Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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viernes, 21 de septiembre de 2012

La lectora indiscreta


Soy pérfida, lo sé, pero aquel tipo se lo merecía. Llego tan tranquilo y se sentó como solo saben hacerlo los tíos, con las piernas abiertas y sin que le importase lo más mínimo que su hombro estuviera empujando el mío. Miré la línea entre ambos asientos... a pesar del tamaño de mis caderas era él el que rebasaba el límite. No soporto la proximidad humana en el transporte público cuando no es indispensable, una es amable y educada, pero la procesión va por dentro...

Te vas a enterar, me dije. Ahora la venganza era mía. Yo no llevaba libro, hacía tanto calor que había decidido rebajar el peso del bolso y además el bochorno me había provocado dolor de cabeza. Ataqué. Desplacé mi mirada en un ángulo de 45 grados hacia abajo y 180 grados hacia la izquierda. Él leía Una novela francesa. Genial, pensé, no la he leído, así me hago una idea. Pesqué un fragmento, pero no me dio tiempo a mucho. El individuo tenía un sexto sentido, u ojos en el cogote. Volvió la mirada y comprobó que sí, su vecina de asiento estaba leyendo su libro. Naturalmente, su vecina de asiento, o sea, yo, concentrada en la venganza, no se dio por aludida, a pesar de seguir sus movimientos por el rabillo del ojo, y siguió con la mirada fija en la letra impresa.

El hombre ladeó un poco la parte derecha del libro. Egoísta, dije para mis adentros, la letra impresa no se desgasta a golpe de miradas ajenas, poca solidaridad hay aquí y luego exigiremos cultura para todo el mundo. En un descuido mío, el hombre aprovecho para cerrar la parte derecha del libro hasta los 90 grados. Egoísta, no podrás conmigo. Impasible, comencé a leer la sinopsis de la cuarta de cubierta.

Así estuvimos un rato, él probando diferentes posiciones librunas. Yo, imperturbable, leyendo hasta el más mínimo caracter que asomase a mis ojos. El hombre se iba poniendo más y más nervioso. Soy pérfida, lo sé. Yo disfrutaba. Y cuando ya no lo esperaba, consiguió sorprenderme. Toma, me dijo, cerrando el libro y poniéndolo sobre mis rodillas.

Pero yo soy perro viejo. Le sonreí. Cogí un bolígrafo de mi bolso, abrí el libro por su primera hoja y le escribí esta dedicatoria: "La letra impresa no se desgasta. Con cariño, Pili" y digna como solo una lectora indiscreta puede serlo me levanté y bajé del autobús, porque aquella era mi parada.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Maravillosa pérfida, Meri !!
Muac
Vice

Anónimo dijo...

Iba yo estudiando una mañana, a las 7:15, Análisis del discurso en el 721 cuando se me sentó al lado un tipo. Se acomodo, sacó un cacharrito y se puso a ver una peli a la par que hacía ganchillo, la verdad es que consiguió sorprenderme, me quite el jersey y se lo puse en sus rodillas y el me apañó un enganchón. Yo le dije "mil gracias desconocido" y el me dijo "chiss no me hables ahora, van a decir quién mató a JFK"

Anónimo dijo...

He tenido que rellenar la casilla "demuestra que no eres un robot" 7 veces para publicar un sencillo comentario, empiezo a tener complenjo de R2D2. No me siento cómoda

La cuerda 3 dijo...

Buenísimo!!! y cierto en su totalidad.
También le podías haber dicho que el libro era un M de M...jejeje (o remitirle a 3cuerdasy1colgado).