrevolado por mi vida, primero en forma de fancine, luego en novela y ahora, para celebrar su aniversario, se apunta al mundo blog. Tiene su gracia, más que eso, luce un humor gamberro que te hará soltar carcajadas. La añado en mi lista de blogs, para cuando os aburráis en la oficina. Os recomiendo ponerla en favoritos.
Un éxito asegurado. Ya tiene más seguidores que mi blog, lo que tampoco es muy difícil.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

A primera vista


Una de las cosas que más me gusta de esta nueva etapa Zen, en la que Maru me ha embarcado, es verme rodeada de gente sorprendente cada dos por tres. Ayer mismo me reuní con un grupo de esos encantadores seres en una jornada de puertas abiertas. Nos surtimos de nuevos complementos, nos tomamos un vinito y nos reímos.
Me gustan esas veladas de espíritus libres en las que se puede hablar de lo divino y lo humano, de duendes y encantamientos, y nadie te mira como si hubieses perdido un tornillo. En realidad, creo que el secreto consiste en que cuando se nos afloja una tuerca no nos paramos a buscarla, caminamos más ligeros.
Así que allí estaba yo. Resplandeciente, como lo estoy desde que la semilla empezó a germinar en mi interior. Cuando un exótico y desconocido hombre de ojos profundamente negros me sonrió desde la otra punta del salón. Ya está, me dije, lo he conseguido, soy Zen, alegre e irresistible. No era guapo, pero era cautivador.
Así que, intrigada ante la vista de una persona nueva e interesante, seguí sus movimientos, a ratitos, por aquel salón inundado por la conversación, la risa y las buenas vibraciones.
Llegó la hora de despedirse y el desconocido se me acercó. Y entonces abrió su boca y con su sugerente acento me musitó: "lo que tienes que hacer es coger dos batatas, una zanahoria..." y a partir de aquí me dio la receta secreta de un puré supervitaminado que me aportará ese "algo" que me falta y acabará con mis ojeras congénitas.
Os sonará cómico, según quien seas. Pero yo ya me he comprado los ingredientes para esa poción que ingeriré semanalmente hasta que ese "algo" que me falta forme parte de mí, sea hierro, sales minerales o un poquito de cariño naranjil. Me da igual. Confío en el exótico desconocido, ya no tan desconocido, y en el diagnóstico de sus profundos ojos negros.

Además, nunca había captado la atención de alguien de una forma tan meteórica. Lo dicho, soy Zen, alegre e irresistible. Incluso faltándome un algo.