No sé si confesiones de este tipo minan mi credibilidad, pero una es así de sincera y todo lo lanza al vuelo. Ni siquiera el haberme pasado los últimos cuatro meses rodeada de jóvenes eruditos de la lengua y la literatura pueden acallar mi confesión, aquí va.
Hace años, pero muchos, muchos, me pelee con Cortázar. Sí, no le di tiempo ni a darme más explicaciones. Tanto Rayuela por aquí, Rayuela por allá... que me hice con un ejemplar, decidida a ampliar mi catálogo de hispanoamericanos literariamente adorables.
"Una y no más, Santo Tomás", me dije a mí misma unas semanas después cuando cerré aquel volumen leído de cabo a rabo no de manera lineal, claro, porque no prescindí ni siquiera de los capítulos prescindibles. "Una y no más, Santo Tomás, Maru", me repetí, "la última vez que te lees un novelón infumable cuando se te atragante la lectura". Y desde aquel día, libro que no me engancha, libro que se queda a medio camino.
Sí, habéis leído bien, hablo de Rayuela y lo asocio a "novelón infumable". ¿Alguna penitencia por tamañana herejía? Agacho la cabeza, eruditos de todo el mundo me despreciarán y se sorprenderán de mi simpleza y mi ignorancia. Pero bueno, creo que siempre os dije bien claro que mi criterio es el de una simple mirona de a pie, sin ninguna pretensión de sabiduría irrefutable.
Pero esta mirona de a pie, limitaciones aparte, tiene al menos la virtud de reconocer errores. Sobre Rayuela aún no me pronunciaré, quizás deje su relectura para más adelante, o quizás no. Lo que reconozco es que llegué a Cortázar por el camino equivocado. Afortunadamente, este año Cortázar se me ha manifestado en pequeñas pildoritas, una y otra vez, como un ex olvidado que vuelve a reclamar tu atención sutil e inteligentemente. Y lo ha conseguido, me tiene loca con sus juegos de palabras, sus ejercicios creativos y la cantidad de propuestas que se pueden sacar de sus líneas. Julio me ha conquistado.
2 comentarios:
Mmmm le vas a dar una segunda oportunidad, me encanta la idea.
Abajo rayuela! Buuuuu!
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