Sin grandes planes y después de ocuparme de lo básico, salgo de casa sobre las 13:30 para cambiar un regalo de navidad. Casualidades de la vida, es el mismo libro que hace mes y medio me compré para leer en el tren camino de Gijón, inicié la lectura y decidí que aquel libro no me gustaba, así que unas setenta y cinco páginas después -por poner un número- lo cerre, lo guardé en su bolsa y lo devolví a la sección de librería del mismo comercio -sede gijonesa- donde lo adquirí. Quizás alguien hubiese interpretado esa vuelta a mis manos de ese libro en concreto como una señal, pero sinceramente y con todo mi aplomo, no creo que esa novela en concreto estuviese destinada a cambiar mi vida.
Separados nuevamente el libro y yo, salgo a la calle. Llueve, el cielo está gris, pero mis pies se ponen en marcha, es el momento ideal, necesito caminar Madrid. Apenas presto atención a las obras -tarea harto dificil, pues me encuentro en la calle Serrano- y más feliz que un colibrí me encamino al Retiro. No queda tanta nieve como esperaba, pero está precioso.
Me encanta el Retiro. Allí y en ese preciso momento me siento afortunada de disfrutar de la lluvia y de mi paraguas en este paisaje tan archiconocido, en este Parque cómplice que ha sido -y seguirá siendo- escenario de muchos momentos de mi vida. Miro a mi alrededor y, como no puedo abrazarle, me dejo abrazar por él, "que lujo, lujito", le susurro.
1 comentario:
No será el libro de Orhan Pamuk que te ragale ¿no? Es una kk, dímelo pq quería leerlo.
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