Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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domingo, 8 de mayo de 2011

Crónica de una carrera anunciada

Me costó dormirme. Como una niña con zapatos nuevos. ¡41 tacos y mi primera carrera popular!, nunca es tarde si la dicha es buena, no te acostarás sin hacer una cosas más y, naturalmente, a la vejez viruelas.
Por el contrario, no me ha costado levantarme, desayunar, ducharme y ponerme la ropa que dejé preparada la noche anterior (yo que siempre salto de la cama y rebusco en el armario mientras un angustioso ¿qué me pongo? hace peligrar mi hora de llegada al curro).
Bajo por mi calle camino del Retiro. Día luminoso, la calle casi desierta. Tres manzanas antes empiezo a ver a otras participantes que han aparcado sin problema y se encaminan también hacia "los Jardines". Haberse levantado tan pronto empieza ya a ofrecer su recompensa. Me alegro de estar participando desde este momento ya.
Me encuentro con I. en la puerta, A. ya está dentro esperando y cinco minutillos después se nos unen C. y B. El Retiro está ya inundado por la marea rosa (color de la camiseta, de la carrera de la mujer y de la lucha contra el cáncer de mama, principal razón de la carrera).
Nos encaminamos hacia la zona de Menéndez Pelayo, altura Sainz de Baranda y más allá, a recoger nuestros chips. No nos lleva ni tres minutos. La organización ha estado avispada, cada mesa -señalizada con los números de dorsal correspondientes- se ocupa de la entrega de 300 chips. Tienen forma de minitarjeta y cuatro agujeritos para atarla a los cordones de las zapatillas. Aparecen S. y P.
Ya estamos todas. Nos situamos tras la línea de salida, debemos estar unos cuatrocientos metros más abajo y todavía hay una multitud detrás de nosotros. Dan el pistoletazo, con tanta gente aún tardamos unos diez minutos en pasar la línea rosa y comenzar oficialmente la carrera.
Subimos el paseo de coches prácticamente andando, abriéndonos paso por los huecos y al salir a la calle y girar en Menéndez Pelayo la multitud rosa se despliega hacia la izquierda invadiendo toda la calzada.
Cuesta abajo y ya con más espacio, comienza mi parte de carrera que -aunque parezca una paradoja no lo es- hago corriendo. Aprovechamos la inercia para afrontar el tramo monárquico del recorrido: Reina Cristina, Infanta Isabel y Alfonso XII. En la cuesta, y para ahorrar fuerzas, mi carrera se convierte en marcha, mientras que la mitad del equipo continúa a rítmico galope y se pierden entre la marea humana. Entramos por la puerta del Ángel Caído y seguimos subiendo hasta su estatua. Bordeamos una manzana más, regresamos a la plaza del querubín citado y cogemos el paseo de la República de Cuba para enfilar hacia el estanque. Cuando lo pasamos y giramos hacia la derecha -ahora alterno marcha con carrera, a capricho- nos vemos rodeadas de árboles.
Cobijadas por la sombra de las ramas el contexto se vuelve idílico, queda poco menos de kilómetro y medio para la meta y la satisfacción de saber que lo hemos conseguido empieza a invadirnos. De nuevo en el paseo de coches las piernas aceleran el ritmo. Cuesta abajo y la línea de llegada a la vista, ésto está hecho.
Prueba superada. Grado de satisfacción alto, muy alto. Os lo recomiendo.

¿Nos vemos en la San Silvestre?

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡Que grande eres ma chere panthère rose!!