Por el contrario, no me ha costado levantarme, desayunar, ducharme y ponerme la ropa que dejé preparada la noche anterior (yo que siempre salto de la cama y rebusco en el armario mientras un angustioso ¿qué me pongo? hace peligrar mi hora de llegada al curro).
Bajo por mi calle camino del Retiro. Día luminoso, la calle casi desierta. Tres manzanas antes empiezo a ver a otras participantes que han aparcado sin problema y se encaminan también hacia "los Jardines". Haberse levantado tan pronto empieza ya a ofrecer su recompensa. Me alegro de estar participando desde este momento ya.
Nos encaminamos hacia la zona de Menéndez Pelayo, altura Sainz de Baranda y más allá, a recoger nuestros chips. No nos lleva ni tres minutos. La organización ha estado avispada, cada mesa -señalizada con los números de dorsal correspondientes- se ocupa de la entrega de 300 chips. Tienen forma de minitarjeta y cuatro agujeritos para atarla a los cordones de las zapatillas. Aparecen S. y P.
Ya estamos todas. Nos situamos tras la línea de salida, debemos estar unos cuatrocientos metros más abajo y todavía hay una multitud detrás de nosotros. Dan el pistoletazo, con tanta gente aún tardamos unos diez minutos en pasar la línea rosa y comenzar oficialmente la carrera.
Subimos el paseo de coches prácticamente andando, abriéndonos paso por los huecos y al salir a la calle y girar en Menéndez Pelayo la multitud rosa se despliega hacia la izquierda invadiendo toda la calzada.

Cobijadas por la sombra de las ramas el contexto se vuelve idílico, queda poco menos de kilómetro y medio para la meta y la satisfacción de saber que lo hemos conseguido empieza a invadirnos. De nuevo en el paseo de coches las piernas aceleran el ritmo. Cuesta abajo y la línea de llegada a la vista, ésto está hecho.
Prueba superada. Grado de satisfacción alto, muy alto. Os lo recomiendo.
¿Nos vemos en la San Silvestre?
1 comentario:
¡¡Que grande eres ma chere panthère rose!!
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