Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

jueves, 23 de abril de 2020

Toi, mon ami, mon amour


Querido libro, en mi pensamiento y al alcance de mis manos desde siempre. Ilustraciones setenteras en un libro de cuentos de tapas blancas; más ilustraciones, estas firmadas por María Pascual; un librillo de animales con que premiaron mi paso de la cartilla Palau a tus páginas, qué ganas de lograrlo; los poemas aprendidos en esos tomos de la antología para niños o recopilados por Carmen Bravo-Villasante, que aún puedo recitar, Gloria; Celia, los cinco, los siete secretos, los internados de Tores de Malory y Santa Clara, Kásperle...; cuentos diminutos comprados en el kiosko, me asalta un título Los tres pelos del diablo; una adolescencia marcada por Gabo y el boom; escritoras, en especial Montero; clásicos escogidos al azar; picoteo moderno; épocas de vacío lector, épocas de reencuentro y atracones; lectura profunda, lectura casual, lectura banal, lectura parcial, lecturas compartidas, lecturas en otros idiomas; novela, teatro, poemas, ensayos, libros ilustrados, tebeos, comics; empachos atrapada entre tus páginas, sensación de vacío al acabar; refugio, escape, estudio, reflexión, psicoanálisis...

Tanto por leer, tanto por delante, librerías embrujadoras que te atrapan en el tiempo y de las que no puedes salir sin un tomo en tus manos... Cadena humana de pensamientos, de ideas, de teorías, de sentimientos, que nacen, crecen, se reproducen, mueren y renacen, como el Ave Fenix; lo que somos, lo que fuimos y lo que seremos.

Papel y tinta, letras, palabras, frases, grabados, ilustraciones, tapa dura, tapa blanda, páginas de tono blanco, o amarillento por el paso del tiempo, lugares de tus estanterías a los que avanzas decidida porque sabes que allí está el que buscas, recuerdos asociados a un título, huecos de aquellos que prestaste y nunca volvieron, deudas pendientes de los que no devolviste.

Hoy, Día del Libro, me doy cuenta de que estos días ando buceando en páginas más académicas que lúdicas, ni siquiera consigo engancharme con las lecturas recomendadas de mis asignaturas. Hay que poner remedio, creo que necesito un buen título que me envuelva en sus brazos a ratitos.

Querido libro, de pronto me asalta el pensamiento de que contigo mantengo la relación amorosa más larga, libre, sana y detallista que he tenido en mi vida (qué cosas). Y como además no eres posesivo, celoso, ni rencoroso, te puedo decir tranquilamente que si en otras épocas me has acompañado en mis desplazamientos en transporte público o me has ayudado a descansar en momentos de ocio, estos días estoy deseando dejarte en casa y salir a vivir mi propia historia sin nada en la mochila.

Confieso que antes de ponerme ante el teclado tenía pensado hablar de esa imagen tan recurrente en la que se equipara nuestra vida a una novela, y hacer alusión a las ganas que tenemos todos los que seguimos en casa de continuar escribiéndola cuando salgamos. Pero luego pensé, no, no hay que esperar a poder salir de casa para continuar con nuestra propia historia, nuestra historia personal son también estos días aunque se vea un poco limitada en ciertos aspectos, o quizás no, quizás los límites solo nos los estamos poniendo nosotros, ¿qué pensais?

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