Mi vida se
ha desarrollado sobre suelo asfaltado, me puedo perder por Madrid y no echar
nada en falta. Es más, puedo pasear por mi ciudad imaginariamente, sin
necesidad física de recorrer sus calles. Soy como un googlemaps de corte
prehistórico. Así que no es raro que desde hace unos meses me sorprenda a mí
misma preguntándome qué hace una chica como yo cogiendo un autobús todas las
tardes camino de las montañas, y viceversa por las mañanas.
Tengo
respuestas lógicas, estratégicas, históricas y sociológicas, más o menos
absurdas. Pero la que más me gusta no está compuesta de palabras. Es el
silencio lleno de significado que me invade cuando abro la ventana de mi cuarto
y me encuentro un amanecer sobre las cumbres, o cuando de regreso levanto la
mirada del libro y veo la silueta serrana cada vez más cerca.
No sé cuanto
tiempo durará esto, pero mientras tanto merece la pena disfrutarlo.
1 comentario:
A mi me pasa exactamente lo mismo de madrugada, camino del monte pelao mi querida Heidi.
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