Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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viernes, 18 de octubre de 2013

Profesores


Ayer acabamos de conocer a todos nuestros profesores. Hay de todo, como en todas partes. Soy una defensora de la figura del profesor y confío en que una abrumadora mayoría hacen su trabajo con ilusión, intentando dar lo mejor de si para que sus alumnos se entusiasmen y aprendan. Está claro que unos lo consiguen y otros no, depende de sus capacidades y su pasión por la materia impartida.

También es cierto que otros son personas apáticas, que están ahí delante porque no les queda más remedio y se pegan a la fotocopia que tienen delante para leerla con una desgana mortal, que duerme hasta a las moscas, y a ellos mismos. Tengo uno de esos, sí, da pavor confesarlo... y, además, en la asignatura que más prometía. La creación de textos en manos de un robot. Dan ganas de llorar y desde luego da para un buen debate sobre el daño que hacen estos dinosaurios en los niveles iniciales del sistema educativo, es patético encontrarte algo así en un máster universitario, pero al menos el alumno a estas alturas ya tiene claro lo que busca y lo que quiere, no te van a frustrar, ni a cercenar a medio camino.

Pero no, no voy a hablar de eso, sino de todo lo contrario. Ayer conocí al profe de mi vida. Qué discurso, qué conceptos, qué puesta en escena. Recorrió, más que los temas, las raíces de nuestra idiosincracia, aquello que subyace y da forma a los textos de la literatura española y lo hizo sin usar ninguna terminología académica. La magia de la poesía bailaba en la clase. Nos contó, en modo cuentacuentos, como Salinas se enamoró de aquella americana pelirroja que abandonó su clase y como después, con menos de diez palabras, la enamoró a su vez. Una historia, más o menos trivial, pero detonador de La voz a ti debida.

Nos contó eso y cientos de cosas más, en un fluir ameno y nada denso. Además, tiene un truco, emplea una táctica que nunca había visto y me resultó muy curiosa y eficaz. Nos habla en singular, como si la clase estuviera dirigida a cada uno de nosotros, directamente. ¡Qué listo, qué cuidadoso, qué poético!

Su método de trabajo se anuncia apasionante. Nos va a ir regalando textos, para leer, para evocar, para reflexionar, para comentar. Nos propondrá trabajos creativos. Vamos a profundizar en la literatura jugando con ella, que es lo que hay que hacer. Por favor, ¿no es perfecto?

Os juro que varias veces los pelillos de mis brazos se me erizaron, y con los restos de mi fantasía adolescente -que son muchos, lo reconozco- me acordaba de aquella imagen inicial de Indiana Jones, cuando la alumna cierra los ojos y en sus párpados se lee I LOVE      YOU.

Subidón académicoemociointelectual.

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