Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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lunes, 13 de abril de 2020

De la retórica a la gimnasia


Me he pasado estos días de Semana Santa, dentro del confinamiento general, confinada individualmente en la Retórica. Un trabajo pendiente con fecha de entrega; no sé como lo hago, siempre apuro casi hasta última hora, pero es que estos días cuesta un poco más concentrarse (esto no es más que la típica y socorrida excusa de una escapista habitual, la verdad).

Mientras buscaba, en veinticinco siglos de historia de la Retórica, inspiración para rellenar mi PEC (prueba de evaluación continua) o PED (lo mismo pero a distancia), me llamó la atención una de las aplicaciones platónicas de este arte político: dos al cuerpo (medicina y gimnástica), dos al alma (legislación y justicia). ¿Retórica en el gimnasio? Me pregunté yo y me propuse enmendar un poco mi ignorancia.

Mis primeras incursiones por Internet, me revelaron que la palabra gimnasia procede del adjetivo gymnós (o gumnós), que quiere decir desnudo. De esta guisa, como tributo a los dioses y para celebrar la belleza de los cuerpos, se realizaban los juegos gimnásticos. Eran estos pruebas físicas y espirituales recompensados con honor y reconocimiento, no con bienes materiales.

En cuanto a la Retórica, los gimnasios pasaron de ser centros deportivos a convertirse en centros de reunión para literatos, filósofos y retóricos.

No contenta con las primeras impresiones cibernéticas, una vez finiquitada mi PEC en plazo, esta mañana la he invertido en ampliar esta información con un artículo más científico, que daría para otros muchos temas que no vienen al caso (entre otros, el del amor como fuerza creadora, un tema que podría haber sido interesante en el Día Internacional del Beso, en el que estamos, pero que de momento dejaremos almacenado en el cuaderno de notas).

Solo añadiré que los gimnasios fueron también centros educativos y que los juegos, en su origen asociados a ritos funerarios de homenaje al finado, eran una especie de sacrificio en los que se ofrecía la energía natural que el hombre lleva en su interior, lo que se materializaba en realidades palpables (sudor, saliva, semen). Razón por la cual, cuestión de ahorro, los primitivos gimnastas "pasaban treinta días de preparación para las pruebas observando una rigurosa dieta vegetariana a base de higos y queso, y alejados de las relaciones sexuales". Como era previsible, también he confirmado que la entrada de las mujeres estaba rigurosamente prohibida en el gimnasio, como en la mayoría de las esferas de la vida pública (otro tema que de momento dejaremos en el tintero).

Pero me disperso y no concreto, que diréis que por qué os hablo de pronto de retórica y gimnasia; pues, primero, porque sigo el hilo de mis pensamientos, pero, además, porque esto es lo que muchos hacemos estos días. El confinamiento nos ha llevado a poner en práctica, a algunos más que nunca, el "mens sana in corpore sano", porque ahora ya no sirve argumentar que no hay tiempo y la gran mayoría podemos encontrar algún momento del día para ocuparlo en algo de ejercicio, algo de lectura, algo de música, algo de dibujo, algo de escritura, o cualquier otro algo cultural.

Es tiempo de contemplarse, cuidadarse y mimarse. De mantener activos cuerpo y mente. Yo estoy encantada con mi vuelta al yoga, que me hace más consciente de este cuerpo que me ha tocado, todavía capaz de hacer cosas increíbles si lo mantienes engrasado y estirado; con la paz que me proporciona la meditación diaria; con la recuperación de mi balcón, que es otra especie de meditación; y con esos hilos que saco de mis estudios y lecturas, desde los que ovillo y ovillo, ejercitando la mente, sea de forma más o menos acertada. El caso es moverse, incluso en el confinamiento.

Y os dejo, que aún me esperan las lenguas románicas, la paleografía, el reto pictórico diario (by K. y M.), la sesión de yoga de por la tarde y algunas cositas más. Por cierto, no olvidéis que es el Día Internacional del Beso y si podéis besar, hacedlo, a primera consulta de Internet (y sin verificar fuentes) encuentro que con un beso se mueven 34 músculos faciales y, para adoptar la postura adecuada, otros 134; además de la cascada química que llega al cerebro. ¡La pasada!




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