Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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martes, 8 de noviembre de 2011

Inquietudes


Por si no tuviera poco con mi mundo emocional, voy y me apasiono políticamente. "Eres más social" me dijo el otro día alguien utilizando en un sistema de clasificación de temperamentos basados en la tricotomía social-mental-sexual, "también tengo mi puntito sexual" le contesté para hacerme la dura, pero no me sirvió de nada.
Así que aquí ando intentando definir un voto útil. Yo partía de la premisa de que no iba a votar a R., ni a R., no sólo porque piense que el bipartidismo tuvo su época -y su "gracia", muy bien explotada en aquella película en la que Analía Gadé se liaba la manta en la cabeza y estilográfica en mano se buscaba un trabajo que le duraba dos años justos (los que tardaba en llegar al poder el partido conservador), cada dos años (en que volvían los liberales y dejaban de nuevo trabajar a las mujeres). He hecho indagaciones en internet y si no me equivoco el título es "Sólo para hombres", también memorables son "La vida por delante" (estudia, Pedro, estudia, que le decía con su acento argentino a Fernando Fernán Gómez) y "La vida alrededor", secuela de la anterior (como me enrollo ¿no?)- sino porque francamente no creo en sus soluciones. 
Me parece increíble -e imperdonable- que después de varios años en el gobierno R. pueda tener soluciones metidas en la manga y no las haya utilizado; y en cuanto a R., pues aquí me pierde una "regla de tres" de elaboración propia, digamos que encuentro cierta similitud "no sé porqué" entre mi entorno laboral y el partido de R. Trabajo en un sistema semi-funcionarial, en el que identifico tres niveles, que llamaré cabeza política, agentes sociales y ciudadano de a pie. Pues según esta teoría, por similitud, todo el avance social de R. consistirá en pactar con los agentes sociales -que en el universo político son sindicatos y patronales- dejarles contentos y mientras, que el ciudadano de a pie rece "ojalá que llueva café en el campo". Es una metáfora ininteligible, soy consciente, pero digamos que es una "intuición" propia sin fundamento, por lo qué mejor ni le hagáis caso. Así que, como gran argumento os diré que soy contraria a muchos puntos que el partido de R. defiende, entre ellas la privatización de empresas públicas como panacea. Yo optaría por la concesión, es decir, vende la gestión temporal de esas empresas -pero la del agua no, la del agua nunca- a capital privado, pero no te deshagas de recursos básicos o productos tan rentables como el juego en este país.
Total, que en toda está vorágine me quedaba la otra R. Un tercer elemento con fuerza para llegar a ocupar alguna butaquita, e incordiar un poquito, dejando claro que la calle es de todos. Lo veía muy claro, pero por diversas situaciones a día de hoy veo necesario seguir indagando, para tener argumentos más fuertes a la hora de defender, ante mí y mi sentido de la coherencia, porqué voté tal cosa el 20-N.
Y aquí ando, muy perdida, así que para el que quiera información más fiable os recomiendo pinchar aquí, un repasito de la mano de un señor politólogo. Por lo menos hacedle caso y votad, lo que si tengo claro es que las cosas se cambian desde dentro (pero esta es otra historia que me permitirá enrollarme otro día un poquito más).
No dejéis de indagar, libera endorfinas, fijo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡Qué no, qué no, qué no nos representan, qué no, qué no!!. Jamais, jamais, pardon, me sha ecapao, lo siento por el pollo al que no le gusta que le susurren en francés.