Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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sábado, 12 de febrero de 2011

Viejos errores

Lo peor del colegio de monjas en el que crecimos era la falta de imaginación de la mayoría del cuadro docente. Y la peor consecuencia de ese defecto era el machaque al que se veían sometidas aquellas alumnas que escapaban a lo que se supone esperaban de nosotras: no alborotar más allá de tu pupitre y entender las materias a la primera. Es decir, que tu educación no representase un esfuerzo suplementario, vamos, ni un mínimo esfuerzo, al profesorado.
Y no lo digo como alumna resentida, para gracia -o desgracia, no lo sé muy bien- mía, yo pertenecía a ese grupo de alumnas con grado de conflictividad de cero. Desde la visión que entonces tenías, veías injusticias a la hora de imponer castigos por el comportamiento de algunas compañeras que no era para tanto, pero no se advertía tanto la injusticia en las notas. Pensabas que había un grupo de alumnas menos dotadas para los estudios.
Los años demostraron que aquellas alumnas estaban dotadísimas para los estudios, tanto o más que el resto de nosotras. Inteligentísimas amigas mías sufrieron durante años esa política de indiferencia hacia un estímulo suplementario que las aburridas -o cómodas- profesoras eran incapaces de proporcionarles.
Creía que las cosas habían cambiado. Hasta que una de mis hermanas me comentó el otro día la reunión con la profesora de lengua de su hija, dos horas delante de un cuaderno de actividades monótonas y repetitivas, sin sentido, explicadas por una persona de mente cuadriculada a la que no le entraba en la cabeza que al describir las características de una palabra su alumna hubiese escrito "singular, femenino..." en lugar de "femenino, singular...", extrañada porque la letra y el orden del cuaderno se habían deteriorado a medida que avanzaba el curso. De aburrimiento, os lo prometo, aseguraba mi hermana, llevan meses realizando la misma actividad, día, tras día. Naturalmente, no puede contarle eso a su hija, tendrá que estimularle y conseguir que encuentre la fórmula de "pasar por el aro"; pero en cierto modo, se queda más tranquila, el desconcierto que mi sobrina sufre este año no se debe sólo a ella, tiene enfrente un par de profesores que son incapaces de despertar su entusiasmo, de poner a funcionar su materia gris.
Tengo familia y amigos que son profesores, se que hoy la gran mayoría han incorporado la imaginación a sus clases, se forman, se estrujan la mente y se entregan cada día en conseguir capturar la atención y el entusiasmo de todos y cada uno de sus alumnos. Pero todavía quedan viejos diplodocus o consiguen entrar en el gremio gente sin imaginación y sin vocación ninguna que piensan que todo está en los libros y poco en el alma (en realidad, especímenes de este tipo hay en todas partes).
Desde aquí, un brindis por los buenos profesores.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, un brindis por los buenos profesores. La verdad es que hay una diferencia tan abismal entre unos y otros. Entre poder disfrutar aprendiendo o que tus clases se conviertan en una pesadilla insufrible.
Así que me comprometo a ayudar a mi confundida Claudia a descubrir la gracia del hiato, a diferenciar la llana de la aguda y a localizar el verbo entre palabras y el sujeto omitido ese que anda escondido.
Menuda tarea me espera, yo que siendo de letras nunca entendí que las sintaxis, gramáticas y ortografías se estudiaran de forma científica pero.... es lo que toca.
Dame paciencia e inspiración oh grandísima enciclopedia de la improvisación.
SUS

Anónimo dijo...

Ánimo Susana!
Tal vez Claudia tenga la mente científica...Además nosotras somos de la vieja escuela y no es que hayamos tenido una educación muy creativa. Y luego mira lo ingeniosas que hemos salido...
Lola P.