Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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martes, 29 de marzo de 2011

Thinking

Recorro el dial y doy con una tertulia sobre la mujer y los puestos directivos. Me interesa, me paro. La he pillado a la mitad, así que desconozco los nombres de los participantes. Uno de ellos -hombre- ha publicado un libro sobre el tema, con entrevistas a grandes directivos, hombres y mujeres.
El programa está a cargo de una mujer y da la impresión de que de manera habitual tratan temas de igualdad. Está interesante. De pronto la moderadora me deja boquiabierta y presta a sacar las uñas. "Entonces -dice, con voz pícara- tú que les conoces a fondo, ¿qué diferencias hay entre el directivo hombre y la directiva mujer? porque está claro que nosotras somos más... astuuutaas". Ese astutas me suena a malignas, conspiradoras, aplastacabezas, maquiavélicas, traidoras (por no citar especies animales en su sentido más humanamente peyorativo, términos auténticamente machistas y que desde hoy lucho por erradicar de mi vocabulario, donde por desgracia se encuentran bastante incorporados).
Siento que se me hincha la vena de la sien derecha y me sublevo contra esa idea que oigo repetir a más de una mujer "es que nosotras somos más malas". "Pues seréis tú y tus amigas que sois una panda de arpías", me dan ganas de contestar, porque yo no pienso eso de las que me rodean, ni de mí misma.
Y es que a veces somos nuestra propia trampa. Hasta que no aprendamos a vernos como personas, en general -hay tías geniales y tíos geniales, de la misma forma que hay mujeres veneno como hay hombres veneno- no alcanzaremos la igualdad.
Claro que también caemos en otros errores porque ¿quién me asegura a mí que adiviné bien la intención de la periodista? A lo mejor le di mi propia interpretación, desde una perspectiva de auto-defensa. Tal vez para alcanzar la igualdad también tenemos que aprender a no ser tan susceptibles, a eliminar ciertos complejos, ciertas ideas preconcebidas sobre lo que los demás piensan.
Queda mucho por hacer, desde todos los ángulos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sepas que sí que tienes amigas arpías, yo se de una que metió a su hija menor hasta las trancas de virus estomacales en casa de su santa madre tres días antes de que a esta última la intervinieran quirurgicamente, jurando y perjurando que eso no se pegaba y que su promgenitora era totalmente hipocondríaca y neurótica. Pero la divina providencia ha castigado a esta perraca y mala hija y le ha lanzado un rayo fatal que la tiene retorcida de dolor en la silla de su oficina y toda la mañana cagando leches (nunca mejor dicho)en el WC comunal de oficina y registro, un panorama vamos. Así que aprovecho este espacio para decir que las mujeres somos malas, perversas y viciosas, y qué.

Mel dijo...

Pues seréis tú y tus amigas ¿te conozco?

Anónimo dijo...

Si mon coeur, claro que me conoces aunque la próxima vez que me veas en el tejado te pareceré un gato flaco y desarrapado.