Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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miércoles, 25 de agosto de 2010

TURNER (Crítica de una mirona de a pie)

Siguiendo nuestro periplo cultural de disfrute del agosto madrileño. Maruchi y yo nos acercamos al Prado. A ver "la Turner", como dicen los empleados del Museo.
Yo, reconozco una vez más mi ignorancia, confundía a Turner con otro pintor, decimonónico y de escenas campestres, que aún no he conseguido averiguar quién es, pero seguiré en mi empeño. Maruchi, más cosmopolita que la que ahora os escribe, sabía de quién se trataba y corroboró su idea de que es un "pesado" y sus cuadro aburridos. Y además, un copión.
La verdad que la biografía de Turner, en el muro inicial de la primera sala, es impresionante. Su primer dibujo firmado con 11 años, una galería propia en la treintena -este dato es aproximado, vamos, que no recuerdo bien la fecha- y viajes por toda Europa, para aprender de los maestros. Lo malo de Turner, es que se debatió entre su empeño en complacer a la Academia inglesa y su afán de innovar y crear un estilo propio. Con un único objetivo, figurar entre los más grandes.
Yo creo, o imagino, con mi escasa formación artística, que algunos de sus cuadros tuvieron que impactar entre el academicismo de la época. Y fueron inspiración para corrientes posteriores. También le dije a Maruchi que le diera un margen de confianza, que sala a sala le estábamos viendo evolucionar y que al final igual nos sorprendería. Y bueno, sus últimos cuadros tienen su aquel.
Lo mejor de la exposición es como está "contada", un continuo contraste entre los cuadros que sirvieron de modelo y las "interpretaciones" de Turner (recomiendo coger autoguía, porque no es lo mismo...), o los cuadros en los que él influyó, que también los hay.
De todos, lo siento Turner, me quedo -ahora que me encuentro en mi etapa yogini- con el Apocalipsis de Francis Danby, supermoderno y sugerente.
Y como le dije a Maruchi, Turner no es el pintor de nuestra vida, pero ha provocado en nosotras una discusión artística, y eso es bueno.

Conclusión, os la recomiendo. Además, en el Prado hace una temperatura de miedo ¡y cierran a las diez! (sólo "la Turner".)

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