Estoy que no sé si voy o vengo. Si prefiero quedarme o
volver a partir. Si subo o si bajo. Si he de buscar o dejarme encontrar. Si
pintar una puerta, si pasarme las horas en un buscador, si anunciar a los
cuatro vientos que vendo palabras… El caso es que mientras ando en esto y me
prometo que no hablaré de política…
No, no hablaré de política,
aunque se nos anuncie la llegada de un nuevo Mr. Marshall auspiciado por los que
en otros tiempos hubiesen tirado piedras ante la materialización del vicio y la
perdición (el mundo se ha vuelto loco, loco, loco…), aunque piense que un cargo
público lo que debe tener es incompatibilidades, dedicación plena, un sueldo
que no supere, pongamos, cinco veces el sueldo mínimo y una auditoría cada seis
meses, aunque me vuelva a sorprender de que todavía no, todavía no nos han
rescatado, que no sé a que esperan, que yo creía que ya teníamos aquí a los
Rescatadores desde hace meses. Ahora mismo estoy visualizando a Merkel como la
encantadora ratoncita Bianca, con aquel gorrito de piel y sus manitas calentándose
dentro de un rollito peludo… pero no, que no hablo de política…
Os decía que mientras no sé a donde me llevarán mis pasos, no
paro de andar. Estos días me dedico a investigar, nuevos caminos, nuevas
sendas, nuevas veredas, por aquí por mis montañas. Y mientras me sumerjo en el
paisaje de los alrededores de mi humilde morada, la incertidumbre deja de
parecerme tal. Yo, cuarentañera, sin oficio ni beneficio (a día de hoy) en un
país al borde del rescate, que improvisa sus planes cada mañana (me refiero a mí,
os he dicho que no pensaba hablar de política), me siento en calma. Como si
fuera una metáfora, mi montaña y sus caminos me convierten en otra montaña
llena de caminos y ya veremos por cual de ellos sale el sol... o la luna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario