Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

miércoles, 27 de octubre de 2010

Miscelánea (de nuevo)

No puedo regañar a Mel, yo estoy igual, viendo caer las hojas de los árboles. ¿Será que el otoño me paraliza verbalmente?
Y no será por falta de temas. Podría haberos hablado esta semana del cambio de Ministerios y de Ministros, sacar mi lado más reivindicativo y despotricar: sobre como la reorganización de Carteras o de Consejerías no es más que un gasto estúpido que se sucede gobierno tras gobierno, sólo en papelería, por ejemplo (esto me lo enseñó una amiga mía que trabaja en la administración, pero si Bernstein y Woodward no revelaron jamás el nombre de Garganta Profunda, yo no voy a ser menos respetuosa con mis fuentes); o sobre el daño que le hizo a la igualdad crear un Ministerio de Igualdad dirigido por una pipiola sonriente y hacerlo desaparecer unos meses después -no dudo de que la pipiola sea competente, pero la imagen, y la imagen vale un potosí, era frívola-, me mosquea, creo que la Igualdad es demasiado importante para frivolizarla al convertirla en un regalito para esas "anticuadas feministas". La igualdad ya existe, oigo decir a algunas mujeres. Y me chirrían los oídos. La igualdad existe en algunos niveles sociales, y no es tal. Creo que a medida que los años me van mutando en feminista (os iba a poner entre paréntesis una explicación de lo que entiendo por feminista, pero que cada uno se haga la idea que quiera, no voy a justificarme, ¿lo estoy haciendo ya, no?).
Bueno, eso, que os decía que podía haberos hablado de política, y no lo he hecho (bueno, un poco más arriba sí, es que me lío, me lío). Pero también me podía haber metido en el terreno personal y hablaros con satisfacción de los dos acontecimientos amicales de la semana: Mis amigos M. y R. nos comunicaron su boda, así de golpe y porrazo, en una emotiva comida de cumpleaños en la que se nos pusieron los vellos de punta y alguna que otra soltó una lagrimita. Y mis amigos M. y C. vieron por fin a sus mellizos. Dos acontecimientos triviales, pero con mucho significado y mucha historia a nuestra edad. Me encanta emocionarme con la alegría ajena, me hace sentir humana en el lado más positivo de la palabra.
Otra posibilidad hubiese sido hablaros de comic, y recomendaros la saga blacksad, con su sensual gato detective, estoy pensando que algún día tengo que hablar de tebeos, o confesaros que aún no tengo argumento para mi propio cómic. Os podría hablar de lo que me gusta la comida japonesa y lo interesante que me siento comiendo con palillos. Soy así de simple, nunca lo he escondido.
Y seguramente os podría haber contado más cosas, porque está claro que en cuanto toco la primera tecla mis dedos se lanzan. Así que no hay excusas, una de dos o el otoño me ha atacado o me he inundado de dejadez. I'm sorry.

No me gusta dejar abandonado mi balcón tanto tiempo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estás formalmente invitada a una comida con palillos. Como es una sorpresa la invitación te llegará por sorpresa.
Tan solo necesito saber si abandonas la ciudad porque te lleva la corriente...

Anónimo dijo...

El otro día cení en un japonés y a la salida soñaba con una hamburguesa. Conclusión: mientras persigues un guisante con los palillos hasta por debajo de la mesa los demás se zampa todos los platos y luego 40 euracos ¡¡viva el burriking!!. Tu c.