Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

lunes, 30 de noviembre de 2009

Experimento


Camino siempre con una libreta y un bolígrafo en el bolso. Confieso que no los uso a diario, pero sí los saco a ratos, y escribo. Lo hago con naturalidad y confianza cuando tengo un perímetro de aislamiento suficiente para no sentirme intimidada por miradas ajenas. No sé si será afan de protagonismo o reflejo de mi propia vena cotilla -cuando me aburro en el transporte público intento adivinar cual es el libro que lee el de al lado, e incluso a veces escucho con cara de poker conversaciones ajenas-, pero pensar que alguien puede dedicarse a mirar lo que escribo por encima de mi hombro, me da corte. Cosa un poco estúpida, pues cualquiera que entre en este blog puede leer tranquilamente qué es lo que escribo.
El caso es que he decidido que es importante para mí alcanzar un grado de autonomía total a la hora de atrapar palabras al vuelo, por eso hago el experimento.
Me introduzco en hora punta en un cafe local monísimo, con nombre de pintor francés, lleno de gente. Únicamente queda una mesa libre, entre otras dos que apenas distan medio metro de la primera. Pido un café con leche, me tomo lo primero la sabrosísima mini pasta de avellana que viene de acompañamiento, y saco mi pequeña libreta negra.
Empiezo con ella ladeada, ligeramente apoyada en el canto de la mesa. Siento poco a poco que voy superando la prueba, he logrado disminuir el grado de inclinación de la libreta y finalmente la apoyo completamente en la mesa. Ya está, soy la típica tía interesante, sentada en la mesa de un café, absorta en sus escritos.
Prueba superada, no me mira ni el tato. Seguiré practicando, quizás acabe emulando al genial Jardiel, rodeada de pegamento, tijeritas, dibujos, escritos... montando todo un espectáculo intelectual, en los más diversos y chics cafés del universo mundo.

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