Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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martes, 19 de enero de 2010

LARRA

Convencí a mi sobrino adolescente y con la excusa de que entraba en su temario le arrastré hasta la exposición de Larra (hasta el 14 de febrero) en la Biblioteca Nacional un día lluvioso. Muy lluvioso. Llegamos empapados, calcetines incluidos. Esas botas que me regalaron el año pasado hacían agua, ¡hasta las botas eran de papel mojado! le dije mentalmente al artífice del regalo.
No sé qué tiene Larra. Si me cayó ya bien en el colegio o si esa especial fascinación me viene de los tiempos de la carrera (creo que Larra es referente de todos los que estudiamos periodismo alguna vez).
Larra vivió sólo veintiocho años en una época apasionante. El siglo XIX germina con la semilla de la Revolución Francesa y todas sus ideas liberales y durante más de cien años esas ideas luchan por abrirse paso por la fuerza, mientras socavan el viejo absolutismo (o quizás doscientos años después todavía sigan abriéndose paso, de ahí la cercanía).
Nace Fígaro (el Pobrecito Hablador, Ramón Arriala, Andrés Niporesas, sus numerosos pseudónimos son otro de sus puntazos) durante la guerra de la Independencia, tras la cual la familia se traslada a Francia -el padre, médico, ha servido a las órdenes del ejército francés- y vuelve en 1918. Larra es testigo de los cambios de política de Fernando VII -que siempre bailó según de donde vino el viento-, de la vigencia de "La Pepa" durante el trienio liberal y la vuelta al "orden tradicional" tras la llegada de los cien mil hijos de San Luis. De la aprobación, derogación, y nueva entrada en vigor de la Pragmática Sanción. De la muerte de Fernando y de la designación de la Reina María Cristina como Regente -durante la minoría de edad de Isabel II- al tiempo que estallaba la Guerra entre los partidarios de su hija y su hermano por el trono.
Los hechos históricos del XIX, y esto es sólo el comienzo, son el escenario perfecto para despertar el interés de cualquier lector curioso y los artículos de Larra son el instrumento perfecto para acercarse a la sociedad, al pensamiento, a la política, a la cultura, al sentimiento de aquella época. Así que ni corta ni perezosa, al llegar a casa busqué mi viejo volumen amarillo de la Colección Austral y me lo metí en el bolso.
Ahora viajo con Larra en el autobús y me sorprendo de lo actuales que son muchos de sus comentarios, me río con su ironía y me dibujo escenas muy parecidas a las del Madrid de hace dos siglos.

Creo que mi conexión con Larra va mucho más allá del parecido entre su levita y mi abrigo...

3 comentarios:

Maruxiña dijo...

Por cierto Sus, también me estoy leyendo el de O. Pamuk y está muy bien, cuando lo acabe te lo paso.

sus dijo...

Ah, creí que era el libro insufrible que habías devuelto. Oye por qué no pruebas a coger uno de esos artículos de Larra y hacer tú la versión s.XXI?
Por cierto, el sobrino ese torpón sintió la llamada de Larra entre los muros de la Biblioteca Nacional?

Anónimo dijo...

sencillamente, genial. Y con un final para dejarte tumbado.

Alejandro Miralles