Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

martes, 24 de mayo de 2011

Una de ciencia ficción

En mis paseos y también cuando me transporto por esta ciudad -en transporte público o con mis propias piernas-, la mayoría de las veces mantengo monólogos cerebrales conmigo misma -o como dijo Machado, pero en versión femenina "converso con la mujer que siempre va conmigo"-. Y en muchas de esas ocasiones voy perfilando alguna entrada para el Balcón.
Al entrar en una librería siempre me sorprendo de la cantidad de títulos y volúmenes que pueblan sus estanterías. Si te asomas a Internet más de lo mismo. Somos un montonazo de gente lanzando ideas al viento continuamente. Por un lado, es reconfortante saber que jamás se te acabarán los recursos lectores (y eso que en teoría se dice que somos incapaces de inventar nada que no exista previamente y que nuestras ideas son siempre adaptación de algo que ya conocemos con anterioridad), por otro lado da como una sensación de infinito inabarcable que asusta.
Pues partiendo de estas dos premisas, venía yo en el metro pensando -es que en el metro si se te ha olvidado el libro en casa se piensa que no veas- que el día que se invente la "grabadora cerebral" estaremos fritos. Imagínate que mientras ideas lo que vas a poner en esta entrada tu "grabadora cerebral" -que consistirá en una especie de nanoMP3 con una ventosita que te pegarás en algún lugar de tu cabeza, allá donde mejor se aúne el lenguaje con la emoción- se encarga de que esa información no se pierda antes de que tengas un boli o un teclado en la mano.
La "grabadora cerebral", además, abrirá nuevas formas de conocimiento. Entonces sabrás si tu forma de estructurar tus ideas es única o igual a la del resto de los mortales. Descubrirás que mientras que tus contraseñas siempre se componen del nombre de uno de los picos más altos del mundo, tu vecino el ingeniero accede al ordenador con los dígitos que ocupan el séptimo, noveno y duodécimo lugar entre los decimales del número PI (es interesante el tema de las motivaciones de las contraseñas de cada uno, daría para una tesis, pero tus preferencias a la hora de crear contraseñas quedarían expuestas y tu intimidad en peligro. Es un arma de doble filo la cuestión).
Porque claro ¿quién se resistirá a la tentación de pegar esa ventosita en la primera cabecita que se ponga al alcance de tus manos? Nadie dormirá ya tranquilo, el cónyuge adúltero tendrá que asumir que le han pillado, de nada servirá negar todo hasta la muerte (y esto hablando de casos extremos, pero ya no podrás decirle a nadie que te encanta su horroroso vestido y relajarte).
La "grabadora cerebral" pondrá en nuestras manos una herramienta objetiva para estudiar un gran número de cuestiones más o menos transcendentes, pero no por eso menos interesantes, desde el punto de vista de la curiosidad humana. ¿A quién no le gustaría saber como estructura sus ideas el de enfrente, qué piensa, de qué se ríe, cuando y por qué? Hay gente que se ríe de un buen chiste y gente que se ríe porque no entiende el chiste y eso le pone nervioso y no quiere que se le note.
La creatividad del ser humano es tan amplia y variada como amplio y variado es el número de dichos seres; y estoy segura que la disparidad cerebral no se queda atrás. Y mientras tan preciado descubrimiento llega al mercado, que está al caer, lo presiento, dime ¿en qué estás pensando y de que modo lo haces?
(No puedo aguantar más, necesito una "grabadora cerebral").

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tu inquietud respecto al pensamiento ajeno me recuerda a una obsesión que tuve durante algún tiempo:"¿qué pasaría si me metiera en la cabeza de X?" y te aseguro que cualquier pareciedo con contenidos perfectamente hilvanados era una coincidencia, más bien parecía aquello un montón de pensamientos interrupidos, de emociones contradictorias y un "pa quí pa ya" que daba vértigo. Ya lo he superado como superé el pánico al concepto eternidad, versión religiosa de infinito, agotador. Un beso finito. C