Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

miércoles, 29 de septiembre de 2010

A primera vista


Una de las cosas que más me gusta de esta nueva etapa Zen, en la que Maru me ha embarcado, es verme rodeada de gente sorprendente cada dos por tres. Ayer mismo me reuní con un grupo de esos encantadores seres en una jornada de puertas abiertas. Nos surtimos de nuevos complementos, nos tomamos un vinito y nos reímos.
Me gustan esas veladas de espíritus libres en las que se puede hablar de lo divino y lo humano, de duendes y encantamientos, y nadie te mira como si hubieses perdido un tornillo. En realidad, creo que el secreto consiste en que cuando se nos afloja una tuerca no nos paramos a buscarla, caminamos más ligeros.
Así que allí estaba yo. Resplandeciente, como lo estoy desde que la semilla empezó a germinar en mi interior. Cuando un exótico y desconocido hombre de ojos profundamente negros me sonrió desde la otra punta del salón. Ya está, me dije, lo he conseguido, soy Zen, alegre e irresistible. No era guapo, pero era cautivador.
Así que, intrigada ante la vista de una persona nueva e interesante, seguí sus movimientos, a ratitos, por aquel salón inundado por la conversación, la risa y las buenas vibraciones.
Llegó la hora de despedirse y el desconocido se me acercó. Y entonces abrió su boca y con su sugerente acento me musitó: "lo que tienes que hacer es coger dos batatas, una zanahoria..." y a partir de aquí me dio la receta secreta de un puré supervitaminado que me aportará ese "algo" que me falta y acabará con mis ojeras congénitas.
Os sonará cómico, según quien seas. Pero yo ya me he comprado los ingredientes para esa poción que ingeriré semanalmente hasta que ese "algo" que me falta forme parte de mí, sea hierro, sales minerales o un poquito de cariño naranjil. Me da igual. Confío en el exótico desconocido, ya no tan desconocido, y en el diagnóstico de sus profundos ojos negros.

Además, nunca había captado la atención de alguien de una forma tan meteórica. Lo dicho, soy Zen, alegre e irresistible. Incluso faltándome un algo.

1 comentario:

Lola Pereira dijo...

No es maravilloso que alguien se fije en uno porque le falta algo?.
Hablar con agua en vez de fuego,a corazón abierto,con mirada profunda y sincera y sonrisa fresca y franca puede ser una buena formula para que alguien nos diga qué nos falta para continuar con un "aquí está la solución, a un paso de tu casa, en la frutería de abajo".
Un poco de color en la comida puede proporcionar un toque de color en la retina del que nos mira.
Todo es tan sencillo que resulta complicado imaginar la velocidad con la que lo hacemos difícil.