Y es que, todo depende del balcón desde el que miras

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sábado, 14 de septiembre de 2013

Júbilo terminal en El Sol de York


Siempre que entro en una sala de teatro y la sala está medio vacía algo me sobrecoge. Eso sí, entono el mea culpa, porque tampoco me preocupo de ir al teatro todo lo que quisiera. Con el cine no me pasa, una sala de cine medio vacía es más intima, a George, a Julia, a Matt, reproducidos en múltiples pantallas al mismo tiempo no les afecta si el público lo formamos ocho, veinte o ciento cincuenta personas.

Pero cuando la función comienza, el actor de teatro hace entrada en el escenario, o se levanta del lugar donde estaba tumbado formando parte de la escenografía, y comienza a hablar ante una sala que debería estar repleta y no lo está, me da vergüenza, rabia, qué se yo... ¿Como pueden perderse tantos ojos el día, hipnotizados frente a las siluetas televisivas de los más zafios personajes sociales y, por contra, es tan difícil llenar las butacas de una sala de teatro, de buen teatro además?

Pero retomaré el rumbo de este post para contaros que ayer inauguré mi temporada en El Sol de York. Ahora mismo tienen tres obras en cartel, que espero ir viendo. Para empezar opté por Júbilo Terminal. En cuanto José Pedro Carrión, el actor, abrió la boca, me quedé hipnotizada. Uauuuu, me dije, una de esas que desde el primer momento te dice que aquello si es TEATRO, con mayúsculas. Quizás alguno de mis acompañantes os diga que la primera parte de la obra es un poco indefinible y que en algún momento te preguntas ¿Qué me dices? ¿Por donde vas a salir?

Os lo digo por avisaros, sin embargo, para mi la sensación fue otra. Yo soy así, un poco cursi diréis algunos, bueno lo asumo, pero os prometo que cuando danzan palabras, sobrevuelan mis oídos, entran en mi cerebro y estimulan mi mente, hay algo que se eleva desde mi cuarto chakra. En serio, me siento inundada, feliz, retada, en lugar conocido, dentro de un juego... Ay, no sé como contároslo. Allí estaba yo con la intertextualidad danzando entre mis orejas y mi cerebro, rabiando porque ante mis ojos pasaba el Rey Lear y otros personajes Shakespearianos, Vania y otros de Chejov, versos de Machado... y yo rabiando, sí, porque no los identificaba. Mi cultura teatral es demasiado escasa, me decía, pero me retaba, me comprometía a irlos incorporando a mi propio acervo. Al que reconocí, sin lugar a dudas, fue a mi querido Cyrano, menos mal, me dije, uno de cincuenta.

Y luego está la otra parte, el diálogo entre los dos personajes, porque allí apareció ella, Valery Tellechea, ante el Yayo, a pedirle cuentas por la deriva del teatro actual, a hablarle de las aspiraciones de los jóvenes actores, los que se preparan, los que quieren hacer teatro de verdad y se encuentran con un muro. La profesión teatral, el teatro mismo, con sus luces y sus sombras, su presente y su futuro, problemas éticos y comerciales. ¿Y eso como se come? ¿Y como se gestiona? Debate eterno, pero necesario, estimulante, ¿sin solución?

Júbilo al terminar es lo que yo sentí, que salté de la butaca para aplaudir de pie, cosa que normalmente o no me provoca o me acongoja un poco, la timidez es boba. Pero ayer no dudé. Me encantó. Os la recomiendo, en general a todos, pero sobre todo, sobre todo, si sois actores...

Y la escenografía y la puesta en escena también me atraparon. Juego de colores. Lindo.

Júbilo Terminal en El Sol de York (Arapiles, 16. Madrid) ¡Hasta el 22 de septiembre!

1 comentario:

Edu dijo...

Estoy contigo, yo también lo recomiendo. Es una alternativa de ocio buena, bonita y barata. Y si vas seguro que te encuentras con alguno del clan de los Lorente, je, je