Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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martes, 15 de marzo de 2011

No es un día cualquiera

Día libre caído de la nada, pero en esta ocasión con tiempo para planificarlo. Llevo saboreando desde hace tres días lo que haré con él. No lo perderé me digo, esta vez no. Salgo de casa con la "mochila" a cuestas, hoy me he levantado y tengo ganas de pasear (cada uno amolda el ocio a su manera).
Me voy a yoga. Las clases matutinas son diferentes a las vespertinas. Aunque parezca obvio, las matutinas son una buena forma de empezar el día (te ponen las pilas) y las vespertinas son una manera estupenda de terminarlo (canalizas la actividad de la jornada, el cansancio, las preocupaciones, y cierras con la energía en su sitio). Diferentes. Ni mejores ni peores, cada una tiene su encanto. Uno de los puntos fuertes de las matutinas es que puedes alargar el momento desayunando con alguna de las chicas.
Y luego, cada mochuelo a su olivo. Yo me pierdo por Augusto Figueroa y más allá. Busco zapatos para una boda. Como siempre, no los encuentro. Como a veces me sucede, los únicos que encuentro son demasiado caros. Un capricho. "Quiero el camello, lo quiero, lo quiero repitió el niño", me vienen a la cabeza estos versos infantiles. Los zapatos han despertado mi lado consumista, algo que no suele ocurrirme, o que me ocurre sólo de vez en cuando. Lo que quiere decir, una de dos: a) que estoy cegada; o b) que son monísimos, ideales para mi modeluki y perfectos. El caso es que no encuentro ningún otro par que supere al elegido (según mis amigas soy también así de exigente con los hombres, lo que no aprecian es que raramente conozco hombres nuevos).
Me alejo de los zapatos diciéndome que quizás vuelva a por ellos ("busque, compare y si encuentra algo mejor, comprelo" la gente de mi generación recibió este legado del hombre blanco de Colón y lo llevamos marcado a sangre y fuego).
Es el único capricho del día que no me permito. El leitmotiv de hoy es hacer lo que me venga en gana, sin pausa y sin prisa. Sigo caminando, cruzo la Gran Vía y callejeo por Sol y más allá. Soy como una guiri en mi propia ciudad. A la hora de la comida elijo "Estado Puro" y me tomo un caldo de cocido y un flamenquín de jamón y foie, ahora sí que me doy el capricho. Lo disfruto, pero me doy cuenta de que me he equivocado de sitio, las tapas de Roncero son para ir en compañía, compartiendo disfrutas de más variedad y las mesas son demasiado altas para una tipa sola con un cuaderno y un bolígrafo.
Cuando termino me encamino al Thyssen, me encuentro allí con Maru que está estrenando su carnet de prensa, con cara de niña con zapatos nuevos. Vemos juntas heroínas, pero no os digo más, los contenidos culturetas son su especialidad. Me despido de ella -la dejo alargando el contenido de su invitación- y me pierdo un rato por la tienda del museo. Me encanta cotillear las tiendas de los museos.
Continuo andando. Me he dado la vuelta a Madrid, pero hoy no cojo transporte alguno. Decido seguir andando hacia casa y tomar un cafetito, dado que la comida fue escasa. Elijo una pastelería art deco, saco mi cuaderno, y pido un café y la palmera que me recomendó K.
Un día mío, mío, por mí y para mí.
Os lo recomiendo: regalaos alguno, de vez en cuando.

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