Llevo varios días intentando dar la entrada oficial al Otoño desde mi balcón. Soy fan de las "interestaciones", parece que Verano e Invierno se llevan la palma en nuestros calendarios y que Primavera y Otoño son solo estaciones de paso.
Pero a mí me privan. Por fin llegó Otoño, con su media luz y su toquecillo de melancolía. Como llegó así, un poco a la chita callando, sus temperaturas son aún un lujo, parecía que se iba a limitar a ponerme una chaqueta sobre los hombros y a encerrar mis díscolos pies en unas bailarinas.
Toda mi planificación de hace una semana vuelve a estar por los suelos, las cartas de la fortuna no atinan a encontrar un orden lógico, el mazo se autobaraja (le hago caso a la RAE y me adapto al español, pero me gusta más la versión méjico-cubana, barajea, si es que me sale el mariachi y el son cubano por los poritos de la piel) y una cierta inquietud se ha ubicado en mi garganta. Hacia arriba se despliega en forma de embudo a lo largo de mi cabeza y hacia abajo desciende en línea recta hasta la boca de mi estómago.
Mi angustia, lejos de angustiarme, me avisa, me anima a coger fuerzas, hacerle frente, coger carrerilla y saltar. ¿Será que he aprendido a escucharme? One step more...
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