Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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miércoles, 1 de abril de 2020

Tocar a alguien


Hace unos meses, de la manera más tonta, o más académica, en una página de análisis sintáctico me topé con esta frase: Tocar a alguien supone abrir un sendero que no existía.

Busqué el autor y, según internet, es de Dolores Redondo, así que esperando no equivocarme, os doy el nombre de la autora, para no apropiarme de nada ajeno.

Los libros, las palabras, la comunicación en general, tienen siempre por encima de lo denotativo, ese poder connotativo y pragmático (¿véis qué postureo filológico me marco?) que nos hace adueñarnos de ellas e interpretarlas a nuestra manera.

En estos días de confinamiento y distancias de seguridad ese tocar a alguien, por lo menos para mí y supongo que para muchos tiene un poder bastante evocador.

Tocar a alguien es pensar en los abrazos de C., que son como las olas del Cantábrico, me ponen las pilas y me quitan las penas; tocar a alguien es ir recibiendo a la familia y añadir más platos a la mesa; tocar a alguien es dejarte envolver por los armarios roperos en que se han convertido tus sobrinos y volverte tú niña rodeadita de amor; tocar a alguien es peinar a tus sobrinas, abrazarlas o darles un masaje en los pies (hay sobrinas ahijadas muy, muy tiranas); tocar a alguien es saber de antemano qué vas a sentir entre los brazos de cada miembro de tu enorme familia; tocar a alguien es dejarte acariciar por las risas sonoras de tus primos; tocar a alguien es juntarte los jueves con las ursus y darte dos besos y un abrazo más o menos grande y verte reflejada en los ojos de esa segunda tanda de hermanas que te acompañan casi desde que tienes uso de razón; tocar a alguien es la sonrisa desde lejos, los dos besos al encontrarse y algún abrazo para rematar el saludo, bailar en las fiestas y lanzarte a los brazos de alguno de tus amigos o amigas de toda la vida y dejarlos desconcertados, sobre todo a los primeros; tocar a alguien son los besos de abuela que nos dimos mi bestfriendforever y yo hace apenas mes y medio; tocar a alguien es la exaltación de la amistad de la penúltima; tocar a alguien son los abrazos de los tropecientos que hicimos aquel curso; tocar a alguien es reunirte con tus grupos de amigas y hablar de lo humano y lo divino; tocar a alguien es rozarlo, acariciar su mejilla o mirarle a los ojos a lo largo del tiempo preguntándote muchas cosas, aunque no tengas respuestas; tocar a alguien es llenarle la camisa de lágrimas; tocar a alguien es querer prolongar el momento, o darle más intensidad o fundirte un poquito con la otra persona. Tocar a alguien es desde luego un sendero, un camino, una carretera o un jardín privado para ti y el otro.

Tocar a alguien es muchísimas cosas. Estos días procuro ir tocandoos y que me toquéis con la voz, poquito a poco, a veces os veo por videoconferencia, que es el tocar a alguien de estos días. Vuestras voces y vuestra imagen al otro lado de la pantalla me levantan el ánimo, pero al colgar confieso que a veces me da un pequeño bajoncillo, pequeño, transitorio, en que pienso en las ganas que tengo de veros en vivo y en directo y tocaros y que me toquéis y seguir abriendo senderos.


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