Puede ser una manía más o una neura como otra cualquiera. Pero
de vez en cuando y sin explicación necesito un nuevo cuaderno. Da igual como se
encuentre el anterior. En un instante y por algún motivo que escapa a cualquier
lógica, ese bloc que me ha acompañado durante semanas o meses, se convierte en
un montón de hojas inapetecible. Una especie de inquietud me invade y siento
que necesito hacerme con otro, para que las palabras fluyan nuevamente.
Supongo que es algo tan absurdo como pensar que un corte de
pelo marcará una nueva etapa en tu vida.
Absurdo o no, llego a septiembre, mes de rentrées, proyectos
y renovación, con las tareas hechas. Dos nuevos cuadernos se han incorporado a
mi vida, hace tres días visité la peluquería y, para asegurarme el efecto renovador
y entrar en el nuevo mes pisando fuerte, ayer di un paseo por la montaña, bajo
la luna llena.
No me he fijado metas, ni tengo grandes planes. Ya no puedo
decir “cuando llegue septiembre”. Tampoco tendría sentido ponerme a explicar
este salto espacio-temporal que ha sufrido el balcón, cerrado sin previo aviso
durante más de un mes.
Simplemente, ha llegado septiembre. Digamos que me coge con
los zapatos puestos, para seguir camino…
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