Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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jueves, 30 de diciembre de 2010

Cuestión de conciencia

Ya os conté que a veces me entretengo buceando más de la cuenta en la historia de los protagonistas de los documentos oficiales con los que trabajo. Ayer me encontré con Olga y Jorge. Se conocieron hace unos años y después de vivir juntos cerca de un año, Jorge se sintió dispuesto a abandonar el escepticismo sobre las relaciones en que le había sumido su divorcio y le propuso a Olga comprar un piso juntos. Ella no se lo pensó dos veces, pero eso sí, con ese "porsiacaso" propio de cualquier mujer soltera durante bastante más de treinta años decidió no vender su pisito -escasos 40 metros- de soltera, además lo tenía casi pagado.
Para comprarse el nuevo -unos 70 metros en Sanse, de los Reyes- hipotecaron ambos. Por aquel entonces se habían puesto de moda las hipotecas "multidivisa", tu pedías la hipoteca en moneda extranjera -el Yen era la más ventajosa- y lo ibas abonando en Euros, el cambio favorable a nuestra moneda era una opción mucho más recomendable que afrontar el elevado porcentaje de Euribor. Así se lo explicaron en la sucursal bancaria, además el primo de Olga había contratado una hipoteca similar hacía año y medio y estaba encantado. No se lo pensaron dos veces.
Cinco años después, cuando su historia llegó a mis manos, de los X Yenes iniciales -en su día unos trescientos mil euros- se habían reducido, por la amortización pactada de la hipoteca, a la cantidad de X-Y Yenes, equivalentes a día de hoy a unos quinientos mil euros-, cosas del mercado internacional. Solución, o perder los dos pisos por impago, o pactar con el banco un periodo de carencia en el que "sólo" se abonan intereses, cruzar los dedos y esperar que el ingrato y especulador destino monetario cambie de tornas. Ellos eligieron la segunda.
¡Ay!, qué sofoco me dio pensar en Jorge y Olga y en los cientos de personas atrapados en esta época de crisis en historias semejantes con sus hipotecas multidivisa. Y aquí me empecé a preguntar, si habrían sido conscientes en su momento de lo que implicaba firmar un contrato de esas características, si se creyeron los más listos, si tiraron los dados del azar, o si simplemente siguieron el consejo de su sucursal. Y no me lanzo a una crítica despiadada contra los bancos, que por otro lado considero necesarios y sin los cuales más de la mitad de nosotros no tendríamos pisos, pero ¿hasta dónde son responsables de haber "liado" a muchos Jorges y Olgas en aventuras similares sólo por cumplir objetivos? ¿hasta donde llega la responsabilidad de un comercial de una sucursal por alcanzar los ratios que le ha impuesto la directiva? Me refiero a responsabilidad moral. ¿Es amoral o es inmoral, recomendarle un producto totalmente especulativo a un ciudadano de a pie? No tengo respuestas, pero creo que a veces no pensamos en el más allá cubriendo nuestras propias necesidades. No me sirve el "y el que llegue detrás que arree" con el que un amigo que trabajaba en un partido político al mando de un gobierno local justificaba el gasto más que desmesurado, no demasiado asumible, en infraestructuras.
Sigo pensando que muchas cosas tienen que cambiar y no sirve escudarse en la maquinaria, el cambio tiene que empezar a fraguarse desde la conciencia individual, cuando prospere la ética individual, habremos sumado más ética global. ¡Otro mundo es posible!
Y mientras tanto, no lo olvidéis, hay que estar alerta. Como decía mi padre cuando se negaba a llevarnos a esas reuniones en salas de hotel en las que una carta prometía regalarnos un monopatín si acudíamos en compañía de nuestros progenitores "nadie da nada gratis".
Siento ser tan ceniza a escasas horas del cambio de año, pero como siempre os cuento mis impresiones.

1 comentario:

sus dijo...

Qué susto creí que los protas de esta historia eran dos amigos que acaban de comprar una casa. Buuuufffffffff