Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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miércoles, 13 de febrero de 2013

Una mala sombra


Por fin sucumbimos, sí, sucumbimos, lo digo en plural, que aunque Maru recurra a mí cuando no quiere dar la cara, ambas somos culpables. Nos lo pusieron delante de los ojos, lo cogimos con estas manitas y nos lo ventilamos en apenas tres días.

Qué si, que engancha. En nuestro caso la principal motivación era averiguar como acabaría todo eso, o mejor, como estaba enfocada la historia. A estas alturas no vamos a hacer una nueva reseña de Cincuenta sombras de Grey, seguro que encontraréis miles de ellas con solo teclear el título en Google.

Por eso no me detendré en que es simple, en que más que mal escrita es que no para de repetir las mismas frases a lo largo de las quinientas y pico páginas, ni en que las escenas de sexo son más que light y que lo único que tienen de diferente es un lenguaje más explícito que erótico, en que la diosa interior de la protagonista chirría o en que el sado se reduce a la mención de un par de aparatejos, cuatro latigazos y un par de azotes (afortunadamente).

Lo que de verdad me deja perpleja, escandalizada, asombrada y patidifusa, es que alguien defina la trama como una historia de amor o que, según recogía un suplemento dominical esta semana, haya lectoras que encuentren a Grey irresistible y lleguen a proclamar que quieren uno en su vida.

Y aquí, lo siento, mi diosa interior se pone como una hidra. Grey no deja de ser un cretino ególatra lleno de problemas afectivos que se encapricha de una mujer a la que trata como un objeto. Pero claro, para cretina ella, que se llega a plantear la firma de un contrato con un tipo que no le permite ni tocarle. ¡Toma geroma, historia de amor!

Si las mujeres llevamos años siendo educadas en la horrible trampa del príncipe azul, Cincuenta sombras es la apología total de la otra trampa afectiva en la que caemos las mujeres: toparnos con un raro de cojones y creer que nuestro amor conseguirá transformarlo en un hombre normal, o mejor aún, en un príncipe azul.

La leyenda del príncipe azul, al menos, nos hacía esperar un tipejo que nos tuviese en palmitas. La segunda trampa es aún peor y muchas veces sirve para justificar desde el lado de la que lo recibe el maltrato psicológico o, peor, físico.

Y esa es la verdadera sombra de Grey, desde mi punto de vista claro. Acúsenme de cínica, desengañada, resentida (¿tanto se nota?) o lo que quieran (por cierto, no estaría mal que os marcaseis algún comentario que otro, para variar).

En cuanto a si me leeré las otras dos partes, vale, confieso, en cuanto alguien me preste el segundo lo haré, del tercero pues ya hablaremos...

5 comentarios:

sus dijo...

Mery los comentarios ya van en facebook querida.
yo no la he leído pero cada vexz tengo menos ganas. Me parece una crítica muuuy buena y muy profesional.

MONICA dijo...

Yo te publico un comentario aquí y otro en facebook, que te lo mereces. me ha encantado Meri...como todos tus textos..así me gusta, crítica a tope.. besos
MONICA

Maruxiña dijo...

Gracias!!!!

Anónimo dijo...

Un comentario con retraso, para qué lees kk?, con el poco tiempo que nos queda y la cantidad de cosa buena que hay. c

Mel dijo...

Ya me conoces C., soy curiosa por naturaleza...