
La Mujer Ánfora volvió a la vida en una excavación arqueológica, cuando fue alzada con mucho cuidado por el Barón Von Pranstersnsnaser.
"La Gloria en mis manos" pensó el Barón porque ella era la prueba irrefutable de que la cerámica ática había llegado hasta el Cuerno de África mucho antes de lo que se pensaba. "Seré tuya siempre" se entregó la Mujer Ánfora abandonada al éxtasis que el roce de esas manos, encallecidas de tanto escarbar en la arena, le producían.
Pero el Barón Von Pranstersnsnaser la abandonó unos meses más tarde en la vitrina de un museo rural. La datación había sido inexacta. La ignorancia, la excasez, o la buena fortuna la sacaron de esa vitrina unos años más tarde. Y sin saber porqué se vió de nuevo, tantos siglos después, llevando agua y trayendo aire, de la fuente al hogar y del hogar a la fuente.
Y quizás fue en premio a esa faceta artística, grácil, imaginativa, que a la Mujer Ánfora le ocurrió, casi, casi, lo que al cántaro, pero mejor, que de tanto ir a la fuente, se volvio Náyade.
2 comentarios:
Yo fui náyade durante seis años y llegué a hacerme 40 largos a crol, pero mi famosa tendinitis me hizo abandonar esas charcas y ahora hago snorkel en aguas cálidas durante el verano rodeada de medusas. Me encantaría convencer a la mujer ánfora para que desarrollara las típicas extremidades inferiores y se viniera a hacer patinaje extremo avec moi pendant l´hiver.
Eso está hecho -solo me queda sisarle el andador a la abuela-...
La mujer ánfora
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