Vuelta a Madrid. Me muero de frío. Da igual el cuello vuelto, las botas, los calcetines de lanilla. Tengo el frío seco de Madrid metido en el cuerpo.
Vuelvo a poner el despertador, a desoirlo, a levantarme corriendo para llegar tarde, a coger el autobús por los pelos, a entrar en la oficina y decir buenos días, a encender el ordenador, a ponerme a trabajar. De regalo me dicen que a partir de mañana añadimos otra hora diaria a nuestro horario, habrá que madrugar más.
¿Vuelta a la runina? Para nada, pienso utilizar la energía norteña y perpetuarla durante un tiempo, paseando Madrid con los ojos abiertos, sacándole jugo a mi tiempo libre.
Pero hoy me quedo en casa, aprovecho que tengo cerquita las manos calentitas de Martín, dibujando, jugando a los gormitis o lo que haga falta. Hoy me quedo en casa, a ver si con un poquito de calor de hogar se me entona el cuerpo.
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