Me podía haber ido a un monasterio zen, pero me refugié en
mi propia casa y decidí prestarle un poco de atención. Llevo unos días
tapándole algunos agujerillos, con mis propias manos y con manos ajenas.
(Gracias a la recomendación de un amigo encontré el partenaire ideal para estos
menesteres. Nada que ver con Pepe y Otilio, la verdad.)
Os aseguro que el bricolaje me tiene absorbida. De la mañana
a la noche. El trabajo manual y los paseos por el campo se han convertido en mi
yoga diario. No le doy vueltas a las cosas, no me da tiempo, simplemente me
muevo. Creo que en esto consiste eso de “disfruta del momento”…
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