Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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jueves, 16 de julio de 2020

Carmen, que hoy es el día, y otras cosas



En mi trayecto mañanero del Paraíso a la ofitonía, me marco un paseo majo de Sol a Atocha. Si este post lo hubiera escrito ayer os habría hablado de la desgana que va penetrando en los trayectos que forman parte de la rutina; pero este post lo escribo hoy, tras el paseo en que me desdecía del pensamiento de ayer. ¡Cómo me gusta la calle de Atocha! Hoy, sin duda, me he puesto mis ojos de mirarlo todo, en lugar del piloto automático.

No sé si quería contar algo o si hay algo que quería contar desde hace días, pero se me resistía y el teclado y mis manos han permanecido mudas. En mi proceso escribidor, unas veces tengo el tema muy claro y todo fluye desde el cerebro a las manos. Otras veces algo se cuece en esta azotea, que poco a poco va convirtiéndose en idea. Y hay ocasiones, como ahora, en que la cojo a medio formar y que sea lo que Sangabo quiera.

Mujeres en la literatura, perspectiva femenina, la Laforet (que tengo una promesa incumplida desde hace varios post). Me ronda, me ronda desde hace semanas, pero no aflora. Muchas veces me pregunto cómo las mujeres hemos sido capaces durante siglos de asumir nuestro papel secundario, no siempre de manera resignada, claro. Siempre ha habido voces empeñadas en mostrar también nuestra versión de las cosas. Te sorprendes leyendo a las escritoras de todas las épocas, unas pocas reconocidas, otras muchas -¡por fin!- reivindicadas poco a poco.

¡Qué modernas¡, piensas.

No, ¡mujeres!, así, simplemente. Mujeres que han podido acceder a la cultura, a otra realidad alternativa a aquella mentira de inferioridad en que se las educó.

Yo hace unos post os quería hablar de la Laforet, esa escritora que con 22 años y en la inmediata posguerra -entre censura y literatura oficialista modeladora del "nuevo pensamiento"- se marcó un pedazo de libro que se llama Nada y que debería tenerse como la novela española de aprendizaje por excelencia, igual que los norteamericanos dan a leer su El guardian entre el centeno a todas sus generaciones.

No me voy a marcar un post dándomelas de entendida (no lo soy), mejor os recomiendo que no os perdáis el capítulo que Imprescindibles le dedicó, pero sí voy a destacar tres datos:

- Que una mujer de 23 años ganara el Nadal con una novela tan atrevida para la época. No solo por el ambiente que refleja o por tratar temas como la violencia doméstica o el suicidio, sino porque la protagonista es una chica de 18 años que aspira a estudiar, a ser libre e independiente. Gran transgresión en los años cuarenta, aunque pueda parecer raro.

- Tras Nada, publicó otras cuatro novelas más (una de forma póstuma) y diversos relatos. Los críticos suelen destacar la lucha personal que era para ella cada nueva novela; escribir una primera obra tan reconocida como Nada pone el listón muy alto. Además, las escritoras lo tenían difícil en aquella época en que había que cumplir con el papel de esposa y madre modelo y compaginarlo -y anteponerlo- con la actividad profesional (tener una actividad profesional no dejaba de verse como algo que te impedía realizar al cien por cien tu verdadera ocupación: la de esposa y madre modelo). En muchas críticas y entrevistas a escritoras de aquella época no faltaban alusiones a su condición de mujer o preguntas sobre sus quehaceres domésticos y deberes conyugales y familiares.

- La última novela que publicó en vida fue en 1963. Al separarse en 1970 su marido le hizo prometer que jamás escribiría sobre su relación, seguramente esto influyó en ese silencio o interrupción de su carrera literaria en sus últimos años. Es triste que alguien te prohíba que puedas hacer uso de tu propia experiencia para inspirarte, es una forma de cercenarte. A partir de tu propia experiencia construyes una realidad paralela, que ya no es la realidad. Por mucho que inspires un relato el que está ahí plasmado no eres tú, es ya otra cosa.

Literatura, perspectiva femenina, escritoras... seguiremos con el tema.




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