
Me doy cuenta de que con tanta actividad aún no he mencionado estas fechas. Y ahora, me planto en el último día del año, sin saber si hacer una alabanza de la Navidad (me encantan estas fiestas, desde el momento en que comercios y Ayuntamiento se encargan de anunciarlas, casi un mes antes, hasta el vacío después de Reyes en que hay que recoger el nacimiento y el arbolito y pensar hasta el año que viene; me gusta que la casa paterna parezca un anuncio de El Almendro, cuando reaparecen los de fuera; me dejo contagiar por la alegría loca de mis sobrinos y disfruto como si yo también fuese una enana), un recopilatorio de lo que fue este año (le pongo un positivo a este 2009, a pesar de todo, no se ha portado demasiado mal conmigo, o yo no me he portado demasiado mal con él), un brindis por el 2010 (nada original, pero esperanzador) o una lista de intenciones (prefiero no, nunca cumplo ninguna).
Me decanto por la imagen de aquí arriba (un regalo de Navidad genial) y la satisfacción de dejar constancia de este último día de dos mil nueve en este balcón nuestro.
FELIZ 2010.
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