Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

lunes, 10 de septiembre de 2012

El telonero



Dos metros de altura. Casi un metro de espaldas. Unos vaqueros rotos y una camisa de color caqui. Tatuajes en ambos brazos. Una barba de chivo. Todo en él parecía estudiado para dejar claro que era un tipo duro.

Pero hasta los tipos duros tienen su corazoncito.

Subió al escenario con la guitarra al hombro. Veinticinco años pisando las tablas antes de los conciertos, de micro en micro, de instrumento en instrumento. Veinticinco años templando cuerdas ajenas para asegurarse que las falsas notas no pudieran deberse a motivos técnicos.

Veinticinco años escuchando entre bambalinas los conciertos de todo tipo de músicos. Grandes bandas, pero también niñatos atronadores. Veinticinco años componiendo a escondidas. Reciclando de alguna manera las notas que cada noche entraban por los poros de su cuerpo.

Y por fin la oportunidad de hacerse oír. Esa noche no tendría que bajarse del escenario antes de que comenzara el concierto. Porque esta vez, él daría inicio al concierto. Aún ni sabía como el dueño de la sala había aceptado que fuera el telonero de aquella cantante de Jazz.

“Veintincinco años afinando las guitarras de otros es mucho tiempo. Y entre un concierto y otro a mí también me ha dado tiempo a escribir alguna canción”. Eso dijo y después empezó a cantar. Qué más daba que la mayoría del público mirase hacia otra parte, o que siguieran hablando por lo bajini. Al menos era un público educado. Le dejaban cantar, aplaudían al final de cada canción y, lo mejor, mañana no tendría que leer ninguna crítica. Los teloneros nunca aparecen en las críticas.

A él le daba igual. Estaba sobre un escenario. Tocaba su guitarra y cantaba sus canciones. Solo echaba de menos que ella estuviese allí. Si esa estúpida de Marga estuviese allí para oírle. “No tienes corazón” le había dicho la última vez que cerro la puerta de su casa.

¿No tengo corazón? Mira si tengo corazón. Diecisiete canciones le he dedicado a tu último portazo. ¿No tengo corazón? ¡Ay, si pudieras verme!

No hay comentarios: