Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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miércoles, 7 de septiembre de 2011

People

A pesar de la que está cayendo (gran frase de este año), los telediarios del verano siguen reservando espacio para esas noticias de relleno tan típicas de esta época. El otro día, en una de esas se anunciaba la apertura de un restaurante "sólo para adultos".
Me parece muy bien. Que se encierren allí todos aquellos que tuercen el morrillo nada más oír una voz infantil o sentir un trotecillo ligero cerca de su mesa.
No sé si se debe a que no existe ninguna época de mi vida carente de pasos infantiles a mi alrededor -es lo que tienen las familias numerosas, eso y que cuando nos traen una ración a la mesa la traducimos en unidades para inmediatamente dividirlas entre el número de comensales y representarnos mentalmente el resultado en forma de sintagma con incógnita despejada: "tocamos a X", es lo que se llama síndrome de la fuente de croquetas- pero el caso es que debo de estar inmunizada frente a determinadas situaciones.
Más de una vez me he sorprendido al oír a alguna persona con la que estoy comiendo decir "qué alivio" al ver abandonar sus asientos a la familia de la mesa de al lado. Me cuesta darme cuenta de que efectivamente ha habido algo de jaleo infantil a nuestro alrededor. Jaleo que de alguna forma ha debido de entrarme por una orejilla para salir por la otra, volver a penetrar por la de mi acompañante y quedarse allí perforándole el cerebro.
Soy de la peregrina opinión de que el mundo es para los niños, que son los que de veras lo valoran, hasta en su más mínimo detalle. Y además en ellos está el futuro, así sin solución de continuidad en esta rueda que gira y gira.
También me sorprendió este verano cuando una de las personas del grupo con el que viajaba nos invitaba a darnos prisa para abandonar cuanto antes esa ciudad tan "llena de gente". ¿Llena de gente?, la normal en un sitio turístico a mediados de agosto, pero tampoco nada fuera de lo normal. Me sorprendió el contraste de percepciones, lo que para alguien era un tumulto insoportable, para mí era un escenario de lo más variopinto, y por tanto interesante.
Hoy, en el metro, he sorprendido a una chica bastante más joven que yo sonriendo sola al hilo de sus propios pensamientos. Era bajita, bastante llenita y no precisamente una belleza. Pero esa sonrisa la convertía en una persona bastante atractiva.
Luego he visto un hombre grande, con pantalones cortos de cuadros y polo en tres franjas, un look aceptable si el hombre era "guiri", un look abominable si era un españolito saliendo del trabajo, le he otorgado la categoría de "guiri" y me he imaginado que le guiñaba un ojo.
Y por la tarde, me he quedado descaradamente enganchada de la conversación de un adolescente de catorce años, más o menos, me pierdo en esas edades, que confesaba a sus amigos que el examen de historia no le había salido demasiado bien y además el profesor debía ser bastante estricto en la corrección. He sido sorprendida en todo mi descaro. Él ha interrumpido su discurso. Nos hemos mirado a través de nuestros reflejos y nos ha dado la risa silenciosa. ¿Qué podía hacer más que desearle que aprobase su examen antes de abandonar el vagón en mi parada? Quizás le haya parecido una vieja loca -¿a los 14 años alguien con esos dígitos invertidos es una vieja?, supongo que sí- pero a mí me ha parecido uno de esos momentos de conexión con un desconocido que me ha hecho sonreír durante un rato.
Me gusta la gente, no puedo remediarlo.
En la foto: encantadora pareja de nieta y abuela viajeras -o eso imagino- en una ciudad llena de gente.

1 comentario:

Edu dijo...

Pues este verano he visto en Mallorca un hotel para guiris que anunciaba en grandes letras "SOLO PARA ADULTOS", así que debe ser bastante común que haya gente a la que le molestan los niños, sobre todo a los "guiris". Son un muermo!!!