Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

domingo, 14 de noviembre de 2010

Low cost

Me siento intrèpida y tengo ganas de ver a la familia y cambiar de aires, asì que me decido a probar el mundo del Low Cost -ya, ya sè que soy una antigua- y de paso me marco un viaje relàmpago.
Me estreno con todas las de la ley. Llego con el tiempo justo de plantarme ante la puerta de embarque diez minutos antes de la hora fijada. "Menos mal que contuve mis instintos de fumadora y no salì a la calle antes de pasar los controles", me digo. Y entonces una amable voz nos informa de que debido al temporal -"?"- de niebla se estima un retraso de tres horas, pero les daremos un tentempiè; fin de la explicaciòn, con lo que la mayorìa de los pasajeros entendemos que en el aviòn se nos darà algo de comer por cortesìa de la companìa.
"Carallo, tenìa que haberme fumado ese cigarro" me amonesto, mientras me encamino a pagar un desayuno de plàstico a precio de oro. Descubro que el autoservicio tiene zona de fumadores. Entro con mi tè y mi cruasàn sobre mi bandeja, e intento encontrar hueco en una mesa. Sujeto la bandeja con una mano, mientras con la otra aparto pilas de vasos vacìos y ceniceros llenos a reventar. Corto un trocito de bollo y me lo llevo a la boca. Dios mìo, me ahogo, cuanto hace que no limpian esta sala? Dònde està la ventilaciòn? Somos fumadores, pero tambièn tenemos derecho a vivir. Salgo corriendo con mi bandeja humeante y me siento en una mesa libre en el lado de personas con derecho a la vida y a la limpieza. Desayuno mientras esbozo en mi libreta de mano el siguiente comienzo para una entrada del blog "Què hacer tres horas en un aeropuerto?: 1. Coger el tifus en el àrea de fumadores". Como soy un poco sàdica, en cuanto acabo el cruasàn me dirijo de nuevo al àrea de fumadores. Me fumo un cigarro corriendo y sin apenas respirar y huyo deseando que la Ley Antitabaco acabe cuanto antes con esas trampas mortales a las que el vicio y la inconsciencia nos conduce.
Paso el resto de las tres horas llena de esperanza, los paneles avisan sucesivamente que embarcaremos a las 11:30 ("bien, sòlo una hora de retraso"), a las 12:10 ("ya queda menos"), a las 13:20 ("..."), a las 14:40 horas...
Por fìn despegamos, despuès de la operaciòn de asientos no numerados y colocaciòn de maletas -una por pasajero, asì nos ahorramos los gastos de facturaciòn- en los maleteros. Son las cuatro de la tarde y si viajase a Washington ya sòlo me quedarìa medio camino. Afortunadamente voy a la vuelta de la esquina y el viaje se presenta interesante para la pràctica del empirismo. Las dos horas y media que dura el viaje se convierten en una autèntica demo del espìritu Low Cost.
Nada màs despegar y antes de que el aviòn vuelva a su posiciòn horizontal, las azafatas andan ya de una lado para otro. Una vende cigarros electrònicos, la otra reparte el menù y las revistas con los artìculos del Duty Free, la tercera toma nota de las personas que quieren bocadillos calientes.
Alguien reclama el tentempiè prometido por megafonìa, la ùnica azafata que habla espaniol argumenta que eso no es posible, que no saben nada. Parece ser que la oferta fue de Aena y que el psicolabis lo tenìamos que haber reclamado en el aeropuerto, pero dònde?, a quièn?
Llega mi turno de pedir la comida, he elegido una oferta, lleva un sandwich frìo, una lata de refresco y una chocolatina, todo por seis euros. "No està tan mal", me digo, "vengo de vivir durante unas horas en la localidad màs cara de Espania: el aeropuerto de Barajas". Resulta que no quedan chocolatinas, asì que me cobran 6,30. Còbrame 6, le digo, como si hubiese comprado la chocolatina, pero no me la das, yo hago como que me la das, hasta pondrè cara de satisfacciòn en el postre, en serio. Nada, no hay tu tìa, si no quedan chocolatinas, no hay opciòn menù. Pago 6,30 €, sin entender muy bien el tema, pero debo ser yo, no hay duda, soy una antigua y una inmovilista, no acabo de captar el espìritu Low Cost.
Y entonces llega: la hora de la loterìa. Por el interfono anuncian los maravillosos premios que puedes conseguir en tan corto trayecto. La oportunidad es tan interesante -es la ùnica locuciòn que se repite en espaniol ademàs de en inglès- que tengo que hacer un esfuerzo por contener mi lado ludòpata. Ya estamos casi llegando, las azafatas se apresuran a ofrecer los productos Duty Free, yo he visto que venden hasta zapatos, podrìa sacar mi lado sàdico y pedirles unas botas del 41. Seràn capaces de llevar todo un muestrario de zapatos en la bodega del aviòn? Es esa la razòn de que facturar una maleta cueste dinero? El empenio del viajero por ahorrar abre grandes posibilidades de negocio.
Levanto el dedo, pero decido que no serè cruel, esta azafata es una profesional que se merece todo mi respeto, ha sido capaz de abortar un motìn de espanioles hambrientos a los que se le prometiò un bocado y ha tenido que lidiar con mi ignorancia de la ley de la oferta -si falta algùn elemento, no hay oferta- en los menus LC -low cost-. Ademàs hemos entrado en un àrea de turbulencias, estamos iniciando el descenso, y ellas siguen, pasillo arriba, pasillo abajo, barriendo el suelo, vaciando las papeleras del banio. "Por favor, que alguien ate a estas mujeres", me dan ganas de gritar, pero me contengo y pongo cara de viajar en Low Cost al menos una vez a la semana.
Aterrizamos. Estoy tan integrada que me lanzo como una loca a por mi maleta y me abro paso a codazos por el pasillo, mientras me digo que a la vuelta pienso participar en la subasta.

Por cierto he dejado a Mac castigado en casa, es culpa de esa injusticia que los acèntos se tuerzan al otro lado y que la consonante patria haya sido sustituida por la sìlaba ni, cosas de las islas. I`m so sorry.

1 comentario:

Mr Starman dijo...

¿Low Cost con retraso? Lo bueno del caso es que te evitaste que en el momento inmediatamente al aterrizaje escupieran a todo volumen el sonido de una fanfarria digna de Ascott para luego decir "¡Otro vuelo más en hora!".

Quiza a la vuelta asististe a tan singular marketing.