Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

domingo, 26 de diciembre de 2010

Cuento de navidad

Se han ido. Miro debajo de las camas, por si alguno se ha quedado escondido. Es cierto, se han ido.
El suelo está lleno de serpentinas. Hay una mancha de sopa de castañas en la pared, la discusión entre mi padre y mi cuñado "el anarquista" se les fue este año de las manos, pero nada que no pueda solucionar la botella y media de pacharán que se tomaron luego, mano a mano.
Mi cuarto parece una leonera. Rebusco entre el montón de ropa, tirada en el suelo, que usaron mis sobrinos para su función de navidad. Mañana tengo que ir a trabajar y estoy intentando encontrar un pantalón y una camiseta que conjunten y que no tenga rastros de turrón de chocolate.
Me faltan dos pendientes, uno de cada par. Igual dentro de tres meses me llama alguna de mis hermanas preguntándome si es mío un pendiente de ámbar que ha aparecido en una caja de juguetes. Así que lo guardo con la esperanza de poder volver a reunirlos... algún día.
Mis cuñadas fueron muy diplomáticas anoche, se lanzaron miradas de odio muy comedidas, pero no llegaron a las manos, ni siquiera a las puyas. Fue genial. No sé porqué se llevan tan mal si tienen las dos las mismas preferencias. Hay que ser muy afín para coincidir al comprar un modelo de vestido tan horroroso. Una en naranja y la otra en amarillo. "¿Has visto a Naranjito y a Citronio?" me susurró mi hermana Ali mientras sacaba el pavo del horno. Menos mal que nadie nos vio recogerlo del suelo, hubiese sido la prueba que mi madre estuvo esperando toda la noche para hacernos ver que si ella no se ocupa de todo se produce el desastre.
No se enteraron y a pesar de la discusión política de todos los años, llegamos -menos la pared- sanos y salvos a la función de Navidad, con un sólo de flauta travesera de mi sobrino mediano. La música no es lo suyo, pero en casa somos de la opinión de que no se debe frustrar ninguna iniciativa artística. No tuvimos más remedio, le aplaudimos y le pedimos ¡otra, otra, otra!
Aunque es un virtuoso si se compara con la nieta de los vecinos del tercero, que subieron a saludar antes de cenar e hicieron que la niña nos cantase Noche de Paz. La pobre Ali tuvo que irse al baño congestionada. Tiene un problema patológico, se parte de risa con la primera estupidez. Asegura que ese problema fue la causa de que repitiera sexto de EGB, incluso intentó convencer a mi madre de que la llevase al psicólogo. No sé cual fue la contestación de mi madre pero Ali aprobó sin terapia ninguna, pero bueno esa es otra historia.
Después de actuaciones varias, algunas accidentadas como el baile ruso de mis cuñados, procedimos a la entrega de regalos, llevo siglos intentando convencer a mis cuñadas de que en lugar de regalarme algo hagan algún donativo a una ONG. Tampoco hubo suerte este año. Les encanta comprar regalos superoriginales y no sé porqué siempre coinciden. Este año me han regalado una edición conmemorativa de la Barbie cada una de ellas. ?????????? Yo no le veo la gracia, ni el sentido.
De los juegos pasé, yo soy de bingo. Me niego a que mis sobrinos adolescentes me desplumen jugando al póker. Así que me senté en el sofá y me quedé dormida. Me despertó la voz de Hommer Simpson. Se habían ido todos, pero habían dejado a los pequeños, cuatro, cinco y seis años, para no sacarles a la calle, pobres. Miré el reloj, eran las cinco de la mañana y aquellos pequeños monstruos seguían pegando saltos por el salón.
Vamos a la cama ¡por favor! les supliqué. No sé que vieron en mi cara, pero me obedecieron. Durmieron unas cuatro horas, a las diez de la mañana el más pequeño saltaba en mi cama. Encendí la tele, les serví a cada uno un tazón de leche con chocos y me puse a recoger las serpentinas, las copas y la mesa de poker. Saqué el lavaplatos y puse otro.
A las doce empezó a sonar el timbre de nuevo. ¿Todavía en pijama perezosa?, es verdaderamente graciosa mi hermana Ali, eso sí había aleccionado a su marido y no habló de política. Mis cuñadas, que debían haber descansado esa noche a mi costa, decidieron reanudar su competición. Esta vez el concurso  lo ganaba la más hacendosa. Una gozada, Ali, Barbará y yo, nos repanchingamos en las sillas, les encanta mostrar su superioridad ante nosotras y total, a nosotras no nos cuesta nada darles un capricho.
Afortunadamente mi hermano Mario había sacado entradas para un espectáculo infantil y como yo no tengo hijos me tuve que quedar con las ganas de verlo. Qué lástima. Por fin se fueron todos, me senté en el salón, cerré los ojos y me puse a escuchar el silencio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querida cuñada, el pavo no estaba suficientemente muerto, y por eso volo.

Citronia.