Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

martes, 27 de diciembre de 2011

Yo y mi yoga, pues yoga se llama...


Si os digo la verdad me encaminaba hacia el final de 2011 pensando que no ha sido un gran año. Sin embargo, como me pasa siempre que me paro a analizar las cosas, y, empezando por el tema central de este post -el yoga, otra vez-, acabo de encontrar, en sólo dos segundos, dos buenos argumentos para no tirar este año al cubo de "sin pena ni gloria": 2011 es el año en que dejé de fumar y -relacionado con lo anterior- 2011, además, es el primer año de mi vida en que el yoga ha estado presente desde el primer al último día.

Si echáis atrás en el archivo del blog, os daréis cuenta de que el yoga inundó mi realidad a mediados de 2010, aunque nada llega por casualidad y hasta yo me sorprendo de ver en escritos anteriores que estaba rondándome. Hace un par de meses descubrí que todo está rondándonos y sólo hay que atraparlo (la frase, creo, es mía, aunque como no es nada original puede ser de cualquiera); y esto me recuerda que 2011 ha sido, aunque no lo parezca, un año de auto-aprendizaje bastante interesante.

Va a resultar que 2011 ha sido un año con bastante más contenido de lo que yo pensaba...

Pero os decía que el tema de este post era el yoga y no hago más que rondarlo y no abordarlo. Es lógico, el yoga no es algo aislado en mi vida, ya forma parte de ella. O mejor, ya forma parte de mí. Y como todo aquello que es mi esencia me produce sensaciones, pensamientos, acercamientos y alejamientos. Hay días que consigo sumergirme en él, hay temporadas en que tengo la sensación de que no soy capaz de recuperar el apasionamiento que despertó en mí nada más conocerlo. Entonces sueño con recuperar ese "ensimismamiento", mientras que por otro lado me doy cuenta de que quizás haya dado un paso más, pero no lo suficiente...

En realidad, soy consciente de que el yoga va a estar aquí, ya de por vida, y que irá cambiando al mismo tiempo que lo hago yo. Creo que mi yoga es diferente que el de cualquier otra persona. Me moldea y yo le moldeo, nos moldeamos... Estoy segura de que el yoga establece una relación especial con cada una de las personas a las que abraza.

Por eso, he disfrutado con el libro "La Rueda. Mi vida en 23 posturas de yoga" de Claire Dederer (hermana del cantante de The Presidents of the United States of America, para quien le gusten este tipo de anécdotas), que mi amiga M. (mi vida también está llena de emes) me regaló hace unos meses. La historia de Claire no es nada del otro mundo, quiero decir que es un libro autobiográfico escrito con sencillez y sin dramatismo, que no cuenta más que el discurrir vital de una mujer "de mediana edad", como tú (o como tu novia, tu madre o tu hermana, que a saber quién me está leyendo en este momento) y como yo. Pero el tesoro de ese libro son las reflexiones acerca del yoga que la autora hace en cada capítulo.

El yoga es una sorpresa diaria, es descubrir que esa postura te resultará más fácil si pones las piernas firmes o si concentras tu energía en cada movimiento. Es intuir que debes probar otros tipos de yoga, otros profesores. Es compartir tus sensaciones con otras personas que también lo practican e intercambiar conocimientos (o truquillos). Es saber que nunca lo dominarás, pero no dejarás de aprender. Es aceptar que sigues siendo tan poco atlética como siempre, pero no tan pésima como pensabas.

Es como observar una enorme biblioteca y, en lugar de agobiarte porque seguramente no te dará tiempo a leer todos los volúmenes, congratularte por todo lo que te queda por descubrir.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya te estoy imaginado en al postura grulla y con el corro de Papa Noel, viva el Yoga y sus anudados practicantes.

La cuerda 3 dijo...

Se te olvida que en 2011 fuiste tu más que nunca! objetivo difícil de conseguir para muchos.