Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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domingo, 27 de diciembre de 2009

Filosofía vital II. Herramientas básicas.

Cuando creí encontrar al hombre de mi vida, porque a los dos nos gustaba el queso y pasear por el campo, lo suficiente, y no nos importaba tomarnos un bocata de camino, y yo gritaba ¡qué bonito, qué alegre! y luego su largo nombre, con sus dos apellidos, como si yo fuese la Fernanda María del Monte Montes de mi Bryce Echenique, y descubrí que no debo ser muy sensible, porque no me desmayaba ante un animal abatido en la caza, y muchas cosas más. Y luego resultó que no, que no era el hombre de mi vida, aunque a mí me costase asiminarlo, pero no, no lo era, no, porque yo ya sabía lo que quería.
Después de todo eso, y sumado a ese proceso de reconstrucción vital al que yo ya me sometía antes de todo eso, y sigo sometiéndome, día a día, para mejorarme un poquito más y también para seguir convencida de que todo es tan bonito y alegre, y dirigirme emocionalmente desde la inteligencia y la lógica, y después de que Maru me convenciese para ver El Secreto, e intentar visualizar, visualizar, Mel, todo lo bueno que está por llegar, porque tú eres la que forja tu destino. ¡Qué agotamiento! Maru, que me siento culpable cuando pienso torcido.
Después de todo lo anterior, y a pesar de todo ello, por mucho que contradiga a la física quantica, por motivos genéticos, biológicos, psíquicos o histéricos, sin explicación y sin que pueda evitarlo, yo Melinda Moore, desde tiempos inmemoriales -porque no puedo decir si es de nacimiento o costumbre adquirida, que no lo recuerdo- una vez al mes lloro.
Lloro, nada más levantarme, sin motivo aparente, de forma descontrolada, enlazando un pensamiento con otra y haciendo desfilar toda mi filosofía vital por mi cabeza. Y ya estoy harta de sentirme culpable, desde hoy en adelante, sin complejos, incorporo la llantina mensual a mi filosofía vital, porque tengo todo el derecho del mundo a limpiarme por dentro de vez en cuando, sin sentirme por ello ilógica, pesimista, ceniza o derrotista (lo siento Maru).
Decidido, llantina incorporada y clasificada en el cajón de herramientas básicas, junto al paseo sin rumbo, mejor bajo la lluvia, y por supuesto, la verborrea loca de palabras en negro sobre fondo blanco.
¡Ay, que a gusto me he quedado!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vamos tía, si a tí te gusta llorar. Te has dado cuenta que cuando lloras se te ponen los ojos verdes claritos, claritos y ¡¡venga de!!, lo que pasa es que eres "recontracoqueta",como diría el argentino, unas lagrimitas y ojazos. Bss. C

sus dijo...

Pues llora pero eso, una vez al mes eh? Sabes? Yo me he dado cuenta que conforme me he hecho mayor lloro menos así que eso es síntoma de que conservas el espíritu joven y aún sigues rebelándote ... A mi mis llantinas nocturnas hace tiempo que no me asaltan, y me pregunto a veces si es de puro cansancio o porque para mi desgracia he dado por perdida la capacidad renovadora del llanto.