Y aunque sea contraria al viejo dicho de que una imagen vale más que mil palabras, no nos queda más remedio que llenar hoy el vacío lingüístico con otros recursos.
Como una parábola de lo que el yoga está haciendo en mi vida os torturo con una fotografía de mis pies -lo siento C., no sabes como lo siento, la pobre C. es podofóbica- en plena práctica.
La primera vez que aterricé en una esterilla y oí a mi profesora que debía separa los dedos de los pies, pensé que aquella mujer no era consciente de que hay cosas que son inamovibles. ¡Qué equivocada estaba!
Ahora puedo confirmaros que todo, todo, todo, en esta vida es susceptible de cambio, de evolución, y, por ende, de mejora. (Como prueba irrefutable os diré que mis pies no sólo son capaces de separar sus dedos por sí solos, sino que hace siglos que no sufren aquellos molestos calambres que atenazaban sus huesecillos).
Que ustedes caminen bien, en contacto con la tierra, ligeros, con o sin rumbo, pero con la sonrisa abriendo paso (es mi deseo hoy).
4 comentarios:
Vale tía, pero no era necesario, podrías haberte puesto unas aletas y unas gafas de bucear, habríamos imaginado igualmente que puedes separar tus deditos en clase de yoga. Yo también se separar....C
A mi lo que me tiene descolocada es llegar a lacasadeloro y encontrarte con cambiando los canales de la tele con los dedos de los pies.
Ahora lo entiendo todo.
SUS
¿Y porqué no? Tú y yo tenemos un amigo común que mueve las orejas...
yo tengo un cuñado que también las mueve...
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