Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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domingo, 20 de octubre de 2013

Ser feliz


El otro día, en una reunión en la que nos teníamos que presentar, esta petulante frase salió de mi boca: "Este año he aprendido a ser feliz." Puede parecer presuntuoso, pero os prometo que es verdad.

Los que no me conocéis pensaréis, mira que lista seguro que las cosas te van de fábula y no tienes problemas de verdad; y puede que tengáis razón, no puedo asegurar que de inclinarse la balanza hacia lo negativo siguiese pensando igual, pero lo intentaría. Los que me conocéis sabéis que todavía hay muchas cosas, de las que se consideran esenciales, que faltan en mi vida: un lugar, un trabajo, una relación estable, dinerito, tranquilidad... desde luego, sigo aspirando a completar esos huecos. En ese sentido mi vida no ha cambiado demasiado en los últimos tiempos.

Pero sí ha cambiado algo fundamental. Mi forma de ver y enfrentarme a las cosas. Me he quitado mochilas, culpas, exigencias... y estoy tranquila y, sí, feliz. No os puedo dar la receta, no la poseo y todavía me queda muchísimo que aprender. Pero estas son algunas de las cosas que procuro hacer últimamente.

Lo primero de todo, vivir en positivo el 99% del día. No es difícil, se comienza haciendo un ejercicio y acaba convirtiéndose en un hábito. Empiezas poco a poco: que un día te levantas con el humor torcido, pues abres la ventana y saludas al sol o das gracias por la lluvia que tanta falta hace, o simplemente te acuerdas de la sonrisa de uno de tus sobrinos. ¡Funciona! Tiempo después te das cuenta que te has pasado al lado luminoso. ¡Adios, Darth Vader!

Después, asumir que eres tú la que eliges como te afectan las cosas o las personas. Es el punto de partida para empezar a gestionar las situaciones, está claro que es difícil y no siempre se da con la clave para encontrar una solución satisfactoria, pero ser consciente de ello ayuda bastante a aliviar los enfados, la tristeza, la frustración...

Ser tú, por encima de todo. Actuar de acuerdo con lo que piensas y con lo que crees. Olvidar los qué pensarán o qué dirán. Escuchar las opiniones de los demás, pero no dejar que invaliden las tuyas por principio.

Eliminar la sensación de fracaso. Cada vivencia es un aprendizaje y volver a levantarse aumenta tu poder, tu determinación y te deja claro que cuando te caes te puedes levantar.

Dar, por el simple placer de dar, sin esperar nada a cambio y en la medida que te salga del corazón. Una práctica que genera una energía que mueve montañas. Estoy segura.

Y lo más difícil. Aprender a respetar al otro, no esperar que cambie, intentar entender su visión de las cosas. Eso no quiere decir que tengas que someterte a sus designios, sino calibrar hasta donde te conviene o no te conviene lo que te dan y lo que te niegan.

Esto no quiere decir que me haya convertido en un modelo de perfección, para nada, vivo en el intento, creo que mejorando. Al menos me funciona la mayor parte del tiempo.

Seguro que se me olvida algo, si me acuerdo lo compartiré. Buena semana a todos.


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